Por Luc Semal y Mathilde Szuba*
Nacido en 2005 en el Reino Unido, el movimiento de Ciudades de
Transición - compuesto por un centenar de ciudades que aspiran a vivir,
en un futuro no muy lejano, sin petróleo - se dio a conocer hace unos
meses de las redes francesas de los objetores de crecimiento y de la
ecología radical. Por lo general, han despertado mucho interés y
curiosidad por su enfoque pragmático y apolítico de la cuestión del
medio ambiente, que difiere en algunos aspectos de las reflexiones sobre
el decrecimiento tal como la conocemos en Francia. Con todo, vale la
pena ahondar este análisis, y tratar de entender lo que hace el éxito
instantáneo de este movimiento de la transición en el Reino Unido, y
cómo el movimiento para el decrecimiento podría encontrar ahí una fuente
de inspiración.
Porque el decrecimiento y la transición, son dos maneras diferentes de decir lo mismo : que la acumulación del mundo material en el que vivimos acabará, voluntaria o involuntariamente.
Pero el fin de este mundo no es necesariamente el fin del mundo - para
citar a Patrick Viveret - puede haber un post-petróleo, después de la
acumulación de material, incluso post-colapso... En resumen, el
decrecimiento como la transición nos dicen que tenemos el poder, al
menos en teoría, de transformar este desastre en una oportunidad de
inventar un mundo mejor –con la condición sin embargo, de cambiar
radicalmente nuestro modo de vida rápidamente.
Basándonos no sólo en un estudio de la literatura producida por los
dirigentes y activistas de la transición, sino también en la observación
y las entrevistas de un trabajo anterior,(1)
nos proponemos aquí analizar lo que hace el enfoque desarrollado por
las ciudades en transición tan especial e interesante, así como los
elementos que podrían inspirar a los objetores de crecimiento dispuestos
a actuar entre dos peligros : el deber de Felicidad (2)
y la negación del riesgo de colapso, por un lado, la tendencia al
derrotismo y la impotencia frente a un colapso demasiado seguro en el
otro.
Una base radical: el colapso es inevitable
El punto de partida para la reflexión de las Ciudades de Transición
es el reconocimiento de que estamos al borde de un cambio de sociedad.
Nos guste o no, este cambio es inminente, inevitable, y probablemente
sea brutal. Esta convicción es la base no negociable de toda la
reflexión del movimiento.
Más concrétamente, esta creencia se basa en dos fenómenos importantes que los líderes y activistas del movimiento (3)
piensan científicamente comprobados : el cambio climático por un lado, y
el pico del petróleo por el otro. Con respecto al cambio climático, la
transición se basa no sólo en el informe del IPCC, sino también en los
documentales (como el de Al Gore) y los escritos de varios autores
-entre ellos, algunos especialmente catastróficos como Mark Lynas (4). Para el pico del petróleo se basan, en particular, sobre los estudios de ASPO (5) y los ensayos de los investigadores que estudian el tema desde hace varios años, entre ellos Richard Heinberg (6):
en este contexto, cabe señalar que si los autores franceses poco han
abordado este problema, hay en cambio muchas publicaciones anglosajonas
que han contribuido a consolidar y difundir los argumentos científicos
que apoyan la idea de un inminente pico del petróleo. A pesar de una
controversia continua acerca de este pico, el disparo del precio del
petróleo durante el verano de 2008 fue considerado por los activistas y
expertos como una validación empírica, por lo menos en parte, de esta
tesis.
Para los dirigentes y activistas de la transición, nuestras
sociedades se enfrentan ahora a dos hechos científicamente probados,
sobre los que se basan. El cambio climático nos dice que deberíamos cambiar y el pico del petróleo nos dice que deberemos
cambiar : son dos caras de una misma moneda. El peso de la validación
científica es crucial en el enfoque desarrollado por la transición, ya
que estas validaciones proporcionan una base común indiscutible y no
negociable sobre la cual los activistas venidos de todos los horizontes
pueden llegar a un acuerdo.
Pero necesariamente, esta plataforma común, basada en la apropiación
de demostraciones científicas, somete los líderes y activistas a una
perspectiva bastante pesimista a priori : si el petróleo es cada vez más caro y el clima cada vez más loco, nuestras empresas no podrán soportar el choque.
La era de los transportes baratos, el turismo de masas y la
globalización, por citar sólo estos fenómenos, llega inevitablemente a
su fin. La crisis económica que estamos experimentando ahora es sólo un
pálido reflejo de lo que está por venir, en el mejor de los casos dentro
de unos pocos años. La hipótesis de un colapso de la sociedad - según
lo definido por Jared Diamond, es decir una «reducción drástica de la
población humana y/o complejidad política/económica/social, a más o
menos largo plazo (7)»- no es eludida, al contrario, es una de las bases más sólidas de los intercambios de los grupos de transición.
Los temas de algunos talleres organizados por dichos activistas
ilustran bien esta certeza de que vamos a enfrentar grandes desastres.
Algunos plantean la cuestión de manera general, a través de talleres con
títulos tales como «After the crash» ou «How will Exeter survive and
flourish after the end of cheap oil?». Pero otros profundizan más las
consecuencias de los desastres, y no descartan ningún tema de
reflexión : así es como podemos conseguir agrónomos y nutricionistas que
se preguntan si el Reino Unido es realmente capaz de alcanzar la
autosuficiencia alimentaria. Los médicos han examinado la cuestión de la
medicina post-petróleo, e incluso la odontología post-petróleo, dos
áreas en las que se enfrentan a algunos de los detalles más inquietantes
y más espantosos de lo que puede significar post-colapso.
La base de la certeza científica común a todos los activistas de la
transición los lleva rápidamente a encarar las perspectivas angustiantes
de un colapso. Pero la fuerza de la transición es proporcionar un marco
para la reflexión y la acción, sin negar los inevitables desastres que
se avecinan, que permita actuar con el fin de prepararnos y, sobre todo,
preparar una mejor vida después de la catástrofe.
La solución propuesta: la reconstrucción de la resiliencia local
Cuando un grupo de militantes sensibles a las cuestiones climáticas y
energéticas quiere formar un grupo de transición en su ciudad, la
dirección nacional de la red le sugiere empezar con un período para
« despertar las conciencias », que consiste en organización de
proyecciones de películas abiertas a todos. Los documentales
seleccionados exponen abiertamente las amenazas ambientales, y con
frecuencia causan ansiedad en los espectadores. Al final de la reunión,
por lo general una parte del público admite estar convencido pero se
siente impotente y preferiría reprimir lo que vio. Aquí es donde los
militantes proponen una solución novedosa para el público : la formación
de un grupo de transición local para « reconstruir la capacidad de
recuperación local ». El objetivo es transformar inmediatamente el
impacto de la toma de conciencia en fuerza de acción.
La reconstrucción de la capacidad de recuperación local, la
resiliencia local, es la base de la estrategia propuesta por el
movimiento de la transición. La resiliencia es un concepto utilizado en
psicología para describir la capacidad de una persona para recuperarse
de un choque - por ejemplo, pérdida o separación - sin colapsar, e
incluso obtener experiencia y salir de la prueba más fuerte y resistente
que antes. Este concepto se utiliza también en otras disciplinas : por
ejemplo, se habla de la resiliencia de un área a las inundaciones, o la
de un ecosistema frente a la intrusión de una especie invasora. Pero los
activistas de la transición hablan de la resiliencia de la sociedad o
las comunidades locales, es decir, del conjunto de individuos y sus
impactos socio-económicos frente al choque que representará el fin del
petróleo barato y la necesidad de reducir rápidamente las emisiones de
gases a efecto de invernadero, el aumento del nivel del mar, etc…
Apreciar la situación en términos de resiliencia, es estimar que en
las regiones el las que no se prevé el pico del petróleo, la política y
el colapso socioeconómico será más difícil, mientras que las regiones
que están suficientemente preparadas será mejor, e incluso,
posiblemente, se podrá experimentar una forma de renacimiento basado en
la relocalización económica y el bienestar. Para ello, desde ahora se
debe reconstruir la capacidad de recuperación o resiliencia, es decir,
hacerse menos dependientes del petróleo. La reconstrucción de la
capacidad de recuperación local es una estrategia para amortiguar los
choques futuros y también preparar las condiciones para una vida mejor después
de esos choques : permite ver con lucidez las perspectivas de un
posible colapso yendo más allá de esta única imagen y lanzándose en la
construcción de sociedades sustentables y soportables para el
post-colapso.
Esta reconstrucción de la capacidad de recuperación local, estamos
tentados llamarla « pragmatismo radical ». « Pragmatismo », porque la
única base verdaderamente común a todos los activistas de la transición
es la certeza científica del cambio climático y la inminencia del pico
del petróleo : más allá del acuerdo sobre los hechos, ninguna
interpretación ideológica o política es favorecida por el movimiento de
la transición. Algunos pueden ser anticapitalistas, mientras que otros
creen firmemente en el poder de las fuerzas del mercado y reclaman la
creación de una bolsa del carbono para los individuos .(8)
La transición aboga por calmar estos debates que se consideran una
pérdida de tiempo y de división, y que podría distraer a los activistas
de su objetivo: la reconstrucción de la capacidad de recuperación local.
Sin embargo, este pragmatismo reivindicado está unido a un cierto
« radicalismo » prácticamente impuesto por los diagnósticos científicos
que son la base del movimiento : no hay gran variedad de soluciones para
reducir de manera drástica y a corto plazo el consumo de energías
fósiles y las emisiones de gases a efecto invernadero. Todas
las soluciones propuestas giran, de hecho, alrededor de las ideas de
sobriedad, de reducción de los bienes materiales, de reevaluación de las
necesidades, de entreayuda local, de relocalización de la producción de
alimentos, de reubicación de la producción de energías renovables, etc…
Este movimiento decididamente pragmático, parte de hipótesis
científicas tan radicales, que ve la gama de opciones reducirse
drásticamente, hasta el punto tener sólo una solución posible : la de un
cambio súbito y radical en los hábitos de vida de una manera muy
similar a la propuesta del decrecimiento.
Esta solución única para la reubicación y reconstrucción de la
resiliencia local, que en realidad está muy cerca de las propuestas del
decrecimiento, es obviamente destinada a ser declinada, caso por caso,
dependiendo de cada país. Pero en realidad, la radicalidad de la
hipótesis primera, la probable inminencia de una forma de colapso, llevó
este movimiento, pragmático y firmemente apolítico, a una forma de
pensamiento radical, rayano al de la acción del movimiento francés para
el decrecimiento.
Un "catastrofismo ilustrado" anclado en un territorio
Sin embargo, el movimiento de Ciudades en transición no se
experimenta como un movimiento catastrofista : al contrario, los
dirigentes y activistas repiten que quieren deshacerse de la visión
habitual de la ecología que califican de « doom and gloom » que
podríamos traducir como « apocalíptica ». Tratan de ser positivos, por
ejemplo, insistiendo en la fuerza que puede tener un pequeño grupo
decidido a cambiar el orden de las cosas, y también en las perspectivas
de una vida mejor que se producirán : vidas simples, libres de aparatos
electrónicos, las ciudades más tranquilas, un nuevo sentido de
solidaridad y apoyo mutuo dentro de la comunidad local, etc…
Es esta tensión constante entre el « alarmismo » y el « optimismo »
que es particularmente interesante analizar en el enfoque desarrollado
por las ciudades en transición. El catastrofismo está omnipresente en
este movimiento, que está totalmente motivado por la perspectiva de un
colapso certero a corto plazo. Esta premisa, que muchas organizaciones
ambientales tienden a descartar para no parecer demasiado ansiógenas, la
transición la asume totalmente sin tratar de minimizar la magnitud de
los cambios que se avecinan. Pero la transición también se las arregla
siempre para instaurar cierta dosis de optimismo, basado principalmente
en la posibilidad de que preparándose para estos choques se podrá
reducir su efecto e incluso - como lo sugiere la idea de la resiliencia -
inventando una vida mejor, basada en un aspecto material más sencillo.
La idea de anticipar las consecuencias de un desastre que ya se
considera inevitable para prepararse mejor y tal vez, parcialmente
evitarlo, recuerda la idea de catastrofismo ilustrado teorizada por
Jean-Pierre Dupuy.(9) Con esta aclaración importante que el
catastrofismo ilustrado de la transición está anclado sistemáticamente
en un territorio concreto ocupado por la comunidad declarada en
transición : las consecuencias de la « catástrofe » que será el pico del
petróleo se analizan sistemáticamente en términos de territorio y de
población local. Imponiendo un debate a nivel local, generalmente a
escala de un municipio, los activistas se enfrentan inevitablemente a
preguntas muy concretas. Por ejemplo: en que terrenos para plantar los
árboles frutales que se requerirán cuando las importaciones cesen y que
los supermercados ya no sean abastecidos? ¿Quién en el municipio tiene
la experiencia necesaria para tratarlo? Dónde instalar turbinas de
viento que permitirán al municipio ser autosuficiente en energía? ¿Qué
coches debemos conservar y cuáles debemos sacrificar? ¿Qué aparcamientos
deberemos transformar en jardines urbanos y quiénes los mantendrán?
Todas estas preguntas se dan a nivel local y se materializan en
la mente los desastres y las soluciones que se pueden poner en prática
–lo que permite poco, por ejemplo, una reflexión basada en datos, pero
demasiado general, acerca del número de coches deseable en Gran Bretaña.
Esta forma original de « catastrofismo ilustrado relocalizado »,
puede facilitar la visualización de los desastres considerados
inevitables y las soluciones que suavizarán o incluso los evitarán para
salir fortalecidos. Esta visualización permite a los activistas para la
transición de « creer lo que saben » mejor, tomando las palabras de
Jean-Pierre Dupuy, y actarlas para anticipar mejor las crisis futuras.
Sin embargo, la hipótesis de una catástrofe ineludible contra la cual
sería necesario no obstante mobilizarse no está libre de ambigüedades y
contradicciones, y los líderes del movimiento para la transición luchan
contra las dos tentaciones que consideran ser callejones sin salida :
el derrotismo y la supervivencia.
El derrotismo acecha, por supuesto, a todos los activistas
que empiezan a considerar seriamente la posibilidad de un colapso del
mundo. La paradoja que consiste en considerar que el desastre es muy
probable y aún así seguir actuando es difícil de asumir, tanto a nivel
individual (el activista) y colectivo (para la comunicación de
movimiento). Sin embargo, muchos psicólogos y psicoterapeutas en la
ciudad de Totnes, la cuna de la transición, se han asociado rápidamente
al proceso, trabajando sobre estas paradojas y los medios para
superarlas : sus reflexiones sobre la psicología del cambio han dado
lugar a varias formas de talleres de intercambio y libre expresión,
utilizando técnicas a menudo similares a las de la comunicación no
violenta, que contribuyen por ahora a mantener el entusiasmo de los
activistas.
El otro escollo posible, cuando la hipótesis del colapso es
seriamente considerada, pero que la sociedad sigue ampliamente
impasible, es la tentación de survivalismo,(10) que consiste en
desarrollar estrategias individuales (o posiblemente familiales) de
supervivencia en un mundo post-colapso. En la práctica, esto se traduce
generalmente en el almacenamiento de armas y alimentos en un refugio
antiaéreo, tomando a la vez clases de autodefensa. Esta actitud a veces
se expresa en los foros de Internet, pero más allá de estos testimonios
inciertos, es difícil determinar en qué medida este fenómeno es una
realidad social importante o un mito... De todos modos, el movimiento
por la transición ha sido siempre muy firme con respecto a esta
estrategia : sin ni siquiera entrar en consideraciones morales, los
líderes de la transición tratan de demostrar lo absurdo de esta opción
en la práctica, repitiendo una y otra vez que los survivalistas,
por muy equipados que estén, no sobrevivirán mucho tiempo a un colapso
absolutamente caótico. Para resumir este pensamiento, a veces utilizan
la frase « o nos salvamos juntos o no nos salvamos ».(11)
Preparase para el colapso: el plan de descenso de la energía
Para ser calificado de « ilustrado » el catastrofismo tiene que evitar dos abismos, el derrotismo y el survivalismo,
y avanzar en la cresta estrecha que los separa, que es actuar para
anticipar -y posiblemente prevenir- un desastre a pesar de todo
probable.
El hecho de que la gente de Totnes es capaz de embarcarse en este
camino no es, retrospectivamente, muy sorprendente. De hecho, este
pueblo de apenas 8000 habitantes concentra a pesar de su pequeño número
de habitantes, instituciones que progresivamente atrajeron personas ya
sensibilizadas a las cuestiones ambientales : el Colegio Dartington
desde 1961, una escuela Steiner desde 1980, el Schumacher College (12)
desde 1991, etc… En este contexto, no es muy sorprendente que una
experiencia como la transición haya podido emerger en esta ciudad.
Lo más impresionante, sin embargo, es que una metodología de acción
haya podido ser diseñada sobre la base de la experiencia de Totnes,
para ser posteriormente reproducida y adecuada en otros contextos, a
priori menos favorables a este tipo de planteamiento. El Transition
Handbook de Rob Hopkins lista los doce pasos que permiten emprender un
proceso local de transición, subrayando al mismo tiempo que este método
obviamente debe declinarse y adaptarse a cada contexto comunitario.
La doceava etapa, punto culminante de la metodología, es la elaboración de un Plan local de decrecimiento energético.
Ese plan debe primero fijar las metas a alcanzar en términos de
independencia energética y reducción de emisiones de gases a efecto
invernadero para el 2020, y describir sobre esta base lo que debería ser la vida en la el municipio en 2020
: generalmente una vida principalmente peatonal, con producción local
de alimentos y energía, tiendas de cercanía, reapertura de la estacione
de tren, cierre del aeropuerto... el todo componiendo una imagen de una
ciudad que ha alcanzado un nivel suficiente de resiliencia para estar a
salvo del colapso, por estar menos afectada por el agotamiento
energético. Esta descripción de la vida local en el año 2020 se
convierte en la meta, y los militantes se encargan de fijar los plazos
sucesivos a respetar para que este proyecto imaginario se convierta en
realidad a tiempo : la plantación de árboles frutales en el 2011, la
instalación de los jardines locales en el año 2012, la instalación de
turbinas eólicas comunales en el 2013, el cierre en el 2014 del
estacionamiento municipal, etc…
La redacción del plan de decrecimiento energético se organiza de modo
a obtener la participación de muchos ciudadanos a este proceso, después
de lo cual puede ser objeto de discusión y servir de base para un
debate público. Por el momento, estos planes son herramientas muy
eficaces de comunicación y educación entre el público en general y los
funcionarios electos. La segunda etapa, que consiste en la aplicación
efectiva de estos planes para la energía es, obviamente, más difícil de
lograr : a menudo es posible hacer progresos rápidos sobre ciertos
puntos relativamente poco polémicos (por ejemplo, la plantación de
árboles frutales), pero mucho más difícil de obtener compromisos cuando
hay conflictos de intereses en juego (por ejemplo, el cierre de
aparcamientos).
Como la redacción del decrecimiento de la energía local es un trabajo
a largo plazo, pocas ciudades ya han alcanzado la etapa de la
aplicación de su plan. Sin embargo, la transición ya ha comenzado a
pensar estas cuestiones y ha propuesto incluir algunas pistas para crear
nuevos indicadores de resiliencia : por ejemplo, el porcentaje de los
alimentos producidos localmente, ídem para la energía, lo mismo para los
materiales de construcción, ídem para los fármacos, el porcentaje de
hogares sin coche, el porcentaje de gente que sepa cultivar por lo menos
diez verduras, etc…
Si uno sigue la lógica de la transición, y por lo tanto si tomamos
nota de la perspectiva de un colapso casi inevitable, son estos
indicadores los más relevantes para garantizar las condiciones de vida
adecuada en un un futuro próximo. Son ellos, no el PIB, quienes indican
el camino a seguir para que el colapso repentino se convierta, en la
medida de lo posible, en un cambio pacífico.
Prepararse para el post-colapso: ¿una vida mejor?
En esta fase de análisis, tenemos que recordar que la transición no
se piensa y no se presenta como un movimiento catastrofista : al
contrario, siempre se hace énfasis sobre la oportunidad que puede
representar el colapso si logramos transformarlo en mutación. Pero de
nuevo, no basta saberlo para creerlo, y los grupos de transición han
desarrollado varios métodos para ayudar a los activistas a imaginar y visualizar lo que podría ser una vida feliz en un mundo post-colapso.
Por ejemplo, los defensores de la transición a menudo tratan de hacer
participar a los ancianos de la ciudad o del pueblo a su proceso, para
pedirles que describan lo que era mundo antes del petróleo,
antes de que la resiliencia local fuera barrida por la globalización y
los productos petroquímicos. Estas descripciones se utilizan como base
para los talleres o paseos por la ciudad en la que los activistas se
dirigen al lugar que les permita visualizar y comprender cómo el período
anterior al petróleo puede ser una fuente de inspiración para el
futuro. Otro método utilizado, él de « transición tales », relatos
imaginarios de narradores del futuro que cuentan cómo la comunidad local
ha logrado su transición a una era post-petróleo, y especialmente la
manera en que la vida local finalmente se ha reorganizado para una vida
más amigable.
Todas las visiones prospectivas hacia el futuro de un post-colapso
general demuestran que en última instancia, tenemos el poder de hacer
que la vida después del petróleo sea mejor que la vida pre-colapso
actual. De hecho, el fin del petróleo barato y la reducción de las
emisiones de gases a efecto de invernadero son también, en opinión de la
transición, una oportunidad para recuperar nuestras vidas, dar un
sentido a la comunidad local, volver a encontrar prácticas de
solidaridad, privilegiar la calidad en vez de la cantidad : en este
sentido, el lema del decrecimiento « menos posesiones, más vínculos »
traduciría también perfectamente las aspiraciones del movimiento de la
transición. En ambos casos, la perspectiva de un colapso es percibida
como un evento potencialmente liberador, y como una oportunidad para
recuperar el control sobre nuestras vidas emancipándonos de todo tipo de
dependencias : dependencia al petróleo, a la energía, al trabajo, a las
empresas multinacionales, a la acumulación material, a la velocidad, a
la instantaneidad, etc.
Conclusión
El decrecimiento ciertamente puede inspirarse de la experiencia británica de las transition towns,
y sobre todo de su estudio acerca de la resiliencia local, una especie
de catastrofismo ilustrado anclado en un territorio pequeño y preciso :
comprender cómo los fenómenos globales, inevitablemente, afectarán la
vida local, y prepararse, a nivel local, asociando un máximo de gente
para establecer de un plan de decrecimiento energético detallado.
El lanzamiento de la elaboración de estos planes por la reducción
energética es sin duda un primer éxito para este joven movimiento, que
ha sabido lanzar en más de un centenar de ciudades esta increíble
reflexión colectiva, que permite a menudo avanzar de manera pragmática
la puesta en obra de medidas relativamente radicales, como los cierres
de aparcamientos o la sustitución de supermercados por canales cortos de
distribución de alimentos. La manera en que estos grupos de transición
son capaces de pensar las perspectivas de un colapso sin sumirse en el
derrotismo ni en el survivalismo, y reflexionar sobre los
medios para reconstruir su capacidad de recuperación local y salir de
esta prueba por lo alto, puede ser rico en enseñanzas.
Queda sin embargo un segundo paso, mucho más difícil : el de la
concretización de los planes de decrecimiento energético, más allá de
las acciones sin duda educativas, pero cuyo significado es más bien
simbólico, como la plantación de árboles frutales en un huerto comunal.
Para ir más lejos, parece probable que los grupos de transición se
enfrentarán con intereses contrarios, y podemos entonces preguntarnos si
ello no va a cambiar la estrategia de evitar los conflictos y el
compromiso político : en este plano, tendrán tal vez que aprender de los
objetores de crecimiento de Francia, que han teorizado más los
obstáculos socio-económicos a los que pueden enfrentarse las
experiencias locales de decrecimiento. Sin duda los intercambios entre
estos dos movimientos similares, pero con enfoques a menudo distintos y
complementarios, sólo están empezando.
Traduction : Yannick Hélène de la Fuente
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