Un
nuevo libro replantea el decrecimiento como alternativa a los
defectos del desarrollo sostenible, recorriendo su historia y
comparando definiciones.
Cualquiera
que haya asistido a la Cuarta
Conferencia Internacional sobre Decrecimiento en la ciudad
alemana de Leipzig, notó rápidamente que nadie estaba haciendo una
oda al desarrollo sostenible.
No
obstante, el desarrollo por sí mismo y todo lo que conlleva sí
ocupó el centro de la escena, mientras unos 3.000 participantes y
oradores debatían sobre las tendencias actuales en las áreas de
ambiente, política, economía y justicia social.
Los
promotores del decrecimiento creen firmemente que el crecimiento
económico no cumple lo que promete: un mayor bienestar humano
Como
puede no quedar claro de inmediato por qué una multitud que promueve
los principios ecológicos reclamaría el fin del desarrollo
sostenible durante la conferencia realizada en septiembre en Leipzig,
se hace necesario hacer un par de aclaraciones.
Los
movimientos sociales evolucionan y atraviesan períodos de
transformación. Cuando el término “desarrollo sostenible” se
empezó a usar en los años 70 y 80, apoyó la presunción de que los
principios ambientales generales y los límites ecológicos mínimos
deberían respetarse a la hora de abordar el desarrollo.
El
concepto de “desarrollo sostenible” rápidamente ganó aceptación
a gran escala. La Comisión
de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible es apenas
una de las muchas agencias (inter)gubernamentales o verticalistas que
se crearon en las últimas tres décadas para incluir objetivos
ambientales en sus planes y políticas.
Sin
embargo, según Federico Demaria, miembro de la organización
Research
& Degrowth en Barcelona, la idea del desarrollo sostenible se
basa en un falso consenso. Al deconstruirla, se descubre que sigue
tratándose del desarrollo, “y es allí donde radica el problema”,
dijo Demaria a IPS.
“Desarrollo”
es una mala palabra en los círculos favorables al decrecimiento.
Desde la posición estratégica del realismo económico, el
desarrollo está inextricablemente conectado al crecimiento
económico.
Sin
embargo, los promotores del decrecimiento creen firmemente que el
crecimiento económico no cumple lo que promete: un mayor bienestar
humano.
“De
ahí que nos encontremos a nosotros mismos en un lugar en el que
necesitamos reabordar los defectos del desarrollo sostenible desde
una nueva perspectiva”, dijo Demaria.
Fue
con la esperanza de hacer precisamente eso que Demaria, Giorgos
Kallis y Giacomo D’Alisa escribieron el libro “Degrowth:
A Vocabulary for a New Era” (Decrecimiento: Vocabulario para
una nueva era), que acaba de ser publicado por la editorial
Routledge.
Definiciones
e historia
Además
de aportar varias definiciones, el libro recorre los antecedentes
históricos del movimiento por el decrecimiento.
Cuenta
que en los años 70, cuando se publicaron libros como “The
Limits to Growth” (Los límites al crecimiento), de Dennis y
Donella Meadows, no se hablaba de otra cosa que los límites de los
recursos. Ahora, en lo que puede considerarse una segunda etapa,
saltan al primer plano las críticas a la idea hegemónica del
desarrollo sostenible.
Fue
Serge Latouche, un antropólogo económico, quien definió al
desarrollo sostenible como un oxímoron. Lo hizo en “A
bas le développement durable! Vive la décroissance conviviale!”
(“¡Abajo el desarrollo sostenible perdurable! ¡Larga vida al
decrecimiento amigable!”), en una conferencia de la Organización
de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura
(Unesco) realizada en 2002 en París.
Latouche
y otros empezaron a dar forma al movimiento francés, que se
autodenominó “décroissance” y luego se expandió a otros
países, llamándose “decrescita” en Italia y “decrecimiento”
en España. Aproximadamente en 2010 se acuñó el término en inglés,
“degrowth”.
Aunque
en Leipzig se cuestionó el nombre del movimiento, Latouche y Demaria
sostienen que la palabra “decrecimiento” es la que mejor define
el objetivo clave: la abolición del crecimiento económico como
objetivo social.
Tal
vez sea François Schneider, otro de los pioneros de este postulado,
el que haya aportado la definición más exacta del decrecimiento,
señalándolo como “la reducción equitativa de la producción y el
consumo que reducirá el procesamiento de energía y materias primas
de las sociedades”.
Según
los autores del nuevo libro, el objetivo de todo esto no es
simplemente tener una sociedad que pueda arreglárselas con menos,
sino reorganizarse de manera diferente y con una calidad distinta.
Aunque
nadie puede predecir cuándo y cómo tendrá lugar la transición
hacia el decrecimiento, Demaria enfatizó que ya hay ejemplos en
marcha, como el Movimiento
Social Buen Vivir en América del Sur.
Él
y otros esperan que, tras la conferencia de Leipzig, se repolitice el
ambientalismo.
“Una
vez que decidamos que no tenemos miedo de hablar sobre las plenas
implicaciones del desarrollo, sean económicas, sociales o políticas,
empezaremos a ver que es en realidad utópico pensar que nuestras
sociedades pueden basarse en el crecimiento económico para siempre”,
dijo Demaria.
“El
decrecimiento, por contraste, realmente ofrece el sentido más común
de todos”, añadió.
Editado
por Phil Harris
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