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La ideología del progreso

La fe en el progreso perpetuo que tiene la cultura occidental (fruto de la herencia cristiana), sustituye a la idea del eterno retorno (teoría cíclica del tiempo), de la antigüedad greco-romana y la cultura oriental.

El concepto de progreso deriva su valor y su poder de sus referencias al futuro. Se piensa que un mundo cada vez mejor es aquel en que se incrementa el bien-vivir. Ello se lograría, poniendo al ser humano a resguardo tecnológico creciente ante los avatares de la Naturaleza. Se considera que innovar tecnológicamente es la causa de que se avance en el control de la Naturaleza y se incremente el nivel de vida (o, simplemente se progrese).

La superideología del progreso permite creer en la existencia de una relación causal tan íntima entre innovación tecnológica y avance humano que se termina asumiendo, además, el mandamiento de que hay que aplicar todo hallazgo tecnológico. Y, sobretodo, que hay que aplicarlo industrialmente.

Se tiende a justificar la creencia de que el progreso exige ciertos sacrificios, asumiendo los efectos secundarios que conlleva la tecnología moderna (agresiones al entorno, la contaminación, industria armamentista, la uniformidad en aras a la eficacia...).

Los beneficios que genera la industria moderna para una parte reducida de la población, no dependen tanto de la tecnología como de las fuentes de energía fósil; el crecimiento tecnológico de los dos últimos siglos ha sido posible gracias a la desconsiderada actitud que el hombre ha adoptado al explotar los recursos naturales irrenovables y crear condiciones que deterioran el medio ambiente.

Para saber más: Tecnología y futuro humano. Jose Sanmartín. 1990

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