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Un camino revolucionario


Andres Marí - Viviendo

No estamos preparados para cambiar el Capitalismo, pero por esa falta, la preparación es inminente. Contradictoriamente, por no poder imaginarnos un cambio tan brusco, estamos en el momento ideal para un camino revolucionario. El Cambio del sistema empezará con la voluntad de cambiarnos nosotros mismos. No tendremos que esperar un decreto de nuestra sociedad o de todo el mundo. No aparecerá, a pesar de la crisis en que vivimos, una disposición semejante. El verdadero salto lo impulsará la actitud de cada ser humano. Podremos realizar todas las manifestaciones, actividades, discursos, conversaciones o escritos que llamen a los demás al cambio, pero éste sólo empezará a caminar cuando cada ser humano revise sus formas de vivir. No es difícil, sólo debemos ser coherentes con nuestros instintos naturales.

Es notorio que la transformación de la producción y del consumo será un paso determinante. Por eso surgen tantas iniciativas para avivar la agricultura y la ganadería a niveles locales, como un retorno a la comunidad primitiva, donde la propiedad privada no existía y todo estaba al servicio de las necesidades colectivas. Sería elocuente volver a aquel momento en que el excedente de la producción se convirtió en ese monstruo que parecía enseñarnos la responsabilidad individual y luego se convirtió en el mercado de almas que fue aumentando sus torturas hasta la época actual. Sería un don divino imaginarnos que en aquel punto había otro camino que no escogimos. Ya todo pertenece al terreno de la especulación, pues resulta imposible prescindir de muchos logros de la vía por donde nos fuimos. Cuántas bellezas ha creado la actividad humana. Ahí estaría nuestro mejor retorno a la senda no recorrida, aunque también habrían de haber muchas otras. No lo sabremos nunca. Ésta que tenemos es, preciosamente, la nuestra. No habrá retorno, sino ajuste, aunque se iluminen los más grandes idealismos de la Humanidad. Será un tiempo como para permitir que todos los sueños sean escuchados.

Hay quien piensa que junto a las flores del jardín debemos sembrar tomates y que compartamos con el que siembra melones. Otros plantean un mayor uso del transporte público o hacer que sus coches sean comunitarios. Una buena mayoría ya vive con la necesidad de no tirar nada, y mucho menos comida. Y muchos más ya hablan de no comprar aquello que consideran absurdo que se produzca. La voz más general es que actuemos en nosotros y con la profunda certeza de que no nos equivocamos. Por ello ahora impera la decisión de cambiar un montón de cosas y seguir adelante. Y nada más.

Las posibilidades para esa actuación son múltiples y la imaginación será desbordante. En cada lugar se acometerán las acciones más adecuadas, que igual serán semejantes o diferentes a las de otros sitios. De lo que se trata es de ir afincando en la realidad la hermosa tarea de conocernos, entendernos y compartirlo todo. Hacernos realmente Pueblo. Seguramente muchos no comprenderán, y aunque ello nos interese y tratemos de darles las explicaciones pertinentes, en ningún momento debe obstaculizarnos para mantener la actitud. Esa debe ser la divisa: cambiar mi vida. Seguramente todo será más festivo, con mucha más música y arte y las infinitas maravillas creadas junto a la Naturaleza. Cada instante será una eternidad. La Poesía Pura. ¿Qué otra cosa podría devolvernos el sentido perdido? Una fuerza de utopías habrá de crecernos en las plantas de los pies heridos. No hay otro camino, es el único, aunque tengamos que atravesar senderos muy peligrosos, pero es seguro que arribaremos adonde queremos.

Sólo falta el valor de ser y actuar de forma diferente. Sin miedo, porque mientras éste ocupe nuestros ojos, no haremos nada. Surgirán algunos aprovechados o abusadores. Dejémoslos existir. Ya notarán que algo nuevo está pasando. Reafirmemos la fuerza colectiva. Seguramente perderemos algunas oportunidades de ganar más dinero, de tener más cosas, de ser más importantes. No hagamos caso. Fortalezcamos nuestros principios. Sólo queremos ser felices. Es el único camino revolucionario. La extraordinaria metáfora que se desprende del film “Revolutionary Road”, de Sam Mendes, recién estrenado en nuestros cines.

Es lo que hacen con sus vidas la tropa del “The Bridge Project”, dirigida por el mismo cineasta, lejos de las alfombras glamourosas, representando ahora mismo en Madrid “El jardín de los cerezos”, la famosa pieza teatral de aquel ruso inmenso que profetizó al final de su vida una revolución política y social, Anton Chejov, el más visionario, después de Balzac, del abismo en que había entrado el ser humano con el sistema capitalista.

Cada cuál habrá de saber qué hacer, porque todos tenemos en nuestras manos la posibilidad del cambio. Una decisión que se resiste y a veces, si no medimos nuestras fuerzas, si no sabemos quiénes somos y qué queremos, si no visualizamos bien el camino, puede trastornarnos. El temible desorden, ese enigmático segundo principio de la Termodinámica, lo tenemos mal estructurado. Hay que ponerlo en su sitio. Como decía Tolstoi, porque resulta una verdadera calamidad y una bajeza moral no tener el valor de ser auténticamente humanos y vivir en el cambio la buena vida que siempre nos ha estado esperando. Todo está en cada uno de nosotros, aunque la sociedad en que vivimos nos imponga un cuidado especial para protegernos.

En un reciente texto, “La respuesta a la crisis: el decrecimiento necesario”, Joan Surroca escribe: “En el imaginario colectivo está tan arraigado el sistema que hemos vivido, que vivieron nuestros padres y abuelos, que nos resulta imposible descolonizar nuestras mentes de que no hay vida más allá del capitalismo. Cualquier cosa nos resulta más verosímil que la desaparición del capitalismo como forma de organizar la economía. Incluso relacionamos capitalismo con democracia (sin capitalismo no es posible vivir democráticamente); capitalismo y libertad (sin capitalismo no hay libertad); o capitalismo y bienestar o buen vivir (es el crecimiento, el consumo, lo que nos permite llegar a la felicidad)…. Para qué queremos tanta producción, tanto trabajo, tanto dinero incluso, si luego no tenemos tiempo para vivir? Nuestra única riqueza es el tiempo, y los más lúcidos de nuestra sociedad ya han empezado un cambio significativo. Uno de cada cinco norteamericanos, en los últimos cinco años, ha optado por ganar menos, de manera voluntaria, a cambio de disponer de más tiempo. Parecido porcentaje resultó de una encuesta realizada en Australia. Mucha gente empieza a practicar el “menos, para vivir mejor”.

Y podríamos atrevernos a ir más lejos. Se podría identificar al ser humano con el capitalismo, como si la relación ya no fuera una potestad nuestra, sino que ya es una fuerza mayor de definición y continuidad de la vida. Contra ello surgen oposiciones bien singulares como esas de que habla el escrito. Se erigen en una actitud completamente individual, casi sectaria, pero con grandes posibilidades de hacerse colectiva, y ahí radica su valía, porque es una forma, de las tantas que se arremolinan en nuestros pensamientos y deseos, de lucha contra el sistema. Las diversas maneras no cesarán de crecer, porque es el cambio el que, en última instancia, sólo será posible cuando se asuma globalmente.

Por todas partes ya es un hecho consumado la miseria de vida que se tiene personalmente, y ésta se va relacionando con el capitalismo. Se está viendo la etiqueta que el mercado nos ha puesto. A veces valemos mil euros y otras sólo uno, y en algunos sitios no valemos nada. Cuando nos damos cuenta de que no somos ese sistema, todo cambia. Por supuesto que lo que sobrevendrá constituye una gran amenaza, sobre todo para aquellos que hacen sus vidas a costa de la muerte de millones. Habrá que precisarlo, pero no se trata de desesperarnos por definir ese porvenir, sino de actuar irremediablemente en los cambios que están en nuestros sentimientos y en nuestras mentes. Adivinar las adivinanzas que nos acechan. Para ello es indispensable que nos involucremos en los grupos de poder y horadar sus pesadas rocas, igual que el mar. Los valores establecidos en nuestra sociedad están sirviendo para evitar el salto necesario. Pues contra esos valores hay que fijar el día a día. Son esas disciplinas las que nos dan las mentirosas sensaciones de tranquilidad y prosperidad, las que nos aconsejan calma, las que no permiten que nos arriesguemos, porque todo podría ir a peor; son los valores que de alguna forma toleramos para que haya orden y podamos seguir disfrutando o esperando un bienestar que sabemos absurdo; los dogmas del no hacer nada porque nada ni nadie podrá cambiar la esencia feroz del ser humano: son los valores que poco a poco nos están aniquilando. Luchar contra todos ellos es el mejor camino que podemos emprender. En él nos vamos cambiando nosotros mismos.

El reconocimiento de algunos aspectos de nuestra cotidianidad tiene que constituirse en un esfuerzo diario. Resulta imprescindible comprobar en carne propia la fealdad de la vida que llevamos, desde el estorbo que nos significan unos trabajos que odiamos hasta la prisa que nos impide respirar con holgura. Igualmente revisar el por qué hemos aprendido a convivir con nuestras masacres, y casi hasta aceptarlas con una mínima mueca de espanto. Como si las defendiéramos, porque las consideramos inevitables. En cualquiera de ellas pueden morir nuestros seres más queridos, y todo por un simple descuido o por una más sencilla indiferencia al medio que nos rodea. Suceden en las pequeñas poblaciones, en las grandes, y en las escuelas, en las calles, en las casas, aunque sólo las tengamos como tales en las guerras que nuestros armados países desencadenan en otros un tanto lejanos. Cualquiera puede tener un misil en el armario. Pero más que el estallido de las armas, el daño principal está en nosotros, en nuestras reacciones minimalistas a lo que sucede bien cerca de donde estamos. A lo que nos pasa muy dentro de nuestras almas. Porque podría decirse que somos capitalistas casi al 100%. Y con esa carga siempre nos detendremos. No es precisamente un estímulo, sino una cárcel. Es lo que nos dice la película de Sam Mendes.

No estamos preparados para el cambio, y cuando éste se enuncia proviene de una mente enferma. Del vacío irremediable de la sociedad actual nadie puede librarnos, excepto nosotros mismos, si tenemos el valor necesario.

Aquellos preciosos jóvenes que hace varios años vimos naufragar, de forma edulcorada, en un Titanic que sólo perseguía mantenernos en la enajenación de nuestras fantasías, regresan ahora con otro naufragio, nada paisajístico, que intenta explicarnos la alienación en que vivimos. El delirio in extremis. Kate Winslet y Leonardo di Caprio son esa sencilla pareja que habita en nuestras casas o en la de al lado. Él, con un trabajo que detesta; ella, ya de regreso de algo frustrante, y persona que ama, que adora, propone el cambio. Como siempre, el amor será el detonante para cualquier mejoría en la vida. Él se anima, pero todo conspira en su contra, porque el dineral como promesa a ganar es un tentáculo demasiado poderoso, y su hombría es un bien social heredado con una presencia inmisericorde; entonces ella parece pensar: “si no puedo hacerte el bien y no puedo vivir con tu mal, seré yo quien me haga daño”. Otra vez el amor como el gran sacrificado en su fiesta final. La segunda pareja habrá de escoger no hablar más de esa familia, y el anciano del otro matrimonio cerrará la entrada del audio para no oír más los prejuicios del miedo. Para todos ellos está muy claro qué habría que haber hecho, pero no, aunque lo desean, no están preparados. Por ello hay que empezar a prepararse en los aspectos más pequeños, para que cuando nos lleguen los grandes no le fallemos a la vida.

Y no hay mucho más en el film, aunque en la novela de Richard Yates podamos deleitarnos con el regocijo de la imaginación que fomenta siempre la lectura. La película, con ese gran poder que el séptimo arte ha logrado, nos entrega, en un instante compartido con otros espectadores, la posibilidad de vernos a los ojos y pensar que todos, en alguna medida, estamos atrapados en el miedo a buscar la felicidad que sabemos tan cercana. Y todo por una simple falta de preparación para enfrentarnos a la disyuntiva en que el sistema nos dice o él o nosotros. Así, diaria y constantemente nos estamos muriendo mientras salvamos al capitalismo. Algo increíble, pero cierto. Estamos prefiriendo despeñarnos por el precipicio antes que cubrirlo con todo el fango de su historia de una vez y para siempre. Como si el vacío fuera nuestra identidad mejor preparada para la vida.

Wittgenstein: explicaciones, ritos y ceremonias

Javier Sádaba

"Wittgenstein se detiene en aquella parte no cognoscitiva del hombre (entendamos por conocimiento lo que usualmente se entiende por tal: lo que es confirmado por alguna experiencia) que es, primordialmente, expresiva y que se manifiesta, especialmente, en los mitos, en la religión o en el lenguaje de los gestos. En modo alguno cometerá Wittgenstein la torpeza de reducir los mitos o la religión sólo a eso. Las cosas suelen ser más complejas, graduales y entrelazadas.

De cualquier forma, cuando no se repara que el valor de un símbolo o de su prolongación en el mito no está tanto en la captación de algún trozo sensible del mundo sino en su fuerza expresiva, se cae en la ilusión. De esta ilusión puede ser víctima tanto el que mitifica como el que estudia el mito. En el primer caso tenemos la superstición y el fanatismo. En el segundo la mala ciencia. Ésta participa de la superstición al haber creído encontrar todo en el conocimiento y en la explicación científica.

Más aún, su motor último no es otro que el miedo, miedo que le hace correr en busca de una tranquilidad que, mágicamente, sólo podría otorgar la racionalidad científica. Es así como el pensamiento moderno ha sucumbido a la paranoia de la explicación. De esta manera cae en un círculo vicioso que, aproximadamente, tendría la siguiente estructura: si algo no es explicable, entonces o no existe o existe rudimentariamente. En el caso del mito éste sería seudoconciencia o protocoencia.

Ahora bien, así lo que ocurre es que la explicación se convierte en mito (en el sentido peyorativo que el científico estaba dando al mito clásico), ya que la misma explicación no es sino la manifestación de profundos deseos de alivio, de seguridad, de componentes explosivos del deseo y la imaginación. Más aún, la misma satisfacción que nos puede producir la explicación científica, el atractivo que posee, no es sino un indicio de que fuerzas ocultas nos lanzan a ello. Tales reacciones no son irracionales. Lo irracional está en la inmensa ilusión de pensar que hemos dado con un método, con alguna forma privilegiada en la que aquellas tienen cabida. Las emociones más profundas, por el contrario, al ser irreductibles, no encajan en lo, modelos explicativos que se exhiben como últimos. Acordémonos de los juegos de lenguaje: es absurdo creer que hay algo que los sustenta, los explica y los sostiene; que hay algo así como una razón independiente que les da vida.

Llegamos así a la concepción wittgensteiniana del hombre como animal ritual o ceremonial. En las expresiones mítico-mágicas no es cuestión, sin más, de errores ya que no les subyace (no están movidas) por significado cognoscitivo. Son, sobre todo, liberaciones o satisfacciones que, después, se revisten de las imágenes que, cultural e históricamente, el hombre tiene a su disposición. La ceremonia, en consecuencia, la reacción ante los enigmas que no son reductibles al saber experimental (por mucho que haya grados y situaciones en las que la mezcla de conocimiento y expresión sea tal que cualquier delimitación fácil está condenada al fracaso) es un modo de la existencia humana que si se olvida se cae en la baratija utilitaria que el racionalismo dominante suele vender. La ceremonia, el rito. no son un rasgo del hombre conservador. Son, y ya es bastante, un rasgo del hombre. Pero es que, además, la idea de ceremonia, en el último Wittgenstein, está ligada a su refutación de un posible lenguaje privado tal y como lo ha solido presentar la tradición filosófica."


Tractatus 6.54
“Mis proposiciones son elucidaciones de este modo: quien me entiende las reconoce al final como sinsentidos, cuando mediante ellas -a hombros de ellas- ha logrado auparse por encima de ellas. (Tiene, por así decirlo, que tirar la escalera una vez que se ha encaramado en ella.)”.

Javier Sádaba. 'Lenguaje, magia y metafísica (El otro Wittgenstein)

Nazismo: ¿Volverá la bestia?


La victoria del movimiento hitleriano constituyó una respuesta lógica, si bien irracional, al triunfo del capitalismo, que cumplió todas sus promesas y que por lo mismo abocó al desconcierto a porciones cada vez mayores de la humanidad.


Hitler restauró un antiquísimo y bárbaro sentimiento de superioridad colectivo. Pero en el instante en que resucitó es vieja fórmula bárbara, la fórmula de superioridad natural de la propia horda que pone a los únicos dignos del epíteto de humanos frente a un universo de extranjeros ante los que sólo cabe la sospecha o la misericordia, en ese instante ya se preparaba la respuesta a una pregunta que afecta directamente a los humanos y su cotidianeidad:

¿Hay recursos para todos?. ¿Hay bastante para garantizar la libertad general frente al temor y la miseria?

Es evidente que la formula jeffersoniana:

“La tierra pertenece siempre a la generación viva. Ésta puede utilizarla, así como todos sus frutos, a su antojo durante su usufructo.”

Ya no lleva por el buen camino, más bien que ya no hay camino.

Basta escuchar las fanfarrias con que los neocaníbales de la desregulación atruenan al mundo desde sus cimas semánticas. Se atreven a proponer sin más que se les suministre aún más dinero y más libertad de corsario a los que se están comiendo el mundo, para que se lo puedan comer más deprisa.

Desde el fin oficial del colonialismo, sustituido por formas de gobierno mucho más cómodas, ha surgido en la cambiante jungla de proyectos de todo tipo, cuyos beneficiarios y sufridores casi siembre han sido los más pobres, una nueva ‘cultura sahib’ [líderes nombrados por los occidentales].

Dentro de las sociedades que fueron patria del capitalismo son legión los ‘liberales de izquierda’, es decir, esa elegante minoría que gracias a los avances técnico industriales ha podido evitarlos conflictos básicos por el pan, la cerveza y el vehículo móvil y que puede dedicarse a problemas más generales, y allí recluta su personal la ‘cultura sahib’.

Pero, una vez que esta autodestrucción por cuenta propia haya avanzado lo bastante, ¿podrán seguir aferrándose a su inocencia estos virtuosos liberales?. Cuando se trate de arroz, pozos y patatas, cuando del embustero entramado de la ‘virtual reality’ emerja el patrón real del combate humano por un lugar en la biosfera, ¿será capaz este puñado de virtuosos de plantarse ante el embate de la realidad?.

¿Y los viejos conservadores? Qué harán con su piano Bechstein, con el saloncito de música, ¿cabrían en el bote salvavidas?.

La pregunta política que se le plantea al ‘planet manager’[los gestores del planeta] de las sociedades del bienestar es naturalmente la cuestión del posible consenso de los principales grupos sociales. Si se diera la inevitable confrontación con la realidad vital del planeta. ¿cabe contar con que estos grupos renunciarán a los logros sustancias de su historia, como por ejemplo los derechos humanos o la protección de las minorías desfavorecidas en aras de la salvación de la civilización (y de su propia nivel de vida)?

Mi opinión es que por supuesto.

Recordemos la situación de la mayoría fiel al Estado alemán entre 1933 y 1934, éstos se prestaban divinamente a fomentar lo que precisa el hitlerismo del futuro: la parcelación de los individuos en mundos diversos y con ello la parcelación de la responsabilidad, que sólo fue acercándose a Auschwitz en pequeños fragmentos que se reflejaron en cada uno de los soldados, de los trabajadores especializados de las fábricas de munición, de los peones de las carreteras del Reich.

Hoy tras medio siglo de modernización, la responsabilidad moral se ha compartimentado infinitamente más. El piloto del bombardero, el especialista en misiles, el investigador en armas C, el controlador de centrales nucleares, el ‘trader’ delante del ordenador personal, el representante regional de una empresa química agrícola…

¿Que ocurrirá cuando el actual sistema choque con las reglas de la Naturaleza, cuando se agote nuestro crédito de energías y recursos en este mundo artificial creado por la civilización dominadora?

Hitler ofrece un truco espantosamente barato, el truco de la barbarie modernizada: vida de pueblo dominador a costa de todos los demás, como privilegio por la conservación de la especie, por la sustentación del reino de lo mil años.

Necesitamos una cultura enteramente nueva para ofrecerle una resistencia coherente, y ésta tendrá que apoyarse en una fórmula enteramente distinta.

Pues se trata en último término de la esencia de nuestro sustrato vital, en el que existimos como ‘vida que quiere vivir’. La muerte es un ‘modus operandi’ más de esa vida. Olvidarse de esto es necio y peligroso. Pero la alternativa no es un campo de batalla en el que todos luchen contra todos. Ninguna especie sobrevive gracias a la muerte del resto de los seres, ni siquiera una raza dominante; ese fue y sigue siendo el punto débil del vulgo darwinismo de Hitler. Pero esto también pone fin a la posibilidad de la vieja e ingenua fórmula jeffersoniana del usufructo indiscriminado.

Lo que debemos desarrollar es una nueva solidaridad con la biosfera, el sustrato de la vida, que se apoye en el conocimiento y en la humildad. Ni el darwinismo de cualquier tipo de neocaníbal encontrará un lugar en ella, ni la ingenua doctrina de la mano invisible, o la descabellada esperanza de una salvación escatológica que venga de afuera y de arriba.

Si todavía se trata de encontrar una fórmula global, entonces ésta rezaría:

“El ser humano puede seguir siendo la corona de la creación si comprende que no lo es.”

Para saber más: Auschwitz, ¿comienza el siglo XXI?. Carl Amery.

Estado asistencial


El Estado cumple un papel fundamental en la producción de subjetividad capitalística. Es un Estado-Mediador, un Estado-Providencia, por el cual debe pasar todo bajo una relación de dependencia en la que se produce una subjetividad infantilizada. Esa función ampliada del Estado —mucho más abarcadora que el poder administrativo, financiero, militar o policial— se realiza, por ejemplo, a través de un sistema asistencial, aquello que en EEUU se llama welfare state.

Es un sistema de «salarios diferidos»; un sistema de subvenciones que hacen que el grupo se autorregule, se autoforme, se autodiscipline; un sistema de información, de examen, de control, de jerarquía, de promoción, etc. El Estado es ese conjunto de ramificaciones, esa suerte de rizoma de instituciones que denominamos «equipamientos colectivos ». Por esta razón el Estado puede hablar, sin miedo, de descentralización. Por esta razón programas de partido pueden incluir, sin miedo, propuestas de autogestión. En Francia, por ejemplo, los partidos políticos y los sindicatos están todos subvencionados por el Estado, por medio de relaciones completamente contractualizadas.

Lo que sucede es que la función de subjetivación capitalística, esos equipamientos de Estado que se instauran en el conjunto del campo social, se hace en provecho de las nuevas castas burocráticas, de las nuevas elites que no tienen la menor intención de despojarse de su poder. Insisto en que eso no se da sólo en relación con las funciones productivas.

También nos referimos al Estado-Providencia para saber si vamos o no a fornicar con quién y cómo, si debemos o no amamantar y de qué manera. Esa función infantilizadora del poder del Estado se da a un nivel extremadamente miniaturizado, que no se limita al encasillamiento de lo social y del comportamiento.

El Estado asistencial comienza por la organización de una segregación que empuja a una parte considerable de la población fuera de los circuitos económicos. Y en un segundo momento viene a socorrer, viene a dar asistencia a esa población, pero con la condición de pasar por ese sistema de control.

Sólo habrá verdadera autonomía, verdadera reapropiación de la vida, en la medida en que los individuos, las familias, los grupos sociales de base, los grupos sociales primarios, sean capaces de escoger por sí mismos lo que quieren, por ejemplo, como equipamientos en su barrio. Por lo tanto se trata de asumir la gestión de esa problemática, sin estar a todas horas pidiendo subvenciones, pidiendo el establecimiento de un puesto de psicólogo o psiquiatra, pidiendo equipamientos patrocinados que el Estado va a construir en tal o cual lugar.

Imaginemos un recorrido de ficción científica donde las formaciones de izquierda consiguiesen tomar el poder en Brasil. En ese caso, sería preciso plantearles desde el principio la cuestión: «¿Es su intención asumir un camino modernista a la europea?» Eso significaría que todos aquí tendrían excelentes salarios, estatus y equipamientos muy bien construidos. Pero significaría también que todos se volverían obreros de una máquina para producir modos de subjetivación absolutamente opresivos.

Extaído de 'Micropolítica'. Félix Guattari y Suely Rolnik

Los hombres son hierba

El pensamiento deductivo se mueve desde arriba hacia abajo en el grado de abstracción: a partir de leyes generales llegamos a conclusiones particulares. Por ejemplo:



Los hombres son mortales

Sócrates es hombre

Sócrates es mortal



El pensamiento abductivo no procede hacia arriba ni hacia abajo, sino lateralmente, mediante analogías. La diferencia entre el esquizofrénico y el artista es que el primero toma literalmente el contenido de la analogía, mientras que el segundo la emplea como metáfora capaz de iluminar de un modo nuevo ciertas áreas de la realidad. Nótese, como ejemplo, qué disparatado y a la vez qué poético suena, según quién lo enuncie, el siguiente silogismo inventado por Gregory Bateston:


Los hombres son mortales

La hierba es mortal

Los hombres son hierba



Efectivamente, nosotros entendemos que “los hombres son hierba” es una metáfora. De acuerdo, lo es, pero la vida se expresa mejor a través de la metáfora que no a través de los silogismos aristotélicos. O dicho de otra manera, la vida es un predicado, es una relación, no es algo que está en los sujetos, sino que es algo que pasa a través de los sujetos: no está en este, ni en aquel, ni en esta planta, ni en este animal. La vida es lo que está entre, entre los seres humanos y las plantas y los animales, existió sin sujetos (sin el lenguaje de los sujetos) desde hace millones de años y se multiplicó y avanzó por los caminos que indica la metáfora “los hombres son hierba”.

El lenguaje de nuestra cultura divide el mundo en sujetos y predicados. Los sujetos existen como soportes de los predicados. Gramaticalmente consideramos que los predicados suceden a los sujetos, y suceden porque existen los sujetos (los seres humanos, los animales, las plantas, los lugares, los objetos) de los cuales se predica. Nuestra lógica, la lógica que utilizamos para nuestro razonamiento está basada en dicha dicotomía.

La lógica de Bateson no se apoya en los sujetos sino en los predicados. Es una lógica de las relaciones. Son ellas lo que hay de importante en la vida: no los sujetos sino las acciones. Obligados como estamos a pensar en nuestro lenguaje, es como si “ser mortal” se convirtiera en esta lógica en el auténtico sujeto. Es de eso de lo que hablamos en el silogismo de la hierba, es la mortalidad la que transita y deja a su paso hombres y hierba.


Para saber más: 'El deseo según Guilles Deleuze'. Maite Larrauri.

Modernidad y holocausto


El Holocausto se ha convertido para los occidentales en un símbolo del mal, en un icono cultural que representa la barbarie incomprensible, la cara negra del siglo XX. Se ha convertido también en un símbolo sagrado para los judíos que, en cierta forma, lo han monopolizado, convirtiéndolo en el desenlace inevitable de un antisemitismo ancestral. El Holocausto es todavía una referencia contínua y objeto de múltiples estudios e investigaciones históricas. ¿Por qué entonces ha tenido tan poca repercusión en la organización de nuestra sociedad? ¿Por qué no se han derivado conclusiones generales que pudieran haber influido en el curso de la historia?



A estas preguntas trata de dar respuesta Zygmunt Bauman es este magnífico libro, que obtuvo el premio Europeo Amalfi de Sociología y Teoría Social del año 1989. La tesis que defiende Bauman es que las conclusiones que se derivan de las respuestas a esas preguntas ponen en entredicho los fundamentos mismos de la sociedad en la que vivimos. El hombre occidental gusta de interpretar su historia como un camino ascendente desde la barbarie primitiva hacia el progreso tecnólogico y social, como una lucha del hombre por superar sus propios instintos individuales y crear una sociedad más justa en la que esos instintos queden anulados por el efecto de la educación, la cultura y la extensión del bienestar social. En ese sentido el Holocausto se interpretaría como una reminiscencia de esa antigua barbarie en un mundo convulso que no había conseguido todavía asentar un nuevo orden social, como el último de los episodios de violencia y genocidio que han acompañado al hombre en su historia.

Sin embargo el Holocausto judío, como las purgas soviéticas, fueron diferentes; fueron cuidadosamente planificados y organizados en todos sus detalles, llevados a cabo friamente y con absoluta contundencia técnica, con escasa participación de los sentimientos o emociones personales, implicaron a toda una sociedad y a todas sus instituciones, crearon toda una tecnología y un aparato burocrático a su servicio y no sólo eliminaron el sentimiento de culpa individual, sino que lograron imprimir en la conciencia colectiva, bien la indiferencia hacia las víctimas, bien la satisfacción del deber cumplido. En definitiva, fueron el producto de la sociedad moderna y utilizaron las enormes posibilidades que esta sociedad moderna ponía a su disposición, logrando con ello una eficiencia en la consecución de sus fines inédita en cualquier otro episodio de genocidio anterior.

A pesar de los millones de personas asesinadas, a pesar de la inmensa crueldad de las acciones que se llevaron a cabo, no fueron el resultado de la acción de sádicos degenerados, ni de enfermos mentales, como resultaría tranquilizador creer. Exigió la colaboración de honrados ciudadanos, de intelectuales, de científicos, de personas que, en la mayor parte de los casos serían incapaces de crueldad directa contra sus semejantes que, probablemente, reprobarían el uso de la violencia física y que jamás la habían utilizado y, pese a todo, consiguió dicha colaboración.

¿Cómo fue posible?: se había logrado la invisibilidad de las víctimas, deshumanizándolas, aislándolas, sacándolas de la vista de la mayoría, convirtiéndolas en entes categorizables, intercambiables y, lo más importante, totalmente diferentes del resto de ciudadanos. Se había logrado una perfecta división del trabajo, totalmente jerarquizada que permitía a cada uno de los funcionarios implicados obtener la satisfacción del trabajo bien hecho, traspasando la responsabilidad moral al funcionario inmediatamente superior. Se utilizaba un lenguaje neutro, aséptico, que permitía entre otras cosas dormir las conciencias y otorgar una sensación de rutina, de normalidad. No existía una relación directa entre la nimiedad del gesto individual y la inmensidad del resultado. Ni se veía a las víctimas, ni existía una relación directa entre el trabajo de cada uno y el resultado de dicho trabajo, siempre existía un intermediario que garantizaba que la responsabilidad se diluyera. Se había utilizado, en fin, la burocracia y como en toda burocracia, lo importante eran los medios, los procedimientos, los reglamentos y no el fin que se perseguía.

De la misma forma se hizo posible la mayor crueldad de todas, se logró la colaboración de las propias víctimas, a las que siempre se concedió el engaño de la lógica: sin poder imaginar la inmensidad del horror que se gestaba, acostumbradas a pensar en un mundo ordenado racionalmente, se les ofreció siempre, hasta el último momento, la apariencia de una organización racional, en la que existían leyes, procedimientos, categorías con las que podían, actuando siempre según los medios de los que anteriormente se habían valido, minimizar el sufrimiento y salvar la vida.

Es decir, fueron los propios mecanismos en los que solemos confiar para garantizar el bien general los que lograron que el éxito fuese completo. Los mismos mecanismos que siguieron funcionando, como si nada hubiera pasado, que, de hecho, siguen funcionando. Bauman no quiere decir con esto que ni la burocracia, ni la moderna organización social den cómo resultado necesariamente un fenómeno como el Holocausto, pero sí que contienen los elementos que lo hicieron posible y que dichos elementos no han sido puestos en duda como debieran. A este respecto reflexiona acerca de los controvertidos experimentos de Milgram y Zimbardo que ponen de relieve la relación existente entre la crueldad humana y las relaciones sociales de dependencia y subordinación. La conclusión más desasosegante de dichos experimentos es que la mayor parte de las personas somos capaces de causar un daño importante a otras si ocupamos una posición de poder o si existe una autoridad firme y unívoca que nos lo ordene. La más esperanzadora es que la diversidad de opiniones, la divergencia entre los que mandan permite que salga a la luz la conciencia individual.

Como decía el Doctor Servatius, defensor de Eichman en el juicio al que éste se enfrentó en Jerusalén, se va a juzgar a un hombre por los mismos actos que, de haber sido otros los vencedores, le hubieran otorgado honores y distinciones. Si delegamos en las instituciones sociales la capacidad para ordenar y juzgar, para decidir lo que es o no es moralmente reprobable y para premiar o castigar nuestros actos individuales, si confiamos en que esas mismas instituciones deben ser las que regulen nuestro presente y nuestro futuro deberíamos tener una mayor capacidad crítica, deberíamos tener siempre los ojos y los oídos abiertos, escuchar a los que se cuestionan el orden establecido y atrevernos siempre a pensar por nosotros mismos. Ésta no es más que una de las muchas conclusiones personales tras la lectura de un libro al que, por su interés, por su profundidad, por la trascendencia de las cuestiones que plantea, ninguna reseña puede hacer justicia. Es, desde mi punto de vista, un libro imprescindible.

Artículo de María Castro sobre el libro 'Modernidad y holocausto' de Zygmunt Bauman

Decrecimiento, "dumping" y capitalismo globalizado.

Javier Arias - Alterglbalizacion's weblog

La teórica del decrecimiento Helena Norberg-Hodge, del colectivo Silence, nos describe perfectamente en el libro "Objetivo  Decrecimiento" (Ed. Leqtor, Barcelona 2006) el bucle maligno del modelo económico-político que se ha expandido por el planeta en las últimas décadas. Gran parte de los males que nos asolan (triple crisis sistémica ambiental, económica y humana) están causados por la aplicación de esta doctrina.



El concepto de "dumping" es clave para entender qué esta pasando. "Dumping" significa vender por debajo de los costes reales. El dumping sólo puede ser posible bajo el amparo de una megaconcentración de capital orientada exclusivamente en la defensa de intereses particulares. Su efecto más inmediato es la destrucción de microtejidos productivos a pequeña escala tanto
a nivel social como ecológico y la creación de relaciones de dependencia forzosa entre consumidores y proveedores oligopólicos. El concepto de "coste" debe ser entendido en un sentido amplio y no exclusivamente monetarista ya que existen unos costes ambientales y humanos que nunca se computan en las cuentas de resultados o en los balances financieros de la macroempresa capitalista.

Por supuesto que el vender por debajo de costes implica una deuda sistémica que vamos aumentando a velocidad de vértigo y que todos, sin exclusión, terminamos por pagar.

Frente a esta situación sólo cabe una inversión del modelo: ruralización frente a urbanización, reparto frente a acumulación, localización frente a globalización, decrecimiento frente a hiperconsumismo.

¿Qué esconde detrás la producción neoliberal?

Pere Alcántara Carreras

El análisis expuesto a continuación puede entenderse como una apertura hacia algunos de los horizontes útiles para demostrar que la producción neoliberal esconde detrás intereses que nada tienen que ver con el cuidado del ser humano en tanto que armonía y concilio con la naturaleza. Este modelo, como veremos a continuación, no ha tenido la capacidad de restablecer la mutilación causada por la emergencia de una sociedad tecnológica desprendida del compromiso de producir un mundo sostenible y gratificante. Por cuestiones de extensión se tratarán exclusivamente los aspectos que considero claves para dibujar un itinerario centrado en las relaciones entre las formas de conocer y producir el mundo material que ha tenido el ser humano desde la lógica que opera en la actualidad.

Para ello, a lo largo del discurso iré introduciendo fragmentos de obras de autores que considero hitos explicativos y un respaldo intelectual de la idea que a continuación de expone.

En primer lugar tenemos que tomar conciencia de cuales son los valores fundamentales que han entrado en crisis y queremos restablecer en la sociedad en la que vivimos actualmente. En mi opinión no es demasiado agudo pensar que el neoliberalismo es un fenómeno aislado en el presente y que puede ser explicado sin tener en consideración el pasado. El neoliberalismo es la expresión final que culmina un proceso desintegrador de la capacidad de intervención humana en un mundo que originalmente estaba envuelto por la afectividad orgánica del ser humano.

Se demostrará que las consecuencias para incorporarnos en la dimensión social en la que vivimos actualmente tiene un doble filo perverso causante de la asfixia de algunos de los valores fundamentales para cuidar nuestra armonía con nuestro ser natural. Para entender las causas que han permitido el asesinato de estos valores tenemos que comprender la importancia que tiene para el hombre la seducción operatoria de las ciencias positivistas de concepción cartesiana que combinadas con la negligencia sensitiva-emocional han permitido el desprendimiento y sometimiento las relaciones bio-ecológicas a las tecno-capitalistas en sus relaciones de magnitud, velocidad y mutación. Para entender a que nos referimos con estos términos nos servirá de ayuda ponerlos de manifiesto mediante el análisis de las lógicas económicas, productivas y cognitivas del humano para tomar conciencia de los efectos que han producido en nosotros la aplicación del neoliberalismo basado exclusivamente en el incremento incesante del capital a partir de ejercicios mercantilistas, entendiéndose así que no es otra cosa que el nombre puesto al vector del virus mercado-capitalista.

Dentro de la esfera ideológica propongo considerar la mutación en la forma de relacionarse con el mundo a partir de una mentalidad medieval a una mentalidad moderna. Esto supone pasar de considerar el mundo como un entorno intrauterino que nos envuelve y realiza en una relación íntima y afectiva, a pasar de considerar un mundo como un entorno hostil del que tenemos que divorciarnos para realizaros independientemente y fuera de él. El nuevo hombre occidental a partir de esta mutación ideológica emprenderá un programa sapiencial que consistirá en pretender aniquilar la capacidad e inteligencia emocional del cuerpo considerándolo un obstáculo con la convicción de que así conseguirá el liderazgo de la verdad absoluta y el conocimiento total que le permitirá operar en el mundo natural consiguiendo la soberanía por encima de él. Ahora es, como en este proyecto podemos contextualizar mentalidades como Descartes con sus discursos y ejercicios que acabarán por seducir y convencer a quienes el pasado les contenía:

La filosofía de Descartes no sólo tuvo su importancia en el desarrollo de la física clásica, sino que además ejerció una influencia tremenda sobre el modo de pensar occidental, hasta nuestros días. La famosa frase de Descartes “cogito ergo sum” -pienso luego existo- llevó al hombre occidental a considerarse identificado con su mente, en lugar de hacerlo con todo su organismo. […] Cada individuo fue además dividido en un gran número de compartimentos separados, de acuerdo a sus actividades, sus talentos, sus sentimientos, sus creencias y así sucesivamente, generándose de este modo conflictos sin fin, una gran confusión metafísica y una continua frustración (Fritjof Capra, El tao de la física, p.33-34).

Vemos como el texto anterior nos sintetiza el trabajo de un personaje que puede perfectamente ilustrar la idea de como está empezando un ejercicio de mutilación y disección en las formas de conocer, operar y producir en el mundo con la finalidad de conseguir una mayor efectividad. Implícito en el hombre está la tendencia de generar un sistema coherente con todo aquello que tiene a su alcance, la diferencia es que al contrario de antes, donde el humano se relacionaba y aprendía el mundo a partir de la vinculación con todas sus expresiones, ahora pasará a comprenderlo en la medida que se totalice en solo una de sus expresiones inconexa y aislada de las demás. De alguna forma ocurre que ahora se inaugura una diversificación de saberes totalizantes e inconexos de los demás, y no de forma inocua si no desarrollándose en la medida que consigue minimizar la parte emocional-sensitiva del cuerpo en todas y cada una de las relaciones con el mundo. Ahora la técnica del artesano que operaba y aprendía en el curso y proceso de la operación instantánea en las necesidades prácticas, estando en ello implicado todo el cuerpo inteligente humano, quedará remplazado por la operación abstracta desde los campos científicos que se aplicarán en estás técnicas para dar lugar a lo que se conoce como ciencias estrictas, y esto, no se hará en comunión con el cuerpo, estando presentes todas las posibilidades sensitivas y cognitivas que nos proporciona para conocer y producir el mundo que más puede cuidarnos. Esto se hará desde el lugar de las ciencias abstractas y estrictas, esa hemorragia desde otra dimensión que acabará por ahogarnos:

Las ciencias físicas o estrictas poseen un formato lógico-constructivo en cierto modo “per-fecto”, esto es, que cada una de ellas constituye, dentro de su campo respectivo, efectivas demostraciones universales y necesarias, […] esto es, teoremas y racimos de teoremas a su vez organizados demostratívamente en teorías, y que por ello alcanza unos conocimientos formalmente teóricos y objetivos. […] No es este el caso ciertamente de las llamadas ciencias humanas. Pues ahora se trata, en efecto, de construcciones cognoscitivas que se abren paso, cada una de ellas, roturando alguna región determinada de conflictos o desajustes sociales, o culturales, cuya resolución de dichos conflictos o desajustes, que es en lo que básicamente consisten, posee más bien un carácter lógico-constructívamente “in-fecto”, esto es, siempre de-pendiente de alguna ulterior resolución de los nuevos desajustes arrojados en el propio curso de sus rosoluciones previas, y por ello siempre inmediatamente práctico, en cuanto que dicha dependencia lo es a su vez de las nuevas demandas prácticas que siempre arrojan y de las que incesantemente se alimentan (Juan Bautista Fuentes, Para una crítica de la idea de “flexibilidad profesional”, p.30)

Explicar como esto combinado con otros ingredientes dará lugar a la crisis de la sociedad actual teniendo como baluarte el modelo neoliberal es lo que intentaré explicar a continuación.

La idea es que este proyecto científico que consiste en totalizar saberes técnicos hasta generar una mutación para convertirse en una nueva herramienta eficientemente operatoria que conocemos como ciencias estrictas. Permitirá al ser humano operar ahora, a una escala mucho más allá de la suya natural. A partir de ahora devendrá un incremento exponencial de las formas de conocer el mundo a partir de la ciencia manifestándose en una aceleración ilimitada de las formas de producir el mundo material: ahora el ser humano empezará su carrera al progreso incorporándose en una nueva dimensión vertiginosa.

No se puede ignorar en este punto las observaciones que Max Weber hace en algunas de las ideologías protestantes, puesto que como apunta Manuel Castells en su ensayo La era de la información dice textualmente en su apartado El espíritu del informacionalismo:

Sigue siendo la piedra angular metodológica a todo intento teórico de captar la esencia de las transformaciones culturales/institucionales que en la historia son el preludio de un nuevo paradigma de organización económica (p.249-250).

De esta forma veo pertinente aunque solamente sea para exponer la mayor parte de los aspectos que considero fundamentales en este proceso, el que no en todas las comunidades pudo germinar este proyecto tecno-económico-capitalista. Como apuntó tempranamente Max Weber, ya se encontraba en los textos de Franklin, las formulaciones de una ética que consideraba como un deber moral el ganar dinero, prescindiendo de toda consideración eudemonista, es decir, sin tomar en consideración ningún interés de tipo individual como la felicidad o el placer del individuo. Puesto que no en todas las cosmovisiones encontró el humano una fisura para adentrarse en esta dimensión, si que la vislumbró una clase emergente necesitada de una nueva cosmología que le permitiera cambiar el modelo existente para poner el escenario a su favor:

En el puritanismo, sin embargo, se matiza de otra manera el carácter providencial de la interacción de los intereses de la economía. Según la interpretación “pragmática” del puritanismo, el fin providencial de las profesiones se reconoce en sus obras. […] La conocida apología de la división del trabajo de Adam Smith. La especialización de las profesiones conduce a un incremento cuantitativo y cualitativo del rendimiento, porque hace posible la habilidad (skill) del obrero, sirviendo, por tanto, al bien común (common best) que se identifica con el bien mayor número posible (Max Weber, La ética protestante y el “espíritu” del capitalismo, p.204-205)


Sin duda esta herramienta operatoria encontraría un acomodo en esta nueva clase emergente comerciante que vería la posibilidad de engrandecer sus riquezas así como una mayor incidencia en las decisiones políticas. Así es como los comerciantes ponen en contacto y fusionan para fines lucrativos en la esfera del mercado las formas de producción científica generando una reacción objetual que aun hoy crece en nuestros días.

Legitimándose en un discurso que defendía que la aceleración en las formas de producción, producir insumos en menos tiempo, era igual a mayor cantidad y abaratamiento, todo ellos se traducía en un mayor porcentaje de gente que podría beneficiarse de estos productos, y de esta forma como hemos visto, se identificaba la eficacia productiva como un bien común que daba paso a mayor calidad de vida.

Contrariamente, en análisis de otros autores como el indicado por el economista Max-Neef, piensa que en realidad de lo que se trataba era de incrementar los beneficios que proporcionaba este sistema consiguiendo mantener la misma proporción y asimetría que le otorgaba:

El problema surgió cuando lo “bueno” se convirtió en sinónimo de “más y más”. […] La justicia social se confundió con el crecimiento mismo. No se trata ya de distribuir mejor una torta que ya es lo suficientemente grande, […] se trata de hacer una torta aún más grande, para que todos reciban una porción mayor que antes, pero manteniendo la misma porción que les fuera otorgada por el sistema. [...] Los países del Tercer Mundo, con escasas excepciones, se fascinan con la tentación de seguir el camino trazado por las grandes potencias industriales, olvidando que la única manera de alcanzar y consolidad su identidad y reducir su dependencia, es la de promover un espíritu creador e imaginativo capaz de generar procesos alternativos de desarrollo que aseguren un mayor grado de auto-dependencia regional y local (Manfred Max-Neef, La economía descalza, p.59)

Lo que conllevará con el paso del tiempo la sofisticación en las modernas formas de organización racional en los ejercicios del trabajador industrial es un paso de la forma de producción artesana generadora de una economía bio-ecológica a escala humana, a otro que tendrá su máxima expresión a principios del siglo XX con una producción altamente mecanizada que logrará mancillar totalmente la capacidad de comprensión y enamoramiento del ser humano con el mundo material que produzca.

De esta manera a principios de siglo XX las formas de producción abrirían un nuevo episodio en el momento en que Charles Taylor empezó analizar quirurgicamente los gestos necesarios que tenían lugar para la producción del objeto deseado. La idea era que secuenciando la totalidad del proceso complejo implicado en ejercicios simples distribuidos entre varios obreros, se lograría una mayor rapidez y habilidad en la producción con el consecuente ahorro de tiempo y costes.

Esta forma de producción altamente racional y mecánica sin ninguna duda causó efectos traumáticos en las formas de vida implicadas en este proyecto.

Si por racionalismo económico se entiende ese crecimiento de la productividad del trabajo que elimina la vinculación del proceso de producción a los límites “orgánicos”, naturales, de la persona humana, y lo organiza desde puntos de vista científicos. Este proceso de racionalización en el terreno de la técnica y de la economía condiciona, sin duda, una parte importante de los “ideales de vida” de la sociedad burguesa moderna (Max Weber, La ética protestante y el “espíritu” del capitalismo, p.82).

Esta propuesta de Charles Taylor fue puesta en marcha por Ford en su fábrica de automóviles quien aportaría a la idea el transporte mecanizado de las piezas mediante la instalación de cadenas de montaje. Ahora el obrero quedaba totalmente subyugado al tiempo que fijara la maquina puesto que se generaba una total dependencia del obrero al ritmo de producción mecanizado, independientemente de la destreza y ritmo natural de cada individuo, un ritmo enajenado de la forma de producir del ser humano. Así el éxito de la producción del sistema fordista se basaba en el bajo coste de su producto final que presuponía en consecuencia un asegurado éxito en el mercado, el inconveniente es que este sistema no se adaptaba a la flexibilidad de la demanda del mercado. Este sistema se declaraba eficaz en las economías de gran escala pero eran disfuncionales en cuanto a una demanda diversificada. Así el toyotimso aparecerá como un modelo contrapuesto y eficaz que se basa en la comunicación e interacción continuada entre la producción y el consumo. Para ello sería necesaria una permanente y fluida comunicación constante con el mercado para conseguir minimizar el stock de la mercancía puesto que se producirían en el “momento justo” totalmente sincronizado con el apetito existente en los mercados, pudiéndose en el mejor de los casos producir después que el consumidor haya escogido y adquirido el producto.

Esto es posible en la medida en que la tecnología genere herramientas ágiles y flexibles que puedan adaptarse a la flexibilidad del mercado. Aquí es donde los ordenadores encontrarán un acomodo pudiendo controlar en todo momento la cantidades de stocks necesarias para evitar gastos innecesarios además de poder controlar un máximo de trabajos heterogéneos a partir del control de una serie de símbolos y de información:

Sin embargo, en otras épocas, las herramientas en general estaban vinculadas de manera relativamente inflexible a ciertas tareas o a cierto grupo de tareas. Herramientas diferentes correspondían a actividades diferentes: las herramientas del sastre, las herramientas del tejedor o luego la máquina de coser y el telar industrial. En cambio el ordenador se presenta como la herramienta universal, más bien, como la herramienta central, a través de la cual podrían realizarse todas las actividades (Michael Hardt y Antoni Negri, Imperio, p.271-272).

Todo esto sugiere una nueva forma informatizada de producción donde el obrero paulatinamente será remplazado por el robot a la vez que habrá una migración de la industria de los países desarrollados del sector secundario al sector terciario. Estos sectores abarcan las actividades asociadas al cuidado de la salud, educación, finanzas, publicidad y el ocio. Estos empleos se caracterizan exigir una gran flexibilidad y se fundamentan en el conocimiento,

Del mismo modo que el proceso de modernización tendió a industrializar toda la producción, el proceso de posmodernización hace que toda la producción se oriente hacia la producción de servicios, hacia la informatización. […] Los países dominantes tienen economías informáticas de servicios, los primeros países subordinados tienen economías industriales y las regiones aún más subordinadas se basan en una economía agrícola. (Michael Hardt y Antoni Negri, Imperio, p.266 – 267).


PRODUCIR DESDE LA NADA

El humano una vez totalmente mancillado en razón y disposición para funcionar como una eficaz herramienta productiva en la economía capitalista mercantilizada, con la producción informacional experimentará otra mutación para adaptarse como herramienta de la economía capitalista posindustrial, eso quiere decir que, puesto que el humano solo empezó a ser útil para una economía capitalista industrial en el momento en que permitió ser mutilado en razón de una mayor habilidad en el proceso de producción industrial, ahora, el mercado totalmente sujeto a la gestión de la información, conocimientos y afectos para hacer posible su recurrencia y desarrollo del sistema informacional. Explica por ejemplo las actuales políticas de mutilación intelectual y en especial en las áreas de humanidades. Estas áreas hoy, fundamentales para la producción de conocimientos, han de ser totalmente desgarradas para generar una producción intelectual que beneficie al sistema de mercado informacional de masas. En la era de la información, la figura del pensador apartado del “bullicio del mercado”, que dedica su vida en dibujar itinerarios en los que sociedad pueda andar con la mayor calidad de vida posible, queda totalmente marginado por la capacidad de la tecnología al poder prescindir de este personaje dada la convicción ahora de creer que ha de ser el mismo mercado quien a través de una sociedad totalmente mutilada por el tamiz del acontecer histórico encargado de fragmentar y desmenuzar la capacidad de aprehensión. Será como ahora se le permitirá a este sujeto masivo a través de las nuevas extensiones informáticas de usuario a generar esquemas instantáneos y continuados de demanda. Así es como la concepción toyotista se presenta como una herramienta eficaz al poder poner en marcha la producción mediante un liderazgo entre consumidor y productor satisfaciendo los azarosos apetitos de una sociedad que opera desde el nihilismo.

A mi entender esto quiere decir que será el mercado inmaterial quien producirá el mundo material a partir de una relación totalmente desgarrada. Quiere decir que serán los vientos pestilentes los que decidirán el mundo material que se produzca. Así se entiende como pueden mover tanto dinero las industrias fármaco-estéticas o de marketing generando cantidades ingentes de dinero a partir de los juicios emanados por una audiencia totalmente enfervorecida por el seguimiento de sus ídolos. Es ahora el momento en que empezará a surgir una ética y estética de mercado, pero atención, no olvidemos que este mercado está totalmente modulado por unos gustos y apetencias de una comunidad íntegramente podrida: una sociedad que opera desde la nada.

En esta era informacional el trabajo intelectual es producir formas más agudas y diversas de percibir lo más rápido y eficazmente posible las oscilaciones azarosas del apetito tanto del sujeto masa como de las multitudes. Entiendo que el ideal sería poner un dispositivo-encuesta durante el tiempo libre de cada individuo con la finalidad de que generará curvas de apetito de consumo que pudieran ser interpretadas y producidas inmediatamente y en su justa medida a partir de una industria totalmente flexible. Programas inteligentes que aprendieses a preguntar a la “nada” por que producto estaría dispuesto a hipotecarse y gastar su dinero. Así las autopistas de la información de las que habla Bill Gates permitirían poner a todo el planeta en red con el intelecto-masa produciendo en cada momento y en su justa medida lo que a la mórbida masa amorfa se le antoja en cada momento.

Entonces se podría decir que el producto final puesto en circulación en el marcado sería el resultado del cálculo entre el apetito de consumo de una masa que demanda desde el nihilismo y la rentabilidad económica que ocasionara su producción. En todo este proceso, mucho más orgánico de lo que puede parecer en un primer momento, obviamente tenemos que tener en cuenta todas las estrategias de seducción y negociación intermedias por parte de las corporaciones.

Eso significaría incluso que la sociedad despediría aquellos personajes responsables en pensar el producto que quieren las masas por medio de la creatividad y la intuición dado que ahora sería relegado por un sistema informático conectado en red capaz de minimizar el riesgo al fracaso por ser el consumidor-masa y las multitudes quienes entrarían en relación instantánea y continuada desde cualquier parte del planeta por vía informática a poner en marcha todo un mecanismo de retroalimentación tecnológico que arraiga en nosotros contra más apetito azaroso tengamos. Resulta ahora que una masa de individuos que han sufrido una hiper-especialización a costa de quedar totalmente inconexos, hasta quedar reducidos al más desencarnado nihilismo son quienes pueden decidir democráticamente el mundo que va a producirse.

A mi entender lo que ocurre en la esfera educativa conocida en España como Plan Bolonia, no es más que la culminación de un proceso puesto en marcha iniciado de la época moderna que ha consistido como hemos visto al principio en el progresivo divorcio entre las formas de materializar el mundo a partir del conocimiento orgánico para esposar al conocimiento con ciencia. Lo más dramático viene ahora, cuando estos conocimientos se han vuelto recurrentes en si mismos y desprendidos de toda envoltura humana comunitaria, es como paradójicamente esto ha tenido el efecto contrario dando lugar a una envoltura económico-técnica que nos envuelve y nos esclaviza a los abstractos intereses mercantiles donde atrás es donde podemos encontrar a esas instituciones cada vez más complejas y eficaces conocidas como empresas corporativas que funcionan como mediadores y vasallos entre la sociedad de consumo y esta nueva entidad abstracta e infinitamente potente que es el mercado-capitalista neoliberal. Este a mi entender es el nuevo biopoder del que hablan Hardt y Negri cuando dicen:

El biopoder es otro nombre que se le da a la supeditación real de las sociedad bajo del dominio del capital, y ambos son sinónimos del orden productivo globalizado. La producción cubre las superficies del imperio; es una maquinaria llena de vida, una vida inteligente que, al expresarse en la producción y reproducción, así como en la circulación (de los trabajadores, los afectos,y los lenguajes), imprime una nueva significación a la sociedad y reconoce la virtud y la civilización en la cooperación (Michael Hardt y Antoni Negri, Imperio, 332).

Esto tiene consecuencias tan intensas que puede totalmente inaugurar un nuevo estado de organización social ya no entendido como una sociedad estado si no más bien como una sociedad en donde la decisión última en la vida de comunitaria ya no la tengan los estados si no las grandes corporaciones en la defensa del mercado-capitalista. Si esto es así toda forma de gobierno queda simplemente relegada a mera expresión folclórica carente de ningún poder efectivo. Estas corporaciones pasan a tener la capacidad de apropiarse de todos los instrumentos de poder e intervención que hoy están en manos de los Estados. Estoy totalmente de acuerdo con las sugerencias que Hobsbawm al respecto:

Es un fenómeno nuevo, respecto al siglo XX. Característico de una nueva era. Surge, en parte, de una relativa desintegración del poder de los estados en algunas zonas del mundo. Y resucitan figuras que, de hecho, al menos en Europa, no existían desde los siglos XV y XVI: los “señores de la guerra”. Gentes que consiguieron influir en los asuntos políticos porque disponían de un ejército privado propio. […] Además, este fenómeno se ve reforzado por un nuevo elemento: la extraordinaria riqueza de que hoy disponen los particulares. En efecto, determinados individuos o grandes corporaciones poseen tanto dinero como los estados mismos (Eric J. Hobsbawm, Entrevista sobre el siglo XXI, p.29-30).

Sin embargo, Toni Negri sostiene que a pesar del gran desgaste y dependencia que han generado las grandes compañías transnacionales en los Estados-Nación, estos continúan funcionando en otras esferas de dominio; afirma que “la política no desaparece; lo que desaparece es toda noción de autonomía de lo político”. De está forma concibe una dependencia mutua entre Estado-Nación y compañías transnacionales en donde las Estados-Naciones funcionarían como mediadores y negociantes entre estas grandes corporaciones globales y los intereses de la población.

Sea como se quiera lo que si es evidente es que hoy día la aplicación de un modelo de mercado basado ya no en el intercambio de productos con el fin de generar un enriquecimiento mutuo y una mayor sostenibilidad si no una forma de combustible para el desarrollo capitalista, ha generado un desplazamiento sin igual del ejercicio del poder que cada vez más estará en manos de estos grandes gestores de capital.



BIBLIOGRAFÍA

• CAPRA, F.: El Tao de la Física, Editorial Sirio (7ª edición), Barcelona – 2005.
• CASTELLS, M.: La era de la información. Vol.1 La sociedad red, Alianza Editorial, Madrid – 1997.
• FUENTES, J.: Para una crítica de la idea de “flexibilidad profesional”. La relación entre la historia de la psicología y de las ciencias humanas y los saberes humanísticos, Revista de Historia de la Psicología, 28 (en prensa) – 2007.
• HARDT, M y NEGRI, A.: Imperio, Editorial Paidós, Barcelona – 2000.
• HOBSBAWM, E.: Entrevista sobre el siglo XXI, Crítica, Barcelona – 2004.
• MAX-NEFF, M.: La Economía Descalza, Editorial Nordan, Buenos Aires – 1986.
• VIRNO, P.: Gramática de la multitud, Traficantes de sueños, Madrid – 2003.
• WEBER, M.: La ética protestante y el “espíritu” del capitalismo, Alianza Editorial, Madrid – 2001.

El Campeonato del Mundo de Fútbol

decresita
“- ¿Cómo explicaría usted a un niño lo que es la felicidad?
-No se lo explicaría -respondió-. Le tiraría una pelota para que jugara.”
 Eduardo Galeano




A pesar de que la RAE define el fútbol como “un juego entre dos equipos de once jugadores cada uno, cuya finalidad es hacer entrar un balón por una portería conforme a reglas determinadas, de las que la más característica es que no puede ser tocado con las manos ni con los brazos”, el próximo 12 de junio tendrá lugar en Rusia el Campeonato del Mundo de Fútbol; y lo que es un simple juego se transforma es un espectáculo deportivo, en una exhibición mundial al servicio de un mercado financiero y mediático.

El Campeonato del Mundo de Fútbol recrea un escenario que sirve de estrategia a los Centros de Poder (empresas multinacionales, centros financieros, conglomerados mediáticos…) para asentar unas relaciones de jerarquía y dominación que representan y reactivan prácticas por las cuales se genera un imaginario colectivo que cimenta las bases de una identidad individual y colectiva que da salida a una lógica sociocultural que permite inscribirse en la mitología diseñada por la élite capitalista.

Competición

Los Equipos Nacionales son los grandes protagonistas del acontecimiento. Selección de los mejores jugadores que compiten entre sí, y que representan a los 32 países que superaron las fases previas. A lo largo de la cita irán superando eliminatorias los ‘vencedores’ hasta quedar únicamente el campeón. Cada equipo representa a un Estado.

Los gobiernos utilizan el campeonato para hacer propaganda nacionalista de sus respectivos países identificando al equipo del país con su propio proyecto político nacional.

Fiel a la tautología darwinista el mejor equipo es el que ‘gana’, y ¿quién gana?: el mejor equipo. El campeonato es una metáfora del discurso socialdarwinista donde sólo los mejores, los superiores, los dominantes, los aventajados, los mejor adaptados sobreviven.

Cada selección tiene un cuerpo técnico formado por hombres que le dan una dimensión experta al grupo; diseñan la táctica a seguir y gestionan el vestuario. Tienen como misión buscar la eficacia del grupo mediante la especialización de cada uno de los miembros del equipo.

El árbitro es un hombre que representa la justicia en la sociedad, un elemento más al servicio del juego. Antes vestían de luto (negro), ahora también se iluminan con brillantes colores. Si el equipo (tú equipo) es derrotado, quizás entonces ‘roba’ el partido, y se puede protestar y también insultar de manera libre y catártica.

En el ‘Mundial’ se busca siempre un Dios (un jugador de prestigio que reúne los valores que se pretenden transmitir), anteriormente Pelé, Maradona o Zidane.

Los hombres-masa en su fervor necesitan de líderes carismáticos que admirar encarnados en unos determinados futbolistas (con los ingresos más elevados) para proyectar sobre ellos sus vacíos existenciales o espirituales; mitos que se materializan en torno a imágenes en las cuales todos puedan reconocerse, figuras emblemáticas efímeras que cristalizan toda una serie de sueños, deseos y placeres presentes en el inconsciente moderno.

Estos ídolos encarnan valores que son necesarios proyectar para el buen funcionamiento del engranaje de la sociedad; se redefinen a la luz del acontecimiento palabras como compromiso (con el país), fidelidad (con los colores de la bandera nacional), lealtad (con la camiseta), la humildad (origen sencillo, del barrio, del pueblo…), honradez (con sus sentimientos), valentía (en el juego), solidaridad (para los compañeros del equipo).

Los valores se reinventan en cada momento según las circunstancias (victoria, derrota…), son formulas que se idean para dirimir y concretar valores que rigen y recrean las propias sociedades que son representadas en el terreno de juego.

Estos mitos deben cumplir una primera condición, su origen humilde o popular, para simbolizar un triunfo al que pueda aspirar cualquiera; porque este ‘buen muchacho’, escupe, puede dar un cabezazo a un adversario, conducir un vehículo a una velocidad que ponga en peligro vidas humanas o flirtear con la cocaína; siempre puede entregar su imagen de una manera desinteresada para luchar contra alguna enfermedad, el hambre, o cualquier causa humanitaria, aunque gana dinero a raudales y rinda culto al becerro de oro postrándose ante los amos.

Exhibición

Se trata de una reunión en un mismo escenario de miles de personas (el campo de juego), y millones a través de los medios multimedia (televisión, internet, prensa, radio…) - la inmensa mayoría hombres- para presenciar sobre la hierba el ‘enfrentamiento’ de unos ‘hombres’ que ponen a prueba su capacidad de trabajo y entrega, su habilidad en el manejo del juego y su inteligencia.

A partir de un juego se fabrica un acontecimiento consumible. Al juego se le elimina su propia esencia como actividad lúdica y se transforma en un objeto fabricado, una herramienta para representar una realidad artificial creada e inventada por periodistas y publicistas, una elaboración mítica con apariencia natural.

Los Medios de Comunicación de Masas disponen de dispositivos técnico-organizativos que transmiten mensajes significativos planificados mediante elementos técnicos y personales, están en manos de sus dueños que forman parte de los grupos de poder capitalistas y aseguran una intención comunicativa adecuada a los fines que persiguen.

El transmisor del mensaje selecciona, codifica, interpreta las diferentes informaciones en función de patrones determinados cuyos instrumentos forman parte de un aparato de regulación social. Al espectador sólo le queda la ilusión comunicacional cuando envía un mensaje sms o participa en algún sorteo o encuesta.

La producción de imágenes y comentarios para la televisión, la prensa, la radio o internet orientan su trabajo para la construcción de la representación del evento, seleccionando determinadas imágenes, utilizando diferentes montajes y encuadres, elaborando las narraciones; facturando la explotación simbólica y económica de las victorias y las derrotas.

El ‘Mundial’ es en sí mismo un objeto publicitario, que transmite una forma de vida; un objeto de consumo emocional; una experiencia efímera en busca del siguiente acontecimiento. Cada espectador puede tener la ilusión de ver el espectáculo en su ‘verdad’, pero cada medio de comunicación otorga diferentes espacios de la representación en función de sus intereses políticos, sociales, económicos…

Miles de periodistas de todo el mundo llegan a un fastuoso centro de prensa y muestran un país a ritmo de samba, alegre y feliz, ocultando un realidad desoladora de pobreza y miseria víctima de una colonización europea. Sólo una huelga de metro incomoda la libre circulación de personas del evento y unos "disturbios violentos" trastornan el acontecimiento universal.

“Mediante una hábil variante táctica de la estrategia prevista, nuestra escuadra se lanzó a la carga sorprendiendo al rival desprevenido. Fue un ataque demoledor. Cuando las huestes locales invadieron el territorio enemigo, nuestro ariete abrió una brecha en el flanco más vulnerable de la muralla defensiva y se infiltró hacia la zona de peligro. El artillero recibió el proyectil, con la diestra maniobra se colocó en posición de tiro, preparó el remate y culminó la ofensiva disparando el cañonazo que aniquiló al cancerbero. Entonces el vencido guardián, custodio del bastión que parecía inexpugnable, cayó de rodillas con la cara entre las manos, mientras el verdugo que lo había fusilado alzaba los brazos ante la multitud que le ovacionaba.”Galeano

Espectáculo

El ‘Campeonato del Mundo’ es un suceso global que afecta a todo el planeta, en el cual las selecciones nacionales se enfrentan entre sí para dar sentido a un destino común de la humanidad. Cada territorio recrea y adquiere entidad gracias a las interrelaciones que se elaboran entre los diferentes equipos de hombres.


Retransmitido a todo el planeta, no hay lugar, por recóndito que sea, donde hombres ataviados con los colores de los vencedores miren, lean u escuchen la voz que propaga el aparato tecnológico, una voz que transmite la ideología del deseo, la exaltación de occidente.

“El espectáculo entendido en su totalidad es a la vez el proyecto y el resultado del modo de producción existente. No es un suplemento del mundo real, una decoración sobreañadida. Es el núcleo del irrealismo de la sociedad real. Bajo todas sus formas particulares –información o propaganda, publicidad o consumo directo de diversiones- el espectáculo constituye el modelo actual de vida socialmente dominante. Es la omnipresente afirmación de una opción ya efectuada en la producción, es su consumación consecuente. La forma y el contenido del espectáculo son, del mismo modo, la justificación total de las condiciones y de los fines del sistema existente.”
Guy Debord

Se trata de un hecho cultural perteneciente al mundo simbólico, que une ideas y pulsiones al servicio de una fusión de la estructura económica y la estructura política. No existe posibilidad de réplica ante una realidad implacable. Se puede criticar algunos hechos aisladamente, pero el ‘Mundial’ en sí mismo no puede ser cuestionado.

Cada Mundial es el principio y el fin de sí mismo, se trata de una realidad omnipresente, una banalidad que pretende ocultar una realidad compleja, de difícil acceso e insatisfactoria. El espectáculo organiza la ignorancia de lo que sucede en la realidad, e inmediatamente después, deviene saber estéril (anécdotas, estadísticas, incidentes…)

Se fabrica una realidad que pretende eliminar la memoria histórica – entendiendo ésta como el conocimiento duradero capaz de ayudar a comprender, al menos, parcialmente lo que va a suceder y nos ayuda a comprender la realidad -.

Una diversión, una válvula de salvaguarda de los sistemas represivos, una cana al aire compatible con una sumisión reverenda.

Mercado

“Yo he venido a vender un producto llamado fútbol”
Joao Havelange. Ex-Presidente de la FIFA

La actividad directamente visible del ‘Campeonato del Mundo’ oculta la acción de los otros agentes del evento, el espectáculo sirve de soporte a la actividad comercial. El acontecimiento es un utensilio de una empresa comercial FIFA, dominado por una camarilla de tecnócratas que controlan los derechos de retransmisión y patrocinio; las grandes empresas multinacionales (Adidas, Coca-cola, MacDonals, Sony…) compiten por los derechos de asociación en exclusiva de sus productos con el ‘Campeonato del Mundo’ como proveedores oficiales.

Miles de millones de dólares son las magnitudes económicas en los que se mueve esta actividad. Un espectáculo de luz y color que esconde tras las bambalinas un negocio multimillonario.

“Los deslumbrantes colores de las banderas esconden tras de sí un mugriento olor a dinero”

El Palco en los estadios es el lugar de los elegidos – dirigentes deportivos, políticos, famosos, nuevos ricos, patrocinadores… Se confronta a la élite con la masa y de esta manera se visualiza la jerarquía. Los que juegan, los que controlan, los que dominan y al otro lado, la muchedumbre, espectadores pasivos con derecho a berrear que ejercen la servidumbre voluntaria.

Elaboración de un discurso patriarcal

El ‘campeonato’ elabora un discurso universal que se define como masculino, en el cual los jugadores son hombres, los espectadores son hombres, los dirigentes son hombres, los árbitros son hombres, los técnicos son hombres; desprendiéndose de tal hecho la incapacidad de la mujer para representar un lugar relevante en el contexto del fútbol; y por ello se asume su incapacidad para recrear y decidir sobre los asuntos colectivos que allí se dirimen.

De una manera u otra los hombres tienen su espacio en este espectáculo, pueden gestionar su vivir a través del fútbol; la mujer aparece de vez en cuando con la imagen de alguna aficionada con los colores de su país para goce de la mirada masculina; el sexo se utiliza de esta manera como herramienta de jerarquía y dominio, ya que las cuestiones que se recrean en el campo son de alta importancia para el vivir cotidiano de la colectividad.

Así una elaboración cultural como el ‘Campeonato del Mundo de Fútbol’ define relaciones de jerarquía y dominio sobre las mujeres que se presentan como naturales.

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En el año 1982 en un Instituto de Bachillerato se exponen los trabajos sobre el Mundial de Fútbol de España. Un grupo de chicas elabora una cartulina a la que pega unos cromos con los jugadores más famosos.
A la hora de presentar el trabajo le penden fuego a la cartulina.
“A ellas”

Bibliografía

Baudrillard, Jean. La sociedad de consumo

Bordieu, Pierre. Sobre la televisión
Debord Guy. La sociedad del espectáculo
Fernández Martorell, Mercedes. La semejanza del mundo
Galeano, Eduardo. El fútbol a sol y sombra
Maffesoli, Michel. Iconologías
Marina, José Antonio. Las arquitecturas del deseo
Vázquez Montalbán. Una religión en busca de un dios

Hacia el decrecimiento o hacia el colapso


Juan Pérez

Ya en el año 1972, los resultados del informe del Club de Roma sostenían como tesis principal que “en un planeta limitado, no es posible un continuo crecimiento”. Partiendo de esta sencilla verdad, partiendo de la crisis ecológica, del fracaso del desarrollo del Sur y del fracaso del desarrollo absurdo del Norte, muchos intelectuales, entre los cuales Georgescu-Roegen, Ivan Illich, Cornelius Castoriadis, Bonaiuti, Sneider, Serge Latouche, Giorgio Mosangini han empezado a reflexionar sobre la hipótesis de la construcción de una sociedad en crecimiento o decrecimiento, como un camino para salir del modelo económico actual y romper con la lógica del crecimiento continuo.

Esta tesis se estructura sobre unas conclusiones tan sencillas como obvia, o sea que, “la humanidad al igual que cualquier forma de vida, se enfrenta a una dependencia absoluta de energía y materia que se degradan irrevocablemente”. El modelo dominante de crecimiento del Norte, afortunadamente en crisis, sustentado en el desgaste continuo de energía y de materia finita e irrecuperable, es el camino más corto para llegar al colapso total y al agotamiento de los recursos del planeta. Con estas premisas nos preguntamos: “¿Será cierto que el crecimiento (aumento del PIB) será la única salida a esta crisis y por ende a la crisis del crecimiento económico?”

En este último período estoy leyendo y escuchando muchos análisis económicos sobre la crisis actual. Sea los economistas neoliberalistas como muchos economistas de izquierda, parten del supuesto que hay que aumentar el crecimiento económico, con la única diferencia que el segundo grupo hace un poco más de énfasis sobre la necesidad de un crecimiento económico con justicia social. Esta manera de posicionarse me parece que refleja un enfoque muy limitado y productivista. Según los economistas tradicionales mientras el PIB aumenta, un país está mejor, pero se olvidan estos economistas, de aclarar que el PIB (índice puramente cuantitativo y macroeconómico) no es otra cosa que la medida de la “riqueza de un país en términos típicamente mercantilistas y monetarios. No se preguntan si este aumento del PIB contribuya efectivamente al bienestar de las personas y de la colectividad. Le pongo dos ejemplos muy sencillos.

Si se lograra desarrollar un programa de economía familiar campesina, gracias al cual todas las familias campesinas puedan producir también bienes de autoconsumo, cuales carne, huevos, verdura, maíz, frijoles, frutas, introduciendo posiblemente la agroecología, estas familias campesinas estarían aportando muy poco al aumento del Producto Interno Bruto, en cuanto a este tipo de producción de bienes no es intercambiada por dinero, pero estas familias estarían aumentando considerablemente su calidad de vida.

Otro ejemplo todavía más sencillo. Si se lograra disminuir en Nicaragua la venta y el consumo del alcohol con la relativa reducción de muchos accidentes relacionados con esta adicción, se contribuiría a disminuir el Producto Interno Bruto, pero se aumentaría la calidad de vida de muchas personas. Estos pequeños y sencillos ejemplos demuestran que la categoría del aumento del Producto Interno Bruto es una categoría muy relativa y deformante para definir el desarrollo real de la economía del país y del bienestar económico de su población. Es por eso que continuaremos a insistir que el enfoque dominante del crecimiento económico, de esta religión de las tasas de crecimiento, religión sea de la derecha como de muchas izquierdas, nos está llevando a un callejón sin salida, al abismo y al colapso. La única diferencia es que muchos economistas de izquierda se deleitan haciendo más énfasis en un crecimiento económico sostenible; este enfoque tiene la triste ventaja que nos llevará al colapso de manera más lenta que las teorías de los neoliberalistas. Crecimiento, crecimiento, crecimiento, es el rosario de esta religión, de esta droga productivista y consumista que tiene la ganancia, el consumismo y la producción de mercancías, que no son bienes, como su único Dios.

Este pensamiento único identifica calidad de vida con un mayor crecimiento, mayor productividad, mayor poder de adquisición, y por ende, mayor consumo. Pocos se han puesto a pensar que crecimiento y sostenibilidad son dos conceptos antagónicos y antónimos. Cuanto más aceleramos el crecimiento económico, más rápido se dará el agotamiento de los recursos naturales y por ende más rápido se dará el colapso del planeta, con humanidad incluida. Gandhi se preguntaba con mucha sabiduría: “Inglaterra ha utilizado un cuarto de los recursos del planeta para llegar a su actual estadio de desarrollo… ¿Cuántos recursos necesitará la India para llegar al mismo desarrollo?.

Frente a este panorama futuro sin salida, el concepto del decrecimiento no es un opcional sino una necesidad. El decrecimiento no es una teoría estructurada, no es una receta preconstituida, no es un programa cerrado, pero es un posible camino para repensar y reformular “otra economía”. Para el decrecimiento lo importante es empezar a disminuir el consumo de materia prima y el consumo de energía y empezar a construir una economía que produzca bienes en función de las necesidades de las personas y no mercancías de todo tipo en función de la mercantilización de las personas y de la naturaleza. En la lógica del decrecimiento disminuye el PIB, pero aumenta la calidad de vida de las personas y se conserva el planeta para las futuras generaciones.

Este planteamiento precisa de una nueva visión política, no técnica, que ayude la sociedad a una transformación cultural y de conciencia. Las grandes interrogantes como: ¿qué hay que producir, para qué, cómo producir, por qué producir, no pueden estar sujetas a la visión economicista y monetaria del pensamiento único dominante. Nadie tiene la solución inmediata, pero es un proceso y los posibles caminos de esta “otra economía” pasan por estrategias nuevas y diversas, cuales una economía social y solidaria, la producción sustentable a escala local, la agricultura agroecológica, la soberanía alimentaria, un consumo responsable, un comercio equo y solidario, la autoproducción de bienes y servicios, la inversión en bienes fundamentales como la casa, los hospitales, caminos de penetración para el campo, medios de locomoción eficaces y públicos, una fuerte inversión en la educación y salud, la austeridad, una vida sobria, etcétera.

En mi artículo anterior “hacia un nuevo modelo de economía mundial” sostenía que Nicaragua, como otros países del Sur, pueden convertir esta crisis en una oportunidad única para “repensar” otro modelo de desarrollo. Los países del Norte actualmente en “desbandada” por el miedo y la perspectiva de no poder continuar con su consumismo irracional, consumismo aun subsidiado por los países del Sur, están buscando una salida a la crisis con las mismas recetas “economicistas” de siempre, con la novedad coyuntural de una presencia más eficaz del Estado.

Ojalá que los países del Sur no caigan en la trampa de enfrentar esta crisis con las mismas políticas y recetas del Norte, un modelo de sociedad del crecimiento que ha producido y produce enormes injusticias y está acabando con el planeta y con todos nosotros. Me parece que el momento es propicio para que el Sur rompa con la dependencia económica y cultural del Norte, buscando modelos autónomos que no se inserten en la lógica del crecimiento continuo. Es el momento de empezar un viraje en la construcción de una economía a servicio de toda la humanidad, porque tenemos que aprender “a vivir y a producir de otra manera para vivir mejor todos y todas”. Es obvio que hay que repensar radicalmente todo el sistema sin basarse sobre una escala de valores cuantitativos si no reconceptualizando la economía dentro de la esfera del social, buscando nuevas formas de organización social y económica. Este enfoque presupone una verdadera revolución cultural que permita sustituir los valores dominantes, cuales egoísmo, competición, consumismo ilimitado, globalización desenfrenada del mercado, por valores como altruismo, cooperación, importancia de la vida social, economía local, etcétera.

Quisiera terminar con esta cita: “un hombre sabio dijo una vez que es inmoral todo lo que es innecesario. Si es así, nuestra entera civilización, de principio a fin, está erguida sobre la inmoralidad”.

Artículo 'Hacia el decrecimiento o hacia el colapaso'. Juan Pérez.