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Decrecimiento, te guste o no

Serge Latouche - Diagonal

Los partidarios del decrecimiento escuchan a menudo cosas como "¡el decrecimiento ya está teniendo lugar!". Es un poco apresurado. Nuestro crecimiento puede ser débil, pero todavía no hemos entrado en crecimiento negativo. Con un PIB de mil billones de euros, un 1% de crecimiento sigue siendo diez billones, lo que equivale al 10% del PIB de un país con sólo cien billones de euros (niveles en los que se mueven los países del Sur). Esto sigue siendo demasiado para la regeneración de la biosfera. Pero, lo que es más importante, un proyecto de sociedad de decrecimiento es radicalmente diferente al crecimiento negativo. Lo primero sería comparable a un austero tratamiento al que nos sometemos voluntariamente para mejorar nuestro bienestar ante la amenaza de la obesidad por un consumo excesivo. Lo segundo sería una dieta forzosa que nos puede matar de hambre. Se ha dicho una y otra vez: no hay nada peor que una sociedad de crecimiento sin crecimiento.

Sabemos que si el crecimiento simplemente se ralentiza, nuestras sociedades se sumen en la confusión por causa del paro, el aumento de la brecha entre los ricos y los pobres, el descenso del poder adquisitivo de los más pobres de la sociedad y por el abandono de los programas sociales, sanitarios, educativos, culturales y medioambientales que aseguran un mínimo nivel de vida. Si tenemos que cambiar de dirección, este será el retroceso social y cultural al que nos tendremos que enfrentar. En una conferencia de 1974 titulada Su ecologismo y el nuestro, André Gorz afirmó: "Esta caída en el crecimiento y la producción que hubiera podido ser buena en otro sistema (menos coches, menos ruido, más aire, jornadas laboralesmás cortas, etc.) tendrá efectos completamente negativos: la producción contaminante se convertirá en un producto de lujo fuera del alcance de las masas, aunque seguirá estando al alcance de quienes se lo puedan permitir; las desigualdades crecerán, los pobres serán relativamente más pobres y los ricos, más ricos".

El decrecimiento tan sólo puede tenerse en consideración en una "sociedad de decrecimiento", es decir, como parte de un sistema basado en otra lógica. La alternativa es, por tanto, decrecimiento o barbarie. Una sociedad que elija vivir con sobriedad como sugieren aquellos que están en contra de las sociedades de crecimiento, implicaría trabajar menos para vivir mejor, consumir menos pero mejor, producir menos residuos y reciclar más. En pocas palabras recuperar el sentido de proporcionalidad y una huella ecológica sostenible. Buscar la propia felicidad en la interacción social y no en la acumulación frenética. Todo esto requiere una seria descolonización de nuestras mentes, pero las circunstancias nos pueden ayudar a conseguirlo. Los adictos al sistema ciertamente dirán que ya no volverán a ir de vacaciones a las Seychelles. Tendrán que conformarse. La edad de oro del consumismo en kilómetros ha quedado atrás. El deseo de viajar y la necesidad de aventura están, sinduda, inscritas en la esencia del hombre y son fuentes de enriquecimiento que no deberían desaparecer, pero la industria del turismo ha convertido la legítima curiosidad y la investigación educativa en una industria de consumo destructiva. Lo mismo le ha sucedido a la cultura y el tejido social de los países "de destino". El vicio de viajar cada vez más lejos, más rápido, más a menudo (y siempre con los precios más bajos) se debe reconsiderar a la baja. Ante la falta de petróleo y el desequilibrio climático, los viajes serán cada vez más cerca, menos frecuentes, más lentos y más costosos en dinero. A decir verdad, este vicio es tan serio únicamente por el vacío y el desencanto que nos hace vivir cada vez más virtualmente y viajar, en realidad, a expensas del planeta.

Woody Allen dijo que hemos llegado a una bifurcación decisiva. Un camino nos lleva a la extinción de la especie y el otro a la desesperación. Añade: "Espero que seamos capaces de tomar la decisión correcta". El primer desvío es el que hemos tomado. El segundo es el del crecimiento negativo que genera hambre, guerras, pandemias y que probablemente está controlado por un poder ecofascista o ecototalitario, cuyas premisas estamos ya experimentando. El decrecimiento representa una tercera vía: elegir la sobriedad. Para eso tenemos que crear otra manera de relacionarnos con el mundo, con la naturaleza, con las cosas y los seres que pueda ser universalizada en una escala humana. Las sociedades que autolimitan su capacidad para producir también son sociedades alegres.

Serge Latouche, profesor emérito de economía de la Universidad de Orsay

Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/Decrecimiento-te-guste-o-no.html

Texto traducido por AEIOU

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