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Una noción ideológica del trabajo

La actual idea de trabajo se afianza hacia el siglo XVIII, junto con las ideas de riqueza y producción; el individuo pasa a ser conformado dentro de una visión productivista al servicio de una ideología del progreso.

Las nociones de producción y trabajo, se reforzaron mutuamente, al presentarse como medios de abastecer el crecimiento de la población y el consumo, y se les otorgó un sentido utilitario que permitía identificarlas con un avance inequívoco hacia la felicidad y el desarrollo.

Se tuvo que extender entre la población un afán continuo e indefinido para acumular riquezas, a la vez que se desvanecía el tabú moral contra la codicia. Se anima a la búsqueda del placer y la libertad; las actitudes egoístas y acaparadoras dejan de ser vistas como amenazas hacia la colectividad, ya que se supone que el mercado las reorienta para que impulsen la properidad y la ciencia.

Un desplazamiento de la noción de riqueza hacia una forma de acumulación infinita por medio del dinero. Las personas deberían de creer que eran capaces de producir riquezas, y que el trabajo era el instrumento básico de producción.

Una vez que el trabajo es una meta social e individual, los pobres pasaron de pedir pan a pedir trabajo, y el burgués pasó a convertirse en un ‘creador de puestos de trabajo’. Una vez eliminadas las instituciones que daban sustento y cobijo a las personas en las sociedades anteriores al capitalismo (la familia, la comunidad, la tribu... o el gremio) como elementos que arropaban física y socialmente al individuo, el trabajo cobró cada vez más importancia como medio de relacionarse y promocionarse en el terreno profesional, económico y social.

Para saber más: Raíces económicas del deterioro ecológico y social. José Manuel Naredo. 2006.

Para saber más: Historia del trabajo

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