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Decrecimiento y Mesas de Convergencia: el debate de la izquierda hoy

Moisés Rubio Rosendo - La palabra inquieta

Quizás por imprudente, quizás por no estar a la altura -dialéctica- del debate, estos días me he visto envuelto en una polémica "de pasillo" por los términos que había usado en la convocatoria de una mesa redonda sobre decrecimiento.

Una de las cuestiones candentes, entiendo que menor pero de necesaria aclaración, hacía referencia al término "izquierda tradicional" que uso habitualmente: con él me refiero a todas aquellas personas, iniciativas, colectivos o movimientos que, comprometidos con la justicia, la igualdad y la defensa de los derechos humanos, aún no han incorporado de manera coherente a sus análisis, a sus discursos ni a sus prácticas, la variable ecológica ni la fórmula participativa. Evidentemente, en el concepto no diferencio entre la socialdemocracia, la izquierda anticapitalista, el arco iris sindical, el movimiento cristiano de base u otras facciones: todas son tradicionales -según el criterio expuesto si no cumplen los criterios ecológicos y participativos.

Y es que se trata de dos cuestiones que, más allá de toda retórica, hoy ya no pueden obviarse: la primera, que el planeta en que vivimos dispone de recursos finitos y que el crecimiento indefinido no es sólo imposible sino que, además, está deteriorando profundamente la calidad de la vida; la segunda, que la historia nos ha demostrado que las iniciativas y organizaciones que se generan desde las élites intelectuales y políticas hacia las bases sociales además de perder la riqueza de la diversidad, acaban derivando, más pronto que tarde y como poco, en actitudes y sistemas despóticos.

Ambas cuestiones son de una importancia sociocultural trascendental porque, si poner veda al crecimiento impone una reconsideración de la actividad productiva y, por lo tanto, también del empleo; una apuesta por la descentralización en la toma de decisiones y la organización social obliga a replantear también las relaciones de poder y el papel del Estado en el juego democrático.

Y no puede obviarse que tanto el sistema productivo como el Estado son los ejes sobre los que ha pivotado la organización socioeconómica y las luchas sociales en los dos últimos siglos. Y que, en la medida en que aquellos pierden sentido, tendremos que plantearnos compromisos sociopolíticos radicalmente diferente a los de la izquierda de ese tiempo. Máxime cuando cada día es más claro que la crisis energética nos llevará por el mismo camino: la disminución del tejido productivo y distributivo y el fortalecimiento de lo local.

A mi juicio, se trata de una encrucijada que ofrece a la izquierda una de las perspectivas más interesantes de las últimas décadas, porque la realidad (ecológica, social y energética) está llevando sus discursos “tradicionales” a un callejón sin salida a la vez que le brinda la oportunidad de reinventarse y ser pionera, de nuevo, en la articulación de respuestas a las incertidumbres de nuestro tiempo.

En este sentido, el decrecimiento y su puesta en escena, el “movimiento de transición”, aún incipientes y con limitaciones, presentan reflexiones y prácticas coherentes con lo expuesto en estas líneas y que pueden resumirse en dos de sus lemas: “vivir mejor con menos” y “la mejor forma de predecir nuestro futuro es crearlo”.

En cambio, aún reconociendo un gran potencial movilizador a las "mesas de convergencia" -lo que no es nada desdeñable-, estoy convencido de que éstas sólo adquirirán pleno sentido si llegan a asumir las dos variables expuestas: que la cuestión ecológica y la consideración de la crisis energética ocupen un lugar destacado en su seno y que quienes las están impulsando faciliten la plena autonomía de las mesas para decidir su sentido, sus reivindicaciones y sus compromisos prácticos, sin perjuicio de su interconexión en red.

El debate de lo que representan ambas iniciativas se forja en un paradigma que, si bien no es nuevo, tampoco ha sido suficientemente considerado aún; hecho que lo hace complejo, aunque no por ello prescindible. En cualquier caso, las aportaciones y experiencias de las gentes de la "izquierda tradicional", su capacidad reflexiva y crítica y la fuerza de sus compromisos son fundamentales en la proyección de una alternativa coherente al mundo que nos ha tocado vivir

4 comentarios:

  1. La izquierda tradicional nunca nos sacará de la crisis ambiental en que vivimos ya que sus presupuestos económicos son capitalistas. Ojalá me equivoque pero hay que cambiar ese pensamiento. Izquierda y derecha, derecha e Izquierda es lo mismo ante los problemas ambientales.
    Ambos movimientos ideológicos basan su actuación en el crecimiento económico

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  2. Si el sistema económico sigue siendo capitalista, es decir crecer económicamente (aunque sean pocos con mucho), seguimos en las mismas. Y mucho me temo que el poder capitalista pervierte al más "pintao".
    Cada vez más actividades tienen precio (¿justo?), mientras unos acaparan otros pierden, y lo malo es que perdemos nuetra vidas.

    De qué ha servido, esta sirviendo una generación "tan preparada", para consumir y consumir.

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  3. Correcto. En mi modesta opinión hoy día es importante repartir también el poder, no sólo los recursos. No es sólo justicia sino también corresponsabilidad: tener que decidir obliga a hacerse consciente de las problemáticas. Y sabemos que sin una conciencia masiva no será posible un cambio palpable. Y por otra parte, creo que la equidad y la ecología tienen un nexo común en la necesidad de encauzar la economía de acuerdo al bien compartido. Hay que reivindicar esta raíz común. La equidad no requiere productivismo sino reparto justo en el nivel de producción que permita una garantía ecológica.

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  4. Anónimo12:15 a. m.

    Totalmente de acuero con el texto de la entrada y con el comentario de Ecora.

    Un saludo cordial pata tod@s

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