Julio García Camarero*
Quien
compra muchas cosas, más de las que necesita, termina teniendo más
afecto a las cosas que a las personas. Se transforma en un
CONSUMISTA. Termina deshumanizado.
Sucede
que el capitalismo necesita vender y le son indispensables los
consumistas y los fabrica igual que fabrica las mercancías y lo hace
a través de poder mediático, de la publicidad, de las vallas
publicitarias, etc.
En
consecuencia sucede que los espacios y ambientes públicos están
siendo sustraídos y privatizados por los mercados que necesitan
angustiosamente la publicidad. Estos espacios que deben de ser un
bien común (de todos) están siendo robados de una forma
camufladamente violenta y agresiva.
¿Qué
son sino esas gigantescas vallas publicitarias?, que dominan los
espacios y los ambientes ciudadanos? Son artilugios que nos agreden
violentamente, con una sonrisa vendedora, con un cuerpo femenino
atrayente o vendiéndonos “la modernidad e innovación”.
Para,
aún, una pequeña minoría está claro que para conseguir otro
mundo, mejor, necesario y urgente, a través de una transición y del
decrecimiento feliz, es necesario que cambiemos nuestro imaginario.
Un imaginario introducido en todo cerebro terrícola, a fuerza de
martillazos y bombazos de marketing, a fuerza de gigantescas vallas
publicitarias, a fuerza de anuncios televisivos, etc. Un ataque
constante que nos va lavando el cerebro y nos introduce un imaginario
absolutamente consumista-comercialista. Y sucede, que para lograr
este indispensable cambio de imaginario, este cambio de chip
consumista, es absolutamente insuficiente que unos “sesudos”
escritores decrecentistas digamos en nuestros libros o artículos
(que a lo sumo sólo leerán un 0,5% de toda la población, otra
cosa sería si fuéramos como Belén Esteban, que ella sí que llega
a todos los rincones):
“¡Hay que cambiar el
imaginario!”.
No,
con esto no es suficiente, hay que buscar la forma de conseguir
realizar intensas campañas en contra de la publicidad. En contra de
ese asesino de cerebros que es el marketing. Y para ello habrá que
buscar estrategias anti-publicidad, anti-logo como nos dice muy bien
la sesuda Naomi Klen.
¿Ante esta situación de
inferioridad del ser “humano de a pié”, que podemos hacer?
¿Cómo
podemos superar ésta agresión publicitaria que venimos sufriendo
desde nuestro nacimiento y que viene desde todos los sitios? Además,
no poseemos el gran poder mediático que consiguen las grandes
corporaciones anunciadoras a base de muchísimo dinero. Pero si
poseemos aún muchos espacios pequeños (aún de nuestra propiedad)
que les pueden desbordar. Además, somos el 99%. Podemos crear una
nube de mosquitos anti-publicidad que paralice y nuble a este gran
poder mediático opresor.
Podemos y debemos de actuar en
dos espacios que aún son nuestros: nuestros balcones y nuestros
propios cuerpos. O colocando alguna frase anti-publicidad en las
barandillas de nuestros balcones o colgadas en los quicios de
nuestras ventanas, como ejemplo podía ser: “somos
consumistas y no somos consumidores que es lo que hay que ser”.
Pueden valer nuestros propios cuerpos desnudos como muy bien lo hacen
las abortistas o simplemente camisetas que lleven impresos unos lemas
conceptuales de anti
publicidad, o
contra-publicidad;
como pueden ser, por ejemplo: “Es
muy sano consumir sólo 4 camisas cada 15 años”;
o bien: “Es
muy sano consumir sólo 2 pantalones cada 15 años”.
O bien: “No importa
llevar los mismos pantalones durante 8 años, …solo se pondrán
raidos como los vaqueros que te venden caros, o como la ropa de los
héroes del Oeste Americano”.
Pues
no solo debemos admitir la ropa raída y rota cuando (como sucede con
los vaqueros, que son licencia del sistema para ir sucio) nos lo
manda la Santa Madre
Publicidad, o esta
dictatorial tomadura de pelo que es la moda.
El
quid de la cuestión es que la gran masa tome conciencia intensa y
una fuerte indignación en contra de manipulación publicitaria.
Es
importante decir por último que esta campaña anti-publicidad
deberá ser seguida indispensablemente (y casi de seguido) por una
campaña sindical fortísima que reivindique una drástica reducción
de la jornada laboral; pues si consumimos menos se reducirá, en
general, la necesidad de horas de trabajo. Pero las pocas horas de
trabajo habrá que repartirlas entre todos. Y esta será la única
forma de terminar con el paro y de conseguir mucho tiempo para el
recreo personal. Así conseguiremos que todos trabajemos menos,
consumamos menos, contaminemos menos, esquilmemos menos, tengamos más
tiempo libre y por ello seamos más felices y vivamos en un mundo más
sano y saludable.
__________________
*Autor
del la trilogía decrecentista:
-El
crecimiento mata y genera crisis terminal
(2009).
-El
decrecimiento feliz y el desarrollo humano
(2010).
-El
crecimiento mesurado y transitorio en el Sur
(2013).
"El 90% de la humanidad no sirve absolutamente para nada. Nacer, comer, cagar, joder, procrear y morir (...) Pagar letras, reírte de chistes malos y ver películas de vídeo. Hablar de cine. Hablar de mujeres. Hablar de deportes. Hablar. Bla bla bla. Hablar. Dictar leyes. Democracia. Te damos por el culo y tú nos pagas."
ResponderEliminarRoger Wolfe
Sin estar en desacuerdo con quien escribe el artículo,
ResponderEliminar"Además, somos el 99%. Podemos crear una nube de mosquitos anti-publicidad que paralice y nuble a este gran poder mediático opresor."
… para eso, ese 99% (que, además, no es tanto) debería ponerse de acuerdo, cosa evidentemente imposible, al menos, hoy en día. Para muestra, un botón: ese 99% no está de acuerdo en su totalidad con el decrecimiento. Yo sí, créame, pero no voy de la mano de nadie. No me fío.
Bueno, en el artículo se parte de la base de que cambiar el imaginario de quien lo tiene lavado desde que nace es muy difícil, pero no hay que ser infinitamente pesimistas; si nos indignamos masivamente podemos. Además, si luchas puedes perder, pero si no luchas estás perdido.
ResponderEliminarjulio garcía camarero
Desde que conocí las obras de Latouche y los escritos de Taibo sobre decrecimiento sigo y recomiendo a mis amigos muchos de los artículos de decrecimiento.info
ResponderEliminarEste me parece poco riguroso. No tanto por sus faltas de ortografía sino por la simpleza de sus análisis e inviabilidad de sus propuestas.
Afirmaciones como "esta dictatorial tomadura de pelo que es la moda", leer sobre los mercados como si fueran entidades con "necesidades" o tanto lenguaje bélico me hace poner distancia con decrecimiento.info pues revela prejuicios y está en contra del lema que figura bajo la palabra decrecimiento en este sitio web.
Como en todas las profesiones, en la publicidad, en la moda, hay malas y también buenas prácticas. Y como ocurre con periodistas, abogados, arquitectos, economistas, etc., hay también entre los diseñadores y publicistas una creciente conciencia social y vivencia respetuosa del medio ambiente, una crítica decidida al capitalismo depredador y una buena disposición a remangarse para mejorar el mundo que dejemos a los que vienen detrás.
Sé de qué hablo, soy una de ellos y os comunico que muchos defendemos una economía de triple balance: económico, social y ecológico.
En el mundo soñado del futuro habrá que comprar (o trocar, lo mismo da) bienes y servicios y habrá que comunicar las propuestas de valor de quienes los ofrecen para que los entiendan quienes los deseen. Será un mundo en el que habrá que seguir vistiéndose para abrigarse y también para dialogar con un lenguaje de persuasión y belleza que existe desde que existe el humano: con ropa, complementos, accesorios...
Respecto al artículo, el planteamiento me parece bastante equivocado.
ResponderEliminarHacer campañas antipublicidad viene a ser como hacer campañas antialcohol: al no ir a la causa del problema, los resultados no van a ser efectivos.
Por otro lado, lo que inocentemente plantea el autor (poner lemas en nuestros balcones) es una campaña de muy bajo perfil, de muy poco impacto. Curioso el contraste entre el tono "indignado" del artículo y la debilidad de las propuestas.
¿Qué más se puede decir de la idea de "indignación", una idea difundida por los medios oficiales de propaganda hace un par de años? Básicamente es una idea conflictiva, emocional y poco eficaz. Una persona indignada no piensa con calma, no reflexiona. Una persona indignada es, por tanto, fácil de controlar desde el poder mundano: responde fácilmente a provocaciones, está alterada, busca "culpables" (al sistema le viene muy bien este enfoque ya que tiene una provisión de "culpables" casi ilimitada).
El consumismo no es un vicio tonto debido únicamente al efecto de la propaganda: es un síntoma de problemas mucho más significativos para la persona, de dificultades para vivir de forma auténtica, en paz con el momento presente.
Curiosamente esa misma insatisfacción que la mayoría volcamos en el consumismo, algunos la vuelcan en el activismo, lo cual sigue siendo muy disfuncional pues crean una barrera invisible entre ellos y el resto del mundo.
Obviamente quien se separa así de sus congéneres recibe poca atención de ellos.
Creo que hay que ir a las causas. Ya hemos pasado mucho tiempo jugando con las consecuencias.
Ojalá las camisas duraran tanto! Ese es otro problema, las cosas no duran lo que deberían (las camisas a las justas aguantan cuatro o cinco temporadas, y entonces la tela se empieza a deshacer por las costuras del cuello... sí, yo también estoy pensando en la obsolescencia programada!
ResponderEliminarHace muchos años que sigo una forma de comprar que ami me parece
ResponderEliminarconsecuente, cuando en las estanterias de los supermercados
tengo que elegir un tomate frito, me decido por uno que no se anuncie en television, un pantalon, una camisa, o una caja de leche
cualquier articulo, porque siempre me fastidio mucho los anuncios
enmedio del programa favorito,pelicula,partido de futbol,etc
Es una forma personal de no patrocinar los anuncios que tanto
detesto, el que se queja de la publicidad, pero sigue comprando
sus productos, esta pagando esa publicidad, porque no nos engañemos el coste de la publicidad, se carga en el precio final del producto, y tambien aumenta el iva que pagamos, un negocio
redondo.
Sin publicidad las empresas no venderian tanto, pero podrian vender articulos con mas calidad a menor precio.