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Abandonar el ciberactivismo

Micah White (Traducción de Noelia Jiménez)

Soy un nativo digital, es decir, un miembro de la primera generación que nació ya rodeada de ordenadores. De modo que, cuando mi generación se sintió llamada a parar la inminente guerra contra Irak, me reuní con mis amigos para hacer lo que creíamos que sería más eficaz: construir un sitio web magnífico.

Queríamos demostrar al mundo que había motivos perfectamente razonables para oponerse a la guerra. Y por ello dedicamos semanas, meses y hasta años a codificar y pulir un depósito efímero de justificaciones antibélicas. El resultado de nuestro trabajo fue un sitio web vanguardista al que se puede acceder por medio de cualquier ordenador… siempre que tenga bastante memoria para ello, que esté conectado a Internet con un ancho de banda suficiente, que tenga instalada la última versión del navegador y —lo más importante de todo— que el usuario haya llegado al sitio web después de verlo entre los resultados de una búsqueda concreta, resultados que son clasificados según las decisiones arbitrarias de los censores de la red, también conocidos como buscadores.

Todo el tiempo que dedicamos a transformar nuestro espíritu activista y nuestro entusiasmo juvenil en ese magnífico sitio web nos permitió cosechar 20.000 visitas anónimas en un mes, pero no conseguimos frenar la ocupación de Irak. Esas personas sin rostro, cuyas visitas monitorizaban con avidez nuestros servidores, fueron la prueba decisiva de nuestro éxito (en lugar de, por ejemplo, nuestros vecinos). Nunca nos cuestionamos si el activismo postulaba que dedicar todas las energías de una persona a producir datos binarios era la mejor manera de emplear nuestro talento. Sencillamente, nos parecía que tenía sentido hacerlo. Reflexionando ahora sobre aquellas horas empleadas, creo que perdimos una oportunidad para el cambio social.
La revolución, según Michael Hardt, es una transformación de la naturaleza humana que hace posible la transformación de la sociedad.

Por supuesto, Internet ha transformado la naturaleza humana, y seguirá haciéndolo, de diversas e inesperadas formas. Publicar bromas sobre Nike en Youtube, hablar de política por medio de podcasts desde nuestro dormitorio o usar los mensajes de texto para organizar protestas son usos de la tecnología que alteran las relaciones sociales y, consecuentemente, la naturaleza humana. No obstante, la pregunta es si los cambios que Internet está provocando sobre la naturaleza humana serán los que nos permitan dar la bienvenida a una transformación positiva del mundo. Creo que la respuesta es no, porque la experiencia esencial del uso de Internet, incluso en su vertiente más interactiva, es la de individuos solitarios que transmiten toda su pasión a través de una pantalla. Si queremos un mundo formado por comunidades fuertes capaces de rechazar las intrusiones de las megacorporaciones, culturas locales diversas y barrios con vecinos que se conocen lo suficiente como para sentirse seguros en su casa, entonces el paradigma de Internet nos está llevando por mal camino.

El activismo basado en el uso de Internet se convierte en un refugio de la lucha local y cotidiana; es una huida de las calles de cemento a la superautopista de fibra óptica. Así, las campañas por Internet imparten la peor de las lecciones: enseñan a una generación de activistas a renunciar a implicarse en las luchas que tienen lugar en su entorno mientras toman parte en batallas lejanas en las que tienen menos capacidad de causar efecto. En las palabras de Simon Critchley, «la resistencia comienza por ocupar y controlar el terreno sobre el que uno pisa, en el que uno vive, trabaja, actúa y piensa».

Esto no quiere decir que debamos abandonar Internet por completo o negarnos a poner en el punto de mira a las empresas indeseables de Internet. Al contrario, lo que sugiero es que si se quiere hacer una campaña contra Google, por ejemplo, para tener éxito es necesario llevar a cabo acciones fuera de la red. Diría incluso que el éxito de una campaña contra Google será directamente proporcional al tiempo que dediquemos a organizar nuestra vida fuera de la red. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que Google es más débil en el mundo real y estaría absolutamente desprevenido ante una (metafórica) «lucha en las calles».

Ahora entiendo por qué fracasaron los esfuerzos de mi generación por detener la guerra de Iraq: los activistas, al ser una generación de nativos digitales, están perdiendo la capacidad de provocar cambios en sus comunidades locales a causa de una excesiva dependencia de Internet. Puerta a puerta, cara a cara, nuestras diferencias desaparecen cuando nos enfrentamos a un problema que nos afecta a todos por igual: se forjan amistades, cunde el ejemplo entre vecinos y el mundo cambia realmente a mejor cuando el activismo vuelve a sus raíces: cuando vuelve a ser una práctica que emana de las comunidades y transforma la naturaleza humana al volver a dar forma a las relaciones sociales. Solo el activismo «de la calle» puede ser lo suficientemente transformador como para ocasionar una revolución de gran alcance.

Micah White es colaborador de Adbusters Magazine y activista independiente. Está escribiendo un libro sobre el futuro del activismo. www.micahmwhite.com

Artículo original en:
http://www.adbusters.org/blogs/blackspot_blog/abandon_point_and_click_activism.html

6 comentarios:

  1. Un artículo muy interesante, de los que te obligan a pararte a pensar.

    Personalmente creo que el ciberactivismo no puede sustituir la acción directa en la calle o en el entorno personal de cada cual, lo mismo que Facebook no puede sustituir las quedadas para charlar con tus amigos; pero por otro lado, las posibilidades que ofrece la red y sus herramientas no pueden ser desaprovechadas, ya que tienen un potencial de comunicación, de difusión y de alcance, inmenso.

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  2. YO creo que en Internet también podemos luchar por causas cercanas. Otra cosa es que hasta ahora las hayamos dejado olvidadas y nos hayamos fijado sólo en las globales. Pero hay mil cosas que podemos intentar cambiar en nuestro ámbito más cercano con la ayuda del ciberactivismo.

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  3. Anónimo12:30 p. m.

    Estoy contigo!! Mucho tecleo y poca lucha en la calle.

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  4. En mi opinión, y con la limitada experiencia que puedo tener, presentar el ciberactivismo y el activismo social tradicional como incompatibles es un error. Coincido con Pablo en que ambos son necesarios. Hasta hace pocos años se podía impulsar el activismo sin el componente "ciber". Ahora tratar de desarrollar movimientos ciudadanos que no tengan en cuenta internet es posible, aunque perdiendo mucho potencial. Igualmente, proponer iniciativas exclusivamente "ciber" supone dejar fuera a gan parte de la población y limitarse a un tipo de acciones con poco impacto en la calle.
    El gran reto de los movimientos sociales es combinar las formas tradicionales de reivindicación con las que ofrecen las TICs de tal manera que ambas se retroalimenten y enriquezcan. Lo bonito es ver a personas que se han conocido a través de la red compartir una iniciativa en la calle. Ese es el presente por el que hay que trabajar.

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  5. Anónimo9:49 p. m.

    man, soy un terrorista o un revolucionario profesional si se quiere, he andando mundo viendo como se activa mucha gente en las luchas, y esto es ciencia, ambas cosas son importantes, el problema es algunos pequeñoburgueses europeos, incluso los que quieren volver la teoria del decrecimiento en eso, una teoria socialdemocrata o lo contrio, disfrazada de ultraradicalismo, opinan como tu, en los circulitos disque alternativos de barcelona abunda este tipo de opiniones. Os invito a participar de todo el mundo, el de la red y el real.

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  6. Los tan odiados/amados buscadores de Internet han hecho posible que muchas páginas web tengan un mínimo de visitas, más allá de conocidos y amigos.

    Creo que para adquirir cierta independencia de esos buscadores se debe construir una red de contactos que produzca una conversación y comunicación fluida entre sus miembros.

    Esa conversación salta de la red a la calle y viceversa, rompiendo los estúpidos limites que nos imponemos diciendo que existe un mundo real y la red. Cuando esta no es más que un reflejo de la vida real. Internet no es nada, es tan sólo un mundo de extremos interconectados, millones de mensajes viajando a la velocidad de la luz. El partido que se saque de todo esto, creo que determina su grado de utilidad. Evidentemente esto no para una guerra, pero remueve consciencias y hace evidente que hay gente que piensa diferente.

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