Parece que nos engañan como a niños.
He oído decir “en diciembre de 2008 saldremos de la crisis”; “a
comienzos del años 2009 se habrá superado la recesión”; “en marzo de
2011…”, etc, etc. Ahora para el 2015. Es como cuando un niño durante un
viaje pregunta ¿cuándo llegamos?. La respuesta es: ¿ves esa curva?, en
cuando la pasemos un poco más. Y luego se dice algo parecido cuando se
vuelve a impacientar.
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Lo mismo hacen los gobernantes con las personas: crean falsas expectativas que nunca van a cumplir porque no responden a estudios serios, sino a publicidad. El problema es que por dinero y “fama” economistas y catedráticos se prestan a semejante falsedad mediática.
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Sabemos
que mienten, pero hemos adaptado nuestro pensamiento al mentir de los
que mandan y de quienes ocupan altos cargos sean académicos o de alguna
institución.
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De esta manera se amortigua cualquier rebelión, porque nos hacen creer que ya está a punto de resolverse… Y no es así. El fundamento de su mentira forma parte de las premisas que se instauran en el pensamiento económico:
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1.- Según Paul Samuelson, premio Nobel en 1970, economía es la manera de repartir en una sociedad los recursos escasos. El problema es que cuando no son escasos. Cuando son excedentarios no podemos seguir aplicando la misma lógica y los mismos criterios.
Pero se hace porque se mantiene dicha premisa, la cual viene recogida
en todos los libros de texto de economía de bachillerato.
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2.-
El trabajo es un medio para resolver necesidades. Se ha trasformado en
un fin, para cuya consecución hay que generar necesidades aunque sea de
manera artificial. De esta manera el empleo deja de crear riqueza
y se convierte en un gasto, pero cuando no hay dinero es insostenible y
el desempleo avanza. Pero insistimos en querer crear puestos de trabajo
porque el fin justifica los medios. Para su
consecución estamos dispuestos a lo que sea, a los gobiernos no les
importa destruir los últimos ecosistemas, devaluar los salarios,
participar en guerras para saquear el petróleo. La sociedad mira para
otro lado porque cree que es por su bien.
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3.-
Todas la medidas que toma el gobierno: recortes, ajustes, reforma
laboral van encaminadas al crecimiento económico, lo mismo que el
anterior gobierno. Suponen los mandatarios que con el crecimiento económico se creará más empleo, lo cual no es cierto.
El crecimiento económico desde la productividad es impulsado por las
nuevas tecnologías que exigen muy poca mano de obra. Por otra parte hoy
vivimos en un mercado global, las medidas estatales influyen poco o
nada. Pero la cuestión esencial es responder a la pregunta: crecimiento económico ¿hasta dónde, hasta cuándo?. Esto lo quise debatir en la universidad de León, en la Facultad de Ciencias de la Economía y se tuvo que convocar una junta de decanato para prohibir tal debate bajo la respuesta de que yo no reúno “el perfil”. ¿Qué perfil?. En el Instituto Padre Isla de León sí que he podido explicar este concepto.
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Ningún teórico de la economía responde a la pregunta ¿cuál es el límite del crecimiento?,
cuando es algo obvio que llega un momento en que no caben más productos
en el mercado. ¿Se pueden construir 10 millones de rascacielos en la
ciudad de León?. No, porque no hay espacio suficiente para ello. ¿Hay
que esperar a cumplir un ciclo que desemboque en una guerra para volver
al crecimiento económico, porque si destruimos las ciudades podemos
volverlas a construir?. ¿O llegar a esquilmar lo poco que queda de la
naturaleza?. Nuestra economía se fundamenta en el crecimiento y nadie señala hasta dónde.
Llega un momento en que no es posible el crecimiento económico.
Entonces la economía se colapsa, cuando no es más que la necesidad de
pasar a otro modelo. ¿Crecimiento económico hasta cuándo y dónde?: hasta que sea posible implantar la Renta Básica, por tal motivo es necesaria. Como dice Mario Bunge es urgente adecuar la política y la economía a la ciencia y a la técnica contemporánea.
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El crecimiento económico desemboca en la Renta Básica, pero cuando crecer se convierte en algo ideológico no valen las razones, porque estamos inmersos en el fanatismo académico, en universidades que cierran las puertas a nuevas formas de pensar, a otras perspectivas que no sean las suyas anticuadas, sin importar que sea algo rancio lo que enseñan, que no sirve. Cuando alguien cree fanáticamente en la desmaterialización, por ejemplo, una prueba es colocarse delante de un tren para que le atraviese sin que le pase nada. Cuando el tren le arrolla y aplasta los adeptos que lo ven no dejan de creer debido a que están fanatizados, no piensan, sino que consideran que tienen que purificarse más, ser más devotos, obedecer más al gurú, que exigirá cualquier locura y sacrificio… Que el que ha muerto en la prueba es porque lo ha hecho mal. Lo mismo cuando se anuncia el fin del mundo una y otra vez y no llega, el fanático sigue creyendo en la siguiente fecha de la profecía. Cree que ha de convencer a más seguidores, que no llega porque es necesario salvar a más descreídos y construir más templos. Es la dinámica del fanatismo.
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Nuestros gobernantes y gurúes de la economía siguen errando
en sus previsiones, siguen sin cumplirse sus augurios. Evitan gastos en
la educación y sanidad públicas, pero aumenta el paro. Entonces exigen
más sacrificios, bajan las pensiones, aumentan las cotizaciones y no
conseguirán nada, tan sólo igual que en Grecia: aumentar la presión
sobre los más pobres que cada vez serán más, pero continúan sin
reconocer sus errores, ni rechazar las mentiras diseñadas por la troika,
porque seguirán recibiendo apoyos en las urnas ya que la sociedad fanatizada sigue creyendo…
y porque la única oposición se hace desde modelos ideológicos, que
tampoco funcionan, defendidos por fanáticos de mundos irreales, lo cual
alimenta un futuro totalitario si no reaccionamos.
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Debemos sacar la razón al mundo y no dejar que choquen los fanatismos antagónicos. El poder actual es uno de ellos, es fanatismo económico.
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Por tal motivo antes que nada es necesario descongelar el pensamiento.
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