Pero,
entonces, incluso hablar de «la economía» de una sociedad
primitiva es un ejercicio de irrealidad. Estructuralmente, «la
economía» no existe. Más que una organización delimitada y
especializada, la «economía» es algo que generaliza la función
de los grupos sociales y de las relaciones, especialmente los
grupos y las relaciones de parentesco. La economía es más bien una
función de la sociedad que una estructura, porque el armazón del
proceso económico, la proporcionan los grupos concebidos
clásicamente como «no económicos». En particular, la producción
está instituida por grupos domésticos que, por lo general, se
ordenan como familias de uno u otro tipo. La 'unidad doméstica' es
para la economía tribal lo que el feudo fue para la economía
medieval o lo que es la corporación para el moderno capitalismo:
Cada
una de ellas [unidad doméstica] es en su momento la institución productiva dominante.
Cada una representa, además, un determinado modo de producción *,
con una tecnología y una división del trabajo apropiadas, un
objetivo económico o finalidad característicos, formas específicas
de propiedad, relaciones sociales y de intercambio definidas entre
las unidades productivas y contradicciones que le son del todo
propias. En resumen, para explicar la disposición observada que
tienen las primitivas economías para la subproducción, yo
reconstruiría la «economía doméstica independiente» de Karl
Bücher y de los escritores anteriores a él, pero ahora un tanto
reacomodada a Marx, y redecorada con una etnografía más a la moda.
Puesto
que los grupos domésticos de la sociedad primitiva no han sufrido
todavía una degradación a un mero estatus de consumo, su capacidad
laboral desligada del círculo familiar y empleada en un dominio
exterior, los hizo someterse a una organización y propósitos
ajenos. La unidad doméstica, como tal, recibe el peso de la
producción junto con la organización y la aplicación de la
capacidad laboral y junto con la determinación del objetivo
económico. Sus propias relaciones internas, tal como ocurre entre
esposo y esposa, entre padres e hijos, son las relaciones principales
de la producción dentro de la sociedad. El rótulo incorporado de
los estatus de parentesco, el dominio y la subordinación de la vida
doméstica, la reciprocidad y cooperación, hacen aquí de lo
«económico» una modalidad de lo íntimo.
La
organización del trabajo y los términos y productos de su
actividad, son principalmente decisiones domésticas. Y son
decisiones que se toman teniendo en cuenta primordialmente la
satisfacción doméstica. La producción se encauza según las
exigencias habituales de la familia. La producción es para beneficio
de los productores.
*
«Modo de producción» se emplea aquí de modo diferente a como lo
hizo Terray (siguiendo a Althusser y Balibar) en su importante
trabajo Le Marxisme devant les sociétés primitives (1969).
Aparte de la diferencia obvia en lo que se refiere a las «instancias»
superestructurales, el principal contraste tiene que ver con la
importancia teórica que se ha dado a diversas formas de cooperación,
es decir, en cuanto constituyen estructuras colectivas en el control
de las fuerzas productivas que se superponen y se enfrentan a las
unidades domésticas. Una importancia semejante se desecha aquí y a
partir de esta divergencia surgen muchas otras. Sin embargo, a pesar
de estas diferencias significativas, es obvio que la presente
perspectiva hace propios muchos puntos de vista de Terray y está de
acuerdo también, en gran parte, con Meillassoux (1960, 1964), en
quien se fundamenta el trabajo de Terray.
(…)
Las
técnicas locales exigen un mayor o menor grado de cooperación, de
ahí que la producción pueda estar organizada de formas sociales
diversas y a veces en niveles más altos que la unidad doméstica.
Los miembros de una familia pueden colaborar de una manera regular y
sobre una base individual con parientes y amigos de otras casas;
ciertos proyectos se encaran colectivamente por parte de grupos,
tales como los linajes o las comunidades de vecinos. Pero de lo que
se trata no es de la composición social del trabajo.
Las
partidas de trabajo más numerosas no son, en su mayor parte, más
que uno de los muchos modos que la producción doméstica tiene de
realizarse. A menudo, la organización colectiva del trabajo no hace
más que dismular tras su masividad su simplicidad social básica.
Un
conjunto de personas o de pequeños grupos actúan hombro con hombro
en tareas paralelas e idénticas, o trabajan juntas para favorecer
por turno a cada participante. Es así que el esfuerzo colectivo
comprime a la estructura segmentaria de la producción sin efectuar
en ella ningún cambio permanente o fundamental.
Lo
que es más, la cooperación no instituye una estructura de
producción sui generis y con finalidades propias que difiera
en forma o en alcance de la supervivencia de los distintos grupos
domésticos y que predomine en el proceso de producción de la
sociedad. La cooperación sigue siendo, en su mayor parte, un hecho
de naturaleza técnica, sin realización social independiente en el
nivel del control económico.
No
compromete en absoluto la autonomía de la unidad doméstica o su
objetivo económico, la organización doméstica de la capacidad
laboral o el predominio de los objetivos domésticos a través de las
actividades sociales del trabajo. Realizados estos planteamientos,
paso a la descripción de los aspectos principales de la modalidad
doméstica de la producción (MDP), con la vista puesta en las
implicaciones que ésta tiene para el carácter del desempeño
económico.
Extraído del libro: "La economía de la Edad de Piedra" de Marsall Sahlins
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