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Ciudadanos y ruralanos

Julio García Camarero
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Acaba de publicarse en la editorial la Catarata mi último libro sobre pensamiento decrecentista titulado Ciudadanos y “ruralanos”. Carlos Taibo en el prólogo del libro dice: “es acuciante necesidad de revisar, de reabrir, el debate sobre de lo que han significado de siempre, y lo que ha significan hoy, el mundo rural y el mundo urbano”.

Se puede considerar que mi libro gira en torno a cuatro ideas básicas.



EN PRIMER LUGAR, me fijo en dos principios eco-marxistas descritos por Joan Martínez Alier.


Joan Martínez Alier en el diario La Jornada, en su artículo “Marx, el ecologismo y Correa” dice que: Los 2 conceptos más pertinentes del marxismo son:


Primer concepto: Criticar y rechazar la acumulación originaria del capital, que según Marx: Estaba generada por la mega-minería, ladrona de la plata de Potosí, en las plantaciones esclavistas de caña de azúcar y en las plantaciones del algodón.

Segundo concepto: Luchar por la evitación de la ruptura metabólica. Decía Marx que: Había que impedir la ruptura metabólica que practica alegremente el capitalismo depredador, y que es ocasionada porque el capitalismo no remplaza los nutrientes, erosiona los suelos y destruye tanto:

Los recursos renovables (la pesca y los bosques) como
Los recursos no renovables (los combustibles fósiles y otros minerales).

Y creo que don Carlos en esto tenía razón, y que esta idea de impedir al ruptura metabólica consiste en impedir la apertura del ciclo cerrado de la M.O., que continuamente está rompiendo el crecimiento capitalista con la aplicación de fertilizantes químicos derivados del petróleo que matan la vida de la micro-fauna indispensable para mantener cerrado este ciclo.

Esta idea es corroborada por otros 2 eco-marxistas John Bellamy Foster y Joaquín Sempere.

John Bellamy Foster nos comenta que para Marx: era intolerable la fractura metabólica que se genera, a nivel social, con la divi­sión antagónica entre ciudad y campo.

Bellamy Foster también nos indica que Marx había afirmado que: “Gran Bretaña roba a todos los países las condiciones de su fertilidad”.

Por otra parte, Joaquím Sempere nos dice: Marx y Engels fueron conscientes del problema de la ruptura de la cir­cularidad de los nutrientes debida a la pérdida de nutrientes de las tierras agrícolas debido a la irracionalidad metabólica que suponía la existencia de grandes ciudades. Y consideraban que las urbes importaban de los campos muchos alimentos, pero no retornaban los nutrientes a la tierra, sino que los evacuaban hacia los ríos, contaminándolos.

Sempere continúa diciendo: También Marx y Engels argu­mentaron: los grandes terratenientes indudablemente eran más destructivos en relación a la tierra que los pequeños agricultores libres.

Pero luego, en el socialismo real, los “marxistas” (entre comillas) a lo que llamaban el “centralismo democrático” consiste en la concentración de tierras agrícolas mecanizadas y quimiquizadas, a lo revolución verde, en realidad lo que el socialismo real entendía por agricultura no era otra cosa que un centralismo burocrático que generaba este problema de la ruptura de la circularidad de nutrientes. Es decir la nefasta revolución verde, una interpretación mecanicista de los ecosistemas agrícolas y del suelo vivo.

Uno de los fundamentos de mi libro es indicar cómo el crecimiento capitalista, al aplicar masivamente los fertilizantes químicos para satisfacer la alimentación de los ciudadanos improductivos agrícolamente, está destruyendo los cultivos de ciclo cerrado que practican los campesinos, es decir los “ruralanos”.



EN SEGUNDO LUGAR, me fijo en la lucha de clases y en la historia de este imperio bi-milenario
La lucha de clases históricamente no fue tanto, como frecuentemente se dice, la lucha de la clase obrera contra el imperialismo capitalista, tal vez fuera más representativa de esta lucha, la lucha de los campesinos contra el Imperio romano (aún hoy vigente), puesto que fue mucho más extensa en el tiempo y en el número de humanos. Más extensa puesto que la clase obrara a pesar del furor industrialista de los siglos XIX y XX, no dejaba de ser una minoría de toda la población y sólo duró 200años, pues esta lucha hoy está prácticamente paralizada por el Poder mediático, que potencia la “distracción” y la aspiración adictiva del consumismo-productivismo.

Mientras que la lucha de la clase campesina y esclava contra el Imperio romano en sus 3 sucesivas etapas delas que hablo en mi libro (y que describiré a continuación) duró al menos 2.000 años, y afectó a una inmensa mayoría poblacional. Sin embargo, históricamente siempre salió perdiendo. Y es que el poder conjunto de la religión y el Estado es un poder casi invencible entre otras cosa porque se basa en las trampas, los engaños y las torturas.

Se da la circunstancia de que incluso hoy sigue existiendo el Imperio romano, ya que aún existe en forma de Iglesia Apostólica y Romana. Además, en gran parte ha sido heredado por el Neoliberalismo global el cual también se declara mayoritariamente católico apostólico y romano. Además, éste Imperio romano hoy convive con otra religión la religión del capitalismo o religión fundamentalista del becerro de oro. Y ahora hablemos de las tres etapas mencionadas, cuyo inicio coincide con tres momentos de intensas persecuciones y represiones estatales imperiales:

La primera gran persecución y represión, que da inicio a la 1ª etapa, se produjo en el siglo I: se aplicó sobre los verdaderos cristianos (que entonces todos eran humanos y no divinos) y los espartaquistas fue una persecución, represión y exterminación promovida prin­cipalmente por los emperadores Tiberio, durante los años 14- 37 d. C., quien crucificó, entre otros, a Jesús, al líder de los anti-sistema, Calígula y Nerón, quien reprimió y eliminó a Lucio Anneo Séneca autor destacable del pensamiento estoico, y que fue el principal consejero de Nerón. Pese a ser amigo, Séneca al final tuvo que huir de los horrores del imperio. Terminó siendo sentenciado a muerte por su “amigo” Nerón, que padecía la enfermedad mental de la manía de la hegemonía, como les sucede a todos los emperadores.

En cuanto a la cultura, es cierto que el latín nos dio grandes poetas y filósofos, pero el grueso de autores y de sus mejores obras surgieron desde la oposición al régimen imperialis­ta-fascista de turno. El aparato del imperio no sólo generaba una subcultura como pueda ser la de los sádicos circos. Que en la tercera etapa del Imperio fueron transformados en plazas de toros.

La segunda gran persecución y represión se extendió durante el siglo del Concilio de Nicea (año 325) impulsor del catolicismo o cristianismo divino, no humano) y comienzos del siguiente. Tenía que reafirmarse la nueva visión de temor del Dios dentro de la plebe del Imperio. En aquellos tiempos, el aparato del Imperio convirtió al anti sistema Jesucristo y el cristianismo rebelde y anti-sistema, en un Dios, para poder manipular y adocenar a los súbditos. En este concilio, además, se excomulgó a los arrianos por negar que Jesús fuera Dios y que sólo un hombre rebelde. En esta represión no puedo dejar de citar un ejemplo muy relevan­te: el caso del asesinato con tortura de Hipatia, ejecutada por el patriarca católico Cirilo, que no tenía nada de cristiano. Ella fue despellejada viva por orden de este patriarca, quién fue un personaje puntero en la implantación del patriarcado imperial-católico.

En el año 1883, cuando habían pasado pocos decenios desde la abolición de la Santísima Inquisición (1813), Cirilo fue proclamado santo por su firmeza al servicio dé la doctrina y por la valentía demostrada en defensa de la “verdad católica. Y hay que recordar, y no pasar por alto, que Cirilo era un experto en interpretación de la Biblia. Interpretación libre cuya misión básica era reforzar el poder del Imperio romano.

La tercera gran persecución y represión (e incluso guerra), que marcó la tercera etapa del Imperio, se realizó durante los siglos XV y XVI y fue impulsada por los monarcas estatales y emperadores católicos, coincidiendo con el inicio de la Edad Moderna Imperial, “a lo romano”. En esta etapa se rescató el derecho romano que estaba favor de los patricios y los “nobles” pues también era necesaria la reafirmación del yugo del Estado imperial. Se aplicó a los rebeldes campesinos de las comunas aldeanas, los comuneros de las guildas de las ciudades libres y a los cristianos "no divinos" que les ayudaban. Fueron realizadas, por varios monarcas y emperadores “cristianos”.

En la España de los siglos XV y XVI la represión fue ejercida principalmente por los Reyes Católicos, Carlos V y Felipe II. Para lograrlo fue necesario utilizar el brazo repre­sor del Estado: la Santísima Inquisición.

El “premio” (entre comillas) a esta gran represión fue el comienzo de la nueva y tercer etapa del Imperio romano; es decir, el Imperio de la Iglesia Apostólica y Romana. Que fue la etapa de máxima globalización de la historia del Imperio (en cuyos dominios nunca se ponía el sol). Una etapa, que también podíamos llamar la Globalización ibérica, cuyo año de inicio fue exactamente el 1580 fecha de unión de los dos imperios hegemónicos mundiales: España y Portugal.

Y no sólo en cuyos dominios nunca se ponía el sol, sino que sólo dos años después de esta globalización mundial se estableció el calendario Gregoriano (elaborado en la Universidad de Salamanca y proclamado por el del papa Gregorio XIII), que sustituyo al calendario juliano del emperador Julio Cesar.

En un principio, este calendario se estableció sólo en los territorios más centrales o metrópolis (España, Italia y Portugal) pero pronto fue aceptado universalmente. Y este calendario fijado en el comienzo de la tercera etapa del Imperio romano aún perdura en todo el planeta siendo aceptado por todos, incluso por los prepotentes anglosajones.

El año uno de la era cristiano-romana es hoy una referencia indiscutible. En el mundo entero su aniversario se celebra con un fruto simbólico de la cultura del Mare Nostrum: las uvas.

En Inglaterra del siglo XVI, el rey Enrique VIII de Inglaterra, tenía como mejor amigo y primer consejero a Tomás Moro. Pero cuando este aconsejó al rey que rectificara en sus ansias imperialistas, con la siguiente frase: “El buen gobierno de un rey a su país no consiste en ampliar constantemente sus territorios, sino en conseguir hacer felices a todos sus pobladores”, provocó la ira de Enrique VIII, que padecía la enfermedad mental de la manía de la hegemonía, y ordenó decapitarlo de inmediato.



EN TERCER LUGAR, describo dos enfermedades mentales: la obsesión por la acumulación y la manía de la hegemonía. Enfermedades pandemicas que son las generadoras del gran desastre al que estamos llegando hoy, constituido por cuatro fenómenos con aspectos más bien apocalípticos:

- El cabio climático.

- El agotamiento de los recursos planetarios renovables y no renovables del que ya he hablado.

- El gran desastre humano de una profundísima brecha social, pobreza y hambruna. Acelerada por el crecimiento oligárquico y los mencionados cambio climático y agotamiento de recurso planetarios. Crecimiento que se pretende mantener para una oligarquía a base de practicar el eco-fascismo y la necro-política, cuyo objetivo final es exterminar a miles de millones de humanos porque sobran por que ya no quedan recursos para todos. Y también porque los robots son mucho más rentables que los humanos.

- Y el cuarto y último fenómeno es el colapso o conjunto de todos los males anteriores.

Ahora bien, aunque siempre se habla de un solo colapso deberíamos de hablar de tres tipos de colapso o de tres niveles de colapso. Serian estos:

Aunque en realidad se trata de tres colapsos o tres niveles de colapso:

1.
Colapso solo del capitalismo, que cursará grandes padecimientos y
exterminios, pero no la extinción de la especie humana
2.
Colapso de la humanidad que puede llegar a ser tan profundo (si no lo
atajamos) que ocasionará la extinción de la especie humana.
3.
Colapso de la vida en la tierra con la correspondiente extinción de todo ser
viviente quedando un planeta muerto como lo es el caso del planeta Marte.
 


EN CUARTO LUGAR planteo que se esta haciendo urgente y necesario considerar como prepararnos para la etapa del pos-capitalismo si queremos evitar el colapso apocalíptico. Como nos tenemos que organizar para lograr un buen vivir y salvar la biosfera, la casa común de todos. Para ello tendremos que realizar un giro copernicano, de 180º, en nuestro imaginario, en la forma de relacionarnos entre nosotros y en la forma de relacionarnos con la naturaleza.

También habría que abandonar el “pensamiento progresista” (entre comillas) de vencer a la naturale­za y de poner al hombre por encima de ella. Al contrario, habrá que poner a la naturaleza por encima de la ambición humana que la destruye. Porque al fin los humanos somos eco-depen­dientes de la biosfera y formamos parte de ella. Es necesario realizar una transición desde el antropocentrismo al eco-centrismo para que la humanidad pueda vivir bien en su casa común, de una forma sana y confortable.

La conclusión final es que será indispensable volver la vista hacia el mundo rural, hacia los “ruralanos”, y que muchos ciudadanos se transformen en cam­pesinos-“ruralanos”. Esto puede hacerse iniciando una emi­gración hacia el campo y creando establecimientos de agroeco­logía y de eco-aldeas a modo de las comunas aldeanas, de las que se habla en este libro. En las que principalmente se practique el localismo, el apoyo mutuo y el sistema de los bienes comunales.

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