Yago Calbet Domingo
La crítica a la economía del crecimiento Una comparación entre el pensamiento de los años setenta y los actuales
1. Introducción
En
contextos de grandes crisis salen a la luz un gran abanico de teorías
críticas con el funcionamiento del sistema económico-político y
surgen también nuevos modelos alternativos de organización y
desarrollo. En realidad, dichos contextos son la oportunidad ideal
para que estas críticas ganen credibilidad y se difundan mejor entre
la población. La coyuntura actual no es una excepción a ello y por
eso hoy se hace notoria la expansión y difusión de proyectos que
pretenden un cambio sistémico para avanzar hacia una sociedad mejor.
En
los últimos años, una de las críticas más recurrentes tiene que
ver con la cuestión de que el funcionamiento de las sociedades
industrializadas esté basado en el crecimiento económico.
Presentadas al público, estas críticas parecen nuevas y rompedoras
pero ¿no se dijo en el pasado algo parecido? La respuesta nos la dan
los mismos autores de hoy cuando citan teorías de pensadores
anteriores. Entonces, las críticas actuales ¿representan sólo de
un recuerdo de lo que otros dijeron ya? Esta sencilla pregunta
constituye el punto de partida de la presente investigación. Una
investigación motivada por saber dónde se encuentran las raíces de
la crítica actual a la economía del crecimiento y por conocer cómo
ha evolucionado dicha crítica –si es que ha evolucionado- y cuáles
son las formas que adopta en la actualidad.
El
artículo se organiza en tres apartados correspondientes a líneas
básicas de pensamiento, las cuales agrupan a autores distintos. El
primero está formado por las obras referentes de D. Meadows, F.
Schumacher, Georgescu-Roegen y T. Scitovsky. Constituye un buen punto
de partida porque sus obras configuran la
primera crítica a la economía del crecimiento en
un contexto de sociedades modernas que habían experimentado el
período de mayor industrialización y crecimiento económico. Este
primer grupo supone la referencia básica en la que se comparan los
dos próximos grupos.
Hay
que puntualizar que si bien este primero es anterior cronológicamente
a los demás, el segundo y el tercer grupo coexisten en el tiempo ya
que lo que se desea, a parte de determinar la evolución del
pensamiento crítico con el crecimiento, es analizar las
ramificaciones que ha adoptado en la actualidad.
El
segundo grupo se sitúa en la primera década del nuevo milenio está
compuesto por los trabajos de Clive Hamilton y de Tim Jackson. Para
hacer referencia a este segundo grupo, se ha considerado adecuado
hablar de la crítica
actual al crecimiento,
término que define la naturaleza de los trabajos que agrupa y a la
vez permite distinguirla de la tercera línea analizada.
La
tercera línea es la escuela
del decrecimiento.
Esta teoría se sitúa también a principios de los años 2000 y
continúa claramente la crítica el crecimiento. A diferencia del
grupo anterior, empero, esta vía va más allá de la crítica a la
persecución obsesiva del crecimiento y apuesta por la práctica del
decrecimiento. Determinar las diferencias entre esta opción y la
anterior es otro de los grandes objetivos que se persiguen. Para el
estudio de este apartado se ha recurrido a los textos de uno de los
mayores difusores del decrecimiento, Serge Latouche, y al teórico
italiano Maurizio Pallante
.
.
La
forma de acercarse al pensamiento de los autores que se analizan aquí
ha sido a través de un estudio de sus obras más relevantes para
poder determinar con precisión las opiniones de cada autor sobre el
tema que nos preocupa. El estudio no ha consistido en resumir cada
obra sino que se han usado seis variables: argumentación principal,
postura respeto al crecimiento, confianza en la innovación
tecno-científica, compatibilidad de sus propuestas con sistemas
político-económicos, el enfoque disciplinar y las propuestas de
solución. Ello ha servido de guía para una posterior comparación
entre los respectivos pensamientos.
De
esta forma, a partir del estudio de cada autor se han establecido
unos rasgos en común de los grupos a los cuales pertenecen. Por
ello, cada apartado muestra primero el origen del pensamiento
tratado, después los puntos en común de los autores de tal grupo y
por último las propuestas planteadas. Esta organización permite
hacer por una parte una comparación temporal entre los setenta y la
actualidad y, por la otra, una comparación entre los dos caminos que
ha tomado hoy la crítica al crecimiento.
2. Las primeras críticas al crecimiento
El
contexto
Los
escritos de este primer grupo de autores, comprendidos entre los
setenta y ochenta del pasado siglo, se publicaron terminada la
Segunda Guerra Mundial. Entonces, la reconstrucción industrial en
Europa y los Estados Unidos dio pie a un enorme crecimiento de
económico, un aumento del Producto Interior Bruto de muchos países
y un incremento importante de la industria de bienes materiales que
propició su consumo a gran parte de los ciudadanos. Se amplió
también la clase media y así muchos trabajadores entraron a formar
parte de la nueva sociedad de consumo. Como consecuencia, el impacto
sobre el medio ambiente de este aumento de la producción creció a
ritmos altísimos en forma de acumulación de residuos, contaminación
del agua y emisiones de gas carbónico.
La
euforia y confianza de la nueva sociedad reconstruida después del
conflicto, sin embargo, hizo que muy pocos se cuestionaran los
efectos negativos del modelo que se estaba siguiendo. No fue pues
hasta los setenta, cuando algunos autores se opusieron abiertamente
aquel modelo de sociedad centrado en una economía del crecimiento
ilimitado. Aunque desde enfoques diversos, todos ellos criticaron la
invisibilización en la economía de los límites ecológicos y el
modo de vida consumista y materialista. Más tarde, en 1973, la
crisis internacional ayudó a crear consciencia sobre la finitud de
los recursos y en concreto en el que se había convertido en el
material más básico para el funcionamiento de la sociedad: el
petróleo.
En
aquél context, los trabajos de Donella Meadows (Los
Límites del Crecimiento, 1972), Erns
Schumacher (Lo
Pequeño es hermoso,
1973), Nicholas Georgescu-Roegen (Ensayos
bioeconómicos,
1971-1976) y Tibor Scitovsky (Frustraciones
de la riqueza,
1986) fueron reconocidos por formar una base sólida de la crítica
al crecimiento económico. De hecho, según el estudioso
Martínez-Alier, los tres primeros autores contribuyeron
decisivamente en la formación teórica de la economía ecológica.
Puntos en común
La
primera idea clara de este primer grupo de autores es la crítica
a la teoría económica clásica.
Básicamente, se resalta el hecho que esta teoría se muestra incapaz
de reconocer algunas partes esenciales del bienestar humano como son
el medio ambiente o las relaciones sociales. En este sentido, cabe
destacar el trabajo de Tibor Scitovsky al desmentir muchas
suposiciones psicológicas arraigadas en la economía del
crecimiento, como la relación positiva entre riqueza y felicidad, y
el aumento del placer ligado al aumento de la comodidad.
La
misma crítica se hace extensiva al abuso de un razonamiento
estrictamente económico (como la preponderancia del PIB), el cual
provoca que las sociedades se vean abocadas a perseguir objetivos
instrumentales y se olviden de satisfacer las necesidades reales de
la población. Hay que puntualizar que no existe una oposición a que
la economía se ocupe de algunas esferas humanas, sino al hecho de
que no se sea consciente de ello y se le atorgue un papel excesivo en
la planificación del progreso.
La segunda
característica común es la consciencia
de la finitud de los recursos naturales.
Se entiende que el modelo de crecimiento ilimitado que se lleva a
cabo en las sociedades industrializadas está destinado al colapso,
además de ser en muchas ocasiones un crecimiento alejado o incluso
contrario a la felicidad de las personas. Una de las obras que más
se ocupa de ello es el Informe Meadows. En ella, se elabora modelo
mundial de predicción sobre el futuro de los recursos y se concluye
que, con un seguimiento de las tendencias actuales en términos de
crecimiento y consumo de en cinco factores determinados (población,
industrialización, alimentos, recursos no renovables y
contaminación), se alcanzarán los límites del planeta en solamente
cien años. Cabe precisar que el valor real de Los límites del
crecimiento no está tanto en la exactitud de esas cifras científicas
(a lo largo del trabajo se reconoce que el mismo contiene información
incompleta) sino en los dilemas que plantea en base a la evolución
de la sociedad opulenta, así como la necesidad de adoptar un enfoque
global.
Por
otra parte, desde el punto de vista de Schumacher el crecimiento
provoca problemas inmateriales y materiales. Por lo que respecta a
los materiales, y relacionado con la segunda crítica compartida por
este grupo de autores, es interesante resaltar lo que denominó el
“problema de la producción”. Según él, al tratar los recursos
naturales como renta, nos desinteresamos por el ritmo de consumo y
por el posible agotamiento de tales recursos, sobretodo de los
combustibles fósiles. Por ello, Schumacher explica que del mismo
modo despreocuparse por el excesivo consumo del propio capital sería
del todo inadecuado en una empresa, una gestión similar en el ámbito
de la producción global no es sólo errónea sino que imposibilita
su sostenimiento a lo largo del tiempo.
El
tercer y último punto de encuentro es la desconfianza
respecto a la tecnología como
fuente de soluciones a largo plazo. Los autores aseguran que las
mejoras en este campo, las modas y los nuevos productos han creado
nuevas necesidades que suponen más gasto y mayor contaminación. Por
ello, pese a que ninguno de ellos se opone a la tecnología en sí,
todos denuncian las consecuencias negativas que han tenido algunos
avances tecnológicos tanto para las personas como para el medio
ambiente. En consecuencia, se considera imprescindible redirigir el
progreso científico-tecnológico y avanzar hacia un cambio
sistémico, de modo de producción y de consumo y, en definitiva, en
el modo de vida.
Un
ejemplo que ilustra esta necesidad de cambio profundo y los límites
de la tecnología la presenta Schumacher al explicar lo que hoy se
conoce como el “efecto rebote”. Este fenómeno sucede cuando la
reducción del impacto ambiental se ve contrarrestado por el aumento
del consumo de esa unidad o incluso por su mayor uso. Más adelante,
otros autores recurrirán al mismo razonamiento para justificar su
posición.
Otra
de las más importantes aportaciones que sustentan esta posición
escéptica respecto a las solucionas tecnológicas es la exposición
de la Ley de la Entropía (o segundo principio de termodinámica) por
parte de Georgescu-Roegen. Sabiendo que en la naturaleza podemos
encontrar la energía en forma utilizable (disponible para las
personas) e inutilizable, un sistema con un alto nivel de entropía
será aquel que tenga un grado elevado de energía inutilizable.
Roegen explica que en un sistema cerrado como el planeta, la energía
utilizable se transforma continua e irrevocablemente en inutilizable,
hasta que la primera desaparece por completo. Para evitar el colapso
al que conduce un crecimiento ilimitado pues, no bastaría con
disminuir la entropía del sistema reduciendo el consumo de recursos,
sino que se debería reducir la explotación del almacén terrestre
–de fuentes agotables- y recurrir a los flujos de radiación solar.
Propuestas
compartidas
Una
primera propuesta, que es bastante amplia y general, se refiere a la
necesidad de replantear
el estilo de vida.
Como declaró Scitovsky, “Ha llegado el momento de que revisemos
nuestro estilo de vida y determinemos cuán esencial es para la
felicidad”1.
Ello pasaría por la reducción del consumo en las sociedades
opulentas y por contemplar en todas las políticas el enfoque
medioambiental que prevenga el agotamiento de los recursos y la
destrucción natural.
La
segunda propuesta es la reformulación
de la ciencia económica,
esto es, enfocar la economía a la satisfacción de las necesidades
básicas de la población y abandonar así el ansia por el
crecimiento y la industrialización.
La
tercera de las propuestas es la disminución
de la tendencia totalizadora de la economía.
En este caso, se trataría de acabar con la expansión de la lógica
económica y mercantil a cada vez más ámbitos de la vida pública y
privada.
3.
La crítica actual al crecimiento
Surgimiento
y particularidades
Las
visiones que se analizan en este apartado son las de algunos autores
que, pese a pertenecer a instituciones oficiales y ser considerados
parte del establishment,
en la primera década de los 2000 alzaron su voz en contra del modelo
de desarrollo que se venía llevando a cabo. Concretamente, su
crítica se dirige hacia un sistema económico y político basado
exclusivamente en el crecimiento económico. Ello supone toda una
novedad ya que, en aquél contexto, sólo algunos académicos y
movimientos ecologistas se habían opuesto al crecimiento económico
en las últimas décadas.
La
importancia del (re-)surgimiento de esta crítica no está sólo en
que proviniera de las altas esferas, sino que se dio antes de las
peores consecuencias de la gran recesión actual. Así, Clive
Hamilton (El
Fetiche del crecimiento,
2003) y Tim Jackson (Prosperidad
sin crecimiento,
2009), publicaron unas obras que ponían en entredicho todo el
supuesto bienestar que había aportado el crecimiento económico y
que sin embargo pocos se habían detenido a cuestionar.
Otra
novedad que ofreció este grupo de autores respecto a anteriores es
que todos ellos hicieron un trabajo interdisciplinar. Así, mientras
que en las obras tratadas en el segundo capítulo estaban mayormente
especializadas en campos concretos, las aquí estudiadas tocan
disciplinas diferentes que van desde la psicología a la ecología,
pasando por la economía y la política. Ello ayuda a ampliar el
campo de visión y construir una crítica más completa respecto al
crecimiento, ya que es cuestionado desde ámbitos bien diversos. En
este mismo sentido, sus trabajos basan su crítica no ya en
investigaciones propias sino en el aglutinamiento de distintos
estudios que refuerzan su teoría de una desconexión entre el
bienestar o la prosperidad y el crecimiento económico. Esta unión
de especializaciones permitió un claro avance respecto a la crítica
esgrimida en los setenta y los ochenta.
Por
último, el grupo de autores que se trata en este capítulo no
constituyen, como en el primer capítulo, una corriente de
pensamiento en sí mismo. Esto añade una dificultad terminológica
al trabajo, sobretodo a la hora de comparar dicho grupo con el del
decrecimiento. Por esta razón, para hacer referencia a este segundo
grupo de autores (del que se analizan aquí los trabajos de Hamilton
y Jackson) se usará el término “la crítica actual al
crecimiento”, ya que describe su finalidad y a la vez permite
distinguirlo de la corriente del decrecimiento.
Críticas compartidas
Un
primer rasgo de este pensamiento, compartido con el primer grupo de
autores, es su oposición
al predominio de la economía.
Según esta visión, la obsesión por el “economicismo” ha ido en
detrimento de otros ámbitos igual o más importantes como son el
medio ambiente o los aspectos sociales. Este predominio es
especialmente grave porque en la teoría económica actual no se
prevén los límites ecológicos del planeta y se relaciona
equivocadamente el aumento de la riqueza con el aumento de la
felicidad. En este sentido, Hamilton resume así las conclusiones de
distintos estudios discutidos en su obra:
Por
encima de cierto nivel de renta nacional, los habitantes de los
países ricos no son más felices que los de los pobres; los ricos no
son en ningún país más felices que las personas con ingresos
medios; y la gente no se hace más feliz a medida que se enriquece.2
Por
otra parte, también se concibe el mercado como un mecanismo
ciertamente limitado, por lo cual resulta erróneo expandir su
influencia y confiarle cada vez más actividades (como se hace en la
actualidad). Es necesario puntualizar, sin embargo, que Hamilton
se opone con mucha más rotundidad que Jackson a la economía
neoliberal, impulsora de esta mercantilización.
El
segundo punto común es que su crítica a la economía basada a la
economía del crecimiento no
concluye en una oposición radical al crecimiento en
sí. Es más, ambos autores comparten la necesidad que se de un
crecimiento en los países del Sur. De esta forma, aunque se reconoce
que el crecimiento es ya insostenible en el Norte, e incluso se
señalen las consecuencias negativas que ha tenido más allá de las
ambientales, creen que el crecimiento económico en los países más
pobres tendría un papel positivo. En pocas palabras, no se trata de
una oposición firme el crecimiento en sí sino a la manía u
obsesión por el crecimiento.
Una
tercera confluencia es la crítica
al PIB como
indicador supremo del bienestar, cuando
a su modo de ver se trata de un indicador incompleto. Jackson lo
argumenta explicando que los niveles de ciertos derechos básicos
(educación,
mortalidad infantil, esperanza de vida) aumentan a medida que lo hace
el PIB per
cápita del
país, pero a partir de cierto nivel de ingresos, la relación se
deshace por completo. Además, numerosos países como Cuba, Dinamarca
o Estados Unidos no muestran ninguna relación positiva entre
ingresos y más derechos básicos. Hamilton,
por su parte, muestra como ejemplo alternativo al uso del PIB el
Indicador de Progreso Genuino (IPG), el cual contabiliza otros
aspectos como la
distribución de los ingresos, las tareas domésticas y sociales no
mercantiles, el desempleo, la disminución de los gastos defensivos
(gastos destinados a la protección de alguna disminución del
bienestar, como la seguridad armada, el gasto sanitario o la
reparación de accidentes), y además contempla negativamente la
destrucción medioambiental
Por
último, esta perspectiva actual muestra cierta desconfianza
en la innovación tecnológica como
fuente de soluciones al problema del crecimiento ilimitado. Así,
aunque se afirma la importancia que puedan tener avances concretos en
la reducción del impacto sobre el ambiente, se acepta que, como se
afirmó ya en Los
límites del crecimiento,
dichos avances tecnológicos pueden retrasar el colapso ecológico,
pero no lo evitan si no se cambia el modelo de crecimiento
indefinido.
Propuestas
de solución
En
esta línea de pensamiento se plantean propuestas amplias y extensas,
más que proposiciones concretas. Dichas propuestas se exponen
prácticamente en forma de políticas y se resumen en cinco ámbitos.
Como se verá a continuación, pocas son las novedades ofrecidas por
estos autores, ya que muchas de sus propuestas son tan amplias que
habían sido de un modo u otro, realizadas con anterioridad.
La
primera se refiere a la necesaria distribución
de la riqueza entre
la sociedad, ya que la igualdad se percibe como un valor por
definición positivo para las sociedades. En este aspecto, tanto
Hamilton como Jackson alertan de los efectos perjudiciales para toda
la sociedad de las desigualdades entre las personas, no sólo a nivel
moral sino también en calidad de vida. Entrando en el detalle, una
medida posible sería la distribución del trabajo, de forma que la
reducción de la jornada laboral permitiese aumentar el número de
empleados.
En
segundo lugar, se pretende aumentar la protección
del medio ambiente ejerciendo
mayor presión a las empresas y estableciendo topes en las emisiones
de gases contaminantes. La tercera propuesta hace referencia a
la reducción
de la desigualdad entre países ricos
y pobres. En este sentido, se apuesta por aumentar la ayuda a los
países en vías de desarrollo. El cuarto ámbito clave es el
consumo. La visión aquí analizada entiende que, para hacer frente
al consumismo desenfrenado, se debería reducir
el peso del mercado y la publicidad a
través de políticas estatales.
Por
último, una característica de esta perspectiva es optar por
un nuevo
modelo de progreso que
no esté basado sólo en el crecimiento. Hamilton propone
el eudemonismo como
base de un modelo alternativo. El papel del sistema sería aquí el
de garantizar los medios para que las personas se realicen
plenamente, abandonando así el papel único de ofrecer medios para
un mayor crecimiento económico. La visión de Jackson es la
de redefinir
la prosperidad,
escapando de las consideraciones que equiparan la prosperidad a
utilidad o a opulencia. Ello se lograría a través de tres vías:
una nueva Macroeconomía Ecológica que situara la ciencia y la
práctica económica dentro de los límites de los recursos; un
Florecimiento que permitiera trascender la lógica social del
consumismo para crear condiciones adecuadas para la realización de
personas y comunidades; y una adecuada Gobernanza, en la que los
gobiernos se responsabilizaran de los problemas sociales y no sólo
del funcionamiento del mercado.
En
conclusión, esta “filosofía política” compartida por ambos
busca la reducción de la escala productiva, laboral y de consumo, y
disminuir el protagonismo de la racionalidad económico a favor de
otras racionalidades. Así, se menciona como modelo a alcanzar el
estado estacionario que planteó Stuart Mill en el S.XIX. De acuerdo
con este modelo, se debería dar un cierto crecimiento hasta cubrir
las necesidades básicas y después mantener un ritmo productivo
constante y dentro de los límites ecológicos; trasladando, así,
una mayor atención de las actividades meramente productivas y
laborales a otras más culturales, sociales y que permitan la
realización de las personas.
4.
La escuela del decrecimiento
El
origen
Si
bien el término “decrecimiento” fue usado por primera vez en
1979 en una traducción al francés de una obra de Georgescu-Roegen,
resulta difícil establecer el nacimiento de la teoría del
decrecimiento. En cualquier caso, se puede tomar como punto de
partida los primeros escritos de Serge Latouche sobre este tema, que
datan del 2006. Fue entonces cuando apareció esta teoría rompedora
con todas las críticas hechas hasta entonces al modelo de desarrollo
seguido. De alguna forma, agrupaba muchas observaciones ya hechas,
pero tenía una particularidad.
El
paso dado por la teoría del decrecimiento es el de concebir el
crecimiento, y sobretodo el pensamiento “crecentista”, como algo
negativo. El punto clave, de hecho, es su rechazo a cualquier modelo
que contenga una lógica de crecimiento en su interior. El desarrollo
sostenible relativizó su peso en favor del ecológico y social y de
la misma forma, el Índice de Desarrollo Humano redujo el valor de
los ingresos a una tercera parte del total3,
pero ninguno abandonó por completo la consideración positiva del
crecimiento económico en el bienestar.
Si
se entiende la idea del decrecimiento como la “elección de
simplicidad”, encontramos numerosos antecedentes teóricos. El
primer es el de H. Thoreau, con su filosofía de simply
living.
Los consejos de Gandhi también iban en la dirección de no acumular
bienes sino reducir las necesidades. Del mismo modo, el
autoabastecerse de los bienes necesarios a través del propio
trabajo, como el vestido, era una de sus prácticas de rebeldía más
simbólicas. Por último la propuesta de I. Illich de limitar los
niveles de consumo y producción para acabar con la explotación
laboral y ambiental.
Es
necesario puntualizar que existen corrientes diversas dentro de este
pensamiento, de manera que en cada territorio su desarrollo teórico
y práctica ha seguido caminos distintos. Un análisis más detallado
requeriría seguramente un nuevo trabajo dedicado exclusivamente a
ello. Por lo tanto, este artículo cita dos de las corrientes más
importantes. Se trata de la corriente francesa y de la italiana. En
el país galo es donde más se ha desarrollado y trabajado esta
teoría de la mano de autores como Latouche, Schneider y otros. Sus
influencias provienen de la ecología política (pensadores como A.
Gorz y J. Grinevald, entre otros) y de la crítica al desarrollo
hecha por autores como F. Partant y G. Rist. Al ser Serge Latouche el
autor más reconocido, se incluye en este capítulo un análisis de
su trabajo.
Por
otra parte, en Italia la expansión del decrecimiento se ha dado
tanto en el campo teórico como, sobretodo, en el práctico. Es
importante mencionar el Movimento
per la Decrescita Felice,
creado en 2007 por Maurizio Pallante, quien se ha convertido en el
pilar fundamental de su divulgación y teorización. Es por eso que
se ha escogido su libro, El
decrecimiento feliz (2009),
como documento de análisis para este capítulo.
La crítica compartida
Concluir
las líneas generales que caracterizan la escuela del decrecimiento
no supone una tarea demasiado fácil ya que existen diferencias entre
la corriente francesa, con importantes influencias de críticos con
el desarrollo y ecologistas políticos; y la corriente italiana,
mucho más enfocada en la cotidianidad de las personas. A pesar de
ello, seguidamente se explican dos rasgos comunes que comparten los
autores estudiados (S. Latouche y M. Pallante).
Como
se ha comentado anteriormente, empero, el decrecimiento no constituye
sólo una corriente teórica sino que se ha establecido en forma de
movimiento social. Se entiende, entonces, que en los trabajos
teóricos se expongan menos recomendaciones políticas y más guías
prácticas de acción.
El
primer punto en común es que el decrecimiento se define
básicamente por
rechazar el modelo del crecimiento por
dos motivos. El primero es su insostenibilidad a
largo plazo, puesto que los recursos naturales y la capacidad de
absorción de residuos del planeta son ambos limitados. En pocas
palabras, se concibe incompatible el crecimiento y el respeto al
medio ambiente.
El
segundo motivo para el rechazo de la sociedad del crecimiento es
su indeseabilidad:
el crecimiento, no sólo ha agudizado las diferencias sociales, se ha
desarrollado a causa (y gracias a) un proceso de mercantilización
que ha ido destruyendo espacios de autonomía de las personas y
pueblos, y en consecuencia su resiliencia ha disminuido. Además, de
acuerdo con ellos, tal crecimiento no ha hecho aumentar la felicidad
de las sociedades sino que su persecución irracional las ha hecho
menos felices.
Hay
que puntualizar, sin embargo, que el rechazo total al crecimiento
eoconómico no significa que el decrecimiento abogue por la reducción
automática e indefinida del PIB, ya que ello supondría entrar en la
lógica contraria e igualmente irracional de la disminución por la
disminución. En otras palabras, decrecimiento abarca más cosas que
un simple “anti-crecimiento”. Así, el decrecimiento aboga por
“salir del imaginario” del crecimiento. Tal como señala Latouche
Decrecimiento
es un eslogan político con implicaciones teóricas (…) que
significa abandonar radicalmente el objetivo del crecimiento por el
crecimiento, un objetivo el motor del cual no es otro que la búsqueda
de ganancias por los propietarios del capital y las consecuencias del
cual son desastrosas para el medio ambiente.4
No
sin razón, a menudo se hace referencia a los autores afines no como
“decrecentistas” sino como “objetores del crecimiento”.
Propuestas
políticas y prácticas
La
teoría del decrecimiento aboga por abandonar
el crecimiento tanto
a nivel teórico como a nivel práctico. Es esta idea la propuesta
general de dicha escuela, una idea “paraguas” engloba otros
puntos que se detallan a continuación. Antes de continuar,
especificar que según el decrecimiento se debería abandonar el
crecimiento no solamente en el Norte opulento sino también en el
Sur. Frente a teorías anteriores que recomendaban cierto nivel de
crecimiento en el Sur para mejorar sus condiciones, este pensamiento
alerta que sería un grave error introducir la lógica del
crecimiento en el Sur. Por eso, ve compatible (y deseable) que la
salida del modelo del crecimiento se de también en los países
pobres y apuesta porque en ellos se consiga una mejor calidad de vida
potenciando la auto-producción frente a la mercantilización y el
crecimiento económico.
La
primera de sus propuestas que materializan la idea general
anteriormente presenta es la cultura
de la reducción o simplicidad
voluntaria.
Ello incluye las prácticas de reparación, reutilización y
auto-producción; en definitiva recuperar el “saber hacer” de los
pueblos. El origen de esta lógica de pensamiento y acción es
resumida de la siguiente manera por Pallante. Según explica, después
de la publicación de Los
límites del crecimiento en
el año 1972, el debate giró entorno a cual debería ser la
alternativa energética a los combustibles fósiles. Entonces,
surgieron dos opiniones sobre a cómo aumentar la oferta: la
favorable a la energía nuclear y la favorable a la energía solar. A
pesar de que en losmass
media éste
debate fue el único protagonista, en paralelo una pequeña minoría
empezó a destacar la probabilidad de que la respuesta a la escasez
de recursos se resolviera disminuyendo la demanda y aumentando la
eficiencia. De allí surgió tal cultura de la simplicidad.
Un
segundo pilar, estrechamente ligado al anterior, es la reducción
de la escala.
Debido al proceso de globalización y como consecuencia también del
desarrollo tecnológico, la escala geográfica ha aumentado hasta
abarcar casi la totalidad del globo. El problema, según estos
autores, es que el transporte rápido y barato ha incrementado la
contaminación y en el proceso de relaciones ha provocado una
creciente uniformización cultural en la que Occidente ha salido
ganador. Es por eso que desde el decrecimiento se apuesta por
potenciar la cultura autóctona de cada zona, las relaciones cercanas
y la producción local. En otras palabras, fortalecer y empoderar los
actores y procesos locales frente a las tendencias globales que
tienden a uniformizar.
Por
último, ambos autores lanzan propuestas para una sociedad
del decrecimiento.
Las recomendaciones de Latouche se detallan en las ocho “r”,
iniciales de: reevualuar, redefinir, reestructurar, redistribuir,
relocalizar, reducir, reutilizar y reciclar. Todas ellas, potenciadas
por una movilización colectiva, permitirían acercarse a la sociedad
del decrecimiento. Latouche insiste en marcar distancia entre su
propuesta respecto al estado estacionario porque entiende que éste
no se plantea salir de la lógica economicista. Asimismo, se esfuerza
en diferenciar su propuesta también del crecimiento cero esbozado en
el “estado de equilibrio” del Informe Meadows ya que, según
Latouche, el “estado de equilibrio (…) no renuncia ni al método
de producción, ni al modelo de consumo, ni al estilo de vida
generado por el crecimiento anterior”5.
Pallante,
por su parte, apuesta por la sobriedad y la auto-producción. Por
sobriedad se debería entender “Reducir el uso de mercancías que
comportan utilidades decrecientes e inutilidades crecientes, que
generan un fuerte impacto ambiental y causan injusticias sociales.”6
En
cuanto a la autoproducción, se refiere propiamente de construirse
uno mismo los productos necesarios y, cuando no sea posible,
potenciar la donación y la reciprocidad como vías para satisfacer
las propias necesidades.
En
cuanto al modelo de desarrollo, no se prevé otro que el
decrecimiento. De hecho, Latouche lo considera un modelo de
post-desarrollo. Y no se trata de hecho de un modelo específico y
predeterminado: la lógica de la escala local ya presupone que cada
región puede diferenciarse en sus formas y preferencias. Lo que se
quiere decir es que cualquier propuesta sistémica deberá escapar
necesariamente de la lógica de acumulación y superar
definitivamente la lógica economicista.
5. Conclusiones finales
5.1.
La evolución de la crítica al crecimiento
- Continuidad
Una
vez analizadas por separado cada línea de pensamiento, es ahora
momento de tomar una perspectiva completa de dicha evolución y
concluir cómo se ha caracterizado el desarrollo de la crítica al
crecimiento.
La
principal idea a resaltar es que existe una continuidad
en la crítica realizada.
Una continuidad que no ha sido estática, pues ha habido una
innegable evolución que, a pesar de todo, ha mantenido las bases de
las críticas expuestas al principio. En otras palabras, la senda
abierta por los primeros autores de los setenta ha sido seguida por
pensadores posteriores, pero estos últimos han nutrido la teoría
con nuevas aportaciones que han ayudado a completarla y actualizarla
al contexto. Hay que señalar que la fractura actual más importante
en esta crítica es la que existe entre los críticos con el
crecimiento y los partidarios del decrecimiento. La segunda parte de
las conclusiones se ocupa de ello, pero veamos ahora los puntos
comunes que sí han sostenido todos los críticos con el crecimiento.
Una
de las premisas que ha marcado todo el desarrollo posterior de la
teoría ha sido tomar consciencia de que los recursos del planeta son
finitos y, por lo tanto, un
modelo de crecimiento continuo está destinado a chocar con los
límites naturales.
Esta afirmación, demostrada científicamente en el Informe Meadows y
en los trabajos de por Georgescu-Roegen, representan sin duda uno de
los pilares base que se han mantenido en la crítica al crecimiento
económico.
Otra
característica que ha estado presente en la evolución de este
pensamiento es la crítica
a la economía moderna y mercantilista como
teoría. Ya desde los setenta se ha insistido en los límites
intrínsecos que padece la economía a la hora de concebir el mundo
en su totalidad. Por esto, ha sido una constante la oposición al
excesivo papel que tiene la economía en la gestión de cada vez más
ámbitos de la sociedad. Un segundo pilar de este pensamiento crítico
es pues, la preocupación por el “economicismo” imperante,
entendido como la influencia de la lógica económica en una número
creciente de esferas.
El
tercer pilar que ha marcado esta evolución es la desvinculación
entre aumento de ingresos y mayor bienestar.
De una forma u otra, todos los autores han insistido en cuestionar
una de las bases en las que se asienta la idea de progreso de las
sociedades industriales: que un aumento en el bienestar procede
siempre de una mayor riqueza.
Por
lo que respecta a las propuestas, es preciso decir que también ha
habido un hilo de continuidad entre los primeros pensadores y los
actuales, aunque hoy el debate entre las dos grandes corrientes se de
precisamente en el campo de las propuestas. Sin embargo, hasta estas
dos corrientes comparten unos mínimos teóricos que se establecieron
en los setenta. Estos mínimos se repasan a continuación.
Frente
a las problemáticas descritas, una respuesta muy común en los
setenta era la necesidad detransformar
el modo de vida para
convertirlo en un estilo menos destructivo y encaminado hacia un
mayor placer más que hacia una mayor riqueza monetaria. En este
sentido, se habló ya entonces de “humanizar” la economía,
corrigiendo sus flaquezas teóricas y también de reducir la
influencia de la economía y del mercado en la vida de las personas.
En último término, se apostó por la reducción del consumo y el
aumento de la protección del medio ambiente. Estas demandas, más o
menos desarrolladas según el autor, se formularon con las primeras
críticas al crecimiento pero hoy continúan siendo muy vigentes.
- Nuevas aportaciones
Como
se dijo anteriormente, las corrientes actuales han ampliado algunos
aspectos tanto en críticas como en propuestas. Estas novedades se
deben sobretodo a la mayor información disponible, tanto en lo que
se refiere a los estudios psicológicos que se han realizado, como en
la certeza científica de estar inmersos en una crisis ecológica en
forma cambio climático y de saturación de la capacidad de
regeneración de los recursos.
Una
de las ideas que se han reforzado, gracias precisamente a varios
estudios sociales, es la gran desconexión que existe entre el nivel
de PIB
y la felicidad de las personas.
Es por eso, y también por la mayor atención que medios de
comunicación y la clase política ha puesto en el PIB, que este
argumento como crítica al crecimiento económico ocupa mucho más
espacio en la actualidad.
Otra
idea en la cual se detienen mucho más hoy los autores críticos es
la desigualdad
social.
Convencidos de ser el crecimiento económico su gran causa y apoyados
por estudios recientes que demuestran los efectos perjudiciales de
las sociedades desiguales, la preocupación por la desigualdad social
ha pasado a ocupar un lugar destacado en el pensamiento actual.
Como
consecuencia de la crítica anterior, se esboza en la actualidad
una necesaria
redistribución de la riqueza.
Ello resulta bastante lógico puesto que las diferencias sociales en
el mundo no han disminuido desde las primeras críticas al
crecimiento y, como argumentan los autores mismos, el propio
crecimiento no ha sido la solución sino muchas veces la causa de una
mayor desigualdad.
Otra
novedad tiene que ver con que, para los primeros autores, no era
prioritario determinar si sus propuestas tendrían mejor cabida en un
modelo capitalista o socialista. Así, exceptuando a Schumacher
(quien apostó por un sistema mixto entre los dos), la opinión
general fue que la cuestión del crecimiento constituía un problema
independiente a ello. En otras palabras, que ninguno de los dos
sistemas ofrecía una solución clara para el problema del
crecimiento indefinido. Los autores actuales, en cambio, sí han
prestado más atención y todos se
han posicionado respecto a la preferencia de un sistema capitalista o
socialista,
aunque no siempre en la misma dirección. Ello se puede deber a que
mientras los primeros se esforzaron más en la construcción de una
crítica sólida al crecimiento, los segundos han centrado su trabajo
en idear modelos de organización político-económica y, por lo
tanto, resultaba casi obligado un posicionamiento respecto a ello.
5.2. Comparación de las líneas actuales
Tal
como se ha expuesto en el anterior apartado, las críticas y las
propuestas respecto al crecimiento no han variado demasiado, pero el
desarrollo de este pensamiento sí ha dado lugar a varias
ramificaciones. Las dos más importantes representan la crítica
actual al crecimiento (o CAC) y el proyecto del decrecimiento.
Analizadas ya ambas corrientes, es momento de concluir cuán
distintas son y cuáles son los principales temas en los cuales
discrepan. Para empezar, cabría enumerar los cuatro debates o
diferencias que existen en la actualidad entre las dos visiones.
El
primero de los debates es si hay
que oponerse a la obsesión por el crecimiento o al crecimiento en
sí.
En este caso, la CAC dirige su crítica contra la manía por el
crecimiento. El título de la obra y la correspondiente argumentación
de Clive Hamilton, dejan clara su oposición a tomar el crecimiento
como un fetiche. En consecuencia, para estos autores el crecimiento
en sí no resulta algo negativo y, como se ve al repasar sus
propuestas, podría tener cabida en un nuevo modelo mejorado (aunque
con una influencia y una forma distinta). Ello queda implícito, por
ejemplo, al concebir los ingresos monetarios como medio necesario
para mejorar la calidad de vida en las sociedades más pobres. Por lo
tanto, de acuerdo con su visión, el problema aparece cuando se toma
el crecimiento como objetivo único.
El
decrecimiento en cambio, no sólo critica la obsesión y mitificación
por el crecimiento, sino que se opone rotundamente a él. En pocas
palabras, el crecimiento no debe ocupar, según ellos, ningún lugar
en un modelo ideal, sea a nivel material como, sobretodo, a nivel del
imaginario. Para los “decrecentistas” los problemas de las
sociedades pobres no se solucionan con ingresos sino con autonomía,
auto-producción y “saliendo de la economía”, eso es,
abandonando los circuitos mercantilistas como mecanismo de
distribución de los recursos.
El
segundo de los debates se refiere a cuánto
habría que reducir la producción y el consumo.
Desde la CAC se contempla como necesaria una reducción en el Norte
opulento hasta niveles sostenibles, mientras que en el Sur el PIB per
cápita y la producción deberían crecer hasta unos límites también
sostenibles que les permitieran cubrir sus necesidades básicas. Por
su parte, el decrecimiento apuesta también por reducir drásticamente
en el Norte, pero no concibe como positivo el aumento de la
producción en el Sur sin más. Es preciso detallar que para Latouche
una disminución final del PIB o la huella ecológica en el Sur no es
deseable, pero tampoco apuesta por entrar en lo contrario: la
sociedad del crecimiento. Pallante, por su parte, confía en que las
necesidades básicas puedan ser cubiertas sin necesidad de producir
más mercancías y por la tanto dejando estable o disminuyendo el
PIB.
El
tercero de los debates se refiere a concebir el
estado estacionario como una meta deseable.
La CAC -como muchos economistas ecológicos- sí contempla el estado
estacionario como referente válido de situación a la cual llegar.
Tal estado también era una meta para los autores que configuran el
primer grupo. Este modelo consiste en un estado de equilibrio en el
que las sociedades podrían progresar y aumentar su calidad de vida
manteniendo, eso sí, una producción compatible con los límites del
planeta.
Como
se explicó anteriormente, desde el decrecimiento se rechaza la
posibilidad de llegar a tal estado porque, aseguran, resulta ingenuo
confiar en una estabilización del capitalismo teniendo en cuenta que
forma parte de su naturaleza la acumulación indefinida. A ello se
añade que el proyecto del decrecimiento propone un nuevo tipo de
sociedad, una “civilización alternativa”, algo que el estado
estacionario no propone.
En
este punto, cabe mencionar una reflexión que hace Christian
Kerschner respecto a este debate. Según él, el rechazo que se hace
al estado estacionario desde el decrecimiento está mal planteado,
pues se hace con una interpretación demasiado estrecha de dicho
concepto. Kerschner recuerda que la propuesta originaria de Stuart
Mill no reflejaba un modelo estático o eterno, tal como, según él,
lo concibe el decrecimiento. Por todo ello, este autor argumenta a
favor de la compatibilidad de ambos proyectos, explicando que un
decrecimiento en el Norte permitiría llegar a un estado estacionario
global.
Por
último, una gran diferencia a notar entre ambas líneas de
pensamiento es la
naturaleza de sus propuestas.
Desde la crítica actual al crecimiento se han formulado grandes
modelos alternativos que deberían sustituir al vigente. Estos
modelos, pese a buscar reformas del sistema actual, no conllevarían
necesariamente el cambio de su estructura general. En otras palabras,
lo que se ha propuesto desde la CAC son grandes recomendaciones
dirigidas a la clase política y económica para evolucionar hacia un
modelo más justo social y ambientalmente.
Sería
falso decir que el decrecimiento no ha hecho tal cosa: basta repasar
los escritos de Latouche y Pallante para encontrar sus respectivos
“programas políticos de decrecimiento”. Pero la fuerza en sí de
este pensamiento no la caracteriza las grandes soluciones, sino todo
lo contrario. Para este enfoque, frente a un gran problema no se debe
ofrecer una gran solución sino muchas soluciones pequeñas. Lo que
ha caracterizado esta corriente es precisamente la llamada a la
auto-organización ciudadana y a la asociación en grupos que
practiquen el decrecimiento adaptándose a su entorno.
5.3.
Reflexión final
Se
puede concluir, respecto a las diferencias entre las críticas
actuales, que la CAC sirve más al desarrollo teórico y el
decrecimiento, además del campo intelectual, también representa una
llamada a la acción. Sirva el siguiente ejemplo, un tanto extremo
pero bastante clarificador: mientras que el trabajo de Jackson se
presenta como la formulación de una “economía para un planeta
finito”, la obra de Pallante comienza hablando de los múltiples
beneficios de hacerse el yogur en casa.
¿Son
ingenuos los primeros al pretender que las clases dominantes lleven a
cabo grandes reformas? O ¿son muy ilusos los segundos al pensar que
cambios en la cotidianidad provocarán un cambio sistémico? Lo
primero que hay que decir es que después de cuarenta años de
críticas a un modelo basado en el crecimiento, el camino seguido por
la humanidad no sólo no ha variado sino que ha incrementado esta
tendencia negativa. Además, no se han aplicado las recetas que se
propugnaban desde esta crítica. Ello nos debe hacer concluir que la
simple crítica teórica desarrollada hasta el momento había sido
incapaz de frenar modelo del crecimiento. Por lo tanto, ha resultado
necesario un avance significativo en la crítica al crecimiento. A mi
entender, dicho avance ha sido aportado con gran acierto por el
decrecimiento.
Sin
embargo, la aportación decrecentista no hace inútil las voces de la
CAC, porque para la transformación social es necesario el esbozo de
nuevos horizontes a los cuales dirigirse. El estudio, la concreción
y el perfeccionamiento teórico de dichos horizontes son trabajos muy
valiosos que está aportando la CAC.
En
definitiva, ambas líneas de pensamiento tienen su razón de ser y
entiendo que ambas ramas pueden complementarse bastante bien, aunque
sus formulaciones y propuestas puedan dirigirse a un público
distinto. Por otra parte, al leer los trabajos de unos y otros, uno
se percata que son más los vínculos que unen sus razonamientos que
los que los separan. Sería erróneo decir que se trata sólo de una
discusión terminológica: en efecto el decrecimiento tiene una
naturaleza que lo distingue de otras corrientes críticas. Pero dado
que es mucho lo que comparte con otras, sería deseable para el bien
de la teoría y para todo el mundo que el desarrollo del pensamiento
respecto al crecimiento tuviera la meta de mejorar y no de
distinguirse de otras corrientes cercanas.
Cuadro comparativo
Bibliografía
Libros
·
Meadows, D.H., Meadows D.L., Randers, J.y Behrens III, W.W.: Los
límites del crecimiento. Fondo de Cultura Económica. México, 1972.
·
E.F. Schumacher: Lo pequeño es hermoso. Ed. Alkal. Madrid, 1973.
·
T. Scitovsky: Frustraciones de la riqueza. Fondo de Cultura
Económica. México, 1986.
·
C. Hamilton: El fetiche del crecimiento. Ed. Laetoli. Villatuerta,
2003.
·
T. Jackson: Prosperidad sin crecimiento. Ed. Icaria e Intermón
Oxfam. Londres 2009.
·
S. Latouche: En defensa del decreixement. Tres i Quatre. Valencia,
2011
· S.
Latouche: La scommessa della decrescita. Feltrinelli. Milano, 2006.
·
M. Pallante: La decrescita felice. La qualità della vita non depende
dal PIL. Ed. Per la decrescita felice. Roma, 2009.
Artículos
-
C. Kerschner: “Economía
en estado estacionario vs. Decrecimiento económico. ¿Opuestos o
complementarios?”,
en Revista Ecología Política nº35, España, 2008.
-
K. Unceta: “Desarrollo,
subdesarrollo, maldesarrollo y postdesarrollo. Una mirada
transdisciplinar sobre el debate y sus implicaciones”,
en Carta Latinoamericana nº7, Uruguay, 2009.
-
J. Martínez-Alier, U. Pascual, F. Vivien, E. Zaccai: “Sustainable
de-growth: Mapping the context, criticisms and future prospects o fan
emergent paradigm”,
en Ecological Economics nº69, 2010.
1 T.
Scitovsky: Frustraciones de la riqueza. Fondo de Cultura Económica.
México, 1986.
2 C.
Hamilton: El fetiche del crecimiento. Ed. Laetoli. Villatuerta,
2003.
3 El
IDH se calcula con el PIB per cápita, el nivel de educación y el
nivel de salud.
4 Se
han unido dos partes de definiciones que ha dado Latouche. La
primera parte está extraída de S. Latouche: En defensa del
decreixement. Tres i Quatre. Valencia, 2011 y la segunda de S.
Latouche: La scommessa della decrescita. Feltrinelli. Milano, 2006.
5
S. Latouche: En defensa del decreixement. Tres i Quatre.
Valencia, 2011.
6 M.
Pallante: La decrescita felice. La qualità della vita non depende
dal PIL. Ed. Per la decrescita felice. Roma, 2009.
Yago Calbet Domingo. Licenciado en Ciencias Políticas. Master en Globalización y Desarrollo. Octubre 2013
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