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Más críticas al decrecimiento



Lucha Internacionalista - ¿Decrecimiento o Revolución?.

Por la reconstrucción de la IV Internacional.

Entre quienes apoyan el decrecimiento hay corrientes muy variadas. Para unos se trata de regresar a economías de subsistencia, sin lavadoras, ni neveras, ni coches, cultivando uno mismo su huerto y atendiendo sus necesidades básicas…, pero sin llegar a ese extremo, la tendencia a la autarquía económica es recurrente en casi todas. Taibo explica “la rotunda primacía de lo local sobre lo global en un escenario marcado, en suma, por la sobriedad y la simplicidad voluntaria” como un medio de regresar a la tierra, reducir el gasto energético del transporte… Con el objetivo, como define Luís González, de “una tendencia paulatina hacia la autosuficiencia desde lo local.”

Nosotros veríamos ese repliegue para limitar la vida y los medios de producción y consumo al ámbito local, como un repliegue de la historia hacia varios siglos atrás. Para nosotros el problema no está en acabar con el comercio mundial para así ahorrar en transporte, sino en que la internacionalización de la economía en manos del capitalismo fue utilizada para obtener el máximo beneficio sin importar las consecuencias (hambre, desertización,…), y supone la expoliación de pueblos y su sometimiento a los planes imperialistas.

La discusión está en el modo de producción. Si el objetivo del sistema productivo se dirige a la satisfacción de las necesidades y respeta a los pueblos por igual, en un sano internacionalismo de clase, es un elemento muy progresivo. Desde esa perspectiva no son negativos el intercambio, la posibilidad de aprovechar las mejores condiciones de producción, de compartir los recursos del planeta que se dan en unas zonas y en otras no, así como el contacto entre pueblos, que necesariamente lleva aparejado un gasto de energía en transporte. Esa forma de encarar la sustitución del sistema capitalista por otro que acabe con el expolio imperialista de los pueblos, debe permitir inmediatamente que éstos recuperen sus tierras fértiles (hoy destinadas a monocultivos para la exportación) y sus recursos naturales, poniéndolos al servicio, en primer lugar, de satisfacer sus propias necesidades, sin que ello sea contradictorio con que se produzcan excedentes para intercambiar con otros pueblos en régimen de igualdad.

Este planteamiento actuará por sí mismo como un reductor de las necesidades de transporte actuales. Del mismo modo, será desde la propiedad colectiva de los medios de producción y las relaciones de igualdad entre los pueblos desde donde se podrá decidir si determinados procesos productivos es más económico mantenerlos concentrados, aunque comporte gastos de transporte, o si la técnica actual permite descentralizarlos y acercarlos a los consumidores. No siempre la producción en pequeña escala es energéticamente más eficiente.

Hablando de los países semicoloniales vemos más claramente este aspecto de retorno al pasado. Taibo, recurriendo a Latouche para formular su programa para los países semicoloniales, contiene buena parte de esa añoranza:”romper con la dependencia económica y cultural con respecto del norte; reanudar el hilo de una historia interrumpida por la colonización, el desarrollo y la globalización, reencontrar la propia identidad, reapropiar ésta, recuperar las técnicas y los saberes tradicionales, conseguir el reembolso de la deuda ecológica y restituir el honor perdido.”

Compartimos la ruptura con la dependencia imperialista que permita reencontrar la propia identidad y el honor perdido -aunque no sabemos quién perdió más el honor en el proceso colonial. Pero falta un elemento decisivo. ¿Por qué recuperar sólo las técnicas y los saberes tradicionales? En todo caso si estamos contra el monopolio de la técnica y del saber en manos de las multinacionales lo que hay que hacer es poner a disposición de los pueblos el conocimiento y la técnica actuales para hacerlas universales. Lo que, por otro lado, sería retornar una deuda histórica, puesto que los logros de las multinacionales no son sino producto del expolio. Expropiar estos conocimientos y ponerlos al servicio de los pueblos y nacionalizar los recursos supondría de por sí una racionalización productiva.

Y serán estos pueblos los que libremente elijan qué saberes de la técnica tradicional y de la actual ponen en práctica, del mismo modo que serán ellos quienes decidan su desarrollo y fijen sus necesidades.

Luchamos contra la explotación y opresión inherentes al modo de producción capitalista, pero esa lucha no impide reconocer el enorme desarrollo de las fuerzas productivas que éste ha permitido. La solución no pasa por el retorno al pasado, sino por aprovechar sus mejores desarrollos y ponerlos al servicio de un nuevo modo de producción que responda planificadamente a las necesidades y las limitaciones.

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4 comentarios:

  1. Anónimo8:25 p. m.

    Las críticas vertidas en este artículo contra el decrecimiento son dignas de ser analizadas y tenidas en cuenta. Sin embargo pienso que es posible compatibilizar socialismo y decrecimineto, ambos son necesarios, de poco serviría el uno sin el otro. La teoría decrecentista debe incorporar estos análisis de clase para hacerse más sólida y consistente. Creo que el concepto de eco-socialismo camina en esta dirección. ¿Cuál es la procedencia del artículo?

    Un saludo cordial.

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  2. Interesante, pero creo que el artículo basa sus críticas en algunos presupuestos erróneos.
    Para empezar no creo que el decrecimiento proponga en ningun caso "un repliegue de la historia hacia varios siglos atrás", sino todo lo contrario, hacer eso seria precisamente condenarnos a cometer los mismos errores que cometimos varios siglos atrás. Se trata justamente de mirar hacia el lado opuesto, hacia adelante, hacia varios siglos adelante para constatar que no podemos seguir así, y que debemos ponernos límites.
    Además el artículo olvida lo que el mismo Latouche se esfuerza en recordar siempre que tiene ocasión: "decrecimiento" no es más que un eslogan, no hay que entenderlo como lo que en los medios se nombra con el tan temido oxímoron "crecimiento negativo". No se trata de comer menos por comer menos, se trata de comer mejor y eso implica comer menos de algunas cosas.
    El decrecimiento tampoco propone simplemente una reducción del consumo de todos los habitantes del planeta. Es evidente que hay paises que necesitan crecer, pero para eso hay otros que deben decrecer, y además debemos preguntarnos si el crecimiento necesario en ciertos paises es el mismo que hemos seguido nosotros.
    Por otro lado el decrecimiento no supone una renuncia acrítica a los avances tecnocientíficos, como si nos tuvieramos que hacer todos amish, sino un uso más racional de los mismos. Por ejemplo, no hace falta renunciar necesariamente al teléfono móvil, pero es aberrante que la economia mundial se base en que nos cambiemos el móvil cada 6 meses o que tiemblen los cimientos si no se venden cada año un 25% más de coches. Es sencillamente aberrante.
    Lo que si que está claro es que el planteamiento capitalista es de lo primero contra lo que hay que luchar, por que es el tumor que ahora mismo nos está matando a un ritmo endemoniado, pero no hay que olvidarse de que si no nos metemos en la cabeza que vivimos en un mundo finito volveremos a acabar igual.
    El movimiento de decrecimiento no propone más que usar el sentido común. Quizás esa sea la mayor revolución.

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  3. Antonio, desde Zamora11:56 a. m.

    Veo un planteamiento muy confuso en este artículo, que mantiene una fe incólume en la tecnología, como si no fuese esta una forma de dinero. No conviene olvidar que prácticamente todo el desarrollo tecnológico e incluso la mayor parte del científico, persigue objetivos mercantiles.
    No veo tampoco, qué interés puede haber, una vez satisfechas las necesidades primordiales en toda la población mundial, en dedicarse a producir excedentes, más allá de lo razonable. Con esto no se quiere decir que no se vayan a producir intercambios, por supuesto que el intercambio de productos es una cualidad inherente al ser humano, pero si no se tienen claros, cuales son los límites de la producción, corremos el peligro de conseguir, con el planteamiento que nos propone el artículo, un reparto más igualitario de los beneficios, pero seguir corriendo como locos hacia ningún lado, algo así como lo que propone la reina roja, el personaje de Lewis Carroll que le dice a Alicia en A través del espejo: "En este país tienes que correr todo lo que puedas para permanecer en el mismo sitio", que por otro lado es la misma lógica del mundo capitalista en el que estamos.
    A mi juicio lo más acertado, e innovador de las propuestas de Decrecimiento de Taibo, Latouche o Jorge Riechmann entre otros, es la de hacer un planteamiento que responda a las preguntas: “¿hasta dónde queremos llegar?, ¿Cuál es el límite, o coste en términos ecológicos de las producciones?, ¿Qué grado de sacrificio personal es el razonable asumir? ¿Qué grado de satisfacción conseguimos con ese sacrificio y ese coste?”. Lo que propone en definitiva el Decrecimiento es liberarse de lo superfluo y por defecto definir lo qué es fundamental y si no se da respuesta previa a estas preguntas, todo planteamiento de redistribución de riqueza es estéril.

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  4. Antonio, desde Zamora12:44 p. m.

    A propósito de plantear ¿hasta dónde queremos llegar? y de lo que es fundamental para vivir bien os dejo el enlace del blog diario del aire donde he visto esta entrevista al El canciller David Choquehuanca, en el diario La razón de Bolivia: http://www.diariodelaire.com/ , espero que no les moleste que copie también el texto:
    PUNTOS DE PÁGINA
    POSTULADOS PARA ENTENDER EL "VIVIR BIEN"



    El Vivir Bien, el modelo que busca implementar el gobierno de Evo Morales, se puede resumir como el vivir en armonía con la naturaleza, algo que retomaría los principios ancestrales de las culturas de la región. Éstas considerarían que el ser humano pasa a un segundo plano frente al medio ambiente.
    El canciller David Choquehuanca, uno de los estudiosos aymaras de ese modelo y experto en cosmovisión andina, conversó con La Razón durante una hora y media y explicó los detalles de estos principios reconocidos en el artículo 8 de la Constitución Política del Estado (CPE)
    “Queremos volver a Vivir Bien, lo que significa que ahora empezamos a valorar nuestra historia, nuestra música, nuestra vestimenta, nuestra cultura, nuestro idioma, nuestros recursos naturales, y luego de valorar hemos decidido recuperar todo lo nuestro, volver a ser lo que fuimos”.
    El artículo 8 de la CPE establece que: “El Estado asume y promueve como principios ético–morales de la sociedad plural: ama qhilla, ama llulla, ama suwa (no seas flojo, no seas mentiroso ni seas ladrón), suma qamaña (vivir bien), ñandereko (vida armoniosa), teko kavi (vida buena), ivi maraei (tierra sin mal) y qhapaj ñan (camino o vida noble).
    El Canciller marcó distancia con el socialismo y más aún con el capitalismo. El primero busca satisfacer las necesidades del hombre y para el capitalismo lo más importante es el dinero y la plusvalía.
    Según D. Choquehuanca el Vivir Bien es un proceso que recién comienza y que poco a poco se irá masificando.
    “Para los que pertenecemos a la cultura de la vida lo más importante no es la plata ni el oro, ni el hombre, porque él está en el último lugar. Lo más importante son los ríos, el aire, las montañas, las estrellas, las hormigas, las mariposas (...) El hombre está en último lugar; para nosotros, lo más importante es la vida”.

    La Razón, Bolivia, 8II10

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