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Trabajar menos, consumir menos y producir menos es la base del decrecimiento feliz

Julio García Camarero (Madrid, 1936) es ingeniero técnico forestal y doctor en Geografía. Fue funcionario del Departamento de Ecología de Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (Ivia) durante treinta y tres años. Dirigió y colaboró en diversos proyectos de investigación agraria y medio ambiental y es uno de los fundadores de la primera asociación ecologista valenciana (lAsociación Valenciana de Iniciativas y Acciones en Defensa del Territorio, 'Aviat').

Entre sus conclusiones afirma que "seríamos más felices si dejáramos de caer en el consumismo, porque contaminaríamos menos, agotaríamos menos recursos, trabajaríamos menos y tendríamos más tiempo para relacionarnos". Actualmente es miembro de Ecologistas en Acción y practica sus principios con los movimientos sociales del barrio de Ruzafa.

La teoría del "decrecimiento feliz" parte de la idea de que actual ritmo de crecimiento económico mundial es tan insostenible como el deterioro y la falta de recursos en el planeta. Por lo que en poco tiempo se hará necesaria una autolimitación del consumo para acoplar la velocidad de gasto de los recursos naturales con su regeneración. 

Este movimiento nació en 2002 en Francia, se extendió y creció rápidamente en Italia. García Camarero ha plasmado esta filosofía en tres volúmenes: El crecimiento mata y genera crisis terminal (2009), El decrecimiento feliz y el desarrollo humano (2010) y El crecimiento mesurado y transitorio en el sur (2013).  

-¿La filosofía del decrecimiento feliz puede tener eco en Europa?
 
-En principio, el decrecimiento queramos o no va a venir, porque es imposible crecer ilimitadamente y los recursos del planeta Tierra son limitados. Así que más tarde o más temprano vamos a decrecer. Por lo tanto, la clave estará en si decrecemos voluntariamente y sabiendo lo que hacemos o el decrecimiento sobrevendrá salvaje e incontrolado. 


-¿Para los que no sepan de qué va este movimiento podría sintetizar en qué consiste?
 
-El movimiento del decrecimiento feliz es muy reciente. Surgió en una reunión en París en 2002 en línea con pensadores como Serge Latouche para los que la correlación entre crecimiento económico y prosperidad no es necesariamente positivo, sino que existen situaciones frecuentes en las que un aumento del PIB conlleva una disminución de la calidad de vida. Las necesidades humanas para el desarrollo son la subsistencia, el afecto, el entendimiento, la identidad, el ocio, la protección, la participación y la libertad. Son valores alejados del consumismo asesino y más cercanos a un consumo responsable y sano.


-Consumo responsable, ahorro energético, mayor calidad en nuestra alimentación, menos estrés, menos horas de trabajo y una vida más sencilla. ¿Todo esto se puede conseguir sin salir del sistema capitalista?
 
-Vivimos fagotizados por la economía de la acumulación que aboca a la frustración y a querer lo que no tenemos y ni necesitamos, lo cual, conduce a estados de infelicidad. En líneas generales todos los gobiernos occidentales tienen como meta fundamental el crecimiento, por lo que no se plantean en absoluto mejorar la vida de las personas. Para conseguirlo hay que salirse del sistema. Esta crisis no es coyuntural es sistémica. Es el sistema el que está enfermo. 


-Resulta difícil embarcarse en un decrecimiento feliz cuando desde pequeños nos han inculcado que hay que ser más competitivos para progresar y llegar más lejos.
 
-Claro. Desde pequeño hemos bebido del consumismo y productivismo. Cuando sabemos, porque la mayoría lo ha experimentado, que no por consumir más somos más felices. El hiperconsumo vacía el sentido de la vida. Pero como todas las adicciones hay que también aprender a pasar el mono del consumismo salvaje y de esa insatisfacción contínua a la que nos aboca el marketing, la publicidad y el sistema que nos rodea. Trabajar menos, consumir menos y producir menos es la base del decrecimiento feliz. Reducir las jornadas laborales para que todos podamos trabajar, a la vez que disfrutamos de más tiempo libre para dedicarlo a nuestro crecimiento personal, no es una utopía. 


-¿Qué límites del sistema están en alerta?
 
-Hay varios. Hemos superado el pico del petróleo, el límite de la huella ecológica. En los 80 superamos la capacidad de regeneración de la biosfera. Desaparecen entre 50 y 200 especies animales y vegetales cada día, lo que supone un ritmo entre 1.000 y 30.000 veces superior al de las extinciones en tiempos pasados. En 40 años hemos deforestado un tercio de los bosques del planeta. Al ritmo actual los bosques tropicales desaparecerán en 2050. De hecho desconocemos si ya nos encontramos en un cambio climático irreversible. 


-¿Qué es y para qué sirve la huella ecológica?
 
-Es el cociente de la división entre la superficie productiva del planeta y el número de personas que lo habitan. El resultado es 1,8 hectáreas por persona. Si se supera, y ya se ha superado, se produce un deterioro grave de la naturaleza. Actualmente la media es de 2,2 hectáreas por persona. Ahora bien, la "huella ecológica" no se distribuye de manera homogénea: la de un ciudadano medio de Estados Unidos es de cinco hectáreas; la de un español, tres hectáreas; y la de un indio, 0,8 hectáreas. 


-¿La crisis ha impulsado este movimiento?
 
-Digamos que la crisis, detonada por la burbuja inmobiliaria, sigue creciendo, ahora auspiciada por el capital financiero que ha desplazado su interés hacia los mercados de futuro. Mercados que permiten acumular y especular con los alimentos que incrementan la pobreza. De esta especulación no se habla. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), hemos alcanzado los 1.000 millones de hambrientos en el planeta. El sistema no funciona y hay que cambiarlo.


-¿Rodeados de zanahorias cree que podremos cambiar los hábitos?
 
-Los que estamos rodeados de zanahorias somos el 20% de la población. Eso sí, un 20% que consume el 80% de los recursos del planeta. Y el restante 80% de la población solo consume el 20%. Y es capaz de vivir con menos de 2 euros al día. 


-¿Esta visión cree que la tiene algún político de hoy?
 
-En estos momentos no. Son personas sumisas que se adaptan a las directrices que marca la economía. Los políticos están a merced de la economía. El verdadero gobierno del mundo es el neoliberalismo, las multinacionales... son las que le dicen a Rajoy los recortes que hay que hacer


-En uno de sus artículos comenta que nos estamos acercando a un modelo social y laboral esclavista como en China...
 
-¿Por qué crecen las empresas? A costa de la explotación del trabajador, pero vinculada a la competitividad. La competitividad no es libre porque nunca es verdadera. Mire, según los analistas de la OCDE, en el año 2015 solo un 10% del crecimiento mundial se producirá en Europa, un 25% en EEUU y un 33% en China. Algo absolutamente angustioso e intolerable para la economía competitiva de las grandes corporaciones transatlánticas. Se estima que en el próximo lustro Asia por primera vez tendrá más PIB, más gasto militar y más inversión en tecnología que la UE y USA juntos. Entre las medidas que se proponen para evitarlo está aumentar la flexibilidad laboral y las desregulaciones. Esto es, reducir los gastos salariales y aumentar la jornada laboral hasta llegar a salarios y tiempos de trabajo equiparables a los de China. Se persigue que todos trabajemos como chinos.


-¿Lo que está pasando con la Sanidad y la Educación en España no es también decrecimiento?
 
-Desde luego es decrecimiento, pero no feliz. Hay que distinguir entre dos tipos de decrecimiento. Uno que califico como "feliz" y otro "infeliz". Este último es el que vemos hoy, con los recortes en sanidad, educación y pensiones en el contexto de la actual crisis. Por el contrario, el decrecimiento "feliz" pretende superar la insatisfacción que genera el consumismo y se vincula además al desarrollo humano. 


-¿Y por dónde empezamos a decrecer felizmente?
 
-El premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz llama "fundamentalistas del crecimiento" a los economistas del neoliberalismo que abogan por el crecimiento sí o sí. Porque es un fundamentalismo ciego que solo busca ganar más y competir más. Es ciego porque para pervivir necesita políticas contrarias a las que aplica, que incentiven el consumo y la producción. Sin embargo quieren solucionar el crecimiento, con más crecimiento, más recortes, más reformas o contrareformas, disminuyendo el número de consumidores, aplicando recortes y deprimiendo aún más la economía. 


-Concréteme algunas acciones de decrecimiento feliz...
 
-Hay muchas pequeñas cosas que pueden ir haciéndose. Pero hay que empezar por cambiar estereotipos como que "el dinero da la felicidad" y que "cuánto más tienes más vales". Hay que reconocer que el 50% de lo que consumimos son pseudonecesidades. A partir de ahí y poco a poco, nunca de repente, no creo en los cambios radicales, empezar a fomentar el trueque, las cooperativas de consumo, los huertos urbanos, los bancos del tiempo. Iniciativas que permitan huir del dinero y, lo que resulta esencial, salirse del capitalismo. Hay un dicho que dice que gente pequeña, haciendo cosas pequeñas, en sitios pequeños puede cambiar el mundo. En el momento en que dejáramos de consumir pseudonecesidades, reduciríamos un 70% el consumo actual, se solucionarían muchos problemas del planeta y el sistema en el que vivimos caería y tendría que volver a reconstruirse, pero de otra manera.

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