Yayo Herrero
Reconocer la interdependencia: tejer sociedad y poder colectivo
Si
partimos de la hipótesis de que, aunque incompletas, disponemos de
ciertas propuestas y directrices para comenzar a ensayar transiciones
socioecológicas hacia otro modelo de economía y organización
social, nos enfrentamos a un problema para el que, sin embargo, nos
encontramos en una situación de inmadurez preocupante. Nos
encontramos ante una situación de enorme debilidad en la respuesta
social. Existe una enorme distancia entre la dureza de la ofensiva
neoliberal y la creciente, pero aún embrionaria, movilización
social. Existe a nuestro juicio, un enorme desnivel entre la
brutalidad de los ajustes que vivimos y la capacidad para hacerles
frente. Hoy nos falta poder político para forzar las transiciones.
En
este camino no existen atajos posibles. Sólo vale la construcción
colectiva, la escucha, el debate, la deliberación, la suma y la
participación activa. Pericles en el esplendor de la democracia
ateniense, afirmaba "somos
los únicos, en efecto, que consideramos al que no participa de esta
cosa (la ciudadanía), no un ser tranquilo, sino un inútil"
(Tucídides). Desde luego no es tiempo para mayorías silenciosas.
Los
seres humanos a lo largo de decenas de miles de años han sido
capaces de organizar complejos modos de supervivencia y de
organización social. La organización colectiva ha creado y crea
posibilidades nuevas de intervenir en el mundo y ejercer el poder. Un
poder del que muchos grupos humanos han sido expropiados. Un trabajo
socialmente necesario hoy es retejer esa malla comunitaria.
Reconstruir
la sociedad también requiere alentar la diversidad entre las
personas. En un momento en el que es importante sumar mayorías y
construir poder colectivo es fundamental interiorizar las ventajas de
la diversidad. En un colectivo que busca y valora la heterogeneidad
nadie se siente fuera, ni es menos que el resto, cada cual encuentra
el lugar donde es capaz de recibir y aportar.
Son
necesarios los cambios por arriba y por abajo y debemos ser
conscientes de las falsas dicotomías que también pueblan el
panorama de los movimientos político-sociales. En nuestra opinión
la autoorganización no se contrapone con la representación. Los
proyectos locales y autogestionados firmemente anclados en los
territorios, son vulnerables si no se actúa también en la escalas
macro. Una ecoaldea consolidada, por ejemplo, puede arruinarse si se
ponen en marcha prospecciones petrolíferas o proyectos de fractura
hidráulica en algún territorio cercano. También es cierto, que las
transformaciones en el ámbito institucional, sin "pueblo"
que las defienda y presione para conseguirlas son poco probables.
Los
entornos precarios y vulnerables en los que se ha perdido el tejido
asociativo y no abundan las redes familiares y sociales son caldo de
cultivo para la emergencia de brotes fascistas. La única forma de
vacunarse contra el fascismo es la solidaridad. Por ello, en nuestra
opinión hay que aprender de movimientos como la Plataforma de
Afectados por las Hipotecas, un movimiento de base que sabe conjugar
las propuestas y exigencias de cambio en los marcos normativos, la
denuncia contundente y el apoyo a las personas con nombre y apellidos
durante los desahucios. Es un movimiento que encarna bien lo que el
feminismo ha defendido con fuerza: la idea de que lo personal es
también político. Es una forma de superar la dualidad de la
política de las categorías abstractas y la de la experiencia
cotidiana.
Considerar
políticamente las emociones es también importante. Los movimientos
sociales tenemos una importante riqueza conceptual y nos movemos con
soltura en el campo de lo racional pero tenemos una importante
miseria simbólica y conectamos mal con las emociones. No hay
revolución sin pasión, sin amor por la vida y por las personas.
Invertir tiempo y energía en una lucha tan desigual, en la que a
veces se tienen tantas dudas sobre el resultado que tendrá, sólo es
posible si se vive con sentido pleno, con la cabeza y con el corazón.
En
cada encrucijada de este camino, ante cada duda, convendrá
preguntarse qué piensa el feminismo. Tenemos un grave problema de
espacio y tiempo y el movimiento feminista ha pensado mucho sobre
ambas temas. Si la sociedad androcéntrica relegó los vínculos y
las relaciones de interdependencia al espacio oculto de los hogares,
entonces hoy regenerar la sociedad y la democracia requiere valorar
la experiencia, aquello "sabido no pensado" (Hernando 2012)
que forma parte del bagaje aprendido en los márgenes que la sociedad
patriarcal obligó a ocupar a las mujeres.
Después
de estas reflexiones queda al fin un interrogante esencial: ¿Seremos
capaces de forzar estas transiciones?
¿Podría
producirse este cambio cultural en un mundo asentado estructuralmente
en la insostenibilidad? ¿Tenemos tiempo para este cambio? No tenemos
certezas. Sólo una: tenemos la responsabilidad de intentarlo,
cambiar el rumbo suicida de la historia y reinventar un mundo social
y ecológicamente sostenible.
Resume
bien Ortega y Gasset nuestra situación cuando en su artículo Verdad
y Perspectiva decía en el difícil año de 1916:
"Estamos
entregados a nosotros mismos: nadie nos protege ni nos dirige. Si no
tenemos confianza en nosotros, todo se habrá perdido. Hegel encontró
una idea que refleja muy lindamente nuestra difícil situación, un
imperativo que nos propone mezclar acertadamente la modestia y el
orgullo: Tened —dice— el valor de equivocaros."
Extraído de: 'Miradas ecofeministas para transitar a un mundo justo y sostenibel'. Yayo Herrero
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