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Sobre opiniones y reflexiones sobre el decrecimiento


Julio García Camarero

En los últimos días de octubre-2011, en este blog, han aparecido algunas opiniones sobre el concepto de “decrecimiento”, son en parte favorables y en parte criticas. Y me alegra que aparezca este tipo de debate y contrastación. Pues sin duda ello enriquecerá y aclarará este concepto (a quien lo tenga algo confuso) y lo hará rectificar en sus defectos. La verdad es que al pensamiento decrecentista aún le queda bastante para que se configure como algo completo, sistemático y conciso. Él es un pensamiento aún incipiente (no tiene ni dos lustros) y necesita posarse.

Al menos en España, aún son pocos los autores que escriben en su defensa, casi hay más críticos.

Además, los textos sobre decrecimiento, muy frecuentemente, (incluidos los del mismo Latouche) aparecen como una relación de buenas consideraciones y de acertadas críticas al crecimiento económico, pero que suelen aparecer expresadas de forma anecdótica y con palabras bastante sugerentes, pero que en algún aspecto sufren de falta de una concreción ilación y trabado; y pasamos de un salto, y de forma intuitiva, a una lista de recomendaciones a modo de receta.

En los textos aparecidos, sobre el decrecimiento, se echa de menos la existencia de una mayor trabazón sistematica de los diferentes conceptos que aparecen demasiado aislados e inconexos. Es necesario precisar conceptos (y usarlos en esta precisión) según “ideas claras y diferentes” como decía Descartes que debían de ser las buenas ideas.

Y ahora me voy a detener en hacer algunas observaciones sobre las mencionadas opiniones aparecidas últimamente en este blog sobre el decrecimiento.

En el articulo “Reflexiones personales sobre el decrecimiento” (El blog de Onible) del 29 de octubre de 2011, se dicen cosas interesantes como que: “Lo importante no es que las fábricas produzcan más, sino que contaminen menos. Lo importante no es que los habitantes, saturados de objetos, los cambien y compren nuevos, sino que aquellos que no tienen accedan a ellos. El progreso no se mide por el número de casas, coches u ordenadores”. O: “Estamos deshumanizándonos, eso no es progreso, es retroceso”. Pero en este articulo aparece una cosa en la que no estoy de acuerdo y es cuando dice que hay que: “Reducir el salario proporcionalmente a la reducción de las horas de trabajo diarias. Y es que no se puede argumentar que la reducción de la jornada laboral debe de ir acompañada de una proporcional reducción de salario. Es un error, porque, por una parte, el salario mínimo (e incluso el salario medio) es insuficiente, dado el costo de la vida y sobre todo el de la vivienda. En todo caso lo que sí que es defendible es un cierre del “abanico salarial” en donde el sueldo más alto sea el doble o a lo sumo el triple del más bajo; y no de decenas e incluso centenas de veces, como hoy sucede en bastantes casos. Ello, independientemente, no deberá de ser óbice para que el trabajador pueda tener claro que, si bien el consumo de necesidades es indispensable y sano, el consumismo de “sesudo necesidades” (de cosas innecesarias, que hoy ocupan más del 50% de nuestros presupuestos) es el peor de todos los males.

En el artículo: “Controversia con Serge Latouche: ¿Revolución integral o decrecimiento?” de F. Rodrigo Mora aparecido el 27 de octubre de 2011, el autor se manifiesta en extremo critico con Serge Latouche (considerado por muchos como el padre del decrecimiento). Y no es que los textos de este decrecentista francés no tengan algunos aspectos que puedan ser criticables (que los tiene), pero no se pueden decir de él cosas como que “Serge Latouche no sólo ha construido una teoría sino que la ha hecho, como suele ser habitual, omniexplicativa”. Y prosigue diciendo que Latuoche nos muestra un “decrecimiento que es una marca comercial encaminada a “vender” un producto ideológico a las clases medias de los países ricos, devastadas por el hedonismo, la hipocresía, el colapso del pensamiento, el ansia de remedios fáciles (de milagros en definitiva) y el culto al Estado”. Me parece que decir esto es demasiado exagerado, aunque yo si que veo una tendencia (como les sucede a muchos autores derecentistas) a lo intuitivo, anecdótico, y con algunas carencias como las que menciona Rodrigo Mora: “sin referencias profundizadas a la realidad ni análisis riguroso de experiencias particulares, a base de especulaciones, juegos de palabras, superficialidades y deducciones sin anclaje en lo real.”

Pero no es cierto, como nos indica Rodrigo Mora, que Latouche niegue, casi en su totalidad, el mundo del espíritu y las necesidades inmateriales; y toda una retahíla de acusaciones que tienen más de apasionamiento visceral en sentido negativo que el de una crítica objetiva. Y más adelante generaliza: “Los ideólogos del decrecimiento no comprenden que la vida humana, para ser viable, no puede ser mero crecimiento o decrecimiento económico” Lo cual denota que solo tiene unos conocimientos sobre el pensamiento decrecentista extremadamnte superficiales, pues son preocupaciones importantes en el decrecimiento: sus funciones sustantivas: pensar, experimentar, sentir, querer, elevarse, autovigilarse, trascender y recordar, algo que el autor del artículo no ha llegado a leer en los textos decrecentistas. Parece que tiene más intención de criticar, sin un suficiente conocimiento de causa, que de realizar un comentario más o menos objetivo o constructivo.

Luego, en su apasionamiento, Rodrigo Mora llama a Latouche ególatra, creador de una nueva fe, y de un nuevo lenguaje.

Bueno, convertir al decrecimiento en una fe o en una religión en la que hay que creer (ser un creyente, tal y como se ha declarado ser el sr. Rodrigo) me parece bastante nefasto, y desde luego no es algo que haga Latouche en ningún momento, pero que se establezca un nuevo lenguaje (que creo que es algo que si que hace Latouche, aunque a mi modo de ver no suficientemente) creo que puede ser algo que está haciendo mucha falta para terminar con muchas confusiones y ambigüedades que se dan a la hora de interpretar el decrecimiento.

Por último, insistir un poco en decir que parece ser que Rodrigo Mora no ha asimilado del todo sus lecturas sobre el decrecimiento, pues muy equivocadamente piensa que el decrecimiento se reduce: “a la producción y a lo económico, o a lo medio-ambiental y fisiológico, y que no puede limitarse a empujar para arriba, o para abajo, los índices macroeconómicos. Y nada más lejos de esto, precisamente debe de considerarse como principios esenciales del decrecimiento: la anulación del economicismo (que solo considera los índices macroeconómicos) y la potenciación de los bienes relacionales, la convivencia fuera de la determinación del dinero y la vida espiritual.

En el artículo: “Sobre el concepto de decrecimiento. Critica” de Juan Torres López - Ganas de escribir que apareció el blog “decrecimiento” el 25 de octubre de 2011; el autor al comienzo declara: “Quienes defienden el decrecimiento pueden decir que están pensando en otra cosa, pero es innegable que cuando utilizan ese término están hablando de disminuir los indicadores que miden la dimensión cuantitativa y monetaria de la actividad económica y más concretamente el PIB”.

“Pensando en otra cosa”, pues no, Juan Torres tiene que pararse a pensar que “crecimiento”, (“incremento”) es más bien una expresión matemática que se refiere a la cantidad, y en economía al aumento del PIB. Pero es que un exceso de crecimiento tiene repercusión directa en el “desarrollo” (termino más bien biológico, que mas que la cantidad tiene en cuenta la tendencia hacia la complejidad la calidad y la diversidad). Pero es que, además, un exceso de crecimiento también tiene repercusión en el “desarrollo humano”. Personalmente pienso que el desarrollo humano es un complemento indispensable e inseparable de la filosofía del decrecimiento.

Por tanto, pensar en disminuir los indicadores que miden la dimensión cuantitativa y monetaria de la actividad económica y más concretamente el PIB, es estar hablando (aunque sea indirectamente) del “desarrollo” y del “desarrollo humano”.

Más adelante el articulista nos dice: “Se quiera o no, defender el concepto de decrecimiento es recurrir al mismo instrumento, al termómetro, aunque -a diferencia de los ortodoxos- para decirle ahora al enfermo que sus males desaparecen simplemente si baja su temperatura, la tasa de crecimiento”. En eso estoy en parte de acuerdo, no basta con bajar la fiebre al paciente pero por ahí hay que empezar. Repito, es verdad que no sólo es suficiente con considerar el aspecto cuantitativo (el crecimiento o el decrecimiento), también es necesario considerar si el crecimiento es sostenible y si es feliz (porque el decrecimiento insostenible e infeliz también existe). Y no solo esto, también resulta indispensable considerar un desarrollo humano dentro del decrecimiento.

Juan torres en su artículo nos dice : “Y el problema del concepto de decrecimiento es que, al utilizar también el PIB como magnitud de referencia, se está asumiendo también esa ficción, aunque los decrecentistas no quieran reconocerlo.” Esta magnitud de referencia la asume el decrecimiento para rechazarla como referencia esencial, referencia indispensable para el sistema.

Y aún dice más: “lo que debería apoyar un movimiento como el del decrecimiento es que crezca la producción de bienes y servicios a su disposición, y no al contrario. Aunque eso haya que hacerlo, eso sí, con otro modo de producir, de consumir y de pensar”. Y esto es lo que postula el decrecimiento, y se comprende si sabemos distinguir entre “consumo” y “consumismo” el decrecimiento desde luego no debe de reducir el consumo y si solo el consumismo.

Luego en un epígrafe que denomina “Un concepto ricocentrico” sale en defensa de los ricos, diciendo que no se puede plantear que decrezcan los ricos porque es muy difícil por no decir imposible, separar la producción de los pobres y los ricos. No sé si dentro de este sistema puede haber problemas en ese sentido; pero, creo personalmente, que si se puede separar (y que es necesario realizar esta separación). Se trata esencialmente de que los ricos dejen de dipilfarrar con su “consumismo”. Cuando empiecen a hacerlo dejaran de esquilmar recursos de los países pobres (que no son pobres, sino sólo empobrecidos a causa del “consumismo” del norte).

Lo que es más difícil es discernir el límite que separa el consumo sano y necesario y el consumismo innecesario y asesino.

Y a Juan Torres se le ve (aunque quiera disimularlo) su tendencia crecentista, sobre todo cuando dice: “…se supone que lo que debería apoyar un movimiento como el del decrecimiento es que crezca la producción de bienes y servicios a su disposición, y no al contrario. Aunque eso haya que hacerlo, eso sí, con otro modo de producir, de consumir y de pensar”. Volvemos a lo de siempre, la producción es necesaria para satisfacer las necesidades, para conseguir un medio de vida digno y para satisfacer las verdaderas necesidades de de los 7.000 millones se terrícolas. Pero igual que hay que distinguir entre consumo y consumismo hay que distinguir entre producción mínima necesaria y productivismo innecesario y asesino.

Es cierto que en un estado de miseria, aunque sea solo por zonas, en cuanto a la satisfacción de las necesidades humanas, hay que crecer pero solo hasta un límite. Si sobrepasamos ese límite empieza a hacerse indispensable decrecer (esto es lo que está sucediendo en los países denominados “desarrollados”). Y sigue el articulista: “El daño al medio ambiente, el peligro indudable que nuestro modo de vivir y de organizar la sociedad produce en el planeta hipotecando la vida y el bienestar de las generaciones futuras no se deben a que se produzca demasiado para todos y haya, por tanto, que detener la producción y el consumo de todos, sino a que se produce y se consume mal y de una forma muy desigualmente distribuida entre los distintos seres y grupos humanos.” A este párrafo se le puede contestar, igualmente, que sí que hay que producir (bien y bien distribuido, desde luego) pero que en determinadas situaciones o zonas geográficas es indispensable decrecer y desde luego cuando se haya llegado a una situación de saturación de autenticas necesidades de todos, hay que decrecer (e incluso si es preciso interrumpir la producción), y ello para no caer en el productivismo innecesario y dañino.

También nos comenta Torres que: “Las políticas neoliberales han provocado precisamente una disminución de los ritmos de crecimiento de la actividad económica incluso medidos a través del PIB provocando así más desempleo y carencias de todo en gran parte de la población (y no solo en la posesión de bienes superfluos sino en la disposición de educación, sanidad, cuidados, cultura...)” Y en efecto, en este sentido se puede hablar de un “decrecimiento infeliz” (sufrido por solo por la inmensa mayoría de la población, aunque al menos no tanto por la oligarquía económica dominante, que en realidad sigue creciendo).

Por último hay que decir que Juan Torres López tiene toda la razón cuando anuncia que: “No nos confundamos: el capitalismo neoliberal produce mucho pero para pocos, muy poco para muchos y, sobre todo, bastante mal para todos.” Desde luego es cierto, se producen seudo-necesidades en exceso y necesidades en defecto, y encima están muy mal distribuidas.

Pero a lo largo de todo el texto de Torres nos comunica dos sensaciones: a. que no conoce a fondo la teoría decrecentista, y/o que se inventa propiedades negativas del decrecimiento con el fin de poder criticarlo; b. que está deseoso (y que se siente como obligado) de justificar el “crecimiento”.

Y para lograr esta justificación, en ocasiones se sale por la tangente, hablando de necesidades humanas y del derecho a desfrutar que dice que no contempla el crecimiento (cuando no solo son cuestiones que si contempla sino que esta filosofía resulta ser algo central en el “decrecimiento”); pero es aquí donde el articulista comienza a confundirse (no solo por achacar al decrecimiento ausencias de las que no carece), comienza a confundir y a utilizar indistintamente el término “crecimiento” y el de “desarrollo humano”. Al final nos queda la sensación de que la única forma de conseguir el “desarrollo humano” es a través del crecimiento del PIB. Y es que, como decía al principio, para no confundir la intención del “decrecimiento” se echa de menos la existencia de una mayor trabazón sistemática de los diferentes conceptos decrecentistas que aparecen demasiado aislados e inconexos.

Creo que resultaran herramientas necesarias para dejar de caer en la nebulosa y confusión del la apreciación del “crecimiento” el utilizar sistemáticamente términos decrecentistas como puedan ser: “consumo”, consumismo”, “necesidad”, “seudonecesidad”, “producción”, “productivismo”, “desarrollo humano”, “desarrollismo”, “decrecimiento feliz”, decrecimiento infeliz”, “redistribución de la riqueza”, “bienes relacionales”, “apoyo mutuo” , etc.,etc.



Nota

En cualquier caso en los tres artículos comentados se echa de menos una mayor atención al gravísimo problema de la capacidad de carga del planeta, de hecho, en los tres artículos, o no se considera o aparece como algo secundario y tangencial. Pero su consideración debería haber sido central. Lo que pasa es que se ha marginado intencionalmente, pues una centralidad de este tipo habría sido un enorme obstáculo a salvar para lograr la principal intención de sendos artículos: defender veladamente el crecimiento. Ya ha sido anunciado que la Tierra ya ha entrado en déficit ecológico, lo que quiere decir que los recursos que se generarán en todo el año ya han sido consumidos. Ya se ha anunciado que ya hemos sobrepasado el pico del petróleo, etc. Pero parece ser que todo esto, todas estas alarmas, no llegan a los oídos de los crecentistas…Que todo esto no tiene importancia en comparación con lo enormemente prioritario que es el CRECIMIENTO.

1 La mayor parte de estos términos o útiles herramientas decrecentistas, pueden encontrarse en mi libro: Julio García Camarero, “El decrecimiento feliz y el desarrollo humano”, La Catarata, 2010.


5 comentarios:

  1. Jose Luis Ojeda López7:50 p. m.

    Un artículo muy interesante, y una respuesta en la que has expuesto muchos de los puntos claves del Decrecimiento. Os he leído a Latouche y a ti, (sin olvidarme de Taibo), y entiendo que son más las similitudes que las diferencias, y que de lo que se trata ahora es de ir intentando formalizar este nuevo imaginario, esta nueva forma de ver el mundo en propuestas concretas. El tema de si denostar la palabra desarrollo como defiende Latouche, o intentar volver a llenarla de significado, asimilando el desarrollo humano a la mejora en sus valores no computables y en el reconocimiento de sus limites y relación con la naturaleza como tu propones, me parece que siendo interesante, puede desviar el tema. Cambiar el imaginario es una tarea muy compleja, como Morin o Sloterdijk plantean, todo es complejo y se interrelaciona, es por ello que tenemos que empezar a desarrollar nuestras pequeñas burbujas con ese espíritu de nuevo, con el decrecimiento y lo que ello supone como matriz o respaldo a cualquier propuesta. Es una buena "normativa" (permíteme la deformación profesional) para aplicar a la deseable sociedad.
    Aunque decrecimiento es, como dices un término joven, recoje pensamientos que ya desde el el informe Meadows o las leyes de la entropía de Georgescu-Roegen empezaban a quedar de manifiesto, incluso podemos escarbar mas atrás hasta Thoreau a mediados del XIX. Llegados a este punto en el que estamos creo que hemos llegado al momento de empezar a creérnoslo de verdad, animo a cada uno de nosotros que desde su campo intente ver como aplicar todo lo aprendido en su campo, y desde esa acción podremos construir una realidad compleja y multifacética que pueda plantear una alternativa real y aplicable al estado actual.
    No suelo escribir mucho en blogs y demás porque suelo ser más recolector de datos, pero quizás alguna vez debemos opinar también para visibilizarnos y unirnos.

    Un saludo

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  2. Aunque coincido con buena parte de las apreciaciones de este post, creo que las críticas recibidas a la filosofía del decrecimiento pueden ser muy instructivas, una vez filtradas las descalificaciones.
    La sensación que transmite el término decrecimiento tiene dos aspectos negativos: la sensación de pérdida y la carencia de objetivo, común por cierto al término crecimiento. Estoy con Carlos Taibo en que en principio eso puede servir de revulsivo, de llamada de atención, pero una vez conseguida ésta, hay que subsanar estas dos carencias sin necesidad de recurrir al estudio mas o menos erudito de los autores mas reconocidos.
    Pienso que la sensación de pérdida se subsana aclarando que hablamos de decrecimiento cuantitativo, contraponiendo un crecimiento cualitativo.
    En cuanto al objetivo puede llamarse economía del estado estacionario, ajustado a los umbrales de la capacidad de carga del planeta. También puede llamarse permacultura o sostenibilidad.
    Personalmente me gusta mas el término transición que el término decrecimiento. Creo que Juan Torres, cuando percibe el decrecimiento como algo para clases medias de países ricos, no se equivoca demasiado, evidentemente no podemos pedir decrecimiento económico para los mil millones de personas que pasan hambre.
    Creo que el decrecimiento es parte del camino que debemos recorrer una buena parte de los habitantes del planeta, pero no es el único camino ni puede serlo. Debe complementarse con la recuperación y restauración de la capacidad de carga del planeta, pues si nos mantenemos por encima de esa capacidad de carga los umbrales bajarán hasta provocar el colapso.

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  3. Julio García Camarero, al que tuve el placer de escuchar en Valencia, dice:

    Y a Juan Torres se le ve (aunque quiera disimularlo) su tendencia crecentista

    Hace unos meses no lo hubiera estado, pero ahora estoy totalmente de acuerdo. Canetti ya escribía sobre ello hace 50 años:

    "Comoquiera que se piense acerca del modo de repartir los bienes en nuestro mundo moderno, tanto los seguidores como los oponentes del socialismo están de acuerdo en el requisito previo para la solución de tal problema. Este requisito previo es la producción. En ambos bandos del ideológico conflicto que ha partido la tierra en dos mitades, hoy de parecida potencia, se estimula la producción por todos los medios. Prodúzcase para vender, o prodúzcase para repartir, el proceso de producción en sí no solo no es discutido por ninguno de los dos lados, sino venerado, y no se exagera si se afirma que, a ojos de la mayoría, hoy tiene algo de sacro."

    Elias Canetti, Masa y poder, Alianza Editorial, Madrid, 1983 (1960), pág. 187.

    Un saludo.

    PD. Un post y unos comentarios para reflexionar, sin duda. Muchas gracias a todos.

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  4. Conferencia de Carlos Taibo en Lleida hace unos días, con un contenido semejante a la que dio en Zaragoza fechas antes (por si la queréis colgar): http://youtu.be/1l9ISZkVxps

    Bsss

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  5. A menudo parece este un debate sobre términos lingüísticos con coincidencia en las ideas. Decrecer en favor de un desarrollo psíquico viene a significar algo parecido a ese crecer “bien” que sugiere Torres López. Tienta declararse “acrecentista” o simplemente partidario de la madurez social: pasada la adolescencia -transición- el cuerpo no crece más pero podemos seguir formando nuestras 8 inteligencias -¿Eran 8?-, enriqueciendo nuestra experiencia y sus frutos. Supongo que la discrepancia sólo está en si se monetiza o no esa nueva aspiración, o hasta qué punto conviene hacerlo. Pero del otro lado, en esta época de la historia ninguno negaría valor al crecimiento económico si la actividad que alimentara el mismo consistiera en la regeneración ecológica, (renovables, reciclado, rehabilitación orientada al ahorro energético, recuperación de espacios naturales, compensación de huella ecológica, adaptación de procesos para no contaminar o para prever el reciclado, I+D verde, educación ambiental, etc.), algo que sólo puede hacerse a partir de una recaudación fiscal que fortalezca el sector público o capacite la demanda pública orientadora, y con implicación mayoritaria de la población que “utiliza” el mundo. La expansión de la conciencia y del debate es la prioridad.

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