Artículo extraído del libro 'Decrecimientos. Sobre lo que hay que cambiar en la vida cotidiana', del capítulo escrito por Manoel Santos 'decrecimiento y migraciones'.
Las migraciones masivas de seres humanos se han potenciado enormemente por causa del crecimiento económico planificado de las sociedades centrales, que tienen en los millones de migrantes del planeta una fuerza de trabajo, muchas veces barata y dominable, que les es imprescindible. La situación ha ayudado a empobrecer aún más a los países del sur geopolítico y ha desertizado salvajemente las zonas rurales del planeta, provocando terribles daños ambientales y sociales.
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El emprendimiento de un proyecto de decrecimiento ordenado y sereno en el Norte, que debería implicar no sólo la drástica reducción de nuestra producción y nuestro consumo, sino también cambios radicales en la manera de organizarnos política, social y económicamente; con mas autogestión, autoproducción, ahorro y por tanto autosuficiencia, con la relocalización de la economía, la producción, la política y en general con la primacía de todo lo local frente a lo global; con el reparto del trabajo y la producción de bienes relacionales; con la redistribución equitativa de los recursos disponibles en el nivel planetario; y sobre todo con el desarrollo de una vida más frugal – incluso dando ciertos pasos hacia atrás-, debería ser una opción que hay que tener muy en cuenta para contribuir a que el planeta, y con él la humanidad y la vida misma, interrumpa e incluso revierta eses camino hacia la catástrofe que todos los datos parecen indicar.
Dicho cambio en nuestro estilo de vida podría tener efectos muy positivos en la reducción del drama social que suponen las migraciones en el nivel mundial, tanto de aquellas que sangran a muchas poblaciones del Sur geopolítico -incluiría también a las del este de Europa-, para las que la emigración hacia otros lugares y países se ve como la única salida a la pobreza extrema, como de las que desertizan los espacios rurales del planeta para engrosar las aglomeraciones urbanas.
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En lo referente a los migrantes internacionales, la opción del decrecimiento en las sociedades industrializadas tendría por fuerza que provocar mayor justicia social es sus países de origen y por ende en sus sociedades, entre otras cuestiones por causa del freno que supondríaa para el expolio de sus recursos naturales, el cese de una más que injustas relaciones -o imposiciones- comerciales y políticas capitalistas y el obligado pago de la deuda del crecimiento que el Norte tiene con el Sur.
Si hablamos de éxodo rural que es la migración más copiosa tanto en los países de la Periferia como en los del centro del sistema, un programa de decrecimiento ayudaría a invertir la tendencia urbanizadora del planeta, por cuanto éste sería inabordable si una decidida repoblación humana del campo -lógicamente con su redistribución equitativa de la tierra-, orientada a relocalizar tanto la economía como la política. Dicho proyecto buscaría, entre otras cosas caminar hacia una soberanía alimentaria que a su vez ayudaría a paliar en buena medida el panorama multicrisis (crisis ambiental,energética, cultural, económica, alimentaria, humanitaria, etc.) que asola la Tierra.
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