Nicholas Georgescu-Roegen
es el padre de la economía ecológica pero sus contribuciones a la
teoría neoclásica le procuraron grandes elogios que se convirtieron en
incómodos silencios cuando, a causa del rumbo de su trabajos, colisionó
con los fundamentos que sostienen el paradigma neoclásico.
En está entrada del blog nos centraremos en un aspecto concreto, pero de
extraordinaria relevancia, como es la crítica que Georgescu-Roegen
dirigió a la teoría de la producción neoclásica cuyo principal exponente
es Robert Solow.
Uno de sus discípulos más destacados, con el que mantuvo sus
diferencias, es Herman Daly, al que hemos dedicado las tres entradas
anteriores (aquí, aquí y aquí). Partimos como base de un documento de Daly a raíz de un debate mantenido en el foro de discusión de Ecological Economics,
donde se expone la crítica de Georgescu-Roegen a la función de
producción neoclásica, en concreto al formato con recursos naturales
debido a Joseph Stiglitz. El documento de Daly (traducción al castellano)
tiene un interés añadido por la introducción, en la que nos explica la
trayectoria de su maestro y su carácter difícil que no le granjeaba
precisamente simpatías, ni siquiera entre los que estaban básicamente de
acuerdo con su pensamiento. También, es relevante por incluir las
breves pero jugosas respuestas de Solow a las cuestiones planteadas por
Daly y los comentarios de este último.
El documento nos explica algo que nos sonará familiar del paradigma
neoclásico, su dejación absoluta de las leyes naturales, que parecen no
influir en su fábula del mundo, lo que Georgescu-Roegen califica
acertadamente de Jardín del Edén en contraposición al mundo real.
No obstante lo cual, ese paradigma es la base y justificación de las
medidas políticas y sus narrativas correspondientes que en palabras de
sus más insignes defensores no tienen alternativas. En efecto, si la
economía es independiente de los recursos naturales y no produce
residuos como nos explica las diferentes funciones de producción eso
cimienta el paradigma en el que la economía es "el todo relevante",
siendo el medio ambiente o la sociedad meros apéndices. No pretendo,
sobre la base de la función de producción sostener que la visión
preanálitica neoclásica se fundamenta únicamente en ella, pero si creo
que es el corazón de la misma y sobre ella se libran cruentas batallas
entre las diferentes escuelas económicas. Como comprobaremos, las
conclusiones a las que llegamos tienen grandes concomitancias con los
resultados a los que llegan Joan Robinson y Piero Sraffra en el marco de la controversia de Cambridge, ya que ambas afectan a la teoría de la distribución de ingreso entre los factores.
En este documento, como en otros anteriores, se enfrenta la visión del
relojero, donde los fenómenos mecánicos son reversibles, con la visión
termodinámica en la que los fenómenos son desde un punto estadístico
abrumadoramente irreversibles.
Antes de entrar en materia una breve digresión sobre los principios
termodinámicos tan importantes para Georgescu-Roegen y la economía
ecológica en vivo contraste con el mainstream económico. En todo caso, el lector ilustrado se puede saltar esta parte sin demérito del tema principal de la entrada.
El concepto de entropía para Georgescu-Roegen
Georgescu-Roegen considera que la entropía tiene, ante todo, un
significado fenomenológico, de fácil comprensión, sin necesidad de
complicadas fórmulas. Se basa en una distinción puramente
antropomórfica, la energía disponible y la no disponible. La que es
capaz de generar potencia para realizar un trabajo útil en un tiempo
determinado y aquella que no. La entropía se define:
Entropía = Energía no disponible/Temperatura
El incremento de entropía está directamente relacionado con la flecha
del tiempo en un sistema aislado, como se supone que es el universo. El
transcurso del tiempo, implica un aumento de la energía no disponible
hasta que el sistema se estabiliza y toda la energía es no disponible y,
como consecuencia, la flecha del tiempo desaparece.
En un sistema cerrado, esencialmente como la Tierra, donde sólo hay
intercambio significativo de energía con el entorno (el intercambio de
materia es muy pequeño a escalas de tiempo significativas para los seres
humanos) la entropía puede disminuir, como lo puede hacer en un sistema
abierto con intercambio de materia y energía con el entorno, como en
los seres vivos. Lo anterior podría indicar que, como mantiene el
paradigma neoclásico, la entropía no tiene relevancia. Es importante
destacar que éste es un punto esencial, pues el dinero o la utilidad no
se rigen por las leyes de la termodinámica, pueden crecer sin límite.
Sin embargo, si concebimos el dinero como la representación de la
riqueza real y confundimos la vara de medir con lo que mide podemos
llegar a la conclusión de que la segunda puede crecer sin tener en
cuenta los límites termodinámicos como si fuera dinero, lo que es
totalmente falso.
Georgescu-Roegen nos dice que las leyes de la termodinámica a diferencia
de otras leyes naturales expresan una imposibilidad. La no
disponibilidad no se debe a razones puramente técnicas, sino a la
naturaleza humana finita. ¿Qué está queriendo decir Georgescu-Roegen?
Si hemos elevado un peso mediante una máquina térmica podemos revertir
el proceso, tenemos energía potencial que podemos convertir en energía
térmica, el problema es que nuestra "finitud" nos impide evitar la
fricción. Si pudiéramos movernos infinitamente lentos desaparecería la
fricción y conseguiríamos volver a tener la misma energía pero es
contrario a la naturaleza humana ya que no somos inmortales. De esta
forma expresamos la segunda ley en términos antropomórficos.
En el pensamiento de Georgescu-Roegen lo más polémico es, sin duda, su cuarto principio de la termodinámica
(que es en realidad el quinto pues existe el principio cero del
equilibrio térmico) o la extensión del segundo principio de forma
diferenciada a la materia, que hace imposible el reciclaje íntegro de
cualquier material.
La materia como la energía sólo existe en dos estados desde el punto de
vista antropomórfico, disponible y no disponible y se degrada
continuamente de forma irreversible. Para Georgescu-Roegen la
disponibilidad de energía no impide la degradación de la materia ya que
además de energía se necesita una cantidad infinita de tiempo del que no
disponemos. Si recordamos que la tierra es un sistema quasi cerrado a
efectos prácticos, esta degradación de la materia impide la existencia
de un estado estacionario. Esta es la raíz de su discrepancia con Herman
Daly, su discípulo.
Retomemos la función de producción y la crítica de Georgescu-Roegen.
La función de producción en el Jardín del Edén
La función de producción neoclásica soporta la más fundamental de las
creencias del paradigma neoclásico que es la inexistencia de escasez de
los recursos naturales. Sólo existe una escasez superficial que se puede
remediar con la adecuada inversión de capital y dotación de tecnología
y, en consecuencia, el crecimiento indefinido es no sólo posible, sino
la meta deseable para el bienestar de la humanidad.
La cuestión del crecimiento indefinido tiene una función ideológica
primordial, la de diferir cualquier discusión sobre la actual
distribución del ingreso y, en especial, de la riqueza hacia el futuro,
lo que resultaría imposible de hacer en una economía del estado
estacionario.
La crítica de Georgescu-Roegen se centra en una función Cobb-Douglas,
con tres factores de producción: trabajo, capital y recursos. Eso suena
bien y, podría parecer un "revival" de los factores de producción
clásicos donde la existencia de la tierra suponía un límite que
conducía a un estado estacionario de la economía. Nada más lejos de la
intención de Stiglitz con la formulación de esta nueva versión de la
función de producción que en consonancia con el documento llamaremos
Solow/Stiglitz.
Como aduce Georgescu-Roegen no es más que un truco, no se trata
realmente de introducir los recursos y, considerar que capital y
recursos son esencialmente complementarios y, sólo, marginalmente
sustitutivos. Tal admisión provocaría una reacción en cadena de efectos
devastadores en el paradigma neoclásico, al introducir procesos
irreversibles que deben ser afrontados. Como se trata de una mecánica
newtoniana sólo consiste en mover las cosas de sitio y reemplazarlas.
La metáfora de Daly sobre la función como una receta para la elaboración
de un pastel describe de forma amena cual es la realidad que se nos
presenta con disfraz matemático. Consiste en elaborar un pastel sin
ingredientes, sólo con el cocinero y la cocina y sus útiles, o en la
receta mejorada, podemos hacer el pastel tan grande como queramos sin
necesidad de aumentar la cantidad de ingredientes, necesitamos más
cocineros o remover más rápido o una cocina más grande, pero no más
ingredientes.
¿Cómo es posible tal conclusión?. La respuesta es sencilla, basta con
violar el primer y segundo principio de la termodinámica que es lo que
hace la función de producción Solow/Stiglitz. No es extraño que
Georgescu-Roegen les acuse de no diferenciar el mundo real del Jardín
del Edén.
El primer principio se viola porque no se tiene en cuenta que cualquier
incremento de capital como sustituto casi perfecto de los recursos
significa un agotamiento adicional de los mismos.
Solow
y Stiglitz no podrían haber creado su truco de magia si hubieran
tenido en cuenta; primero, que cualquier proceso material consiste en
la transformación de algunos materiales en otros (el flujo de
elementos) realizado por algunos agentes (el fondo o stock de
elementos) y; segundo, que los recursos naturales son la verdadera
savia del proceso económico. No son como cualquier otro factor de
producción. Un cambio en el capital o el trabajo puede sólo
disminuir la cantidad de residuos en la producción de una mercancía:
ningún agente puede crear el material en el que trabaja. Ni puede el
capital crear el material del cual está fabricado. En algunos casos,
puede que el mismo servicio tenga que ser suministrado por un diseño
que requiera menos materia o energía. Pero incluso en esa dirección,
existe un límite, a menos que creamos que el destino final del
proceso económico es un Jardín del Edén terrenal.
Sin duda muchos creen en el Jardín del Edén y proponen políticas como si
fuera una realidad. La forma en la que viven la mayoría de las personas
en el mundo real nada tiene que ver con tan idílica imagen. Pero eso no
importa, porque es la esperanza de crecimiento indefinido lo que
sostiene el sistema. Dicho lo cual, tiene bemoles acusar a cualquier
alternativa de utópica o irrealizable con estos mimbres.
La violación del segundo principio es de carácter estructural para el
paradigma neoclásico, la entropía no es relevante. Esto nos permite
eliminar cualquier escasez ya que disponemos siempre de energía. La
ausencia de entropía, a efectos prácticos, invalida la distinción que
hace Georgescu-Roegen entre energía disponible y no disponible, toda la
energía es siempre disponible. El Jardín del Edén está poblado de
alquimistas que transmutan una materia abundante en otra escasa sin
esfuerzo. La materialización de la ausencia de entropía en el paradigma
neoclásico se materializa en la sustituibilidad de los recursos por el
capital, esá es la piedra angular que permite edificar la iglesia del
crecimiento sobre la base de producir más, tener más, y estar, en
consecuencia, mucho más satisfechos. Como dice Daly si la lluvia es
buena, un aguacero torrencial es mucho mejor, ¿alguien lo duda?
En la crítica a la función de producción Solow/Stiglitz me gustaría
destacar un argumento puramente lógico. Si partimos de la premisa de
reconocer la sustituibilidad entre capital y recursos se sigue la
reversibilidad, si podemos excluir los recursos de la función de
producción de la misma forma podemos incluirlos y excluir el capital. La
reversibilidad que proviene de ese postulado de sustituibilidad encaja
como un guante de seda en la visión de la producción como un proceso
mecánico y, en consecuencia, reversible. No obstante, si proponen tal
cosa les miraran como un orate, a pesar de que el argumento es
impecable.
Por otra parte, como Daly destaca en su documento, lo más devastador de
la introducción de los recursos en la función de producción es que los
productos físicos marginales de capital y trabajo son cero si queremos
respetar la ley de la conservación de la energía/materia.
Esto es porque la definición de producto marginal de
un factor requiere que las cantidades de los otros factores se
mantengan constantes cuando una unidad más del factor variable se
añade. Pero, cuando los recursos se mantienen constantes, entonces
no puede haber una unidad adicional de producto cuando el trabajo o
el capital aumentan porque no existe una unidad extra de substancia
material para fabricar la unidad adicional de producto—debería ser
producida de la nada, de nuevo infringiendo la primera ley de la
termodinámica. La cuestión no se limita a las funciones
Cobb-Douglas—cualquier función de producción que obedezca la
primera ley de la termodinámica no puede evitar la estricta
complementariedad entre los recursos de una parte y el capital o el
trabajo de otra.
Que los productos marginales de los factores sean cero destruye la
teoría de la distribución neoclásica y al llegar a este punto
coincidimos con Robinson y Saffra que destruye la posibilidad de definir
la productividad del capital (físico) en términos monetarios unívocos.
El modelo de flujo de fondos de Georgescu-Roegen se contrapone vivamente a las funciones de producción neoclásicas:
Enfatiza que lo que físicamente llamamos
“producción” es realmente transformación—de recursos en
productos útiles y residuos. Trabajo y capital son agentes de
transformación (causas eficientes), mientras que los recursos,
materia/energía de baja entropía, son “aquello lo cual es
transformado” (causa material). Podemos sustituir una causa
eficiente por otra, o una causa material por otra, pero la relación
entre causas materiales y eficientes es fundamentalmente de
complemetariedad no de sustituibilidad.
Como afirma Daly, si el paradigma neoclásico asumiera que lo que
transforma (fondos) no puede sustituir a lo que es transformado (flujo)
deberían asumir que la economía no es más que un subsistema de un
sistema complejo, finito, entrópico, no creciente y materialmente
cerrado.
Antes de pasar a las significativas contestaciones de Solow, Daly hace
una precisión de enorme interés. Conocedor de la afición a sacar en
santa procesión al progreso tecnológico, si recuerdan es aquello que los
econometras no pueden medir pero convenimos en llamarle así, advierte
que estamos debatiendo una función de producción que describe la
producción actual con una tecnología dada. En todo caso, todas las
tecnologías deben cumplir con los principios de la termodinámica, al
menos, mientras estos no sean falsados.
Las respuestas de Robert Solow, premio del Banco de Suecia en economía
en memoria de Alfred Nobel, a las cuestiones planteadas por Daly a raíz
de la crítica de Georegescu-Roegen no tienen desperdicio y, muestra cual
es la forma de pensar mayoritaria en el mainstream por uno de sus más insignes representantes.
Quiero destacar algo que se ha mencionado en diversas ocasiones en este
blog y es una cuestión en la que se refugian normalmente los economistas
del paradigma dominante y, es la teoría efectiva. Ésa es la tesis que
defiende Solow en la respuesta a la segunda pregunta:
“porque hasta ahora, y al nivel de agregación,
ámbito geográfico y extensión temporal, el equilibrio material no
ha sido un factor determinante en el crecimiento de las economías
industriales”.
Es significativo el "hasta ahora" y, si fuera así, como sabemos cuando
deja de ser efectiva. Esto nos recuerda lo que Daly nos explica acerca
de la inexistencia de una regla de cuando parar a nivel macroeconómico,
la asunción de que la actividad económica es abrumadoramente positiva
medida en términos de PIB hace que no existan cuentas separadas de
costes y beneficios y, no sepamos cuando los primeros superan a los
segundos lo que se traduce en crecimiento antieconómico.
Personalmente, la respuesta que más me impacta es la última:
"no hay duda que todo está sujeto a la ley de la
entropía, pero esto no es de importancia inmediata práctica para
tener que modelizar que hay después de un breve instante de tiempo
en un pequeño rincón del universo”.
Parece entender que la entropía no es una mera ficción inventada por los
físicos destinada a fastidiar a los economistas, sino una realidad de
la naturaleza de carácter ineludible....pero sólo a escala cósmica y en
un tiempo que medimos en eones. Desde ese punto de vista, la teoría
efectiva tiene larga vida, no hay que preguntarse cuando dejarla, al
menos, en los próximos dos millones de años, por poner una cifra.
Me temo mucho que míster Solow o es en exceso optimista, o sabe que no
hay forma coherente de defender lo que es indefendible y, se sale por la
tangente. No vivimos en el Jardín del Edén y, es hora que asumamos
ciertas dosis de realidad en nuestras fábulas, lo que conlleva el
abandono de los fundamentos más básicos de cómo vemos y explicamos un
mundo donde se nos presenta a la economía como el todo relevante.
En mi opinión, lo anterior es sólo una representación, la mera
apariencia, que esconde la realidad política (social) del sistema
capitalista. Para explicarlo un ejemplo, en el libro de Nitzan y Bilcher
"Capital as power"
se describe una anécdota del patriarca Rockfeller que afirmaba que su
mejor inversión había sido fundar y financiar la Universidad Baptista de
Chicago cuna de la función de producción y la bastión de la escuela
neoclásica. Los Rockefeller son el arquetipo de sin importar los medios
limitar la competencia, controlar los precios, confiscar, incautar a
través de su apoyo a dictadores los recursos naturales de otros, etc...
Resulta palmario que los Rockefeller nunca creyeron en las virtudes del
libre mercado como las relata la escuela neoclásica, excepto como
propaganda que les permitía realizar sus tropelías amparados por una
pátina "científica" que justificaba su lucha y conquista del poder sobre
los demás, al final ese es el juego de verdad, pero eso es otra
historia.
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