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El otro

En el siglo XVIII Europa entra en crisis, la sustitución del feudalismo por el nuevo orden imponía cada vez con mayor fuerza a la sociedad las reglas del mercado, el derribo de estructuras absolutistas de Estado. Es una época en que la sociedad se interesa por lo nuevo y por la revisión de lo viejo; así, la sociedad humana es objeto de interés intelectual y el tema del otro (el salvaje) se convirtió en tema de moda.


Durante este periodo la pregunta sobre el otro ya no es por su naturaleza (humanidad), sino por su superioridad o inferioridad respecto a los 'civilizados'. En la información y conocimientos sobre las sociedades del Nuevo Mundo se utilizan datos etnográficos de sociedades del Nuevo Mundo como un espejo en el que la propia sociedad burguesa se veía reflejada tal como le hubiera gustado ser o tal como en modo alguno desearía ser.


Esta etapa inicia las bases de una jerarquía entre los humanos, desde una visión biologista. El otro es descrito como salvaje-miserable, de costumbres bestiales y pecados nefastos. La actitud de los europeos es de un claro desprecio por los 'hombres a medias' como eran denominados los otros y justificaban la colonización como un medio para convertir al hombre primitivo en un ser civilizado.


El periodo de la Ilustración, nos deja una herencia perdurable hasta nuestros días: su teoría apela a una moral sin totalitarismos, la creencia en la posibilidad y la necesidad de progreso para lograr la felicidad mediante la educación; la lucha contra la superstición y el rechazo de la religiosidad tradicional permitieron adelantos en el terreno técnico y el crecimiento del secularismo. Surge el concepto de nación que unido a la teoría del contrato social sirvió como modelo para el liberalismo político y económico y par la reforma humanitaria del mundo occidental durante el siglo XIX. Se aportan las bases ideológicas que legitimarán en lo sucesivo las relaciones de dominio entre la sociedad occidental y las sociedades exóticas: el universalismo de la ideología occidental. Es decir, que la forma de pensar y actuar de los occidentales es válida y la mejor para todos.


La idea de la mayoría de los filósofos occidentales es que la civilización había surgido de la sociedad primitiva como resultado de la creciente división del trabajo y el desarrollo de la propiedad privada de los medios de producción; de donde la subordinación de unos era debida a la exclusión de esa propiedad. Este es el principio de desigualdad entre los hombres ricos y pobres. Para descubrir las leyes de este proceso civilizador los filósofos intentaron reconstruir toda la historia de la humanidad llamándola: “Historia Natural de la Humanidad”.


En ella, el otro podría resumirse de la siguiente manera: si todos los hombres son iguales por estar dotados igualmente de razón, y si pueden mejorar sus capacidades con el ejercicio de la razón, pueden mejorar también la bondad de sus instituciones sociales. Y si las sociedades humanas son capaces de progresar, entonces los informes que llegan de los indígenas sólo pueden interpretarse de una manera: están en una fase más temprana del desarrollo de la humanidad cuyo punto final es encarnado por la civilización occidental. Se establece una escala jerárquica de inferior a superior, siendo el punto de partida o nivel inferior la vida en contacto con la naturaleza, las sociedades exóticas, y el considerado como nivel superior el de la 'civilización' representado y simbolizado por los blancos, de origen europeo, cultos y aristócratas.


Texto extraído del libro 'Yo no soy racista, pero...' de Margarita García O'Meany

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