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La percepción de los problemas ambientales


"A pesar de que en el siglo XX los problemas ambientales pasaron de ser limitados y locales a tener un alcance planetario, la percepción de que estábamos entrando desde hace ya algunas décadas en una crisis ecológica mundial era absolutamente residual a finales del siglo pasado. Y eso que los desequilibrios biológicos y los impactos geofísicos habían llegado a ser más profundos que en toda la Historia de la Humanidad, alcanzando una magnitud tal que ha hecho que se denomine ya a este nuevo periodo el Antropoceno.

Diversas razones explican esta paradójica situación. En primer lugar, la sensación de “bonanza”, sobre todo en los espacios centrales, por el crecimiento sin freno (aparente) de la Economía Mundo capitalista en el tránsito al nuevo milenio; crecimiento impulsado en muy gran medida en base a la expansión indiscriminada del crédito, la globalización industrial y la irrupción de las Nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación, pero sobre todo garantizado por los bajos precios de los combustibles fósiles y materias primas en general. Los más bajos en términos relativos en más de doscientos años de Revolución Industrial (Fdez Durán, 2008).

Este escenario fue favorecido asimismo por la existencia de “servicios ambientales” gratuitos, especialmente en cuanto al acceso al agua dulce, y la utilización sin coste económico alguno de la Biosfera como sumidero de los desechos del metabolismo urbano-agro-industrial. Pero sobre todo fue la tremenda capacidad de ocultación de la Aldea Global, y el hecho de que el mensaje institucional y corporativo fuera que a pesar de todo caminábamos hacia la “sostenibilidad ambiental”, lo que instaló al nuevo capitalismo global en una complacencia inusitada, lubricada además por la capacidad de consumo de las clases medias, en especial de los países centrales, y sobre todo de las elites planetarias. Es más, los patrones de vida y consumo de las mismas eran los que servían de reclamo a la población mundial, activados por la industria publicitaria que los proyectaba al mundo entero. En este contexto, ¿quién era capaz de decir que todo esto era un puro espejismo que no podía continuar mucho tiempo? ¿desde dónde lo podría afirmar y quién le iba a atender? Pero, aún así, diversas voces minoritarias lo anunciaban, aunque estas Casandras “aguafiestas” fueron mantenidas a raya y marginadas por la Espiral del Silencio de la Aldea Global.

De esta forma, la capacidad de crear una realidad virtual separada de su sustrato material, ocultaba el carácter cada día más extractivista del actual sistema urbano-agro-industrial, sus crecientes impactos, y la absoluta imposibilidad del crecimiento económico ilimitado en un planeta finito. La Sociedad de la Imagen encubría que el actual capitalismo global se separaba cada vez más del funcionamiento de la Biosfera, pues abandonaba el menor uso de materiales y los mecanismos de recuperación y reciclaje que habían caracterizado a otras sociedades humanas en el pasado, disparando la producción de residuos, al tiempo que hacía estallar como nunca en la Historia el transporte (motorizado) mundial. Los bajos precios de los combustibles fósiles y materias primas, así como la libre disponibilidad de “servicios ambientales” esenciales y de los sumideros planetarios, como decimos, lo permitían. Pero sobre todo fue la disponibilidad de energía abundante y barata la que hizo todo esto posible en última instancia.

En suma, fue la energía fósil, y muy en concreto el petróleo, lo que permitió que funcionara todo este espejismo. Incluida la expansión “imparable” de la dimensión financiera del capitalismo global, que no hubiera sido posible sin dicha base material. Además, la propia “economía real” crecía también en base al tratamiento de los crecientes desequilibrios sociales y medioambientales. Y todo ello mientras se conmemoraba el Fin de la Historia (Fukuyama, 1992), y el progresivo triunfo planetario del mercado y la democracia liberal, al tiempo que el Estado parecía que pasaba a un segundo plano y se le despojaba de su dimensión social. Lo que posibilitaba un mayor crecimiento y concentración de la riqueza, mientras que aumentaba la precarización, la pobreza y la exclusión planetaria. Un círculo virtuoso “perfecto”, pues no aparecía ninguna fuerza social o natural con capacidad suficiente para frenarlo."

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