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Prólogo del libro 'El crecimiento mesurado y transitorio en el sur'

PRÓLOGO
la palabra más importante
del diccionario es mesura.
si no fuera por la desmesura y vanidad
el mundo sería una balsa de felicidad, sin padecimiento de amargura, sin insatisfacción alienante1.
para alcanzar la sostenibilidad, la humanidad tiene que incrementar el consumo de los pobres del mundo y al mismo tiempo reducir la huella ecológica humana total. hacen falta avances tec nológicos, cambios personales y horizontes de planificación más largos. hace falta más respeto, atención y equidad por encima de las divisorias
políticas. conseguir esto llevará decenios, inclu so en las mejores circunstancias. ningún partido político moderno ha obtenido un amplio apoyo para un programa de este tipo2.

Meadows, Meadowsy Randers (2004)






SOBRE LA MESURA Y SU IMPORTANCIA

Creo que resulta muy conveniente insistir en las dos palabras, tal vez, más importantes del diccionario. Son mesura y usura, que resultan ser vocablos antípodas, pues la segunda, usura, junto con acumulación suponen la renuncia total de la primera.

La mesura es una herramienta indispensable para lograr un equilibrio social entre el Primer Mundo y los cinco mundos restantes, que llamaremos Los Otros Mundos. Herra-mienta que consideraremos y tendremos siempre presente a lo largo del siguiente texto.

Actualmente se ha instalado en el planeta Tierra una gene ralizada actitud de usura e insolidaridad humana sin límites. Una insolidaridad —espacial— del Primer Mundo con el resto. Y una insolidaridad —temporal— debida al despilfarro consu mista de los solventes del Primer Mundo con respecto a las generaciones futuras, que heredarán el desastre ecológico mundial que hoy estamos provocando con nuestra actitud de excesos y despilfarras. En este sentido, el sociólogo Zygmunt Bauman3 ha declarado: "Nuestros nietos pagarán la factura de nuestra orgía consumista. [...] Un 5% de la población mundial tiene el 33% de la riqueza, por lo que ningún país por muy rico que sea puede aportar una solución a este problema únicamen te por sí mismo. [...] Se invierte en países lejanos con niveles bajos de vida con el objeto de sacar provecho de esos entornos. En 1994 se produjo una crisis en México y en 1997 en Asia, en particular en Malasia. En 1998 se produjo una catástrofe en Rusia, al año siguiente fue la debacle en Brasil y en 2002, Argen tina entró en bancarrota. Todas estas situaciones fueron pro ducto de otras burbujas previas"4. Este autor nos viene a decir que durante las dos últimas décadas del siglo XX se vinieron desintegrando los lazos sociales vertebrados durante la segun da mitad del siglo pasado.

Y es que tanto el Norte como el Sur están enfermos de des mesura. En el Norte, de obesidad económica, y en el Sur, del raquitismo provocado por el expolio del Norte.

El desarrollo humano y la felicidad están indispensable mente condicionados a la calidad de vida, pues sin ella, aparece la carencia de satisfacción de necesidades humanas y por tanto carencia de felicidad y de desarrollo humano. En estas condi ciones, se comprende que la única forma de vencer a estas dos enfermedades sociales —obesidad y raquitismo— es mediante lo que podemos denominar la "herramienta de la mesura", expresada en dos conceptos diametralmente opuestos: creci miento y decrecimiento5.


El Norte tendrá que decrecer —solo sus solventes—, pero ten drá que hacerlo mesurada y transitoriamente para no llegar al extremo del raquitismo. Hay que abundar en que tal vez el mayor escollo para que el Norte consiga decrecer será que logre superar la adicción al crecimiento y al consumismo.

Considerado esto, vemos que los países de Los Otros Mun dos y las capas sociales insolventes del Primer Mundo tendrán que crecer. Pero tendrán que hacerlo de forma mesurada y tran sitoria para no caer en la obesidad.
En consecuencia, si las personas consumistas del Norte y las subconsumidoras del Sur quieren sanar de sus enfermeda des, el Norte tendrá que decrecer y el Sur crecer— me refiero en el sentido económico—, pero tendrán que hacerlo mesuradamen te. Ello porque si, por ejemplo, durante algún tiempo el Sur crece, aunque sea de forma mesurada, y el Norte sigue creciendo igual que lo está haciendo en la actualidad, se resentirá la huella ecológica y la capacidad de carga de la tierra. Si el Norte decrece, pero el Sur no crece, se seguirán sucediendo muertes masivas por hambruna y seguirá manteniéndose el raquitismo del Sur.

Por eso, tanto el decrecimiento del Norte como el crecimien to del Sur tienen que ser necesariamente mesurados, graduales y simultáneos.
Hay autores que declaran que el desarrollo humano se puede hacer sin crecimiento. Esto puede ser algo discutible, pues difícil mente se podrán desarrollar humanamente poblaciones en las que la mayoría de sus habitantes padecen de raquitismo físico y, en muchos casos, como consecuencia, también mental. Cualquier ser vivo, como vimos en el ejemplo de la mariposa6, primero necesita crecer —fase de larva— para luego parar su crecimiento y desarrollarse en toda su diversidad física e intelectual. No hay que vivir para comer, hay que comer para .vivir. No hay que vivir para crecer mucho, hay que crecer un poquito —y de forma limita da en el tiempo—, lo imprescindible para poder vivir y para poder tener un verdadero desarrollo humano.


LA TAN PREGONADA FELICIDAD DEL CRECIMIENTO ILIMITADO DEL NORTE

Según Clive Hamilton: "Existe en la actualidad un amplio conjun to de pruebas que arrojan serias dudas sobre la doble suposición de que un aumento del crecimiento económico incrementa el bien estar social y de que unos ingresos mayores mejoran el bienestar individual" . Pero en la realidad no es así, más bien al contrario; en los países más ricos, y con mayor crecimiento, la gente no es más feliz-, la gente tampoco es más feliz a medida que se enri quece. Y es que, ¿cómo se puede ser feliz en un mundo en el que para poder sobrevivir tienes que competir hasta la anulación de tu prójimo? Cuando lo que sucede es que una buena relación y cooperación es lo único que te va a aportar un estado de amor y de felicidad. En este mundo no puede crecer la felicidad ni el desarrollo humano.

En un mundo en el que para sobrevivir tienes que condenar tu alma durante al menos la mitad de su vida para las horas de trabajo; un trabajo totalmente enajenado y frustrante. Un mundo en donde tienes que entregarte a un consumismo que promueve la insatisfacción constante y por tanto la infelicidad.

En efecto, el consumista, que busca la felicidad con el con sumismo, funciona con el siguiente mecanismo: pone toda su esperanza depositada en determinado nivel de riqueza mate rial, pero una vez alcanzado este nivel el consumista experi menta una sensación de cierta insatisfacción —en buena parte promovida por el marketing— la cual, con la decisiva ayuda de, precisamente, el marketing, el consumista aspira superar a base de nuevos niveles de satisfacción. Y así, sigue aspirando a más elevados niveles de riqueza y de consumismo. Este ciclo ascen dente se repite indefinidamente, una y otra vez. Esto conecta con la necesidad de crecimiento indefinido. Paralelamente, exis te el "mono" de la competitividad con los demás. Competitividad que nunca acaba y que nunca termina de satisfacer del todo, pero que actúa como un catalizador del crecimiento y del consu mismo -productivismo.

El marketing promueve continuamente la insatisfacción del consumista —germen de la infelicidad— para que no deje ni un solo momento de consumir productos que no le son en abso luto necesarios, pero que sacian solo parcial y momentáneamen te una nueva pseudonecesidad o necesidad creada artificialmente, a su vez, por el propio marketing. Y es que el mercado y el creci miento necesitan indispensablemente crear consumistas insa ciables, consumistas infelices y competitivos. En esto consiste la gran "felicidad" tan pregonada por el Norte en pleno creci miento. Este fenómeno está muy bien expresado en una frase de Tim Flannery de elogio a Clive Hamilton: "Los sistemas econó micos y políticos mundiales nos han hecho unos ricos desgra ciados"8.
Y es que por la vía del crecimiento ilimitado y del desarrollismo no se encontrará la salida al complejo problema de la felici dad y del desarrollo humano. Y se podría decir que ese verdadero camino hacia la felicidad y el desarrollo humano debe de pasar necesariamente, al menos en una buena parte, por un tránsito desde la pseudo-felicidad urbana al buen vivir rural que preconiza Daniel Suárez —ex dirigente deipachakutik9 y la mayor parte del movimiento indígena andino.

Tenemos que dejar de seguir buscando esa "felicidad" en el amontonamiento de colmenas humanas situadas en un espacio urbano pensado fundamentalmente para los coches y el consumismo. La aparición de la necesidad de ir al super mercado con el coche a un descampado de las afueras fue una gran fuente de infelicidad que nos hacía depender imperiosa mente del coche.

Para llegar a la felicidad es preciso saber disfrutar de lo pequeño, de lo próximo, de lo local. Saber huir y no dejarse arrastrar por la fuerte corriente de inducción a la adición; ya se sabe, dos de las cuatro peores palabras del diccionario. No dejarse deslumbrar por lo grande, lo lejano, lo mediatizante. No dejarse arrastrar por lo grande, porque ello implica exceso de agresión a los recursos. No dejarse atraer por lo lejano, por que ello supone la necesidad de un excesivo gasto de energía para el desplazamiento; hay que evitar esto, ya que los materia les energéticos se encuentran en cantidades limitadas dentro de nuestro planeta y también porque originan contaminación atmosférica y cambio climático, que en definitiva resulta inevi table que no sea apocalíptico. Y por último, no dejarse imbuir por lo mediatizante, porque dejarte mediatizar significa perder tu identidad y tu libertad.

Ese omnipresente ensalzamiento del "ciudadano" —que en realidad no es otra cosa que el consumista de la urbe— tiene necesariamente que desaparecer y se tiene que volver a revalorizar el natural y necesario mundo rural, de forma similar a como lo revalorizaron los románticos justo después de la revo lución industrial.

Y tener en cuenta que todas estas precauciones no supone que debamos regresar al neolítico. No podemos, ni debemos, ser tan necios, que después de millones y millones de años de acumulación de conocimiento y de creación de sabiduría no sepamos utilizar, precisamente, esa enorme sabiduría acumu lada. Que, al final, solo sepamos tirar toda esa sabiduría por la borda. O que al final, lo único que sepamos sea acumular arte factos inútiles e innecesarios y acumular esa entelequia absur da que es la crematística. Es muy lamentable que después de haber demostrado tanta sabiduría a través de tanto invento, y del ingenioso uso del ingenio, no sepamos hacer uso de todo nuestro conocimiento acumulado. No podemos caer en la ne cedad de suicidarnos atragantándonos con el consumismo. Es necesario superar todos estos errores y subir hasta un grado de pensamiento que nos permita, al fin, saber utilizar esta acumu lación de conocimiento para generar y conservar la vida, esta vida evolutiva y dinámica. Que, al fin, sí que sepamos usar esta sabiduría para acabar —como sí que es posible hacer— con el trabajo enajenado-asalariado. En definitiva, debemos empe zar a aprender a saber utilizar el saber.


NOTAS
1. Reflexión del autor.
2. Meadows, Meadows y Randers (2006): Los límites del crecimiento, 3o años des pués, Círculo de Lectores, Galaxia Gutemberg, Barcelona.
3. Sociólogo polaco que comparte, junto al francés Alain Touraine, el Premio de Comunicación y Huma-nidades, autor de ensayos de éxito como Vida líqui da (Paidós) y Miedo líquido (Paidós).
4. Roberto Tuñón: "Nuestros nietos pagarán la factura de nuestra orgía consumis ta", entrevista a Zygmunt Bauman, Público, 21 de octubre de 2010.
5. Casi siempre que mencionemos crecimiento o decrecimiento, sin más indica ción, nos referiremos al crecimiento o decrecimiento económico.
6. Julio García Camarero (3010): El decrecimiento feliz y el desarrollo humano. Los Libros de la Catarata, Madrid, pp. 1077108.
7. Klive Hamilton (3006): El fetiche del crecimiento. Editorial Laetoli, p. 43.
8. Ibídem, contraportada.
9. El Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik-Nuevo País es un partido indigenista situado en un ala izquierda de Ecuador.


El crecimiento mesurado y transitorio en el sur
JULIO GARCÍA CAMARERO
2013

El crecimiento mesurado y transitorio en el Sur
PVP: 20 euros (IVA incluido)
392 páginas Formato: 13,5x21 cm ISBN: 978-84-8319-812-4 Ref: ID110 abril 2013
La Tierra es un sistema complejo que el autor divide en seis mundos, en lugar de los tres clásicos en los que se suele dividir actualmente —Primero, Segundo y Tercer Mundo—. Es decir, en realidad, existen, además del Primer Mundo —prepotente, solvente y consumista—, otros cinco bastante depauperados, llenos de deudas y poco solventes. La cuestión es, ¿hay que exigir a estos otros mundos un decrecimiento feliz como ya debería haber hecho el Primer Mundo? O, por el contrario, ¿deben iniciar un crecimiento mesurado y transitorio? En definitiva, estas páginas pretenden esbozar algunas observaciones y unas “hojas de ruta” que indiquen, en líneas generales, qué tipo de actividades y comportamientos pueden ser apropiados en la sociedad para que esos “Otros Mundos” lleguen a alcanzar un crecimiento mesurado y transitorio y un desarrollo humano. Este es el último libro de una trilogía sobre el “decrecimientro”, tras El crecimiento mata y genera crisis terminal y El decrecimiento feliz y el desarrollo humano.













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