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Interseccionalidad: Un problema lógico en la representación

Daniel Martínez Ávila - La Marea

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La interseccionalidad da nombre a los sistemas entrelazados de opresión. El concepto surgió durante el segundo movimiento feminista en los Estados Unidos: las mujeres afroamericanas y de otras minorías no se veían totalmente representadas en los discursos feministas blancos y empezaron a escribir sobre su posición en el centro de una discriminación dual y sistemática de racismo y sexismo. Este sistema multidimensional de opresión interconectada es conocido como interseccionalidad. En lugar de examinar o luchar cada sistema de discriminación separadamente, la teoría de la interseccionalidad estudia el espacio en el que los varios sistemas de opresión coinciden y entran en conflicto unos con otros.

Desde finales de los años 1980, otros grupos también han reconocido el fenómeno de la interseccionalidad. Aunque unos grupos serán más sensibles que otros, en principio cualquier grupo podría ser objeto de perjuicio. Los problemas de interseccionalidad en sistemas de organización ocurren cuando usuarios pertenecientes a varios grupos marginados son representados, entendiéndose por grupos marginados aquellos que están en los márgenes del sistema, es decir, que no están en el centro o “mainstream”. Siempre que en un sistema haya grupos no representados existirán límites en la representación y por lo tanto grupos sí representados que estén marginados.

Un aspecto fundamental es que los sistemas de organización no son neutrales (no son universales). Las decisiones que se toman al desarrollar los sistemas privilegiarán a unos grupos sobre otros, y lógicamente los sistemas son casi siempre diseñados para el privilegio del grupo mayoritario. El problema no es que un sistema esté sesgado y adaptado al grupo mayoritario (siempre y cuando existan alternativas y sistemas adecuados para otros grupos), el problema es que un sistema sesgado sea presentado como neutral, universal y apto para todos los grupos. Es importante reconocer los sesgos para saber qué sistemas son más adecuados para cada grupo. Por otra parte, también es necesario que los grupos minoritarios y marginados puedan disponer de sistemas específicos para cada grupo como alternativa a los sistemas universales. Los intentos universales de arreglar los sesgos en los sistemas universales, aunque cargados de buenas intenciones, solo han enmascarado y prolongado los problemas de representación.

Los sistemas actuales se basan en gran medida en la lógica aristotélica, utilizan categorizaciones, definición de clases en función de sus características e inferencias. Cuando se desarrollan las clases se hace de forma lineal, primero se determinan unas facetas primarias, luego unas secundarias, etc. Los grupos representados por las facetas primarias estarán más privilegiados que los representados por las facetas secundarias y sucesivas. Aunque este desarrollo de facetas se trata de un proceso completamente arbitrario, siempre que haya una representación física será necesario determinar un orden. Por ejemplo, ¿dónde colocaríamos en una biblioteca la literatura de mujeres africanas? una opción sería desarrollar primero la faceta sexo y luego la faceta nacionalidad, agrupando todos los libros escritos por mujeres de todas las nacionalidades juntos silenciando su condición africana; otra opción sería desarrollar primero la faceta nacionalidad y luego la faceta sexo, agrupando toda la literatura africana junta y silenciando que sean mujeres. En cualquiera de las decisiones las mujeres africanas serán agrupadas junto a grupos que no representan completamente su condición. Aunque una solución sería la creación una clase específica para la intersección, los sistemas basados en la lógica tradicional no siempre lo permitirán, ya que el árbol de dependencias físicas crearía un problema de herencia múltiple. Sin embargo, aunque siempre existirán problemas lógicos en el desarrollo de sistemas, una conciencia sobre el concepto de interseccionalidad permitirá una mayor efectividad en la representación de estos grupos.

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Daniel Martínez Ávila es doctor en Documentación por la Universidad Carlos III de Madrid. Ha visitado y es colaborador asiduo de la University of Wisconsin-Milwaukee. Su especialización es la organización del conocimiento, los estudios de género y la filosofía del software libre.

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