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Insolvencia

REBELAOS

La insolvencia es la situación en la que se encuentra una persona cuando sus acreedores no pueden hacerle pagar porque no tiene bienes a su nombre para hacerlo.

Actualmente hay muchas personas en situación de insolvencia, algunas de ellas han llegado a serlo por motivos ideológicos y otras muchas lo son de forma involuntaria. En un momento en que los morosos somos millones de personas, mediante nuestra unión como deudores podemos recuperar la libertad de dejar de serlo.

El poder económico manipula para que las personas deudoras sean vistas con rechazo social. En cambio, la persona morosa, aunque llegue a serlo por errores en la gestión de su dinero, deja de ser parte del sistema consumista y eso le da una oportunidad para aprender a vivir de otra manera.

De hecho, muchas de nosotras nos hemos decidido por la insolvencia como herramienta útil para nuestra vida cotidiana. La combinación de la práctica antidemocrática del poder político y de la legislación vigente hace que las personas insolventes podamos disfrutar de muchas más libertades civiles que las otras. El Estado nos puede castigar con multas pero no tiene herramientas para hacernos pagar.

Es por este motivo, que ya desde la publicación PODEMOS comenzamos a generar herramientas para poner en contacto a todas las personas que estamos en situación de insolvencia o que queremos llegar a ella. Con los conocimientos adecuados podremos utilizar esta nueva libertad que disfrutamos en beneficio de la sociedad y en beneficio de nosotros mismos.

Las personas insolventes nos podemos organizar para llevar a cabo acciones colectivas sin sufrir ninguna represalia económica por parte del Estado. Nuestra libertad nos permitiría hacer muchas acciones de desobediencia civil: dejar de pagar el transporte público, distribuir materiales de colectivos sociales, dar el nombre para concentraciones o manifestaciones, etc... Entre todos y todas se nos pueden ocurrir un montón más.

Por ello, presentamos aquí la insolvencia como una herramienta de transformación social. Si quieres participar te presentamos lo que deberías saber:

¿Cómo me hago insolvente?

No hay que hacer ninguna declaración de insolvencia ante una institución del Estado, sino simplemente llevarlo a la práctica con determinadas medidas. No tener propiedades inmuebles, ni vehículos registrados a tu nombre. No tener cuentas bancarias a tu nombre (sí puedes estar como autorizada). No tener acciones en bolsa, ni en sociedades mercantiles. No tener nóminas, pensiones, paro o ningún ingreso oficial parecido.

Además, deber dinero no figura como delito en el código penal, es sólo un incumplimiento de contrato que depende del código delincuente. No eres ninguna delincuente. Eres libre de viajar cuando quieras. Dejar de pagar créditos únicamente te cierra las puertas a pedir nuevos créditos, te puede producir embargo de cuentas o nómina y de bienes presentes y futuros. Pero la ley tiene previstos unos bienes e ingresos que no son embargables.

Hay muchas situaciones personales que dificultan la insolvencia a corto plazo, con lo cual, quizás la parte de no tener una nómina, una pensión o cualquier otra paga del Estado, es la más difícil que se cumpla para la insolvencia. Aun así el embargo de una parte de la nómina o similares puede salir más a cuenta que seguir pagando deudas y multas.

¿Qué cantidad me embargarán de la nómina?

(También para pensión, autónomos, bajas y personas paradas). En el caso que la nómina esté por debajo del salario mínimo interprofesional(SMI), ésta no se puede embargar. Para el año 2012, el SMI es de 641 euros. Por encima de esta cantidad se embarga, según los tramos que define el artículo 592 de la Ley de Enjuiciamiento Civil (LEC), lo que habitualmente será mucho menos de lo que pagas a los bancos. Y en caso que la deuda sea por una hipoteca impagada el mínimo inembargable se queda en 961 € según la nueva ley de julio del 2011.

Cosas a pensar antes de dejar de pagar

La morosidad puede gestionarse con ética. Puedes pagar primero a tus amigos si les debes dinero y a tus proveedores que sean empresas pequeñas y medianas, dejando de pagar impuestos al Estado y sobre todo a las multinacionales y a los bancos. Si tienes alguna propiedad de la que necesitas deshacerte, hazlo antes de empezar a dejar de pagar una deuda, o lo antes posible una vez decidas que no vas a pagar más multas.

En el apartado siguiente te hacemos algunas propuestas en este sentido. Finalmente antes que te embarguen puedes vender acciones, sacar tu dinero y cerrar tus cuentas.

Vivir fuera del sistema

Las propuestas que puedes encontrar en esta publicación, como son las cooperativas integrales y todos los elementos que forman parte del modelo de sociedad que proponemos, son sin duda la mejor forma de vivir en la insolvencia. Se trata en el fondo de generar unas nuevas relaciones económicas, unas nuevas relaciones sociales, nueva confianza, nuevos derechos y que por tanto, sustituyamos las leyes, las privaciones y la represión del sistema capitalista por la libertad y la confianza que encontraremos participando de la nueva sociedad.

Recursos para ampliar información

En relación al no-pago de deudas en general, la comunidad de morosos puede ser un espacio donde aclarar dudas concretas que os surjan. http://www.sincapitalismo.net/
Moroses

En cuanto al no-pago de hipotecas, podeis encontrar recursos en la plataforma de afectados por la hipoteca (PAH) http://afectadosporlahipoteca.com/documentos-
utiles/

En cuanto a opciones de autoempleo para personas insolventes. Autoocupación y cooperativas autogestionadas.

Para profundizar en el no pago y en la insolvencia desde el punto de vista de la desobediencia civil, miraos el manual http://www.autogestionaos.net/manualdesobedienciaeconomica

REVISTA REBELAOS

Lo estatal y lo público

Félix García Moriyón/ David Seiz Rodrigo

Los fundamentos ideológicos de la crítica al Estado

No cabe la menor duda de que nos encontramos ante una crisis sistémica, no una simple crisis cíclica de las que son habituales en el modo de producción capitalista. En las últimas décadas —podemos decir que desde 1973— se ha estado produciendo un enfrentamiento muy duro para modificar las grandes líneas de la política económica diseñadas después de la II Guerra Mundial. No vamos a repetirnos ahora, pero está claro que los liberales, con Hayek y Von Mises como líderes intelectuales, han lanzado un furibundo ataque a los modelos que ponían en el Estado la responsabilidad de garantizar el bienestar social y económico de los ciudadanos. Desde el primer momento han criticado no solo la versión extrema del estatalismo, la Unión Soviética, sino también la versión socialdemócrata impuesta en Europa gracias al gran pacto social posterior a la II Guerra Mundial.

Sus argumentos son dignos de ser tenidos en consideración y hay dos grandes obras que ofrecen el núcleo de su argumentación: Caminos de servidumbre (Hayek) y La acción humana (Von Mises). Su planteamiento tiene antecedentes y seguidores, por lo que podemos decir que la corriente liberal ha gozado de buena salud casi desde los comienzos de la edad contemporánea. Cuando uno contempla estados fallidos, cuando uno observa lo ocurrido en España y Grecia, con estados clientelares, o analiza las relaciones entre mafia y política, por no hablar de los epígonos del socialismo realmente existente, no deja de ver el punto de razón que existe en esas críticas.

No fueron los liberales los únicos que arremetieron contra le peligroso papel del estatalismo. El pensamiento social de la Iglesia Católica, al que podemos sumar el de otras corrientes cristianas, ha sido siempre muy crítico con la estatalización o el control por el Estado de las resortes de la economía y la justicia social. La teoría se ha centrado en el concepto de subsidiaridad, único papel legítimo del Estado, cuya función es estar al  servicio de las personas (no de los individuos) y de las unidades básicas de convivencia social, en especial la familia. Todo ello acompañado de una fuerte moralización de la economía, disciplina teórica y práctica que debe estar regulada por normas morales. Es sugerente la actual variante de la economía del bien común desarrollada por pensadores evangélicos en Austria y con eco en numerosos ambientes. Es la llamada economía del bien común.

Podemos añadir a los anteriores críticos del estatalismo la larga tradición del pensamiento libertario que ha sido igualmente duro con el intento del Estado de controlar la vida de los individuos. Comparte gran parte de las críticas de los liberales decimonónicos y menos las críticas de los neoliberales actuales, tanto ha cambiado el mundo. Sin embargo, su distancia respecto a los mismos es enorme puesto que esta tradición defiende claramente el apoyo mutuo y las colectivizaciones autogestionadas, todas ellas orientadas por un profundo sentido del bien común, proponiendo fórmulas organizativas comunistas o colectivistas. En ese sentido están más cerca de la tradición cristiana y católica.

La historia de la crítica al Estado es larga y condiciona sin duda lo que ahora ocurre. El ataque neoliberal arrecia y lo hace con inusitada virulencia que va creciendo conforme, según creen sus líderes, se acercan a la victoria final, posición premonitoria de lo que va a ser la suerte de los vencidos. Cuando uno vive en Madrid, asiste en primera línea a lo que puede ser defender el neoliberalismo sin fisuras: un deterioro progresivo de los servicios públicos y un crecimiento igualmente progresivo de la presencia de la iniciativa privada en la prestación de dichos servicios que sólo aceptando la versión de Esperanza Aguirre pueden ser considerados servicios públicos. Y para rematar, la presentación de Eurovegas como el gran proyecto de creación de puestos de trabajo para la futura sociedad del conocimiento.

No se puede objetar mucho a la defensa de la libertad que abanderan los neoliberales. Fue uno de los grandes logros del mundo contemporáneo; ahora bien, conviene recordar que «no es liberal todo lo que parece». La «liberal» manera de privilegiar a un empresario que encontramos en las recientes componendas con el inversor americano que trata de situar Móstoles en el Estado de Nevada, o la torticera manera de entregar el capital «público» de la sanidad en manos de determinadas compañías privadas privilegiadas, nos acerca a modelos más propios de las compañías privilegiadas de comercio de la Edad Moderna que a los modelos de libre concurrencia, igualdad y mérito del teórico liberalismo. La defensa de la libertad termina encubriendo pobremente el ánimo depredador de las élites en el poder.

Por otra parte, esa defensa ha solido ir acompañada de la exaltación del espíritu emprendedor y la meritocracia, ocultando que el mérito tiene mucho más de hereditario que de meritorio, y esa defensa de la excelencia individual como criterio de selección social nos acerca de nuevo a paradigmas de reproducción de las escalas sociales y económicas, cercanos a las estructuras políticas, económicas y sociales del mundo señorial.  Con un especial agravante: en la sociedad estamental uno ocupaba una posición social desde su nacimiento y eso estaba justificado por ser el orden natural de las cosas; en la actual sociedad, uno ocupa casi con seguridad la posición social que le corresponde por lo que lo tocó con el nacimiento, y la legitimidad la concede el afirmar que su ascenso social es consecuencia de sus méritos personales. Por otra parte, impuesto ese orden neoliberal, la capacidad de negociación en la permanente lucha por el reconocimiento,  tal y como vemos en el día a día sindical por poner un ejemplo, no ofrecen más alternativa que el desarrollo de un modelo cercano a la revuelta campesina: el señor no pacta, concede y en caso extremos los siervos se rebelan, conscientes de que el fracaso de la rebelión les asegura su marginación de por vida, si no la muerte. Duras huelgas, con variadas fórmulas de enfrentamiento y reivindicación son absolutamente ignoradas por unas élites políticas y económicas con capacidad sobrada para imponer coactivamente sus políticas.

Del mismo modo, se ha exaltado la libertad individual y la capacidad de elección como último criterio de evaluación de las decisiones privadas y públicas, acompañada por una defensa a ultranza de la vida privada, del hogar como espacio inviolable en el que los individuos pueden disfrutar de sosiego, lejos del omnímodo y arbitrario poder del Rey en su origen y del Estado en la actualidad. Lo malo es que esa defensa valiosa de la privacidad va acompañada de la privatización, de la fragmentación individualista del espacio social . Los usos privativos de los individuos o las corporaciones se imponen sobre los antiguos espacios públicos. La calle comercial, de naturaleza pública es sustituida por la virtualidad de las calles de los centros comerciales.  Los espacios públicos de ocio son sustituidos por los parques temáticos. La desamortización, puso cercas y puertas en los campos, acabó con las tierras comunales y planteó de un modo parecido al que hoy en día se defiende, el axioma de que sólo la propiedad privada aseguraba el óptimo aprovechamiento económico del suelo.  La idea de la mayor eficiencia económica de la gestión privada sobre la pública obvia las mínimas consideraciones críticas y como recientemente han demostrado las autoridades sanitarias madrileñas, parecen remisas a aceptar cualquier cuantificación que ponga en duda esta  consideración. La  privatización y la lógica del beneficio privado como mejor garantía de los intereses públicos avanzan imparables en las sociedades occidentales,  desde la gestión del suelo a la administración de los servicios públicos, que son sometidos en aras de una teórica efectividad al sobrecoste de un beneficio privado.  Desde los ejércitos nacionales, surgidos precisamente en la primeras revoluciones de finales del XVIII como garantía de las libertades recién conquistadas, que hoy vuelven a modelos mercenarios más propios del siglo XVII, a la privatización progresiva, directa o por medio de concesiones parciales de cárceles, hospitales y escuelas.; una pulsión privatizadora que alcanza  incluso a la justicia y la policía, ya parcialmente privatizada en poderosas empresas de seguridad.

La lucha contra el Estado del bienestar

Neoliberales, cristianos, anarquistas…, son tradiciones ideológicas muy distintas que se han opuesto al crecimiento de un Estado controlador y quizá solo secundariamente benefactor. Eso sí, en estos momentos la batuta del ataque la lleva quienes apenas ocultan que el objetivo central es recuperar lo que Marx llamaba la tasa de extracción de plusvalía y también reforzar lo que los anarquistas denunciaron como estructura jerárquica y piramidal del poder. Es decir, recuperar la posición de privilegio ostentada por las élites dominantes durante toda la vida, pero debilitada debido a la dura lucha por el reconocimiento desplegada por los olvidados o condenados de la Tierra desde los años sesenta. Ya en aquellos décadas —quizá demasiado mitificadas por la izquierda “divina”— los centros de estudios asociados al poder plantearon que se estaba produciendo una crisis social causada por el exceso de democracia, lo que ponía en primer plano el problema de la gobernanza y la necesidad de reconducir la situación acallando las demandas de las clases desfavorecidas.

No es fácil hacer una crítica acertada del Estado desde posiciones de izquierda. Está profundamente arraigada en el imaginario colectivo la idea del Estado como árbitro, técnico y objetivo, que ciegamente se organiza a partir de sus burocracias elevadas sobre el mérito y la capacidad, por encima de los intereses de los grupos de poder o los partidos.  No en vano, el Estado es el sujeto fundamental de esta percepción de la «cosa pública» y sigue siendo en el imaginario de mucha gente el único garante de la objetividad. Lamentablemente el sueño weberiano del estado burocrático ha devenido en pesadilla; desde sus orígenes, el estado ha servido para certificar con el marchamo del derecho, situaciones de privilegio, repartos de prebendas y canonjías, investido, para más delito, de la idea de mérito, libre concurrencia y otros aparatajes ideológicos. No sólo las cajas de ahorros, también los contratos millonarios de obras públicas, las sospechosas, cuanto menos, relaciones entre la política y el mundo empresarial, desdicen mucho de lo que damos a menudo por supuesto.

Por eso mismo, la lucha en defensa de lo público esta distorsionada en varios sentidos, lo que hace difícil tomar posición en algunos momentos. La primera distorsión procede de la defensa de un modelo de gestión estatal de la propiedad que ha mostrado en la práctica el acierto de las críticas liberales. El caso de las cajas de ahorro es paradigmático, como también lo es el de las recalificaciones de terrenos. Por no hablar de casos abundantes de prevaricación, malversación y cohecho, que se cometen con elevado nivel de impunidad de los políticos y empresarios implicados a partes iguales en los mismos. El estado ha terminado siendo contagiado por prácticas  clientelares opuestas en sí mismas a la propia lógica de su legitimidad (el mérito, la igualdad, la libre concurrencia….) lo que exige una dura operación de cirugía que permita sanear y cauterizar la gangrena. Cierto es que hay estados socialdemócratas que parecen gozar de salud envidiable y que puede seguir siendo referentes, como ya lo fueron en los años sesenta, de la mejor manera de articular el estado del bienestar o estado social de derecho sin poner en cuestión el modo de producción capitalista.

Algo de eso está presente en la aceptación que está teniendo entre el público en general la furibunda y torticera campaña contra los funcionarios orquestada por los medios conservadores, un ataque que  constituye una segunda distorsión. El estatuto del funcionario, cuyo origen se sitúa más bien en la defensa de la independencia y estabilidad de los trabajadores públicos respecto a los poderes políticos cambiantes en democracias representativas, ha derivado en parte hacia un estatuto corporativo en el que la defensa de específicas condiciones laborales se aproxima peligrosamente a la defensa de situaciones de privilegio. Con cierta desmesura en algunas ocasiones, los funcionarios tienden a identificar la defensa de sus condiciones de trabajo con la defensa de lo público, ocultando lo que hay de puramente corporativo en sus luchas y lo que hay de mantenimiento de situaciones de auténtico poder frente a los usuarios de esos servicios públicos que dicen defender. La pura crítica del funcionariado, orquestada por quienes tienen la obligación política de exigir su adecuado cumplimiento del trabajo asignado y de garantizar que están al servicio de los intereses de la ciudadanía no basta. Mucho menos cuando comprobamos que quienes jalean esas críticas luego incrementan el número de asesores nombrados a dedo y ascienden en el escalafón funcionarial a sus propios clientes o afines políticos.

La tercera distorsión procede del dominio cultural impuesto por el actual modelo de capitalismo financiero y consumista. La ideología del «lo veo, lo quiero, lo tengo» ha calado hasta los huesos y la gente busca por encima de todo recuperar la capacidad de consumo a la que se aproximó, sin llegar a disfrutarla del todo pues en gran parte no pasó de un espejismo basado en créditos que no se podían devolver, menos una vez despedidos de sus precarios puestos de trabajo. El individualismo abstracto, tan querido por los liberales, se queda en la exaltación del individuo como consumidor compulsivo que puede acudir a cualquiera de los múltiples centros comerciales a elegir entre decenas de productos idénticos, muchos de ellos con obsolescencia programada y con dudosa capacidad real de satisfacer las necesidades básicas de los seres humanos.

Aceptado inconscientemente —gracias a potentes campañas de configuración de la opinión pública— ese modelo de logro de la felicidad sustentado en el fetichismo de la mercancía, que termina identificando valor con precio, los individuos se convierten en rehenes de quienes les conceden el crédito para pagar los gastos, abocados a un consumismo parcialmente compulsivo. Sin darse cuenta, aceptan una democratización del consumo que, sin negar los posibles componentes revolucionarios implícitos en ese «festín pantagruélico», en realidad consagra la degradación de los procesos de trabajo, que están condicionados a la elevada productividad de los trabajadores que proveen de mercancía a los comercios «chinos » y a los gestionados por las grandes multinacionales, entre otras y sobre todo las del textil y las de la alimentación. Como no podía ser menos, acabamos aceptando que un servicio público es aquel que le sale gratis al ciudadano (feliz definición de Esperanza Aguirre), y para eso se pone la gestión de lo público en manos de la empresa privada, sin darse cuenta de que esta muestra especial eficiencia y eficacia en generar ganancia para sus propietarios y gestores, normalmente a costa de trabajo degradado.

Una cuarta y última distorsión procede de la progresiva erosión de la política del bien común arrasada por la cultura del individualismo radical, de la sociedad articulada como suma de lobos esteparios que regulan las relaciones sociales mediante las leyes del mercado: todo tiene un precio y la acumulación de dinero es lo único que garantiza el estatus social y, por tanto, el ejercicio de las capacidades y la satisfacción de las necesidades. Muchos movimientos críticos han aceptado en sus planteamientos esa ideología mercantil, lo que termina teniendo sus consecuencias: la trivialización del matrimonio, con exigencias de permanencia menores que las de muchas compañías de telefonía móvil, y el servicio militar opcional (a sueldo), que se sitúa en las antípodas del ejército popular o de la defensa civil, serían dos ejemplos perfectos de los daños colaterales que lleva aceptar un modelo utilitarista mercantil de la vida social. Ha adquirido un protagonismo cultural desmesurado el ya antiguo dicho de que «tanto tienes, tanto vales».

La defensa de lo público.

Lo anterior ya indica claramente cuál es el discurso y la práctica que necesitamos articular para defender lo público sin mantener un modelo de Estado del bienestar que  provoca muchos más perjuicios de lo que algunos son capaces de reconocer. Pero al mismo tiempo tenemos que evitar un peligro que puede derivarse de nuestro planteamiento «crítico» sobre lo público: nuestras críticas fácilmente puede acabar siendo utilizadas como munición para este nuevo «estado señorial» que falsamente se viste de liberalismo. Conviene, por tanto, recuperar lo que tiene de «señorial» el modelo liberal y desmontar su «instalache» o «chiringuito», eso que apenas cubre las apariencias y solo busca el máximo beneficio en el menor tiempo. Es el liberalismo radical primigenio que tan cerca está de los postulados anarquistas, vinculando sin solución de continuidad la libertad a la igualdad y la fraternidad. La trampa del liberalismo contemporáneo es precisamente que obvia estos privilegios y se contenta con establecer el principio de un liberalismo económico lastrado por toda una serie de condiciones desiguales de la que la propia ganancia económica es el único beneficiario.

Son moneda corriente la deslocalización, el abuso de las condiciones de explotación de los recursos naturales, mineros o energéticos, la imposición de condiciones comerciales desfavorables, las trampas fiscales que permiten evadir impuestos bajo el amparo de empresas pantalla, tratos de favor impositivos o localizaciones beneficiosas: ahí están los casos paradigmáticos de Apple, Facebook, Amazon y otras empresas tecnológicas o la presencia de paraísos fiscales en el corazón de Europa.
El hilo de la cuestión debe ser defender lo público criticando con firmeza a los neoliberales y los estatalistas, ambos con agendas ocultas que marcan el sentido y la limitación de sus luchas. Y para ello, el núcleo de la cuestión debe ser vincularlo plenamente a la reclamación democrática: buscar mucho más poder para el pueblo, para el común de los ciudadanos que necesitan aprender ejerciendo, el duro ejercicio de tomar las riendas de sus propias vidas, y potenciar al mismo tiempo todo aquello que genera comunidad de intereses y de objetivos, sin agostar la capacidad e expresión y creación individuales. No queremos una sociedad de individualistas depredadores apalancados en un pobre «vive y deja vivir» ni tampoco una sociedad de obedientes ciudadanos agradecidos a burocracias ineptas que les procuran magros beneficios sociales.  Queremos un fecundo, pero difícil, equilibro entre la triple exigencia de libertad personal, igualdad social y apoyo mutuo solidario.

Algo fundamental en esta tarea es profundizar en un sistema de equilibrios que asegure la defensa del individuo frente a los grupos de poder, tanto económicos como políticos y culturales.  A los agudos análisis de la capacidad destructiva del poder en el anarquismo clásico, podemos añadir las críticas de Foucault a lo que él llamaba microfísica del poder y biopolítica. Los principios que deben regir esa fragmentación y control del poder están formulados, pero el peso de los poderes sobre las vidas de las personas continúa sin estar corregido. Es más, el Estado benefactor, bajo la promesa de grandes beneficios de bienestar, alimenta la burocratización controladora: nunca antes ha estado la vida de las personas, incluida la vida privada, tan sujeta a mecanismos de control tan sofisticados y potentes como los actuales. Y en general con el libre consentimiento de los propios ciudadanos. Si bien las redes sociales parecen haber abierto algunas puertas a la fragmentación horizontal de determinados mecanismo de control, el riesgo de que acaben sometidas al ojo controlador del Gran Hermano es grande, y la experiencia de lo ocurrido con los medios de comunicación social debiera ponernos sobre aviso de esos riesgos. Entre tanto conviene no perder de vista los mecanismos ya clásicos de control del poder público, algunos muy sugerentes pero poco aplicado como es el caso de la rotación, la rendición de cuentas, la separación de poderes o la transparencia.

Del mismo modo, para defender unos servicios auténticamente públicos, es necesario afrontar el problema de la representatividad. Hoy hay una conciencia muy arraigada, aunque poco articulada, de que nuestros representantes no nos representan, pues han pasado a formar parte de las élites en el poder cuyo único objetivo real es mantener sus posiciones de auténtico privilegio. Las formas e instituciones políticas son a menudo tildadas de poco representativas, precisamente por su opacidad a las influencias que los poderes ejercen sobre ellas y a la poca vinculación entre las decisiones políticas y la voluntad de una ciudadanía muy poco y muy mal representada. El asunto no es en absoluto nuevo, pues también en las formas de organización política medievales e incluso de la sociedad estamental la representatividad era  un asunto primordial, al que se respondía con otros modelos organizativos. Quizá nuestra democracia parlamentaria, con discutible sistema de recuento del voto, agobiantes lisas cerradas y dinámicas de la tarea política ejercida en las Cortes poco sometida a escrutinio público, tenga un problema serio de representatividad que está necesitado de propuestas alternativas, empezando por puras protestas iniciales como las de rodear las sedes parlamentarias. A menudo consideramos que la sociedad no estaba representada en los órganos políticos del antiguo régimen(incluido el franquismo, por ejemplo) y, sin embargo, no reparamos en que lo que ocurría es que la «representatividad» estaba organizada de otro modo.

Lo anterior nos lleva a un último aspecto fundamental para construir unos servicios públicos. Hace falta romper con el enfoque calcado del mundo empresarial que distingue entre los prestatarios de un servicio (los funcionarios y los gestores, públicos o privados de los mismos) y los usuarios o clientes de los mismos. Sin negar la importancia de una adecuada valoración de los costes económicos de los servicios públicos para saber cuáles se pueden llevar a cabo y cuáles no, hay que aplicar más bien el criterio de que esos servicios tienen un valor, no sólo un precio, y que los usuarios no son clientes sino ciudadanos que tienen unos derechos que deben ser atendidos y que deben estar dispuestos a exigir y defender.

Para ese protagonismo activo de los ciudadanos son muy pertinentes las fórmulas autogestionarias de organización porque en ellas se reconoce a todas las partes implicadas el papel de sujetos activos para la definición de los objetivos que deben ser alcanzados y de los medios más adecuados para conseguirlos, así como para la gestión cotidiana de las orientaciones políticas (esto es, relativas a la polis o a la ciudadanía). Eso no consiste en una pura fórmula organizativa, pues al final todo, incluso proyectos políticos muy poco recomendables, puede ser autogestionado. O se puede aceptar la participación efectiva de las personas interesadas sin que eso se traduzca en la práctica en una auténtica participación en la gestión. Basta con ver, por ejemplo, el cansino y al final irrelevante modelo de participación de las familias y los estudiantes en los consejos escolares, fórmula participativa en acelerado proceso de descomposición. Parece evidente que lograr una ley universal pueda considerarse un avance en la búsqueda de equilibrios. Sin embargo mientras la ley no sea universal completamente y deje espacios de interpretación a los estados o los subestados (estados federados, municipios, comunidades), seguiremos avanzando en sentido contrario.

Son, sin duda, ideas reguladoras que pueden ayudar a orientar cuál debe ser nuestra defensa de lo público, pero dejan abiertas las formulaciones concretas sobre cómo se deben articular en la práctica. No tan generales como para no darse cuenta de que defendemos algunas medidas que podrían ser exigidas a corto y medio plazo, pero tampoco tan concretas como para convertirlas en organigramas o algoritmos formales y vacíos realmente de contenido. Retomando una mil veces citadas frase de Durruti, la defensa de unos servicios públicos, vinculada a la defensa de una sociedad genuinamente democrática, implica un profundo y renovado modo de vida, pues es en definitiva una manera distinta de ser, no sólo una manera de organizarse. Implica, por tanto, llevar un mundo nuevo en nuestros corazones, algo que la máquina burocrática del estado del bienestar ha deteriorado profundamente y algo que la mucho más poderosa máquina del bloque hegemónico neoliberal dominante no está en absoluto dispuesto a fomentar o recuperar.

En manos de las mujeres

Se encuentra en manos de las mujeres la responsabilidad de la subsistencia y el cuidado de la vida, lo que ha permitido desarrollar un mundo público aparentemente autónomo, ciego a la necesaria dependencia de las criaturas humanas, basado en la falsa premisa de la libertad, un mundo incorpóreo, sin necesidades que satisfacer; un mundo constituido por personas inagotables, siempre sanas, ni demasiado jóvenes ni demasiado adultas, autoliberadas de las tareas de cuidados.



Pero el actual modelo económico-social sólo puede existir porque sus necesidades básicas –individuales, sociales, físicas y emocionales- quedan cubiertas con la actividad no retribuida de las mujeres. De esta manera, la economía del cuidado sostiene el entramado de la vida social humana, ajusta las tensiones entre los diversos sectores de la economía y, como resultado, se constituye en la base del edificio económico. Las mujeres actúan como ‘variable de ajuste’ para proporcionar la calidad de vida a las personas del hogar.

El reconocimiento de las necesidades humanas es imprescindible para adquirir una visión real de nuestra especie y poder ubicarla adecuadamente en el mundo natural y social. El ideal filosófico que propugna superar el reino de la necesidad para ganar el reino de la libertad, es una falacia que niega la dependencia material de la humanidad, y nos encamina hacia una libertad abstracta, falsa e inalcanzable para la mayoría de los seres humanos.

La verdadera libertad es aquella que se ejerce dentro de los propios límites. Se trata de una libertad enmarcada en la realidad material que consiste precisamente en decidir y experimentar cómo se juegan las relaciones entre la vida natural y la vida social.

Para saber mas: Epílogo del libro 'la historia cuenta' de Enric Tello, escrito por Anna Bosch, Cristina Carrasco y Elena Grau.

¿Cómo decirle a los trabajadores asalariados, ya amenazados por la precariedad y el paro, que habrá que apretarse el cinturón porque la biosfera no da para más?

Entrevista Joaquim Sempere en el Viejo Topo

—¿A qué atribuye usted el “boom” del discurso sobre el decrecimiento?

—“Decrecimiento” es un buen eslogan, más radical que “detener el crecimiento” o “crecimiento cero”, y por eso mismo más provocativo. Por este rasgo, resulta un buen banderín de enganche para muchas personas y movimientos que desde hace años, por no decir decenios, vienen criticando una sociedad ecológicamente inviable a medio plazo y, no digamos, a largo plazo; y a la vez para jóvenes que descubren por primera vez que se les ha escamoteado el futuro. De momento, que yo sepa, no aporta mucha cosa nueva. Se habla de decrecimiento para plantear críticas, propuestas y alternativas que ya estaban formuladas. Pero, repito, tiene el valor de la provocación, y esto es bueno en un contexto social en que un número creciente de personas sospecha que la crisis ecológica va en serio, pero nadie se decide a moverse de las rutinas de siempre y actuar vigorosamente para cambiar el curso de las cosas. En realidad, muchos (sobre todo entre los pensadores y entre quienes toman las grandes decisiones económicas y políticas) están convencidos de que vivimos en el mejor de los mundos posibles, que el crecimiento económico indefinido es posible y que la mejor apuesta de futuro es “más de lo mismo”. Véase, como muestra, de qué manera los amos del mundo responden ante la actual crisis financiera.

Entre los más jóvenes, que tal vez descubren ahora la crisis ecológica, el eslogan “decrecimiento” está siendo un estímulo para vincularse con una entera galaxia de resistentes y opositores al sistema socioeconómico que viene de lejos, y también un estímulo para reflexionar y pasar a la acción. De momento son acciones muy modestas, muy particulares y locales, de cambio en la vida cotidiana. En sí mismo, esto tiene ya un enorme valor, aunque para una mentalidad estrechamente politicista no lo parezca. Pero estos jóvenes no se limitan a hacer: también reflexionan y organizan debates.

Y así se socializan en un pensamiento alternativo que, de entrada, tiene un valor específico renovador: la convicción de que no basta con proclamar las ideas, sino que hay que vivir de acuerdo con ellas. No sabemos si esta convicción se va a mantener, pero es un buen comienzo para renovar la tan maltrecha política de izquierdas.

—¿Como ve en este contexto las perspectivas de esta renovación de la «vieja» izquierda? ¿Se trata de proyectos diferentes o o cree que podrían converger?

—La vieja izquierda debería no sólo aliarse con lo verde, o por lo menos con la «izquierda verde», sino elaborar un proyecto o unas líneas programáticas comunes. Sin esta convergencia, la vieja izquierda corre el riesgo de quedarse reducida a defender unos estrechos intereses corporativos de una parte de los trabajadores de Occidente y condenarse a no jugar ningún papel en el futuro. Por su parte, los verdes, si no se vinculan a las viejas tradiciones emancipatorias de raíz obrerista, pueden irse convirtiendo en la conciencia ecológica del actual sistema de poder.


El riesgo de esta deriva es tan grande que ya se ha producido descaradamente en muchos
lugares donde los verdes han tocado poder de Estado. La integración política en el sistema ha sido más fulminante en el caso de los verdes que en la socialdemocracia en su momento, tal vez porque la historia hoy va más deprisa. Un ecologismo que no se proponga desafiar seriamente el capitalismo está condenado a la inoperancia desde el propio punto de vista ecologista, porque lo que provoca la crisis ambiental es un sistema de acumulación indefinida e irrefrenable de capital. De momento, el hecho de que en el Parlamento europeo haya un grupo «rojo» y otro «verde» muestra que esa convergencia de programa o de proyecto no está a la orden del día. Es una auténtica desgracia. Claro que las dificultades son inmensas. ¿Cómo decirle a los trabajadores asalariados, ya amenazados por la precariedad y el paro, que habrá que apretarse el cinturón porque la biosfera no da para más? ¿Cómo decirles a cientos de millones de adictos al consumo superfluo que los pobres del Sur también tienen derecho a vivir, y que habría que apretujarse aquí un poco para que ellos puedan comer y lavarse cada día en condiciones aceptables?

Pero siendo cierto que hay dificultades, hay que ser valientes y ponerse a imaginar un lenguaje, una filosofía de la vida y unas prioridades que puedan ser asumidas por amplios sectores. Las poblaciones occidentales tal vez no están totalmente corrompidas todavía por el dinero y las comodidades. En todo caso, hay que apostar por una respuesta radical y a la vez inteligible y aceptable para la gente corriente. La derecha lo tiene más fácil. El berlusconismo y sus distintas variantes europeas agitan el espantajo de la inmigración ante unas poblaciones despolitizadas y adictas al consumismo, y por eso mismo vulnerables ante un mundo inhóspito e injusto que no comprenden.

Y al no comprender, se echan en brazos de cualquiera que parezca desafiar las reglas de una política supuestamente democrática que provoca la náusea. Esa derecha xenófoba y racista no tiene que devanarse mucho los sesos. Le bastan unos cuantos improperios, vulgaridades y hasta obscenidades para desencadenar el aplauso de multitudes inesperadas y el linchamiento de los débiles «de afuera» por parte de una turba de indeseables. Mi postura es que se necesita la mencionada convergencia, de fondo y no ocasional, entre rojos y verdes para pensar una alternativa radical y formular propuestas en la buena dirección. De momento, hay que detener a toda costa la xenofobia antipolítica de esa extrema derecha cada vez más descarada y agresiva. Y si no lo hacemos cuando el sistema ha mostrado su debilidad y su impudicia tan a las claras, ¿cuándo lo haremos? Por favor, no desaprovechemos esta ocasión!

—¿Pero cuál es el verdadero obstáculo para una convergencia de corrientes críticas rojas y verdes? ¿Sólo los mecanismos del sistema parlamentario?

—En general los doctrinarismos, sectarismos y personalismos. Es una vieja historia presente desde siempre en los movimientos obreristas, que se reproduce en el ecologismo. Hay otros obstáculos, numerosos, como la incapacidad o falta de voluntad para elaborar conjuntamente estrategias políticas que reúnan las aspiraciones sociales y las ambientales en un proyecto a la vez abierto y unitario. Hay grupos capaces de ligarse a movimientos sociales, y otros que hacen su propia guerra sin contar con los demás. El movimiento alterglobalizador es interesante porque ha conseguido unos niveles considerables de coordinación, unidad y respeto por todas las opciones. Se dice que es inoperante por su extrema variedad interna, pero en estos momentos va por buen camino. Tal vez sea la plataforma existente con más potencialidades.

Le falta, por supuesto, coherencia en las aspiraciones y en los métodos de trabajo, pero materializa, aunque sea de manera frágil e insegura, una unidad antisistema que es la clave para lograr algo. El sistema parlamentario es un obstáculo porque son muchos los que quieren estar los primeros en las listas electorales. Pero lo peor no es la ambición personal y los intereses personales de quienes se profesionalizan como políticos, sino su incapacidad para vincularse con la gente de la calle y con los movimientos existentes en la sociedad civil de los distintos países. La experiencia muestra que es difícil prescindir de la profesionalización. A lo mejor la solución sería establecer unas reglas muy prescriptivas sobre las responsabilidades y los deberes de los representantes electos respecto de sus electores y la sociedad civil de sus países.

—¿No ve ahí un rechazo a afrontar problemas sociales actuales y que están quemando, como la supresión de derechos sociales, por ejemplo en el mundo del trabajo?


—Yo no diría tanto. Más que rechazo hay debilidad (por falta de una base movilizada) y falta de audacia e imaginación. Todos defienden de palabra los derechos sociales, y en el Parlamento europeo se rechazó la directiva de las 65 horas. Pero han interiorizado la derrota más allá de lo razonable. Ni unos ni otros saben aprovechar la crisis actual porque se sienten aún derrotados e impotentes. Supongo que bastantes dan prioridad a su pervivencia en sus cargos por encima de la misión que se supone que les corresponde cumplir.

Joaquín Sempere es profesor de Sociología en la Universidad de Barcelona. Recientemente ha publicado el libro Mejor con menos: necesidades, explosión consumista y crisis ecológica (Ed. Crítica).

El capitalismo nunca podrá ser verde ni tener rostro humano

Entrevista a Yayo Herrero - Público

Antropóloga, ingeniera técnica agrícola y diplomada en Educación Social, Sagrario (Yayo) Herrero, se las arregla para combinar su trabajo como directora de la fundación FUHEM, ser tutora de Educación y Sistemas Complejos en la UNED y llevar, junto a otros dos compañeros, la coordinación estatal de Ecologistas en Acción, que asume desde hace ocho años. Además, acaba de publicar 'Las personas primero' (Icaria, 2013), un libro de conversaciones junto a la diputada Mónica Oltra. Pero Yayo Herrero es, sobre todo, una activista incombustible y de amplia trayectoria. Durante los días 24, 25 y 26 de enero viajará a Ginebra para intervenir en los Encuentros Internacionales Ecosocialistas, una "prueba embrionaria" para tejer lazos entre grupos ecologistas y movimientos de la izquierda social que pretende llegar a acuerdos sobre cómo abordar las diferentes crisis a las que se enfrenta el Planeta y la humanidad. El punto de partida, en cualquier caso, está claro: "Es imposible salir de la crisis financiera, económica y social sin tener en cuenta la crisis ecológica".

Los encuentros en Ginebra abordarán los principales retos sociales y ecológicos que enfrenta el mundo. ¿Cuáles son esos retos?

Nos encontramos ante una crisis energética muy importante. Organismos como la Agencia Internacional de la Energía ya han reconocido que el pico del petróleo convencional se alcanzó en 2006, lo cual quiere decir que por cada barril que se saca no encuentran reservas para sustituirlo. Esto en un mundo globalizado que podría decirse que come petróleo. Pero si hablamos del agua, la crisis es tremenda. Los picos no son sólo energéticos, sino también en otros materiales. Habrá luchas por el acaparamiento de tierras según se vayan agotando los combustibles fósiles. Según se pretendan mitigar los peores efectos del cambio climático muchas cosas tendrán que salir de la tierra. Pero la Tierra es limitada.

Y son retos urgentes. No podemos estar pensando cómo transitamos durante los próximos 50 años, sino que el cambio climático o el declive energético tienen horizontes de cinco o diez años.

Sin embargo, atendiendo a las medidas que se han tomado a raíz de la crisis, la única urgencia parece la recuperación económica. ¿Crisis financiera y crisis ecológica como conceptos inseparables es todavía una idea alejada del terreno político?

Si. Los encuentros de Ginebra nacen, sobre todo, con el planteamiento de que es absolutamente imposible salir de la crisis financiera, económica y social si no tenemos en cuenta las bases materiales que sustentan la vida humana. Lo que sucede a nivel de opinión pública, e incluso en muchos ámbitos políticos con capacidad de decisión,  es que ha ido calando toda esta mitología de que la economía y el dinero se mueven totalmente al margen de lo que sucede en la tierra. Y es un error, un error suicida.

Nos asusta cada vez más que una problemática como este, que pone en jaque todo el modelo económico globalizado, esté fuera del debate de las personas. Hemos tenido a la gente pendiente de la prima de riesgo y sin embargo, un asunto central como la viabilidad ambiental de la economía no se está poniendo en cuestión.

Términos como el de "pobreza energética" reflejan bastante bien cómo la crisis económica está muy unida a la ecológica. Cada vez hay más personas que tienen dificultades para acceder a los mínimos de energía necesarios para calentarse o desplazarse por la subida de los precios, que en parte se deben a la especulación, pero desde luego también a la escasez del recurso.

Cuando en los 80 se hablaba de cambio climático muchos os tomaron por locos. Ahora habláis de la crisis ecológica como una amenaza sin precedentes para la humanidad ¿Tiene la sensación de que sigue pasando los mismo?

Yo creo que se han producido avances importantes. Cada vez más gente tiene en la cabeza que esto es un problema. Lo que pasa es que el avance en conciencia ecológica que reflejan las encuestas  ha ido correlacionado con un incremento de todos los indicadores que demuestran el deterioro. A nuestro juicio hay problemas que son de corte político, pero hay también un problema clave que es cultural: se ha perdido la percepción de ser ecodependiente. 

Por otro lado está toda la mitología capitalista, que es como droga dura, alimentados con ella desde que estudias en el cole. La idea, ahora mismo, de que sin crecimiento económico es imposible que haya bienestar, está absolutamente calada. 

De hecho, el decrecimiento es una de las corrientes más debatidas de la ecología política y que usted ha estudiado. Pero no se plantea como una alternativa sino casi como una imposición: vamos a tener que decrecer tarde o temprano, lo queramos o no...


Al movimiento ecologista no le preocupa tanto si sube o si baja el PIB. El problema es que hoy por hoy los incrementos del PIB están directamente acoplados a un aumento de la extracción de materiales, del consumo de energía y la generación de residuos. Lo que nos planteamos es que el decrecimiento de esa esfera material de la economía va a venir impuesta. Un planeta limitado lo va a imponer. Por eso es tan importante ver cómo se puede abordar, porque si se hace con los criterios que tenemos ahora, lo más factible es que quien tenga poder económico, político y militar siga sosteniendo sus estilos de vida a costa de que cada vez más gente quede fuera.

Creemos que hay opciones para reformular todo el modelo productivo. No sería tan ingenua de decir que ese plan está diseñado y que es perfectamente coherente, porque no es así, pero desde luego hay propuestas sobre las que empezar a debatir y que están absolutamente ocultas.

¿Estamos preparados?

 No, porque ninguna de esas cosas va a funcionar si no tenemos en cuenta una clave y es que la humanidad, quiera o no, tiene que aprender a vivir bien con mucho menos material y energía.  Esto no quiere decir que, incluso con esa merma material, no pueda subir muchísimo la calidad de vida. Pero algunos de los indicadores que hemos incorporado, como riqueza, progreso, o vivir bien, están muy basados en el consumo de materiales. 

Lo que plantea el movimiento ecologista es que se mida cuánto es posible consumir con los recursos que tenemos, y en función de eso, ordenar lo que es posible demandar. Y ahí el gran reto es cómo hacer ese trabajo de educación popular, porque lo que sí que creo es que hace falta que una gran cantidad de la población quiera estos cambios y esté dispuesta a defenderlos. 

Precisamente, el ecosocialismo se plantea como objetivo "una nueva civilización, un modo de vida alternativa, fundada sobre nuevos valores sociales y éticos". Esto no implicaría solo un cambio político, sino cambiar la conciencia global. Es un reto difícil...


Es un reto enorme. Gramsci, que creo que es un pensador al que tendríamos que volver, planteaba algo que a mí me parece muy iluminador, y es que un sistema político no es hegemónico porque se haya hecho sólo con las estructuras políticas y económicas, sino que el sistema se convierte en hegemónico cuando se adueña de todo el marco cultural. Es decir, el capitalismo se hace hegemónico cuando la mayor parte de la sociedad desea las cosas que ofrece y mira con los mismos ojos que mira la sociedad capitalista. Por eso, darle la vuelta al sistema supone, desde luego, disputar en el terreno de lo económico y en el terreno de lo político, pero también en el de lo cultural. Ahí, movimientos como el ecologista o el feminista ofrecen otras formas de mirar la sociedad y de mirar la reorganización de los tiempos y de los espacios, que es muy importante tener en cuenta.

Ahora mismo, te encuentras muchas propuestas que lo que tratan, de alguna manera, es de volver a poner en marcha la maquinaria del crecimiento. Incluso por parte de gente muy bien intencionada. Pero corremos el riesgo de intentar salir por la misma vía e ir haciendo cada vez más profundo el hoyo en el que sume la humanidad y del que cada vez es más difícil salir.

Incluso dentro de los movimientos ecologistas hay quienes califican el decrecimiento como un debate de países ricos. En su lugar, se habla de desarrollo sostenible, de capitalismo verde, de economía del bien común o de otras formas alternativas de desarrollo. Vosotros rechazáis esto de plano. ¿Por qué?


Partimos de la base de que la extracción de materiales está ya disminuyendo. No se trata de que sea un debate de países ricos o pobres, sino que eso es un dato. Cuando en Bolivia o en algunos países latinoamericanos las poblaciones indígenas salían a defender la nacionalización del gas o de los recursos energéticos, a protestar y a denunciar cómo se esquilmaban sus países, estaban poniendo esto de manifiesto. Es una lucha también para los países pobres. Obviamente, van a tener que decrecer en mayor medida quienes más consumen, pero no es un debate de países ricos porque no es una posición estética, es el debate de lo que queda.

¿Por qué criticamos las otras opciones? Porque mientras el modelo de desarrollo siga siendo el que tenemos, jamás podrá ser sostenible. Lo mismo que el capitalismo nunca va a poder ser verde ni va a tener rostro humano. Por eso es muy importante poner las cosas encima de la mesa tal y como son, aunque sea duro mirarlo. Lo importante es un cambio de rumbo radical.

En su caso, en Ginebra hablará sobre ecofeminismo como una alternativa para la sociedad. ¿Qué es el ecofeminismo?

El ecofeminismo es a la vez filosofía y práctica política que lo que propone es que los movimientos feminista y ecologista dialoguen. Porque defiende que, en el dominio del patriarcado sobre el cuerpo de las mujeres y en el dominio que ejerce una sociedad sobre la naturaleza, existen raíces comunes. Comparten una crítica al modelo de desarrollo y al sistema capitalista, señalando cómo una cultura que mide la riqueza con la vara del dinero, oculta las bases materiales para sostener la vida humana como son los recursos de la naturaleza, pero también una cantidad enorme de trabajos que se hacen normalmente de forma oculta y que tienen que ver con el cuidado de los cuerpos vulnerables.

El ecofeminismo lo que hace también es resituar a los seres humanos dando prioridad a los vínculos y relaciones entre las personas y con la naturaleza por encima de las relaciones económicas que han construido sociedades alrededor del dinero. Esa pretensión de independencia o autonomía que tanto ha postulado el capitalismo, en realidad es un modelo de dependencia del mercado. Te hacen depender del mercado en solitario, con lo cual te conviertes en una persona muchísimo más vulnerable.

Esto es parte de lo que sale a relucir en la conversación entre Mónica Oltra y usted en el libro ‘Las personas primero', que acaba de publicarse. Hoy por hoy, parece que las personas están en el último escalafón. ¿Hay razones para el optimismo?


Yo creo que no nos queda más remedio que ser optimistas, por pura necesidad. Es verdad que está naciendo una conciencia social de indignación y de movilización muy importante. A raíz del 15M la sociedad es un hervidero de iniciativas, estamos en un momento de madurez democrática y de madurez de los movimientos, pero aún está en una fase muy embrionaria para poder confrontar esa doctrina del shock de la que hablaba Naomi Klein, que nos está cayendo encima como una apisonadora. Necesitamos que las organizaciones se hagan conscientes de que, o confluimos en movimientos amplios, flexibles, respetuosos, que sumen grandes mayorías, o va a ser muy difícil confrontar, porque el desequilibrio de fuerzas es brutal.

También porque asumimos riesgos muy grandes. Cuando hay  grandes sectores de la población desidiologizados y despolitizados, cuando se extiende la desafección política y la sensación de que "todos son iguales", en un entorno de enorme precariedad, de miedo, de angustia, de gente que no llega a fin de mes, o gente que se siente sola, se genera un caldo de cultivo tremendo para la emergencia de movimientos fascistas.  

Pero aunque existen más motivos que nunca, da la sensación de que la izquierda social no consigue aún articularse conjuntamente como una fuerza alternativa. ¿Por qué cuesta tanto ponerse de acuerdo?

Son procesos largos, y he visto avances en los últimos años, pero a veces me desespera un poco todavía no hayamos tomado conciencia del momento tan chungo en el que estamos. Habrá un montón de organizaciones sociales con las que nos separan un montón de cosas, pero desde donde estamos hasta donde queremos llegar, seguro que hay una parte del camino donde todos podemos empujar juntos. Ahí tenemos un reto grande. Cuando en los manifiestos de los últimos años se ha soltado tanto eso de "somos el 99%", contrasta a veces con un cierto desprecio de los movimientos sociales al conjunto de la sociedad. Decimos "somos el 99%", pero con este no voy, con este tampoco y con aquel tampoco. Con lo cual, tu 99% al final se queda en una minoría muy pequeña que difícilmente se relaciona con otras.

Kerala: referencia internacional de planificación participativa

Tomás R. Villasante - Papeles

La experiencia de Kerala –un estado del sur de la India con más de 31 millones de habitantes, en casi 39 mil kilómetros cuadrados, lo que viene a ser como media Andalucía pero con el triple de población– constituye el ejemplo más importante de planificación participativa que se conoce, con muy notables resultados en los temas de esperanza de vida, alfabetización, desarrollo rural, ecología, mujer, etc. A partir de 1996 se generalizó la campaña popular para la descentralización y la toma de decisiones desde los pueblos más pequeños hasta los barrios, siempre de abajo a arriba. Lo interesante del caso de Kerala ha sido las preguntas y retos que plantea la aplicación de la iniciativa. No tanto por las respuestas a una situación (muy dispar de origen con las que vivimos en otras latitudes), sino por las vías y metodologías del proceso. En este sentido el proceso de Kerala plantea las cuestiones centrales de la planificación descentralizada y de las democracias participativas hoy en el mundo.

En 1992 el Gobierno de la India aprobó las enmiendas constitucionales 73 y 74, por medio de la cuales se hizo efectiva la devolución de poderes a los autogobiernos locales. El Gobierno del Frente Democrático de Izquierdas de Kerala vio en esto una oportunidad para llevar a cabo una verdadera revolución social. Así, instauró un modelo de descentralización política basado en la planificación popular, donde los niveles más bajos de autogobierno se encargaron de diseñar y elegir su propia vía para la transformación social. Se logró así instaurar un camino diferente al desarrollo capitalista, para que el bienestar alcance al mayor número de población posible, y diferente también de los modelos de planificación central de los Estados del socialismo tradicional.

Kerala es el primer estado del mundo en tener un Gobierno comunista elegido: el Partido Comunista Indio subió al poder en las elecciones de 1957 por votación popular. Cuatro de las reformas sociales y actuaciones más importantes llevadas a cabo en Kerala fueron impulsadas por los Gobiernos de izquierdas –: la Reforma Agraria entre los años 1960 y 1970; la Reforma en la educación y la Campaña de Alfabetización total y la Campaña de Planificación Popular, impulsada para hacer partícipe a la población de base en el proceso de descentralización. El Gobierno tenía la firme convicción de que la única vía de garantizar el éxito en el proceso de descentralización era asegurando la máxima participación a la población de base en todas las fases del proceso; Kerala redujo la tasa de natalidad, que se sitúa en 14 ‰ mujeres, frente a las 25 ‰ mujeres del resto de la India. Esta tasa es incluso más baja que la de EE UU, que se sitúa en el 16 ‰. El índice de fertilidad es del 1,7 frente al 3,0 del resto del país, muy por debajo del nivel de reemplazo.

Las descentralizaciones no son todas iguales

Lo interesante del caso de Kerala es las preguntas y retos que plantea la aplicación de las medidas. No tanto por las respuestas a una situación (muy dispar de origen con las que vivimos en otras latitudes), sino por las vías y metodologías del proceso. En este sentido el proceso de Kerala plantea las cuestiones centrales de la planificación descentralizada y de las democracias participativas hoy en el mundo.

Se están produciendo desde el ámbito académico y político debates y reflexiones orientados a la búsqueda de democracias más inclusivas. La democracia participativa y descentralizada se propone desde muchos ámbitos como una alternativa para que la gente pueda sentirse más cercana a la toma de decisiones públicas. La descentralización comienza a ser vital en un mundo donde predomina la globalización y un libre mercado centralizado de los capitales financieros, en el que la democracia representativa tal y cómo se ha entendido plantea problemas de lejanía de la toma de decisiones de la vida de la gente común. Pero la descentralización está siendo utilizada con significados muy diversos y en múltiples contextos tanto geográficos como políticos.

Pero hasta la fecha no hemos visto cuajar ningún referente comparable al que aquí analizamos de Kerala, por su tamaño, tiempo y profundidad. Como CIMAS estuvimos y estamos involucrados en varios procesos en algunos países latinoamericanos y también en algunos de Europa, por eso consideramos que las enseñanzas de Kerala van más allá de tener en cuenta sus condiciones socioeconómicas o su cultura tan diferentes.

Desde los años cincuenta

La herencia de las ideas descolonizadoras de Gandhi son comunes a todos los estados de la India, pero en algunos, quizás cruzadas con análisis marxistas de los militantes de izquierdas, parecen haber sido más creativas que en otros. Por ejemplo que el «principio de subsidiariedad » se entienda de abajo a arriba: «todo lo que se pueda hacer al nivel más bajo que no se haga en el superior». O el planteamiento de invitar también a la oposición política a compartir el Consejo de Alta Dirección de la Campaña Popular, son muestras de otra concepción de la política que nos hacen reflexionar sobre las razones estratégicas de estos procesos y de sus resultados. Nos recuerda a la «lógica reversiva» de los «desbordes creativos» que hemos estudiado en otros textos.1 En concreto, la apuesta por «grupos motores» de voluntarios comprometidos que construyen procesos de tipo instituyente frente a lo instituido, en relaciones tensas pero muy creativas. El hecho de una apuesta muy fuerte de tipo económico (descentralizar entre el 35 y el 40% del Plan estatal hacia la decisión de órganos locales) son componentes que nos van a permitir reflexionar, desde un caso práctico, sobre los retos que plantea lo que se ha llamado habitualmente la construcción del «estado no burocrático».

En 1996, cuando el Frente Democrático de Izquierdas gana las elecciones y lanza la Campaña Popular, es claramente un salto hacia una enorme movilización, de unos 3 millones de personas, a través de unos 100.000 voluntarios que se van formando sobre la marcha. Una revolución cultural a través de la planificación descentralizada, la construcción de una cultura cívica de compromiso de la gente de base con sus intereses locales y con los públicos que se planifican desde abajo. Como se ha comentado no se parte de cero pues, como poco, la lucha descolonizadora marcó un punto de inflexión en India y muy especialmente las ideas de Gandhi: independencia nacional y comunidades de autoconfianza y de auto organización, grama swaraj, que ya habían movilizado a la población de los padres y abuelos de la actual generación. Unas vías muy diferentes de las que suelen plantear muchas ONG y el Banco Mundial, por ejemplo. Partir del gobierno del día a día, de las democracias de base, para ir construyendo hacia arriba la estructura de la planificación estatal. Parten de una cultura de resistencia ante el Imperio Británico, aunque ahora se plantea como nueva resistencia a la globalización neoliberal.

Por esto la Campaña Popular no es algo que parta de un solo dirigente de Kerala, sino desde toda una cultura muy arraigada en la población y los movimientos. Es precisamente el hecho de poder aprovechar esta idea-fuerza lo que implica tanto a buena parte de la población como a toda la propia clase política. Idea-fuerza que al llevarla a la práctica con todas sus consecuencias desborda las prácticas del propio Estado y las corruptelas de las administraciones, tanto centrales como locales. Es otra forma de hacer política no habitual en la mayoría de los partidos (ni siquiera en los de izquierda) partiendo del trabajo minucioso en la vida cotidiana, con ese estilo swadeshi de servir a lo local expurgándolo de sus defectos y tornándolo más eficiente.

Hay que tener en cuenta que a finales del siglo XX sobre el 40% de los trabajadores de las fábricas ya estaban sindicados, y que más de la mitad de la población pertenece a clubes deportivos, grupos de teatro y danza, asociaciones de bibliotecas y salas de lectura, tanto las asociaciones de agricultores, como de estudiantes o de mujeres. Por ejemplo, unas 40.000 personas pertenecen al Movimiento por la Ciencia Popular, para promover las ciencias dentro y fuera de las escuelas. El Frente Democrático de Izquierda LDF lanzó de 1987 a 1991, siempre a través de este movimiento, la Campaña de Alfabetización Total, el Programa de Mapas de Recursos Populares, y el Programa de Instalación de Cocinas sin Humo. Se organizaron en torno a “comités populares”, y daban apoyo a la gente que pudiese cantar o recitar poemas, para aprender el malayalam, el idioma de Kerala, vinculándolo también a campañas de salud y vacunación con las que se consiguió unos resultados espectaculares. Se realizaron mapas de recursos en unos 100 pueblos, y se instalaron medio millón de cocinas de alto rendimiento.

La campaña popular

En 1996, tras ganar las elecciones, el Frente Democrático de Izquierdas propuso que entre el 35 y el 40 % del dinero del Plan del Estado fuese gestionado por las organizaciones locales.

Era una cantidad importante, si realmente se conseguía llevar a cabo el proceso del Plan y su ejecución en el tiempo récord que se habían planteado los dirigentes de la Campaña, y que mostraba la firme decisión política de quienes llegaban al gobierno, pues habitualmente se habla mucho en las campañas electorales de descentralización y de participación, pero a la hora de pasar a los hechos en la gestión se olvidan las frases ampulosas anteriormente dichas. La voluntad política se demuestra con el dinero destinado a los presupuestos, y esto cada vez se ve más claro en las respuestas a las convocatorias para que la gente participe. Como comparación de un caso similar, en Porto Alegre se sometía a Presupuesto Participativo entre un 15 y un 20 % del de inversión municipal. Y esto tiene un “efecto llamada” a la participación en todos los procesos participativos descentralizados, casi en proporción directa con la credibilidad de que se van a tener en cuenta realmente las iniciativas planteadas desde la base.

Se planteó integrar a personas independientes así como a la oposición electoral en la Campaña Popular desde el máximo organismo, el Consejo Guía de Alto Nivel, hasta todos los pueblos y asambleas descentralizadas por toda la geografía. Es decir, la consigna era «unidad popular de base amplia», pues se trataba de superar la distribución clientelar tradicional de unos u otros partidos al ganar las elecciones. Lo que se traduce en actuar juntos para solucionar a escala local los problemas inmediatos que ve la gente, más allá de las rivalidades para ver quién figura como protagonista de tal o cual obra. Este tipo de cambios necesitan bastante tiempo para poder ser más habituales, pero la Campaña se los planteó desde un primer momento como forma de atajar los sectarismos y divisiones locales que tanto perjudican a la credibilidad de los procesos sociales. Claro que la presencia de personalidades de tipo independiente en el más alto organismo de la Campaña Popular, y de grupos de apoyo en las localidades, también contribuyo a desactivar las rencillas partidistas en cierto grado.

Vincular la toma de decisiones a informes muy detallados es algo inhabitual en la mayoría de las Administraciones descentralizadas, y más aún si estos informes han sido elaborados con tanta gente de la localidad. La discrecionalidad de las decisiones de los representantes electos queda de esta manera un tanto restringida, pues la gente sabe qué se está decidiendo, y no se produce el ocultismo habitual de las decisiones administrativas.

Sin duda, no se consiguió plenamente en la Campaña, pero se pusieron las primeras piedras. «La redacción de anteproyectos detallados tenía además la ventaja de crear mayor interacción entre los miembros de los equipos de trabajo, los expertos técnicos y los representantes electos, que tendrían que escoger en última instancia, qué proyectos formarían parte del plan global. Si alguno de ellos no se seleccionaba para la planificación del primer año, pasaba a integrar una cartera de proyectos para el futuro».2 Estas tareas conjuntas de integración y debates entre equipos de trabajo, expertos y representantes, en cierto nivel de igualdad, aun sabiendo las diferencias de cada cual y sus responsabilidades, es una de los aspectos más interesantes de la Campaña Popular. No tanto porque resultaran exitosos en todos los casos sino porque apuntan hacia una forma de preparar la información, para los debates y la toma de decisiones compartida, desde los diferentes intereses en juego, y no de manera tan sesgada como suele ser habitual. De hecho había muy poco tiempo y eran demasiados aprendices al mismo tiempo para que saliera bien en todas partes.

A veces las elecciones en ámbitos muy descentralizados lo que producen son rivalidades y disputas entre clanes, que imposibilitan luego hacer planes más integrales e integrados entre sectores de la población que ya se enfrentaron para ver “quién manda aquí”. Se trata de ver cómo se trabaja en estos ámbitos para implicar a la mayoría de sectores en hacer los planes conjuntamente y que estos resulten eficientes. Es decir, cómo la democracia puede y debe ir más allá de la elección de los representantes, como es en este caso de la Campaña. La competición partidista sobre todo en ámbitos muy locales más que garantizar transparencia, lo que suele asegurar son clientelas de unos contra otros. Está bien que se manifiesten las diferencias de tipo ideológico, pero que no impidan el trabajo conjunto de la comunidad.

En Kerala, mucho más que en otros lugares, la integración en grupos de trabajo ad hoc de los representantes electos, con técnicos y funcionarios, y con voluntarios de muy distinto tipo, permite otro tipo de complementariedad mucho más creativa. Los representantes elegidos son los que adoptan las últimas decisiones por ley. Pero antes han de trabajar con las propuestas de manera participativa: un proceso de un año con distintos debates en las asambleas, seminarios de desarrollo, equipos de trabajo y comités de expertos. De esta manera la democracia participativa no sustituye al proceso electoral pero sí condiciona las decisiones a partir de grupos de trabajo, interculturales e interprofesionales, que preparan la información, y también con asambleas participativas que deciden desde abajo cuáles son las prioridades que se plantean desde la opinión argumentada de la gente. La deliberación entre los voluntarios, los expertos, los funcionarios y los propios electos de cada proyecto, en auténticas “clínicas de proyectos” se hace tanto o más importante que las propias votaciones finales. Implica juntar los valores participativos, deliberativos y representativos en un mismo proceso, lo cual le da más legitimidad.

No se elimina la legitimidad del voto (en este caso cada 5 años) que sigue tomando las decisiones, pero en vez de hacer las propuestas desde su equipo de partido o de funcionarios, las propuestas llegan avaladas por todo un trabajo de grupos y asambleas
populares.

Estructura del autogobierno local

La estructura administrativa del autogobierno local de Kerala es diferente en las zonas rurales y en las zonas urbanas. En las zonas rurales está compuesto por 14 Panchayats de Distrit (equivalente a provincias), 152 Panchayats Block (eco-zonas o comarcas) y 999 Grama Panchayats (pueblos), y en las zonas urbanas por 53 municipios y 5 corporaciones. Cuanto más cercanas a la población tienen más poder. Los tres niveles son independientes y autónomos, no hay interferencia entre unos y otros, ni existe un control vertical entre ellos.

Los niveles más altos de descentralización no controlan ni los presupuestos ni las actuaciones de los niveles más bajos, los Grama Panchanyat, simplemente ejecutan los proyectos aprobados por estos. El Grama Panchayat no está controlado por el Block Panchayat y este no está controlado por el District Panchayat. Pero sí se da una coordinación real entre los tres niveles. Los miembros de los tres niveles son elegidos de manera directa, en cambio los presidentes se eligen de manera indirecta.

Además, también se han reforzado las redes horizontales. Uno de los principios de la Campaña de Planificación era la creación de redes horizontales entre asociaciones, y voluntarios, como veremos en los apartados siguientes. Los grupos vecinales y los Grama Sabhas (asambleas de pueblo) son las verdaderas bases que dinamizan todos los procesos, como se ve en el esquema anterior. Las propuestas surgen desde estas bases construidas horizontalmente y si funcionan bien condicionan todo el proceso de toma de decisiones, lo cual trae numerosos problemas pero es la base para que la democracia en
Kerala sea considerada participativa. Un elemento en disputa es la relación entre los cargos electos locales, los representantes, los técnicos y la burocracia, y los grupos de voluntarios que se implican en la gestión pública. Es decir, aterrizar con cuestiones concretas lo que en cada caso se puede entender por “gobernanza”, “democracia participativa”, “poderío social”, y otras expresiones semejantes, a veces demasiado teóricas y voluntaristas.

Formación y metodologías participativas

En Kerala se planteó hacer campañas populares como punto de arranque, pero eso supone la formación de muchas decenas de miles de voluntarios, profesionales y cargos elegidos.

Esta tarea implica no solo unas metodologías (de planificación y de gestión) participativas, sino también unas formas pedagógicas innovadoras, desde luego basadas en la creatividad de la gente y el poderío social. Es decir, aprender en la acción, en la construcción de proyectos concretos, en las aportaciones colectivas. No tanto que los que saben de economía o ingeniería den clases a un importante número de alumnos, hasta llegar a las bases de la sociedad menos ilustrada, sino que desde los sectores más de base se emprendan iniciativas económicas y obras concretas, y que se requiera a los expertos que ayuden y sirvan a estos procesos para hacerlos viables:

1. El Diagnóstico Rural Participativo (DRP), es una de las metodologías más utilizadas.
2. Mapas de Recursos Populares.
3. Grupos de Trabajo. Cualquier profesional o activista que muestre interés y quiera formar parte de algún grupo de trabajo debe ser aceptado. Los grupos preparan los informes de desarrollo y describen el estado de cada sector.
4. Evaluación de las necesidades de Formación (TNA).
5. Análisis Multi-dimensional de Pobreza. Kerala creó un indicador innovador para medir la pobreza e identificar a los beneficiarios de los programas de desarrollo.

Avances de las mujeres

Los avances en relación a la perspectiva de género no se pueden disociar del conjunto de la sociedad patriarcal de la que se parte en cada caso. El contexto de la India es especialmente problemático en el tema de la mujer y las castas, por lo que esta perspectiva género es doblemente significativa en las conquistas que se van logrando. Se abordan  las redes de mujeres, los grupos de vecindad y los de ayuda mutua, los anganawadis y también la kundabashree. Es decir, formas concretas y operativas para que en los últimos 15 años la mujer en Kerala sea un referente en los temas de desarrollo local. Los principales dispositivos en los que se han apoyado las mujeres para ir saliendo de su tradicional marginación son los Grupos de Ayuda Mutua (SHG) y los Grupos Vecinales (NHG).

Las cifras de mujeres representantes en los gobiernos locales superan a la del resto de la India. El número total de representantes electos en los cuerpos locales del Panchayat Raj ascendía en el año 2007 a 17.099 miembros, de los que 6.185 eran mujeres, y de ese 37% de los escaños ocupados por mujeres, 581 pertenecían a las castas y tribus más desfavorecidas. En el 2008, el número de representantes electas en Kerala fue del 43,6%. Recientemente, en el año 2009, Kerala ha aumentado al 50%, el tercio de mujeres que por ley debían estar presentes en los tres niveles del autogobierno local. Se ha dado así acceso a miles de mujeres en los órganos locales, incluso en los niveles más altos, como el de la presidencia que de otra manera, nunca habrían entrado en política. Kerala, ha adquirido reconocimiento nacional e internacional, cómo modelo de equidad de género a nivel político y ha tratado de aplicarse en otros estados de la India.

Dicha implicación política vino acompañada de conflictos y dificultades, no solo para las mujeres electas, sino también para la sociedad en su conjunto. No hay que olvidar que la sociedad de Kerala es una sociedad de carácter patriarcal, en la que estos cambios, no siempre fueron acogidos de manera positiva. Hubo sectores de la población contrarios a que las mujeres abandonaran las labores domésticas y el cuidado de los menores, y más aún a que compartieran el poder y la toma de decisiones con los hombres. Las mujeres encontraron muchos impedimentos, dentro y fuera del ámbito familiar.

En Kerala hay una gran presencia de mujeres en los gobiernos locales, especialmente a partir del décimo Plan Quinquenal (2002–2007), y han proliferado el número de Grupos de Ayuda Mutua y Grupos Vecinales. Es fácil cuantificar el número de mujeres que forman parte del autogobierno local, pero es más difícil evaluar la cualidad o la efectividad de su participación y si esta inclusión política ha repercutido en el ámbito social y de la vida privada de las mujeres. En este sentido, surge un debate en torno a la participación real y efectiva de las mujeres dentro del sistema de Panchayats Raj de Kerala, una de las preguntas clave es si en Kerala hay que seguir trabajando en la mejora de la situación de las mujeres y si ya no queda nada por hacer.

Controversias sobre economía y sustentabilidad

No obstante esta experiencia de desarrollo se enfrenta también a serias, limitaciones, retos, desafíos y contradicciones internas. Debemos acercarnos a él con una visión crítica ya que este espíritu crítico es el que mantienen también ciertos académicos, técnicos y funcionarios del gobierno de Kerala, y en definitiva la vía para que el modelo de desarrollo de Kerala mejore, se desarrolle y evolucione. Indudablemente en Kerala se ha conseguido una mejora en la calidad de vida de la población muy superior a la de otros estados de la India con una renta per cápita muy baja ( una de las más bajas del país) y con un crecimiento económico muy lento. Ha sabido conseguir los niveles e indicadores sociales comparables a los que presentan países ricos y, en cualquier caso, muy superiores a los de muchos países que poseen una renta muy superior a la de Kerala.

Pero también hay que preguntarse ¿cómo con una medida de producción como el PIB tan bajo respecto a la India, se pueden mantener índices tan altos de educación, de salud, de participación, etc.? En manuales clásicos se decía que lo primero era el crecimiento económico y luego venía el desarrollo social, pero los datos de Kerala parecen demostrar la posibilidad de lo contrario. Este es un tema importante no solo para Kerala, sino para ilustrar las diferentes vías posibles ante las crisis en las que estamos inmersos en todo el mundo. Tal vez no sea tan significativo el índice del PIB para el desarrollo local, visto desde el ángulo de la calidad de vida de la gente, y sea solo significativo para los inversores internacionales.

Este es un problema para el que no tenemos soluciones, pero que el ejemplo de Kerala con sus iniciativas de tipo cooperativo, su inversión pública muy descentralizada, etc., viene a plantear, tal como lo hacen otros enfoques y vías posibles.

En el contexto internacional las políticas neoliberales imperantes a nivel mundial han priorizado la reducción del papel del Estado y la apertura comercial, la liberalización de los mercados, las disminución del gasto público, la privatización y la desregularización. El comercio internacional se caracteriza por la libre circulación de bienes y servicios, el crecimiento vertiginoso de los mercados financieros a través de las nuevas tecnologías de la comunicación y la desregulación.

Pero este modelo de acumulación capitalista se ha visto limitado por factores ecológicos, por el agotamiento de los recursos naturales y el incremento de los costes de producción.

La escala de acciones no se ha situado al mismo nivel que la escala de consecuencias. Por ejemplo, hay que citar que el Secretario de Industria, todavía este año de 2011, ha lamentado el trato dado a Coca-Cola y Pepsi-Cola, por el cierre de varias de sus plantas embotelladoras. Opina que Pepsi-cola ayudaría a aumentar su producción de tomate y de arroz, con nuevas tecnologías y reduciendo el consumo de agua, dentro de la política de «agricultura por contrato». Pero el ministro de Agricultura respondió que el Gobierno está en contra de la «agricultura por contrato, que se utilice semillas híbridas o productos manipulados genéticamente». Es decir, que en el propio Gobierno hay debates entre distintos departamentos sobre la controversia mundial a cerca del crecimiento acelerado por las multinacionales, y la seguridad alimentaria que viene defendiendo Kerala (aun a costa de un menor ritmo de crecimiento).

Estas nuevas actuaciones van entender el crecimiento económico como un medio, y no como el fin último. Tratan de superar el reduccionismo económico considerando variables: sustentabilidad, efectos medioambientales, calidad de vida, horas de trabajo, consumo responsable y coherente, para así evaluar los costes humanos, sociales y ecológicos.

Tanto la descentralización política como el modelo de desarrollo social se han mantenido durante estos 15 años, a pesar de darse una alternancia de poderes, cada cinco años, de las dos principales coaliciones políticas, el LDF (Frente Democrático de Izquierdas) y la
UDF. Actualmente, el gobierno de Kerala, sigue estando comprometido con un desarrollo rural diseñado por la población local donde las decisiones sobre el desarrollo las comunidades y la asignación de los presupuestos se va a llevar a cabo de manera participativa, desde los niveles más bajos de autogobierno.

Pero la estabilidad y la articulación de este camino no es tarea fácil. La sostenibilidad de este modelo está en juego debido por un lado a las medidas macro-económicas neoliberales adoptadas por la India y el contexto mundial. Y por otro lado debido a las dificultades y las contradicciones de las propias fuerzas de Kerala. La tasa de desempleo sigue siendo alta debido a la densidad de población tan densa, y a una economía sobre todo agraria y muy dependiente. Aunque han mejorado notablemente sigue habiendo desigualdades entre hombres y mujeres, o corrupción, aunque mucho menos que en la India.

Principales dificultades a superar

En lo que respecta al ámbito de la planificación participativa, se dan una serie de deficiencias, que ya aparecieron durante la campaña de planificación popular y que hoy en día siguen siendo habituales

– Muchos de los fondos transferidos a los gobiernos locales para desarrollo rural, no son gastados en su totalidad y se acumulan para años posteriores.
– Surgen dificultades a la hora de diseñar líneas de actuación a largo plazo.
– No se hace suficiente hincapié en la calidad de la participación, en algunos Grama Sabhas la participación de la comunidad es escasa en número, en la calidad de las aportaciones y en el compromiso de la ciudadanía con sus comunidades.
– Hay una escasa participación de sectores de la clase media y las clases altas en las asambleas populares. En algunas ocasiones ha sido denominada como la “Campaña de los pobres”.
– Las mujeres continúan desempeñando un papel importante en los niveles inferiores de la estructura de la planificación descentralizada, pero no han escalado lo suficiente para desempeñar papeles visibles en los niveles superiores.
– El aumento de transparencia y la disminución de la corrupción es uno de los debates más actuales en Kerala. La corrupción sigue siendo una de los grandes batallas a las que se enfrenta el modelo, incluso en Kerala la corrupción sigue siendo muy elevada. La experiencia de Kerala muestra cómo para que la “rendición de cuentas” sea eficaz es necesaria una intensa y continuada educación popular y la creación de foros de participación pública.

Algunos éxitos reconocidos

Kerala destaca dentro de la India e incluso a nivel mundial por ser el único estado de la India con ratio positivo de género. Las mujeres representan el 51,42% de la población, frente al 48,58% de hombres. Cómo indican los datos anteriores, en Kerala no se dan prácticas cómo el infanticidio femenino o el aborto selectivo muy habituales en el resto de la India, las niñas tienen las mismas probabilidades de sobrevivir que los niños.

Además, presenta una muy baja mortalidad infantil, con un ratio del 11 ‰ en 2008, mientras que en el resto de la India se sitúa en torno al 32,31‰ para el mismo año. Este índice se encuentra más próximo al de los países desarrollados. La proporción entre niñas y niños de cero a cinco años en Kerala se sitúa en torno al 96,4%, lo que supone un alto porcentaje de niñas, muy superior a otros estados de la India cómo Delhi, Gujarat o Punjab que rondan entre el 87,8% y el 79,3%

Destaca también por ser el estado más alfabetizado de la India, con una tasa de más del 90%, muy cerca de alcanzar la alfabetización universal. En el año 2001, la tasa de alfabetización en Kerala se situaba en el 91%, frente al 64,8% en el resto de la India.

Es, además, una de las pocas regiones de la India con una esperanza de vida muy alta. En 1990 la longevidad se situaba en torno a 69 años para los hombres y 75 para las mujeres.

El nivel de fertilidad se sitúa por debajo del reemplazo generacional frente al 3,0 del resto de India. Respecto a la salud, el sistema de salud ha ganado reconocimiento internacional.

Llama la atención la gran cantidad de centros médicos tanto de medicina occidental como de ayurveda y homeopatía, y hay infinidad de tiendas de medicinas, aceites y otros productos ayurvédicos y de farmacias de medicina inglesa.

El éxito de las políticas de formación y la construcción de capacidades, basadas tanto en el conocimiento técnico cómo en el intercambio de experiencias. La Campaña de Planificación Popular logró involucrar a la academia en el proceso de planificación popular.

Este apoyo y compromiso por parte de teóricos y académicos se ha mantenido durante estos quince años.

Los grupos de trabajo voluntarios han significado un elemento esencial. El hecho de que surjan visiones confrontadas, desacuerdos o conflictos, no ha dificultado, sino que ha enriquecido el proceso de creación colectiva. Logrando así que la planificación del desarrollo de las comunidades sea un proceso multidimensional, multisectorial y en el que estén representados los diversos grupos sociales.

Debido a estos éxitos alcanzados por el gobierno de Kerala, es habitual que miembros electos de pachanyats de otros estados de la India acudan a Kerala para aprender sobre este modelo y cómo Kerala ha llevado a cabo la descentralización política basada en la planificación popular. Además en varios distritos de Kerala han recibido premios tanto en el ámbito del estado como de toda la India por el buen funcionamiento de sus panchayats.