decrecimiento.blogspot.com

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Stop! rodando el cambio



Stop! Rodando el cambio es un documental grabado por un equipo de mujeres y financiado colectivamente. Durante un mes viajamos por distintas alternativas entre España y Francia en busca de otras formas de vida más respetuosas con el entorno y las personas que habitamos en él. La teoría del decrecimiento en la que nos basamos nos alerta de la imposibilidad de seguir produciendo como hasta ahora en un planeta cuyos recursos son finitos. Estos niveles de consumo nos han conducido a la desaparición de los bosques, a tener ríos y mares contaminados, sistemas de alimentación intoxicados... todo ello alimentado por la especulación financiera y una clase política despreocupada tanto a nivel social como medioambiental. ¿Cuánto tiempo más podremos esperar para que se produzca un cambio de paradigma a nivel mundial? ¿Es posible vivir felices reduciendo drásticamente nuestras necesidades?
www.rodandoelcambio.com

El decrecimiento

Gustavo Duch Guillot - Palabre-ando

Nos recuerda John Berger que la peor preocupación que enfrenta nuestra sociedad es la de tener invadidos el espíritu y el pensamiento. Que debemos prestar una atención cuidadosa a lo que nos circunda. La celebración del día sin coches es una posibilidad de hacer dicho ejercicio, pues la invasión de vehículos es uno de los mejores ejemplos para entender por qué nuestra sociedad corre sin rumbo fijo, derrocha sus posibilidades energéticas y entiende que más (más nuevo, más grande, con más cilindrada) es igual a mejor. Por ello, con acierto, se ha vinculado a esa celebración un nuevo concepto político que deberemos tener muy en cuenta, el decrecimiento.

De alguna manera que a mí se me escapa existe un pensamiento dominante que relaciona directamente crecimiento económico (más producción, más consumo) con desarrollo, con prosperidad e incluso (aquí se disparan mis alarmas) como remedio contra las desigualdades. Tanto nos han invadido el pensamiento con la idea de que hay una relación directa entre crecimiento y desarrollo, que incluso algunos autores alternativos enfrascados en estos temas no aceptan ya terminologías sucedáneas, como desarrollo sostenible, desarrollo local, endodesarrollo o desarrollo humano, argumentando que es palabrería para disfrazar al lobo. Son propuestas que pueden nacer de buenos propósitos, asegurar un equilibrio social, respetar y preservar el medio ambiente, etcétera, pero que -dicen- no cuestionan el modelo de crecimiento según acumulación, el crecimiento capitalista.

La fascinación por el cuento del crecimiento económico es tal que Serge Latouche, explica: "consideramos positivo cualquier producción y cualquier gasto incluso cuando la producción es perjudicial... En materia de desarrollo el precio que hay que pagar en el plano social y humano es a menudo enorme". La agricultura que nos alimenta hoy en día es, lamentable, un buen ejemplo de lo que significa priorizar el crecimiento capitalista. Su desarrollo ha sobrepasado en términos globales la satisfacción de las necesidades de la población mundial (aunque el hambre siga afectando a millones de personas) pero sigue imparable, impulsada por la necesidad de generar, no alimentos, sino crecimiento económico. Así, en muchos países del Sur se ha implantado la agricultura de los agronegocios donde sólo importan los volúmenes de producción sin medir las consecuencias: el aumento de las zonas de cultivo a base de deforestación, la desaparición de muchos puestos de trabajo, una agricultura petrodependiente corresponsable del cambio climático, concentración de tierras y rentas, pérdida de biodiversidad y más.

Puede ser difícil de aceptar, pero desde el punto de vista ecológico no hay posibilidad alguna de mantener un planeta con recursos finitos basándonos en modelos de crecimiento ilimitado. No existe tierra cultivable suficiente para mantener una agricultura produccionista que alimente a las personas, alimente a la ganadería intensiva, y que -como nos explican ahora- genere la energía del futuro, los biocombustibles. No podemos aceptar más políticas de crecimiento económico sabiendo que esconde la generación de pobreza y compromete la vida de las generaciones futuras. Entonces, aparece la propuesta y la necesidad de pensar en el decrecimiento: supeditar el mercado a la sociedad, sustituir la competencia por la cooperación, acomodar la economía a la economía de la naturaleza y del sustento, para poder estar en condiciones de retomar el control de nuestras vidas. La ciudadanía del mundo no pierde nada, pierden las corporaciones.

El decrecimiento nos llevará a vivir mejor con menos: menos comida basura, menos estrés, menos pleitesía al consumo. Y también aquí el modelo agrícola puede ilustrar bien estas propuestas. Devolver el control de la agricultura a los campesinos, que con la complicidad del resto de la sociedad, aseguren mediante modelos productivos ecológicos (donde los ecosistemas no están al servicio de la economía, sino al revés), consumo de temporada y distribución en mercados locales de alimentos sanos. Apostar por el decrecimiento es encarrilarse en un nuevo rumbo, donde más gente encontrará lugares de vida y trabajo que sin dañar el medio ambiente y sin competir y empobrecer otras regiones, puedan asegurar alimentos de buena calidad y buenos sabores para nosotros, las poblaciones del Sur y las futuras generaciones.


La mente no está en la cabeza

Francisco Varela* - El fenómeno de la vida

Lo que aquí denomino mente es cualquier fenómeno relacionado con la mentalidad, con la cognición, y en último término con la experiencia. Uno de los más importantes avances en ciencia en los últimos años es la convicción de que no podemos tener nada que se asemeje a una mente o a una capacidad mental sin que esté totalmente encarnada o inscrita corporalmente, envuelta en el mundo. Surge como una evidencia inmediata, inextricablemente ligada a un cuerpo que es activo, que se mueve y que interactúa con el mundo.

Para que exista una mente tiene que haber manipulación e interacción activa con el mundo, entonces tenemos un fenómeno incorporado y activo, y cualquier cosa que denominemos un objeto, una cosa en el mundo, las sillas y mesas, las personas y las caras y todo lo demás, depende totalmente de esta constante manipulación sensorimotriz. No podemos captar al objeto como si simplemente estuviera "ahí afuera" en forma independiente. El objeto surge como fruto de nuestra actividad, por lo tanto, tanto el objeto como la persona están coemergiendo, co-surgiendo.

Voy a presentarles un ejemplo para que vean que no se trata de algo metafórico: hace algún tiempo, Held y Hein llevaron a cabo un experimento clásico con dos gatitos, ciegos al nacer en dos canastas. Cada gatito fue colocado dentro de una canasta y cada día eran paseados durante algunas horas dentro de ésta; es decir, ambos gatitos fueron expuestos al mismo ambiente. A uno de los gatitos se le permitió que mantuviera las pata fuera de la canasta y que caminara, al otro se lo mantuvo arropado dentro de ésta.

Dos meses después los gatitos fueron puestos en libertad. El gatito a quien se le había permitido caminar se comportó como un gato normal. El otro no reconocía los objetos, se caía por las escaleras y chocaba contra las sillas. Prácticamente se comportaba como si estuviera ciego, aunque sus ojos estuvieran intactos. ¡La conclusión que no hay que sacar es que los gatos ven con los pies! La conclusión que hay que sacar es que el espacio surge como producto del movimiento. Esta es una constatación absolutamente extraordinaria: el espacio, esta cosa frente a nosotros que parece absolutamente objetiva, el pilar de la objetividad en física, es totalmente inseparable del hecho que tenemos que manipularlo a través de una conducta sensorimotriz.

Transformemos este lema "La mente no está en la cabeza" en una lógica más estructurada: La cognición está enactivamente encarnada. "Enactiva" es una etiqueta que utilizo aquí en su sentido literal ya que la cognición es algo que producimos por el acto de manipular, por medio de una manipulación activa: es el principio fundacional de lo que es la mente. Como traté de mostrar anteriormente, esto implica una profunda co-implicación, una co-determinación entre lo que parece estar afuera y lo que parece estar adentro. En otras palabras, el mundo ahí afuera y lo que hago para estar en ese mundo son inseparables. El proceso los vuelve totalmente interdependientes, como vimos en el ejemplo de los gatitos.

En otras palabras, el organismo como una red de elementos totalmente co-determinados determina que nuestra mente sea, literalmente, inseparable, no sólo del ambiente externo, sino también de aquello que Claude Bernard denominó el milieu intérieur, el hecho de que no sólo estamos dotados de un cerebro sino de todo un cuerpo.

*Francisco Varela es uno de los más brillantes científicos chilenos. Fallecido en el año 2001, fue doctor en Biología de la Univ. de Harvard, neurobiólogo, investigador y docente en varias prestigiosas universidades y Director del Centro Nacional de Investigación Científica de París, es autor de muchos libros entre ellos, El Arbol del Conocimiento junto a Humberto Maturana.

Hay que prepararse para el decrecimiento

Eduardo Lliteras Sentíes - Infolliteras

Hay que prepararse. Y no nos referimos a un llamado de corte mesiánico, como el que hacen tantas Iglesias. No nos referimos al rapto de los elegidos por extraterrestres ante el fin del mundo, por ejemplo. Pero la realidad es que hay que prepararse, prepararse para la crisis de recursos naturales en la que ya estamos. “Preparémonos”, así se llama el último libro de Luca Mercalli publicado en Italia por “Chiarelettere” (238 páginas).

Es necesario poner un alto al desperdicio de recursos. Al derroche y al consumismo que está llevando a los ecosistemas del planeta al colapso. A la extinción, como es el caso reciente del rinoceronte negro africano, para arrancarle su cuerno, al que los chinos le achacan propiedades “curativas”. O al saqueo del pepino de mar, para utilizar un ejemplo local, ser marino al que también los chinos ambicionan sin límite, contagiando su frenesí a incontables personajes sin escrúpulos en Yucatán.

Hay que prepararse. Nos espera una vida distinta. Más espartana, más esencial, dicen en un país en proceso de empobrecimiento como Italia.

Luca Mercalli, científico de la Sociedad Metereológica italiana y director de la revista Nimbus, advierte, en una entrevista con el diario “La Repubblica” realizada por Silvana Mazzocchi, que la crisis sigue siendo vista únicamente como un hecho financiero. Por el contrario, se trata de una profunda crisis estructural debida a la disminución de los recursos energéticos, minerales y naturales hasta ahora fácilmente extraíbles. Es decir, están aumentando los costos de extracción, vinculados a la creciente escasez de los recursos y a la necesidad de buscarlos en depósitos más difíciles de alcanzar.

Esta realidad se suma al aumento de la población, de los desechos y del cambio climático, insiste Mercalli. Y a la disminución de muchos recursos. O de plano, a su desaparición.

Por lo tanto, el cambio debe empezar por la disminución del desperdicio. Por un aumento en la eficiencia en el uso de la energía y de los recursos. También es necesaria una revisión, en el sentido filosófico, de las necesidades materiales del hombre, dice el científico italiano, quien habla desde el punto de vista de una sociedad opulenta, que ha vivido durante décadas en el despilfarro primer mundista.

Hay que garantizar, dice Mercalli, las necesidades fundamentales, pero hay que interrogarse sobre el sentido de lo superfluo. Hay que desear menos cosas, hay que decrecer, dice, rompiendo con el discurso demagógico del crecimiento constante que la clase política sigue utilizando en Italia o México, para convencer a la población a aceptar el statu quo, la inequidad en el reparto de la riqueza nacional, de la renta del país, la carga hacendaria a favor de los más ricos.

Desear menos cosas, decrecer, en pocas palabras, es la única receta para mantener la sustentabilidad de la especie humana en un planeta que no logra más alimentar todos nuestros caprichos, advierte.

Luca Mercalli afirma –como ya lo hizo el Club de Roma en el siglo pasado—que el crecimiento infinito, en un planeta finito, es imposible. Esto hay que metérnoslo en la cabeza, antes de que sean los procesos físicos, químicos y biológicos, los que nos impongan el fin de la fiesta, o más bien orgía, del desperdicio del mundo consumista en el que vivimos. Del compra y tira.

La forma en que dichos procesos y ciclos naturales pondrán fin a nuestro mundo del desperdicio no será de una manera agradable. Ni tampoco negociable, advierte Martelli.


¿decrecimiento?

Clément Homs

El "decrecimiento" es percibido como una consigna más que como un programa consistente o como un proyecto de sociedad. Los debates en el seno de estructuras asociativas que van apareciendo poco a poco se preguntan sobre el sentido mismo de este término un tanto ambivalente: por una parte constatamos a la vez la carga radical de emotividad y de reacción reveladora en nuestro imaginario que suscita su utilización; por otra parte constatamos igualmente, la incomprensión y el malentendido sobre el verdadero objetivo que suscita este término.

En resumen, diremos que "decrecimiento" es un movimiento naciente pero que a la vez está calando en la sociedad aunque también sufre mucha incomprensión e incluso un rechazo radical [1] . El debate sobre la utilización de este término, iniciado en el seno del movimiento, continua, lo que pudiera desembocar en una reformulación del término (quizás bajo el nombre de "política de civilización" como lo defiende E. Morin por ejemplo, utilizándolo para oponerlo a lo que Besson-Girard llama la "descivilización material" [2]. Sea como sea, el término "decrecimiento" tiene el mérito de hacer reaccionar y atacar en su núcleo duro, en el ojo del huracán, a la "mega-máquina" capitalista, es decir, a la ideología irreal del crecimiento infinito del PIB, del petróleo y de la propaganda publicitaria.

Hay que recordar desde el principio, para evitar todo malentendido, que al hablar de decrecimiento lo referimos al crecimiento del PIB y no al sentido metafísico que comúnmente lo damos al término de "crecimiento". Los objetores del crecimiento no combaten el sentido metafísico del término crecimiento (crecimiento espiritual, crecimiento de los vínculos sociales, crecimiento del individuo que da lugar al arte, la música, la gran cultura, la ética, la religión). Proponemos, inversamente al crecimiento del PIB, la rabiosa intensificación de la auto-realización de la vida en cada uno de nosotros, de "ser uno mismo", de este "crecimiento interior y estar contento consigo mismo" que conforma nuestras ansias vitales.

Porque esta vida frugal, convivial, intensa, que desborda de vitalidad misma no se puede confundir con el objetivo del saber científico. Porque a esta vida no le da sentido la biología, sino que le da sentido una vida verdadera, es decir una vida que transcurra sin distancia ni diferencia con nuestra infinita ansia interior [3]. Este punto es fundamental para evitar que a los objetores del crecimiento se nos etiquete de "reaccionarios", "vichystas", "prehistóricos", o incluso como partidarios de un "retorno a la edad de piedra"...Insistamos: lo que criticamos es el Becerro de Oro de la ubicuidad planetaria pero también de la izquierda tradicional, que es la creencia en la virtud benefactora (en el sentido material, existencial e incluso moral) del aumento del PIB. El crecimiento del PIB no implica ni "felicidad perpetua", ni progreso moral, ni embriaguez vital en sí misma. ¡Y sin embargo esto es lo que nos han venido prometiendo todos los Adam Smith de la Tierra desde el siglo XVIII...y aun hoy prometen todos los discursos patronales, publicitarios y políticos tanto de la derecha como de la izquierda!.

Las leyes que guían nuestra acción no son las leyes del mercado, de la matemática, de la biología o de los cuerpos celestes, sino que son las leyes estéticas de la sensibilidad, las leyes del don, de la imitación, de la simpatía y de la empatía, las leyes de la ética y de la responsabilidad que tienen su fundamento en "el-mundo-sensible-de-la-vida" (vida no en un sentido biológico sino en el sentido fenomenológico). Nosotros no somos por tanto ni "tecnófobos" ni "anti-científicos", sino que criticamos la ciencia que se considera sola en el mundo y que se comporta como tal al convertirse en técnica. Defendemos la vuelta al momento histórico que precedió a la conmoción ontológica que supuso que la acción dejara de obedecer a las prescripciones de la vida para someterse a los principios de la eficacia [4]. Lo que combatimos, no es la ciencia o la técnica (lo que sería un tanto absurdo), sino esta creencia según la cual la ciencia es el único forma de acceder al conocimiento [5]. Para nosotros, junto al saber científico, también hay un lugar para el saber de la vida en sí misma.


El decrecimiento es una cuestión de conciencia

Los automóviles 'verdes' emanan de una lógica de progreso industrial y de crecimiento y no lograrán curar los males del planeta, sostiene el filósofo Jacques Grinevald. El profesor en el Instituto Universitario de Estudios del Desarrollo y pionero en el movimiento del decrecimiento responde a swissinfo al margen del abierto Salón del Automóvil de Ginebra.


swissinfo : Los fabricantes de automóviles aumentan cada vez más la oferta de coches 'verdes'. ¿No es peor el remedio que la enfermedad?

Jacques Grinevald: Su lógica está enfocada en las partes de mercado y en el crecimiento. Las grandes empresas ven posibilidades de abrirse nuevos mercados en los países emergentes. Piensan que se avecinan buenos tiempos, que estamos en el inicio de la era del automóvil.

Aseguran que el modelo X o Y es mucho más limpio, y de esta manera hacen todo lo necesario para evitar que el consumidor no establezca una relación con el cambio climático.

Tengo la sensación de que la industria automovilística hace caso omiso de los grandes problemas que se avecinan: la penuria de crudo –las cantidades son insuficientes para satisfacer la avidez del mundo– y sobre todo el cambio climático, que se acelera y ya nadie lo niega.

Los biocarburantes están al orden del día. Pero es ilusorio e irresponsable hacer creer que todo el mundo se habrá recuperado dentro de veinte o treinta años. Hay que alimentar a la población mundial antes de alimentar los coches y las lujosas necesidades de una minoría (los países ricos). Es una elección que nace de la ética, de la conciencia.

swissinfo: Frente a esta lógica, usted respalda y ha sido uno de los artífices de la idea del decrecimiento. ¿Qué se entiende por decrecimiento?

J.G.: El decrecimiento es físico. No se trata de una sociedad de decrecimiento, sino de hacer decrecer los flujos de materia y de energía.

Respecto al automóvil, necesitamos coches menos pesados, que consuman menos gasolina, que tengan menos aceleración y que vayan menos rápido (menos desgaste de los vehículos, menos accidentes). El problema es que esto no interesa desde la lógica del crecimiento.

swissinfo: ¿Es realista y aplicable esta idea del decrecimiento?

J.G.: Personalmente, intento ser coherente con mis ideas. Tengo que admitir que cuando tenía veinte años, me encantaban los coches. Yo soy de la generación del Mini Cooper. A veces sueño con conducir el modelo actual del Mini Cooper, pero me abstengo.

Y recibo no pocas invitaciones. Sin embargo, me niego, por ejemplo, a viajar a Buenos Aires para dar una conferencia de una hora, porque considero que es absurdo.

Algunos jóvenes y también algunos ancianos son conscientes de que nuestra sociedad no es desarrollada, sino excesivamente desarrollada. Es decir, que hemos sobrepasado las capacidades que puede soportar la biosfera.

Esta idea del decrecimiento implica un límite inferior –la miseria o la extrema pobreza– pero también un límite superior – la idea de que hay gente que vive por encima de sus posibilidades, en el sentido ecológico del término.

Se necesita una toma de conciencia, un poco de humildad. Nuestra sociedad occidental, que domina el planeta desde hace varios siglos, se ha convertido en terriblemente arrogante, antropocéntrica. Se trata, pues, de una cuestión de conciencia. Y del sentido que damos a nuestra existencia.

Yo soy docente. Para mí, hay que enfocarse esencialmente en la educación más que en las obligaciones. Hay que evitar caer en un nuevo bolchevismo.

¿En Suiza son contados los defensores del decrecimiento?

J.G.: En primer lugar, la palabra decrecimiento no es un concepto. Es una cosa retórica que nos permite decir: 'Fíjate, ¿y si saliéramos de la lógica del crecimiento?'

Se trata de un movimiento totalmente minoritario y marginal. Pero, a pesar de todo, es uno de los signos culturales que anuncian lo que va a pasar dentro de diez o veinte años.

En ese movimiento hay ayatolás y otra gente que no se da demasiada importancia. El sentido del humor es un factor esencial. 'La gente seria tiene pocas ideas. La gente con ideas nunca es seria', dijo Paul Valéry. Me atrevo a afirmar que esa lógica se aplica también al decrecimiento.

swissinfo: ¿Qué diferencia hace usted entre el decrecimiento y un concepto hoy tan omnipresente como es el desarrollo sostenible?

J.G.: Muchas multinacionales han interpretado el desarrollo sostenible como un crecimiento sostenible, 'ecológicamente bueno'. El problema reside en que el crecimiento económico implica una dimensión física.

En otras palabras: el desarrollo sostenible no cuestiona esta idea de que la riqueza de las naciones es fundamentalmente una riqueza material, en el sentido que la entiende la sociedad industrial.

Entrevista swissinfo: Pierre-François Besson
(Traducción del francés: Belén Couceiro) 

El tiempo del sí

Enric Duran

Construyamos otra sociedad

En las siguientes líneas hacemos un resumen cronológico, que recoge el proceso emergente hacia una revolución integral para la construcción de otra sociedad.

Crisis sistémica y decrecimiento

El decrecimiento plantea la necesidad de una reestructuración social, debido al crecimiento exponencial y sin límites de la economía de mercado a través de la extracción desmedida de recursos naturales como el petróleo (peak oil). Entre otras iniciativas, la marcha por el decrecimiento recorrió el territorio catalán durante 4 meses, en el año 2008, compartiendo experiencias y problemáticas con las iniciativas y proyectos locales.

A raíz del colapso económico que salió a la luz en septiembre de 2008 y que fue denunciado en la publicación Crisis (17/09/2008), tomó fuerza en Cataluña el movimiento por el decrecimiento en el marco de las alternativas al capitalismo.

Seis meses más tarde, la publicación Podemos vivir sin capitalismo (17/03/2009), hizo referencia por primera vez a la idea de las cooperativas integrales y a partir de ahí varios grupos de personas comenzaron a trabajar para hacer realidad esta propuesta .

Cooperativa Integral Catalana
www.cooperativaintegral.cat

La Cooperativa Integral Catalana (CIC) es una iniciativa autogestionaria para construir desde abajo otra sociedad, mediante la autoorganización y la acción asamblearia. La actividad de la CIC se inició en mayo de 2010, y desde entonces ha tejido una red de proyectos e iniciativas autogestionarias a nivel bioregional y local, dinamiza el empoderamiento colectivo, a través del apoyo mutuo y de otros recursos comunes y colectivizados, y se protege de la acción de la banca y del Estado. La coordinación de la actividad productiva, que facilita el trabajo cooperativo, es la base para el impulso de un sistema público cooperativo integral. El objetivo principal es garantizar que todos puedan cubrir sus necesidades básicas, cada uno según sus posibilidades. Esto significa recuperar lo público como bien común, en manos de las personas, sin intermediarios.

Publicación Rebelaos

El 15 de marzo de 2012 salió a la luz la publicación para la autogestión Rebelaos, que hacía una recopilación de experiencias autogestionarias emergentes y consolidadas en el marco de las cooperativas integrales. Se hizo una tirada de 500.000 ejemplares, repartidos principalmente por el territorio del Estado de manera autoorganizada.
www.rebelaos.net

Red de cooperativas integrales

El verano de 2011 se hizo un importante esfuerzo para dar a conocer todo lo que se había trabajado hasta entonces en el marco de la Cooperativa Integral Catalana, a partir del interés que había generado la vía autogestionaria entre muchas personas y colectivos a raíz de la explosión del movimiento 15-M. Esta fue la chispa que hizo que muchas personas se empezaran a encontrar en sus territorios, para comenzar a organizarse.

Convocados por la Cooperativa Integral Catalana, la primavera de 2012 tuvo lugar en Tarragona el primer encuentro sin fronteras de cooperativas integrales, donde se reunió el incipiente movimiento de cooperativas integrales.

Este fue el comienzo de una comunicación y de una coordinación entre diferentes cooperativas integrales, que de manera informal se agrupan en la red de cooperativas integrales que en la primavera de 2013 celebrarán el segundo encuentro conjunta.

Actualmente, hay una docena de cooperativas integrales emergiendo, principalmente en la península Ibérica.

https://n-1.cc/g/cooperativas-integrales


Cooperativismo integral

Este proceso de autoorganización de las cooperativas integrales, paso a paso y sin grandes aspavientos, está generando un modelo de transición para construir otra sociedad, basada en el empoderamiento individual y colectivo, el cambio de estructuras, la mejora de las cualidades humanas …, reforzando los lazos de confianza, la solidaridad y el apoyo mutuo.

El cooperativismo integral es, pues, una alternativa real y vivencial, construido más allá de las deshumanizadoras estructuras del Estado y del mercado, superando también el cooperativismo tradicional, para abordar de manera integral la construcción de otra sociedad.

Internacionalización

El 26 de enero de 2013, después de 7 años del lanzamiento de “La otra campaña”, el movimiento indígena zapatista, a través del EZLN, hizo público un comunicado en el que expresa la voluntad de dar nuevos pasos en la construcción de la autonomía desde abajo y la internacionalización de un proceso global de cambio. Como dicen ellos …

«… Hemos respondido afirmativamente a la pregunta “¿Podría ser de otra manera?”. Falta responder a las preguntas que se reúnen después de este sí: ¿cómo es esta otra manera, este otro mundo, esa otra sociedad que imaginamos, que queremos, que necesitamos? ¿Qué tenemos que hacer? Con quién?»

http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2013/01/26/ellos-y-nosotros-v-la-sexta-2/

Este “tiempo del sí”, propugnado por los zapatistas, coincide con el momento de internacionalización que, también, desde algunos de los impulsores de la CIC, se está trabajando para salir adelante

Para más detalles e información de este proceso y de la implicación que está teniendo Enric Duran, puede consultar el apartado trayectoria de este blog.

Grupos de consumo: retomar el control sobre la alimentación

Esther Vivas

¿Qué comemos? ¿De dónde viene, cómo se ha elaborado y qué precio pagamos por aquello que compramos? Son preguntas que cada vez se formulan más consumidores. En un mundo globalizado, donde la distancia entre campesino y consumidor se ha alargado hasta tal punto en qué ambos prácticamente no tienen ninguna incidencia en la cadena agroalimentaria, saber qué nos llevamos a la boca importa de nuevo, y mucho.

Así lo ponen de manifiesto las experiencias de grupos y cooperativas de consumo agroecológico que en los últimos años han proliferado por doquier en todo el Estado español. Se trata de devolver la capacidad de decidir sobre la producción, la distribución y el consumo de alimentos a los principales actores que participan en dicho proceso, al campesinado y a los consumidores. Lo que en otras palabras se llama: la soberanía alimentaria. Que significa, como la misma palabra indica, ser soberano, tener la capacidad de decidir, en lo que respecta a nuestra alimentación (Desmarais, 2007).

Algo que puede parecer muy sencillo, pero que en realidad no lo es. Ya que hoy el sistema agrícola y alimentario está monopolizado por un puñado de empresas de la industria agroalimentaria y de la distribución que imponen sus intereses particulares, de hacer negocio con la comida, a los derechos campesinos y a las necesidades alimentarias de las personas. Sólo así se explica tanta comida y tanta gente sin comer. La producción de alimentos desde los años 60 hasta la actualidad se ha multiplicado por tres, mientras que la población mundial, desde entonces, tan solo se ha duplicado (GRAIN, 2008), pero, aún así, casi 900 millones de personas, según la FAO, pasan hambre. Está claro que algo no funciona.

Algunas características

Los grupos y las cooperativas de consumo plantean un modelo de agricultura y alimentación antagónico al dominante. Su objetivo: acortar la distancia entre producción y consumo, eliminar intermediarios y establecer unas relaciones de confianza y solidaridad entre ambos extremos de la cadena, entre el campo y la ciudad; apoyar una agricultura campesina y de proximidad que cuida de nuestra tierra y que defiende un mundo rural vivo con el propósito de poder vivir dignamente del campo; y promover una agricultura ecológica y de temporada, que respete y tenga en cuenta los ciclos de la tierra. Asimismo, en las ciudades, estas experiencias permiten fortalecer el tejido local, generar conocimiento mutuo y promover iniciativas basadas en al autogestión y la autoorganización.

De hecho, la mayor parte de los grupos de consumo se encuentran en los núcleos urbanos, donde la distancia y la dificultad para contactar directamente con los productores es más grande, y, de este modo, personas de un barrio o una localidad se juntan para llevar a cabo "otro consumo". Existen, asimismo, varios modelos: aquellos en que el productor sirve semanalmente una cesta, cerrada, con frutas y verduras o aquellos en que el consumidor puede elegir qué alimentos de temporada quiere consumir de una lista de productos que ofrece el campesino o campesinos con quien trabaja. También, a nivel legal, encontramos mayoritariamente grupos dados de alta como asociación y unos pocos, de experiencias más consolidadas y con larga trayectoria, con formato de sociedad cooperativa (Vivas, 2010).

Un poco de historia

Los primeros grupos surgieron, en el Estado español, a finales de los años 80 y principios de los 90, mayoritariamente, en Andalucía y Catalunya, aunque también encontramos algunos en Euskal Herria y el País Valencià, entre otros. Una segunda oleada se produjo en los años 2000, cuando éstas experimentaron un crecimiento muy importante allá donde ya existían y aparecieron por primera vez donde no tenían presencia. A día de hoy, estas iniciativas se han consolidado y multiplicado de manera muy significativa, en un proceso difícil de cuantificar debido a su propio carácter.

El auge de estas experiencias responde, desde mi punto de vista, a dos cuestiones centrales. Por un lado, a una creciente preocupación social acerca de qué comemos, frente a la proliferación de escándalos alimentarios, desde hace algunos años, como las vacas locas, los pollos con dioxinas, la gripe porcina, la e-coli, etc. Comer, y comer bien, importa de nuevo. Y, por otro lado, a la necesidad de muchos activistas sociales de buscar alternativas en lo cotidiano, más allá de movilizarse contra la globalización neoliberal y sus artífices. De aquí, que justo después de la emergencia del movimiento antiglobalización y antiguerra, a principios de los años 2000, una parte significativa de las personas que participaron activamente en estos espacios impulsaran o entraran a formar parte de grupos de consumo agroecológico, redes de intercambio, medios de comunicación alternativos, etc.

Comer bien versus cambio político

De este modo, observamos dos sensibilidades que integran a menudo dichas experiencias. Una que apuesta, en términos generales, por "comer bien", dando un mayor peso a cuestiones relacionadas con la salud y otra que, a pesar de tener en cuenta estos elementos, enfatiza más el carácter transformador y político de estas iniciativas. He aquí el reto de los grupos y las cooperativas de consumo, reivindicar una alimentación sana y saludable para todo el mundo. Lo que implica no perder de vista la perspectiva política de cambio.

Si queremos una agricultura sin pesticidas ni transgénicos es necesario empezar por exigir la prohibición de los cultivos transgénicos en el Estado español, puerta de entrada, y paraíso, de los Organismos Genéticamente Modificados en toda Europa. Si queremos una agricultura de proximidad, que no contamine el medio ambiente, con alimentos que recorren miles de kilómetros de distancia (Amigos de la Tierra, 2012), es imprescindible una reforma agraria y un banco público de tierras, que en vez de especular con el territorio lo haga accesible a quienes quieren vivir de trabajar la tierra. En definitiva, o cambiamos radicalmente este sistema o "comer bien" se convertirá en un privilegio sólo accesible para quienes se lo puedan permitir.

Los grupos de consumo son sólo un primer paso para avanzar hacia "otra agricultura y otra alimentación", pero deben ir más allá y cuestionar el sistema político y económico que sustenta el actual modelo agroalimentario. La comida, como la vivienda, la sanidad, la educación..., no se vende, se defiende.


Referencias bibliográficas
Amigos de la Tierra (2012) Alimentos kilométricos en: http://issuu.com/amigos_de_la_tierra_esp/docs/informe_alimentoskm
Desmarais, A. (2007) La Vía Campesina. La globalización y el poder del campesinado. Madrid. Editorial Popular.
GRAIN (2008) El negocio de matar de hambre en: http://www.grain.org/articles/?id=40
Vivas, E. (2010) “Consumo agroecológico, una opción políticas” en Viento Sur, nº 108, pp. 54-63.


*Artículo publicado en la revista Ae Agricultura y Ganadería Ecológica de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica, nº11, primavera 2013.

+info: http://esthervivas.com

Derecho al aborto

Elisa R. Court


Las mujeres tenemos razones para estar hartas. Dependiendo del partido que gobierne, se nos reconoce o no nuestro derecho a interrumpir un embarazo no deseado. Ahora el Gobierno del PP pretende eliminar los plazos de la actual ley del aborto. Con otras palabras, proyecta eliminar el derecho de las mujeres a abortar.

Me pregunto si las mujeres no somos demasiado indulgentes permitiendo que se maree públicamente la perdiz en torno a un tema cuya última decisión nos incumbe a nosotras. Nos concierne en primer lugar porque traer al mundo un ser humano está ligado a nuestra biología. De igual forma que los hombres toman las decisiones que desean sobre sus cuerpos, también nosotras queremos decidir sobre los nuestros. La naturaleza nos ha dado el don de reproducir la especie, pero este atributo no nos obliga a ser madres en contra de nuestra voluntad. Somos libres de elegir si continuar o no un embarazo cuando se ha producido de forma involuntaria.

Llamar, por lo demás, vida al resultado inmediato de una fecundación parece bastante demagógico. ¿Sabían ustedes que muchos de los anticonceptivos legales son literalmente abortivos? La espiral, el diu, etc. y etc. no son artilugios que eviten una fecundación. Si se da la unión de un espermatozoide y un óvulo, lo que hacen aquellos es romperla y producir como consecuencia un aborto a modo de regla. Imaginen, por tanto, los miles y miles de abortos que de este modo se producen a diario.

La decisión de interrumpir un embarazo no deseado nos corresponde en segundo lugar a las mujeres porque un hijo cambia nuestra vida. Le da un vuelco de 360 grados y además para siempre. Lo sabemos: nunca dejamos de ser madres. Tampoco en las circunstancias en que nuestros hijos han alzado el vuelo y emprendido su propia travesía. Nos preocupan de por vida. Por eso queremos elegir responsablemente el ejercicio de la maternidad.

Ser madre es un regalo de la vida cuando queremos serlo y cuando se dan las condiciones adecuadas. Entonces ya es hora de que nos dejen decidir, ¿no les parece?

A vueltas con el decrecimiento: ni utopía ni necesidad


Jorge Ruíz Morales - La Marea

En el número de abril de La Marea, en la sección de Ecologismo, se publica un artículo denominado “Patagonia ensaya la vida sin petróleo”, de Ana Claudia Rodríguez, y al lado figura un suelto de Florent Marcellesi (Coordinador de Ecopolítica) que abunda sobre el tema del artículo.

La experiencia narrada se refiere a El Bolsón, situado en la Patagonia argentina, impulsada por un grupo de hippies en los 60 del pasado siglo, que se asentaron en el pueblo. Durante todo el artículo se describe cómo hay que buscar una alternativa (transición) al modelo de consumo basado en el combustible fósil petróleo.

Todo el artículo va describiendo una situación idílica como contraposición al día en que el petróleo se acabe (“la falta de combustible fósil afectará a todo el mundo”) y veamos “una sociedad industrial [...] que tiene los días contados, debido al declive del petróleo, y su consecuente subida de precio, y a las manifestaciones del cambio climático”.

Esta comunidad, y otras similares en distintos países, son de reducido tamaño, en donde aplican un modo de vida basado en la compra de verduras de temporada, reciclaje de basura o reutilización de maquinaria o prendas de vestir. Coincidencia casi absoluta con lo que anhelan los partidarios del decrecimiento o del crecimiento verde (aunque estas dos corrientes tienen algunas diferencias).

Pero es casi al final cuando se hace la pregunta del millón: “¿Las razones del éxito?” Y se facilita la respuesta: “Las transitions towns (ciudades de transición) son apolíticas [...]”

Alguna pista más nos la ofrece el propio Florent al decir que “[...] el crecimiento nos conduce al colapso económico, y en tiempos de bonanza nos lleva directamente al colapso ecológico”. Porque, añade, “[...] ya no se trata únicamente de una cuestión ideológica”.

Y es aquí donde radica la principal crítica que se puede formular a todas estas iniciativas de romper la actual situación: ninguna mención al capitalismo como responsable de esta situación de explotación de los recursos naturales en beneficio de un crecimiento desbocado e irracional. No se menciona ni una sola vez la explotación a que se somete a millones de personas de todo el mundo, a la miseria obligada de los pueblos del llamado Tercer Mundo (hoy ya instalado en muchos países occidentales). A la transferencia de capitales y rentas en beneficio de un capitalismo intrínsecamente depredador.

Ya en un artículo que me publicaron en Crónica Popular con el título “Decrecimiento, ¿una alternativa posible? decía:

“Es ilusorio pretender que aceptarán (los capitalistas) de buen grado el decrecimiento, o una economía al servicio de las personas. En el marco de una economía capitalista no es posible el desarrollo de las personas y su relación con el entorno. El carácter depredador del capitalismo es consustancial a su proceder. Los países pobres lo son no por donde están situados en el planeta o por sus condiciones medioambientales, sino por la explotación que el capitalismo ha hecho de sus recursos para beneficio propio”.

Y añadía para criticar la generalización que se hace de que todos somos responsables, estamos contaminando:

“Y es aquí donde radica la trampa del argumento. No somos los seres humanos, así dicho, en abstracto. Es el sistema capitalista el que usa los recursos del planeta en su propio beneficio, condenando a muchos millones de seres humanos a la pobreza, la esclavitud y la explotación. Y los ciudadanos de los países ricos viven de las migajas de esa condena”.

En fin, es un tema que traerá aún mucha discusión pero en mi modesta opinión estas iniciativas de pequeñas comunidades, “islas alternativas”, no solucionan el problema principal de nuestro planeta: la explotación de los recursos (materiales y humanos) por una clase social en beneficio propio. Sólo el socialismo puede revertir esta situación.

El intento de retrasar la degradación entrópica de la energía

Ecologistas en acción - Cambiar las gafas para mirar el mundo

La segunda ley de la termodinámica (ley de la entropía) pone de manifiesto que en un determinado proceso que absorbe energía para realizar un trabajo se produce una transformación cualitativa de dicha energía hacia un estado de mayor desorden.

La termodinámica muestra que la energía misma no desaparece, pero en cada proceso en el que realiza un trabajo resulta irreversiblemente transformada. La energía de alta calidad y baja entropía, la que es capaz de desarrollar un trabajo, se transforma con el tiempo. Es más fácil que un vaso se rompa a que los cristales rotos se vuelvan a juntar, más sencillo desordenar una mesa que ordenarla. Del mismo modo, la energía se degrada y las cosas se desmoronan para no recomponerse más. Éste es un hecho insoslayable, una ley de la naturaleza.

Un trozo de carbón constituye una fuente de energía ordenada capaz de realizar un trabajo. Después de quemarlo en una máquina, esta energía desarrolla un trabajo y se disipa en forma de calor. El calor disipado constituye una forma de energía degradada, que ya nunca más podrá ser utilizada para desarrollar trabajo. Se dice que el trozo de carbón inicial presenta una baja entropía, mientras que el calor tiene alta entropía.

El proceso de degradación entrópica de la energía es irreversible. Si unimos un cuerpo frío con uno caliente, se produce un flujo de calor del segundo al primero. Una vez alcanzada una temperatura igual no es posible reinvertir el proceso. De la misma forma, a partir del calor que genera la combustión de un trozo de carbón no es posible regenerar el trozo original, como no es posible resucitar una célula o una persona que ha muerto.

La vida también está sujeta a la ley de la entropía, pero ha desarrollado imaginativas y curiosas fórmulas para retener al máximo la energía del sol antes de dejarla escapar en forma de calor disipado. La biosfera utiliza el flujo de energía entrante para construir formas complejas de retener la energía antes de que se haga inútil.
Esto se consigue, por ejemplo, a partir de las cadenas tróficas. Una planta (primer nivel trófico) acumula energía en sus tejidos y es comida por un animal (segundo nivel trófico), que a su vez es comido por otro (tercer nivel trófico). Y todos ellos aprovechan esa energía para trasmitir información (código genético), crecer, reproducirse y seguir creando estructuras progresivamente más complejas.

La energía por unidad de tiempo utilizada por un nivel trófico determinado, es siempre menor de la utilizada por un nivel trófico anterior. Fluirá más energía por el primer nivel trófico (plantas) que por el segundo (herbívoros), disminuyendo en el tercero y así sucesivamente. Aproximadamente se considera que la producción neta o energía que fluye por un nivel trófico determinado viene a ser la décima parte de la que fluye por el nivel precedente. Como la energía disponible va disminuyendo, el número de niveles tróficos posibles no supera los cinco o seis, y esto en los casos de ecosistemas más complejos.

Por ello, en los organismos y los ecosistemas, se observa un progresivo incremento de complejidad, de organización, de diversidad y de información como triquiñuela para retrasar la desorganización entrópica. La principal característica que define la vida es precisamente la capacidad de los sistemas vivos de aprovechar parte de la energía captada para generar orden. La vida “es una estrategia de conservación química en un universo que tiende a la pérdida de calor y a la muerte térmica”.

Edwin Schrödinger, en su libro ¿Qué es la vida?16, basaba el funcionamiento de la misma en dos cuestiones: la información contenida en un código químico, y su capacidad para frenar la tendencia universal al desorden, es decir a la disipación de energía. De forma que sólo cuando el ser vivo muere, o se produce una destrucción total del ecosistema, se da esta degradación entrópica dentro de él. Así, cualquier ser vivo o ecosistema tiene como principal propósito la supervivencia, evitando su desorganización a través del metabolismo.

La diversidad de estructuras vivas que ha creado la naturaleza para retener energía y para retrasar la disipación es impresionante y motivo suficiente para sentir orgullo de ser parte de esta dinámica de la biosfera. Prigogine denominó a estas formas vivas estructuras disipativas18. Una estructura disipativa es cualquier sistema que mantiene su función mediante la asimilación de energía útil y la disipación de energía inútil (normalmente calor).

El sistema económico actual ignora los principios de la termodinámica y constituye un verdadero acelerador entrópico. Consume cantidades ingentes de energía fósil de baja entropía que ya nunca más estará disponible; desordena las complejas estructuras de los suelos y de los ecosistemas, destruyendo la arquitectura natural que asegura la reproducción de la vida; simplifica las cadenas tróficas que aseguran el flujo de la energía solar antes de que se pierda irremediablemente por disipación; rompe los grandes ciclos biogeoquímicos impidiendo el reciclado de los materiales finitos y alterando las bases reguladoras del clima…

En buena parte, la crisis ecológica y social de nuestro tiempo viene dada por el incremento de entropía en la biosfera, causado por un sistema tecnoindustrial que opera a espaldas de las leyes de funcionamiento de la termodinámica y además debilita o destruye los mecanismos de reducción de la entropía de la propia vida, tal como ocurre con la pérdida de biodiversidad, la erosión de suelos o las deforestaciones.

Extraído del libro ‘Cambiar las gafas para mirar el mundo’. Yayo Herrero, Fernando Cembranos y Marta Pascual (Coords.). Libros en acción.

Decrecimiento y cooperación internacional


“Un hombre sabio dijo una vez que es pecado todo lo que es innecesario.

Si es así, nuestra entera civilización, de principio a fin,
está erigida sobre el pecado.”

Andrei Tarkovsky – Sacrificio

Ya arraigadas en países como Francia o Italia, las propuestas del decrecimiento aún son poco conocidas entre los movimientos sociales catalanes y españoles. Tampoco han influido todavía en las reflexiones en el ámbito de la cooperación internacional. El artículo intenta presentar una introducción al decrecimiento así como aportar algunas reflexiones acerca de cómo puede afectar a las relaciones Norte-Sur y a la cooperación internacional.

Para ello, una primera parte presenta una descripción aproximada de lo que es el decrecimiento. Aborda las aportaciones del economista Georgescu-Roegen, el principal antecedente teórico del decrecimiento; describe las principales características actuales del decrecimiento, tanto como corriente de pensamiento, cuanto como movimiento social; y recoge algunas de sus propuestas más significativas.

En cuanto a la segunda parte del artículo, aplica las principales conclusiones del decrecimiento a las relaciones Norte-Sur y a la cooperación internacional. Así, se analiza el papel de los países del Norte y de las élites del Sur como principales responsables del sostenimiento de un modelo de crecimiento y consumo que desborda las capacidades de carga del planeta, condenándonos a su degradación progresiva. Mientras, la mayoría de la población de los países del Sur es la principal afectada por el agotamiento irreversible de materia y energía provocado por el crecimiento y se convierte en acreedora de una deuda de crecimiento generada por los países del Norte.

En este sentido, el decrecimiento nos llevaría a cambiar la manera de conceptualizar la cooperación, pasando de entenderla como un mecanismo de transferencia de recursos y asistencia técnica de Norte a Sur, a concebirla como la colaboración para la puesta en práctica del decrecimiento en el Norte así como de los mecanismos de compensación y devolución de la deuda de crecimiento.

1. ¿Qué es el decrecimiento?

1.1. Nicholas Georgescu-Roegen

El decrecimiento, es decir, la necesidad de salir del modelo económico actual y romper con la lógica de crecimiento continuo, se impone progresivamente como una solución ante la crisis ecológica y social que enfrenta la humanidad. Lo asumen como lema sectores cada día más amplios, tanto en el ámbito teórico como entre los movimientos sociales, que impulsan el cambio y la ruptura con el modelo económico dominante que rige nuestras vidas.

¿Pero de dónde viene el decrecimiento? La noción surge fundamentalmente del trabajo teórico de Nicholas Georgescu-Roegen, uno de los economistas más importantes e influyentes del siglo XX. De origen rumano, ha sido profesor de economía en EEUU gran parte de su vida. Su obra, escrita esencialmente en las décadas de los 60 y 70 en lo que se refiere a los temas que dan origen al decrecimiento, constituye una crítica radical a la economía ortodoxa así como una tentativa de renovar y trascender la disciplina mediante la formulación de una teoría económica alternativa: la bioeconomía.

El legado de Georgescu-Roegen es amplio y de una profunda solidez y complejidad teóricas. Sus conclusiones nos permiten defender la urgencia impostergable de desmontar nuestro modelo de crecimiento y desarrollo. Más allá del tema que ocupa el presente artículo, sus análisis revelan el carácter obsoleto de la ciencia económica. [1]

La bioeconomía no sólo surge al trascender las limitaciones y errores de la economía neoclásica, sino también del intento de articular a la economía con el resto de las ciencias naturales y sociales, incorporando los avances epistemológicos fundamentales surgidos en el seno de otras disciplinas. Es este sentido, Georgescu-Roegen echa mano sustancialmente de la física (concretamente de la termodinámica), por un lado, y de la biología, por otro.


Maternidades

(…) Es claro que la maternidad se construye socioculturalmente  puesto que es algo más que el hecho
biológico de parir a unos niños, y lleva aparejados una serie de cuidados y tareas (el maternaje) que generan unas emociones y sentimientos que, al naturalizarse, dan lugar a unas diferencias de género muy llamativas, en tanto que si la mujer los tiene y se muestra como tierna, protectora o paciente con sus hijos no hace sino dar cumplimiento al ‘mandato natural’ y por tanto se valoran socialmente como lo esperado, lo lógico, aquello que no podía ser de otra forma, pasando incluso desapercibido o invisibilizado. Sin embargo si una mujer no tiene tal comportamiento este se negativiza tanto que incluso puede llevarle a un estado semianimal y ser presentada como madre ‘desnaturalizada’, un concepto que en sí mismo alerta ya de lo que se viene hablando.

Por el contrario, si un hombre no tiene esos sentimiento ‘maternales’ el juicio social crítico lo ve con una cierta normalidad, puesto que un hombre ‘naturalmente’ no es tierno, ni sabe cuidar; razón suficiente para que una conducta masculina que conlleve ternura y cuidado esmerado con los hijos se transforme en una plusvalía simbólica para el hombre. No es neutro ni gratuito que conductas de este tipo se estén conceptualizando dentro de las llamadas ‘nuevas paternidades’. Sin embargo, a pesar de este modelo cultural de maternidad que se presenta como único y hegemónico como guía ideal para seguir y juzgar las diferentes conductas maternales, la realidad histórica y antropológica nos muestra de nuevo que en diferentes épocas y culturas tanto la maternidad como incluso ‘los niños’ tienen diferentes significados y valores.

No podemos, pues, hablar de maternidad (salvo que nos situemos en ese modelo hegemónico y unitivo de carácter biológico) sino de maternidades. Y al respecto es evidente, se tiene un amplio abanico que depende de muchas variables: maternidades elegidas, involuntarias, impuestas, deseadas, biológicas, genéticas, sociales, tempranas, tardías e incluso cíclicas, pues de estas últimas bien pueden hablar  las mujeres que vuelven a acoger a los ‘hijos pródigos divorciados’ e incluso las abuelas que están criando a sus nietos motivadas por circunstancias dispares. Estos modelos de maternidad no aparecen o desaparecen al compás de la historia y sus avatares, sino que se mezclan y conviven en sociedades avanzadas como la nuestra.

Mujeres que quizá no son madres se hacen cargo (maternaje) de niños de otras en las familias recompuestas o en estas mismas pueden criar conjuntamente a los de su compañero y los propios. Al contrario, otras mujeres, madres biológicas y genéticas dejan el maternaje en manos de otras sin perder por ello su capacidad de madres sociales. Mujeres solas, separadas, abandonadas por su pareja o incluso en ella, que junan  en sí todas y cada una de la maternidades de las que se ha hablado. Mujeres que pueden ser madres biológicas o genéticas pero que no realizarán nunca labores de maternaje ni serán madres sociales puesto que tienen una maternidad subrogada (los llamados vientres de alquiler). Mujeres que adoptan niños y se vuelven madres sociales. Mujeres que los acogen y sin ser madres realizan todo el proceso de maternaje. Mujeres, en fin, que gracias a las técnicas de reproducción asistida pueden tener el hijo de  sus sueños. Estos últimos tipos son, evidentemente también, un ejemplo claro de una maternidad fragmentada en la que la biológica, la genética, la maternidad social y el maternaje se juntan y separan según tipos y situaciones.

Es claro que las maternidades tecnológicas, si bien suponen una ruptura con un modelo maternal clásico e incluso con un modelo femenino muy criticado por los estudios de género y feministas, dan lugar a otro camino crítico por lo que suponen de manipulación, medicalización, alteración, desindividualización y descorporalización del cuerpo femenino y de las propias mujeres que se someten a técnicas tan invasivas como las que corresponden a reproducciones asistidas.

(…)

Es igualmente cierto que buena parte de estas críticas sobre las técnicas reproductivas se han centrado en el ordenamiento patriarcal y en el deseo de los varones de una paternidad que legitime su virilidad y su poder de concebir. Sin embargo, el fenómeno de mujeres solas que desean tener un hijo en solitario y que hacen uso para ello de técnicas reproductivas es cada vez más numeroso en las sociedades avanzadas.

(…)

Es claro que su deseo de maternidad y la importancia de los hijos para su identidad y realización personal queda muy lejos de los planteamientos feministas respecto al uso  y colonización del cuerpo femenino en aras del progreso, la ciencia, o un imperativo social como la maternidad, pero también es cierto que no solo puede explicarse este fenómeno, muy complejo, desde los intereses de una industria, desde el protagonismo de la clase médica o desde la constatación del dominio patriarcal. Lo interesante para la antropología de género es que, actualmente, el debate está abierto con múltiples variantes y circunstancias.

Extraído del libro Antropología de genero de Beatriz Monco.