Entrevista
a Carlos Taibo de Yago Álvarez y Ana Encinas. - El salmóncontracorriente
Carlos
Taibo (Madrid, 1956) es, además de aficionado al Deportivo de A
Coruña, una de las voces más importantes del pensamiento
decrecentista en el país. Además, es escritor y profesor de Ciencia
Política y de la Administración en la Universidad Autónoma de
Madrid. En ¿Por qué el decrecimiento? Un ensayo sobre la
antesala del colapso, Taibo expone la propuesta del decrecimiento
desde la perspectiva de la crisis y analiza algunos de los debates
que se han abierto como consecuencia de esta.
Pregunta: La primera pregunta es básica. ¿Cómo explicas, a grandes rasgos, el decrecimiento a un lector que no conoce las bases de esta forma de pensamiento?
Respuesta:
La perspectiva del decrecimiento nace de la certeza de que, si
vivimos en un planeta con recursos limitados, no parece que tenga
mucho sentido que aspiremos a seguir creciendo ilimitadamente. Tanto
más cuando sobran los motivos para concluir que hemos dejado muy
atrás los recursos que la Tierra nos ofrece. La huella ecológica
española es de 3,5 ¿Qué significa esto? Que para mantener las
actividades económicas existentes hoy en España necesitamos tres
veces y media el territorio español. ¿Cómo se resuelve esto? A
través de una presión inaudita ejercida sobre los derechos de los
integrantes de las generaciones venideras y a través de una presión,
no menos inaudita, desarrollada sobre los habitantes de muchos de los
países del Sur.
En
este sentido, la perspectiva del decrecimiento nos dice que en el
Norte opulento tenemos que reducir los niveles de producción y de
consumo, pero nos dice también muchas otras cosas. Tenemos que
recuperar la vida social que hemos ido dilapidando absorbidos como
estamos por la lógica de la producción, del consumo y de la
competitividad, tenemos que apostar por el ocio creativo, tenemos que
repartir el trabajo, tenemos que reducir las dimensiones de muchas de
las infraestructuras, tenemos que recuperar la vida local en un
escenario de reaparición de fórmulas de democracia directa y de
autogestión, y en fin,y por dejarlo ahí, tenemos que asumir,en el
terreno individual, la sobriedad y la sencillez voluntaria.
P:
En tu último libro afirmas que el decrecimiento no es un ismo
como tal, ¿qué significa esto?
R:No
tengo nada contra la expresión ’teoría
del decrecimiento’,
pero mi visión es menos ambiciosa. Creo que el decrecimiento ni es
una teoría ni es una ideología. No tiene el mismo rango que el
comunismo, el capitalismo, el liberalismo o el anarquismo. Prefiero
acogerme a la tesis de que es un enfoque que hay que agregar a las
ideologías convencionales. Yo soy un libertario decrecentista, no un
decrecentista libertario. Digamos que el meollo de mi pensamiento lo
aportan las ideas matrices del pensamiento anarquista,y no el
decrecimiento.
Habrá
quien piense que esto rebaja el estatus del decrecimiento. Yo no lo
veo así. Suelo decir que cualquier contestación del capitalismo en
el inicio del siglo XXI tiene que ser, por definición,
decrecentista, autogestionaria, antipatriarcal e internacionalista.
Si no incorpora alguno de estos cuatro elementos estará moviendo,
probablemente sin quererlo, la lógica del sistema que quiere
contestar. Y es que la perspectiva del decrecimiento tiene un relieve
innegable a la hora de explicar y reivindicar muchas cosas.
P: ¿Consideras que hay algún partido político que tome nota de estas cuatro bases contra el capitalismo?
P: ¿Consideras que hay algún partido político que tome nota de estas cuatro bases contra el capitalismo?
R:Creo
que no. Parece que el contacto con las instituciones genera un hábito
que implica marginar o arrinconar por completo ideas de tipo
decrecentista. Como si la lógica electoral se tradujese en un
impulso encaminado a rechazar el decrecimiento porque es poco
presentable electoralmente. En ese sentido no creo que ninguna de las
fuerzas políticas presentes en nuestros parlamentos, estatal o
autonómicos, sea decrecentista.
Me
surge alguna duda, sin embargo, con la CUP de Cataluña. Aunque creo
que en el pasado coqueteóen perspectivas decrecentistas,me parece
que el panorama es bastante desolador en lo que se refiere a los
partidos.
P:
¿Qué opinas del crecimiento exponencial de los países emergentes
como los BRICS?
R:
En ese terreno, la perspectiva del decrecimiento propone un argumento
moral. Señala que nosotros debemos decrecer en el norte opulento, no
para pedirles a ustedes que dejen de crecer en China o en la India,
sino para demandar que crezcan de otra manera, para demandar que no
reproduzcan los callejones sin salida a los que hemos llegado aquí.
Hay
una discusión moral en la trastienda. El argumento ha sido mil veces
utilizado: si en China o en la India acaban por germinar clases
medias con 400 millones de personas que aspiran a reproducir nuestros
niveles de consumo, el planeta no podrá soportarlo. Pero no podemos
decirle sin más a los chinos y a los indios: “Ustedes no”.
Porque los chinos y los indios dirán: “¿Y por qué nosotros no,
si ustedes disfrutan de ello?”. En ese sentido, creo que el
argumento moral es interesante. Debemos trabajar para disponer de una
atalaya ética desde la cual reivindicar que los demás modifiquen
sus hábitos del momento, tanto más cuanto que los responsables de
esas economías no están por la labor. Más bien están
reproduciendo a lo bruto lo peor que se ha hecho en el mundo
occidental.
P:
Ese punto de colapso o de “no retorno”, ¿dónde está?
R:No
estoy en posición de poner una fecha, pero el que piense que el
colapso tardará aún 100 o 150 años me parece que se está
columpiando mucho más que el que arriesga a indicar una fecha mucho
más cercana. De toda maneras, tendríamos que ponernos de acuerdo en
lo que entendemos por colapso, que es un concepto que incorpora
ciertas dimensiones eurocéntricas y etnocéntricas: muchos
habitantes de los países del sur no entienden qué es el colapso
porque han vivido siempre en él. No deberíamos olvidar esto.
P:
¿Qué problemas acarrea o ha acarreado el crecimiento desmedido a
sociedades como la española?
R:
El
primero de los problemas lo configuran agresiones medioambientales
muy duras de las que aún no somos conscientes. Probablemente, muchas
de ellas irreversibles.
En
segundo lugar, la idea de que el crecimiento económico genera empleo
es una de las muchas supersticiones que manejan los economistas. Las
economías capitalistas desarrolladas han crecido notablemente en las
tres últimas décadas, en las que han procedido a destruir empleos
en términos numéricos objetivos.
Una
tercera consecuencia es el deterioro dramático de los mecanismos de
colaboración, de solidaridad y de apoyo mutuo de la población,
acompañado de una actitud manifiestamente insolidaria con respecto a
los problemas de los demás. Una cuarta secuela es el mantenimiento
de la marginación general de las mujeres en todos los ámbitos de la
vida.Y una quinta, y última, un incremento general de las
desigualdades. Ninguno de los grandes problemas de nuestra sociedad
ha sido resuelto, en suma, por la economía del crecimiento.
P:
Respecto a la educación, ¿crees viable una introducción del
decrecimiento en las escuelas?
R:
Creo que de manera espontánea son muchos los maestros y profesores
que introducen contenidos de carácter decrecentista en las aulas,
aun cuando su esfuerzo se vea contrarrestado eficientemente por la
lógica del sistema. Arrastramos, al margen, un grave problema de
percepción, como si la enseñanza pública no tuviera nada que ver
con la instauración de la lógica del consumo, de la productividad y
competitividad. Y claro que tiene que ver con todo ello. ¿Qué se
estudia en las facultades de economía en las universidades públicas?
Uno
tiene conocimiento de maestros que explican a sus alumnos, niños
pequeños, cuáles son los problemas que rodean al consumo. Pero esos
niños regresan a casa y deben engullir trescientos anuncios
publicitarios muy bien ideados que se mueven por el camino contrario.
¿Qué es más eficiente, lo primero o lo segundo? Creo que no tengo
que responder. Conviene que agregue que, aunque lo de plantar las
semillas que generen un cambio está bien, sospecho que nos empieza a
faltar el tiempo para recoger los frutos.
P:
¿Es necesario de que llegue el colapso para que la sociedad se
conciencie?
R:
Eso es lo que piensan muchos de mis colegas, que son crudamente
realistas. Dicen: "La única manera de que nuestros
conciudadanos se percaten de sus deberes es que el colapso imponga
material y físicamente un cambio de conducta". Se trata de una
apuesta muy delicada, porque no podemos engañarnos: el colapso se
traducirá en una multiplicación espectacular de los problemas y en
una reducción paralela de nuestra capacidad para resolverlos. Por
eso algunas personas decimos que hay que salir con urgencia del
capitalismo y que aquello a lo que podemos acceder ahora, en
condiciones muy precarias, es a construir espacios autónomos
autogestionados, desmercantilizados y despatriarcalizados. Esto lo
representan incipientemente los grupos de consumo, las ecoaldeas, las
cooperativas integrales o el movimiento de trabajadores que se hacen,
en régimen autogestionario-cooperativo, con empresas que están al
borde del cierre.
P: ¿Consideras que la sociedad podría estar sometida a una especie de decrecimiento involuntario e inconsciente?
R:
Creo que solemos vivir, todos, en una especie de lógica
esquizofrénica. Por un lado somos conscientes de lo que está
ocurriendo y somos conscientes de lo poco que tiene que ver con
nuestro bienestar y felicidad la acumulación de bienes, pero eso no
implica que rompamos con esta lógica. Hay quien dice que la crisis
tiene cierto efecto de alimentación de la conciencia y de
descubrimiento de otras posibilidades. Nos podemos dar cuenta de que
hay otras formas de encarar los problemas, formas que pasan por la
solidaridad, la colaboración y el apoyo mutuo. Aunque creo que es
verdad, me temo que es algo que afecta a una minoría escueta de la
población, de tal manera que el grueso de nuestros conciudadanos
sigue esperando que llegue la bonanza económica y podamos volver a
comprar pisos y a cambiar de coche cada dos años.
A
mi entender el principal problema no es técnico, no es de
articulación de una sociedad conforme a reglas distintas. El
principal problema es lo que llevamos dentro de la cabeza. El
principal mecanismo del opresor es la mente del oprimido y romper con
eso no resulta precisamente sencillo, a menos que el escenario sea
tan tétrico que no nos quede más remedio que, por adaptación
biológica, asumir una mentalidad diferente.
P:
¿Qué hay de los nuevos partidos que están surgiendo y que están,
de momento, fuera de las instituciones nacionales? Usan conceptos que
podrían relacionarse con el decrecentismo, como la reducción de
jornada laboral o una renta básica...
R:
Creo que dentro de esas fuerzas políticas hay sectores que comparten
muchos de los cimientos de la perspectiva del decrecimiento, pero si
me guío por sus programas -cuando existen, que no siempre sucede- o
por las palabras de sus representantes, me parece, de nuevo, que el
panorama es desolador. Si hablamos de Podemos, es un proyecto
claramente socialdemócrata en su percepción. Acepta la lógica del
capitalismo ya duras penas cuestiona lo que implican el crecimiento,
la lógica desarrollista o la lógica productivista.
P:
¿Cuál es el problema de los partidos de izquierda del país?
R:Creo
que la mayor parte de la izquierda que vive en las instituciones está
hechizada con la idea de que todos los problemas se resolverán si
volvemos a la senda del crecimiento y reconstruimos los Estados del
bienestar, dos procesos que, al fin y al cabo, y aunque parezca lo
contrario, responden al mismo código mental. Hay que contestar
frontalmente esa lógica, que es lo que hace la perspectiva del
decrecimiento. En el mejor de los casos, la aceptación de esta
perspectiva por parte de estos partidos es meramente retórica.
P:
¿Estamos haciendo desde la izquierda un uso incorrecto del
términoausteridad?
R:
Nuestros gobernantes, muy estúpidos para algunas cosas, son hábiles
para otras y han conseguido que una palabra como austeridad
oculte sus políticas de recortes sociales. El hecho de que hayamos
engullido la palabra austeridad
para retratar eso es una mala noticia. En su día, y modestamente,
critiqué agriamente que los sindicatos mayoritarios se acogieran a
una convocatoria europea bajo el lema, equívoco donde los haya,
“Contra
la austeridad”.
Y es que a mi entender la austeridad es un valor saludable y
defendible. La izquierda, sea lo que sea, habla sin más de
austericidio,
cuando cabe suponer que los valores que defiende deben reclamarse de
la austeridad.
Nuestros
campesinos de hace cien años eran forzosamente austeros, pero habían
asumido la austeridad como un valor y sabían que tenían que
mantener una relación fluida con el medio natural. Me temo que esta
izquierda productivista y desarrollista ha perdido esa apreciación.
Aceptarla identificación“austeridad igual a recorte” es
un gravísimo error, lamentablemente instalado en el discurso
público.
P:
¿Qué opinas de la banca y finanzas éticas?, ¿Oximorón o
alternativa?
R:
Si nos quedamos en lo de oximorón no vamos muy lejos. Podemos
discutir, ciertamente, si es el término adecuado para describir
esto. Pero no creo que esto sea importante. Si son fórmulas que
surgen de abajo y desde una perspectiva autogestionaria -lo cual es
más difícil de lo que parece-, no sólo no hay motivo para
oponerse, sino que hay que defender esas iniciativas. Al fin y al
cabo, si en un colectivo o en un barrio hay recursos monetarios
suficientes para financiar la actividad económica de quienes lo
necesitan, ¿por qué recurrir a la banca oficial o a las cajas de
ahorros cuando con toda evidencia lo que buscan es negocio y usura?
P:
Has estado involucrado en el 15M desde sus inicios, ¿consideras que
las asambleas han derivado en “círculos”?
R:Siempre
dije que si el 15M hubiese conseguido algo preciso habría sido un
trauma para el movimiento. Sería una forma de colaboración
indirecta con el sistema que habría roto esquemas principales. Para
mí, si el 15M tenía un sentido, era -es- como movimiento de largo
recorrido, de tal suerte que cualquier lectura eficacista del 15M era
equivocada.
La
perspectiva de los nuevos partidos es completamente distinta y, a mi
entender, manifiestamente cortoplacista. No sólo eso: rompen con los
esquemas principales de una estructura de base, asamblearia, que
rechaza orgullosamente los liderazgos. Aunque puede afirmarse que
esas nuevas instancias nacen de un entorno que tiene algo que ver con
el 15M, el vínculo orgánico no existe. Es más, creo que a menudo
lo que pervive del 15M es visiblemente hostil a esas nuevas
estructuras, en las que aprecia un intruso que se desenvuelve
conforme a las claves tradicionales del sistema, pese a sus ínfulas
de estar introduciendo cambios fundamentales. El discurso de la
casta, por ejemplo, lo comparten muchos empresarios de corte
neoliberal que no quieren pagar impuestos para mantener a una casta
que consideran, legítimamente, como insidiosa y corrupta. Si uno no
va más allá de lo de la casta, las carencias propositivas saltan a
la vista.
Por
decirlo de otra manera, creo que esas nuevas formaciones políticas
se desenvuelven en un marco que tiene que ver, en exclusiva, con la
introducción de cambios dentro del régimen. El 15M, o buena parte
del 15M, aspiraba a un cambio del sistema, que es algo distinto.
P:
Entonces, ¿qué vía le queda al 15M?
R:
Creo que le queda la vía de los espacios de autonomía, como le
queda la de ratificarse orgullosamente como procedimiento de
organización desde la base. Echo de menos más 15M, tanto más
cuanto que las fuerzas políticas emergentes a menudo no aportan otra
cosa, por decirlo de manera cruda -ya sé que la discusión es más
compleja-, que activistas de Facebook cuyo activismo se limita a
darle al ’Me gusta’ y el ’Comparto’.
P: Entonces, ¿No crees que el 15M necesite una vía política institucional?
P: Entonces, ¿No crees que el 15M necesite una vía política institucional?
R:
Creo
que la historia repite incansable que la participación en las
instituciones lo que provoca es la absorción por parte de estas.
Admito de buen grado, aun así,que la otra postura, la de la
construcción de una sociedad autoorganizada desde abajo, es
extremadamente compleja. Pero me temo que toda la discusión sobre la
corrosión terminal del capitalismo y el colapso provoca un estímulo
ineludible en provecho de este tipo de proyectos.
Aunque
claro, en un escenario en el que mucha gente está desesperada, las
soluciones de corte político alcanzan un eco inmediato que intuyo va
a ser más pasajero de lo que pueda parecer. Creo que mucha gente, de
repente, se va a desencantar,como se desencantó, ciertamente, con el
15M. Me parece, por añadidura, que en las nuevas opciones políticas
hay mucha gente que estuvo en las acampadas en la primera semana del
15M para abandonarlas inmediatamente, en unos casos porque el
movimiento les parecía demasiado radical y en otros porque se
percataron de que en el 15M había que trabajar y eso no formaba
parte de un proyecto que poco más reclamaba que entregar un voto
cada cuatro años y esperar a que nuestros representantes moviesen el
carro de las instituciones para aprobar leyes y -voy a decirlo con
ironía- que permitan recuperar la paga extra que el gobierno
suprimió hace dos o tres años. Obviamente no era esa la perspectiva
común en el 15M.
Terminada
la entrevista, pedimos al profesor que nos recomiende un libro:
“Historia
de España 2014-2033: crónica de un colapso ’,de
Michael Joker. “Es
un libro -mitad en broma, mitad en serio- que utiliza toda la
biografía seria internacional sobre el colapso y la trata de una
manera jocosa. Es una historia de España de los próximos 20 años
que sugiere que el colapso español es producto de la combinación
del cambio climático, del encarecimiento del petróleo,de
la
crisis social en la que ya estamos inmersos y
del
despliegue de
políticas
crecientemente
autoritarias.
Joker sugiere que el colapso es para el año 2030 o 2035.¿Es un
argumento serio?
“No,
pero merece ser escuchado”, sintetiza Carlos Taibo.
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