Yorokobu
Si no perteneces al llamado 1%, probablemente pienses que resulta escandaloso que miles de familias no puedan calentar sus casas el
próximo invierno mientras un puñado de privilegiados aumenta sus
fortunas al calor de la legitimidad que confiere la ley de la oferta y
la demanda.
Durante buena parte del siglo XX se
instauraron en las democracias occidentales los impuestos progresivos en
un intento de evitar la excesiva acumulación de recursos en manos de
los más pudientes. Sin embargo, a partir de los años 80, la política empieza a dimitir en la redistribución de la riqueza y la ideología liberal va calando en su discurso. El efecto retardado de aquella primera -casi inocente, a toro pasado- “revolución de los ricos”
que propiciaron Reagan y Thatcher se está viendo hoy: el abismo entre
los más ricos y los desposeídos no deja de ensancharse. El índice Gini –el mejor medidor de la desigualdad- empezó a aumentar en España en 2007, tras décadas de descenso, y lo hace a costa de la clase media, en trance de desaparecer, como ya sucede en Estados Unidos y otros países de Europa.
Pero la vía política no es la única disponible para redistribuir la renta. Existe también la vía revolucionaria, pero como en Yorokobu somos apóstoles de la no violencia
vamos a explorar una tercera vía: el consumo. A continuación, diez
cosas que puedes empezar a hacer hoy mismo para reducir la brecha entre
pobres y ricos.
Imagen de Linus Art (CC, Flickr).
1. Utiliza alternativas a la banca tradicional
Los bancos volvieron a registrar beneficios récord en la primera mitad de 2013, mientras se han volatilizado
37.000 de los 52.000 millones de euros de dinero público inyectado para
evitar la quiebra de Bankia, Catalunya Banc y NovaGalicia, entre otros.
El sueldo medio del trabajador de la banca duplica a la media
de los empleados españoles y alcanza niveles de vértigo entre sus altos
directivos: los prebostes del Santander embolsan en torno a 3 millones de euros anuales, entre 50 y 70 veces el sueldo medio de sus trabajadores (o entre 100 y 140 veces el de los empleados españoles).
Afortunadamente, hay alternativas. La más evidente –si aún no estás enganchado a una hipoteca- es confiar tus ahorros a la banca ética, de Triodos Bank a la cooperativa Coop57. En Triodos (788 empleados) presumen de que el salario más alto es “solo” 9,4 veces más grande que el más bajo [informe anual .pdf]. ¿Demasiado? Hay otras opciones:
El crowdfunding, que surgió en internet para financiar
emprendimientos empresariales y artísticos, está evolucionando hacia el
préstamo entre particulares, el llamado ‘préstamo P2P’. Por ejemplo, Comunitae (“no
somos un banco, ni falta que nos hace”) ha prestado casi tres millones
de euros entre particulares desde el inicio de sus operaciones hace tres
años. El referente mundial es el británico Zopa, que lleva prestados más de 500 millones de euros desde 2005.
Quienes piensan que estas iniciativas son un picotazo en la piel de un elefante deberían replantear su postura: un informe del BBVA elaborado en Estados Unidos en 2012 concluye que los préstamos P2P son una “tecnología disruptiva” a
la que los bancos deberían prestar mucha atención: “En el momento que
las plataformas de crowdfunding resulten atractivas para la masa de
consumidores resultará demasiado tarde para los bancos ponerse al día
con esta nueva tendencia. Y existe un riesgo real de que los bancos
dejen de ser la primera opción para préstamos personales y de pequeños
negocios”.
Hay más formas de horadar los amplios márgenes de los bancos: “Hace
poco fui a Estados Unidos y en lugar de cambiar euros por dólares en el
banco, que es lo que hubiera hecho hace unos años, los ingresé en TransferWise, los recibió un amigo en su cuenta de EE UU, y me ahorré 60 dólares en una transacción de 400 dólares”, me cuenta Albert Cañigueral, fundador de Consumo Colaborativo y consultor de la economía P2P.
Imagen de Peribanyez (CC, Flickr).
2. Piensa global, consume local
Uno de los principios rectores de las multinacionales durante el
actual período de globalización económica ha sido el célebre “piensa
global, actúa local”. Esta filosofía permite, por ejemplo, crear una
marca transnacional en Cupertino y fabricar sus productos con mano de
obra semiesclava en China. Los gigantescos márgenes originados en
semejante operación redundan en los accionistas y capitostes de la
multinacional –Apple, en este caso-, abriendo brecha con las víctimas del rampante desempleo en EE UU.
Cuando compras una pala para el jardín en el chino del barrio
(antiguamente Todo a 100) no solo estás ahorrando cinco euros respecto a
si compras su equivalente de fabricación en la ferretería, también
estamos deslocalizando un empleo (o su parte alícuota) desde Guipúzcoa
–sede de Bellota,
el campeón nacional- a una ignota factoría en China. “¿Qué más da?”, se
preguntará el consumidor, “si conozco lo mismo al obrero vasco o al
chino que lo produce”. Es cierto, pero el salario del vasco acabará
circulando por en la economía española. Y la pala te durará mucho más.
Para afianzar el consumo local en los últimos años han surgido
decenas de monedas locales, ajenas a cualquier tipo de control político,
que solo tienen valor en sus respectivas localidades. El “expronceda”, en Almendralejo, o el “puma”, en Sevilla, son algunas de las 70 monedas locales contabilizadas en nuestro país que fomentan el consumo y el empleo en las comunidades.
Imagen de José Mesa (CC, Flickr).
3. Compra directamente al productor
Una patología habitual del homo economicus es considerar el
precio como el factor determinante (en ocasiones único) a la hora de
consumir, ignorando cualquier consideración social o ecológica. España
importó el año pasado 129.000 toneladas de manzanas,
incluyendo 21.000 de un país como Chile, sito a más de 11.000
kilómetros de distancia. Eso significa que una manzana chilena trae en
su precio un insumo energético muy superior a su coste en origen. En
otras palabras, los 1,5 euros que pagas en Carrefour por un kilo de
manzanas chilenas se lo reparten, además del supermercado, los magnates
del petróleo saudíes, la naviera propietaria del barco y, en general, la
larguísima cadena logística que lleva la fruta hasta su balda
correspondiente.
Gracias a internet hace tiempo que es posible comprar directamente al
productor y acortar considerablemente la citada cadena logística. Por
ejemplo, Solo Raf,
que vende a través de la red tomates raf cultivados en Almería, reparte
aproximadamente el 30% del PVP con el agricultor, unos 2,5 euros de los
8 euros que cuesta un kilo de raf de alta calidad. En una operación
similar, el agricultor que vende a El Corte Inglés se queda 1 euro de
los 15 que pagará el cliente del supermercado.
La diferencia estriba en que “nosotros no necesitamos ni cámaras
frigoríficas ni un hub que redistribuya. Nuestro producto llega dos días
más fresco al consumidor a través de una empresa de mensajería”,
explica Juan Pablo Seijo, director general de Solo Raf.
Sin embargo, al optar por esta vía surge una paradoja: en el camino se
destruyen empleos, son las llamadas “ineficiencias del sistema”, del que
se alimentan miles de actores de la cadena. “Así es –razona Seijo-, la
delimitación de tareas en una estructura más grande es más difusa, de
modo que cuanta más gente tienes en una unidad de negocio, acabas
teniendo más recursos inactivos”.
Imagen de José Mesa (CC, Flickr).
4. Genera tu propia energía o, al menos, desenchúfate del oligopolio
Puede que los bancos españoles sean poderosos, pero mucho más lo son
el puñado de compañías energéticas que llevan luz a tu casa y rellenan
de gasolina el depósito de tu coche: Repsol, Iberdrola, Endesa y Gas
Natural se benefician de una de las facturas energéticas más altas de
Europa y, en justo pago por los servicios prestados, fichan como
consejeros a altos cargos de la política, incluyendo ex presidentes del
gobierno como Felipe González (Gas Natural, a razón de 126.000 euros anuales), o José María Aznar (Endesa, unos 200.000 euros).
Ante el imparable avance de la autogeneración, el oligopolio que denunció Jordi Évole se defiende como gato panza arriba haciendo lobby para lograr lo impensable: privatizar el sol.
Pero a pesar de las zancadillas a las renovables, proliferan en todo el
territorio cooperativas y pequeñas empresas que generan y comercializan
electricidad procedente de fuentes solar y eólica, como Som Energia, Goiener, Zencer o la comercializadora Enerplus. Pero, ojo, no esperes grandes ahorros en tu factura eléctrica (aquí, un comparador de tarifas)
porque la regulación es inquebrantable: “Esta falsa liberalización del
sector supone que si te cambias de compañía, y da igual a cuál, no te
ahorres más de 10, 20 euros/año”, apuntan desde Som Energia.
Albert Cañigueral, fundador de Consumo Colaborativo,
confía en la capacidad de resiliencia (resistencia al cambio) de las
redes energéticas distribuidas. “Actualmente el cuello de botella es el
precio del panel solar -explica- pero no hace más que reducirse, al
tiempo que surgen iniciativas como la Energía de Código Abierto”, un intento de fomentar el DIY en la autogeneración energética, el equivalente a lo que ha sido Linux para el software.
5. No compres nada que anuncie un famoso
Podría ser aún más radical y recomendar, como Michael Pollan, que
“no compres nada que veas anunciado” (se refiere a alimentos
elaborados), pero esta publicación (y yo mismo) vive de la publicidad,
así que no tiraré piedras sobre mi propio tejado. Solo ladrillos: cuando
ves a un famoso anunciando un producto
en la TV puedes estar seguro que una parte del precio que pagues por el
mismo irá de tu (exigua) cartera a su (copiosa) cuenta corriente. Pocas
veces resulta tan evidente la transferencia de recursos de los pobres a
los pudientes.
Pongamos un ejemplo práctico: ¿cuánto ganas al mes? ¿Mil euros? Eso lo gana Cristiano Ronaldo en media hora.
Y sin necesidad de vestirse de corto, solo con mirarse al espejo de su
casa (que lo imaginamos inmenso) por la mañana. Y eso solo si hablamos
de su astronómico sueldo en el Real Madrid, porque estos emolumentos de
escándalo son el chocolate del loro si los comparamos con lo que ingresa
por anunciar Armani, Nike o Herbalife…
Un dato: la estrella del Real Madrid en 1980, Laurie Cunningahn,
cobraba el equivalente a 55 sueldos mínimos de la época. Ronaldo va a
ganar 17 millones por temporada, es decir 2.207 sueldos mínimos. El
poder adquisitivo relativo de una estrella de fútbol se ha multiplicado por 40 en tres décadas. Si eso no es abrir un abismo entre ricos y pobres que venga Stilike y lo vea.
El gobierno civil, en la medida en que es instituido en aras de
la seguridad de la propiedad, es en realidad instituido para defender a
los ricos frente a los pobres o a los que tienen alguna propiedad contra
los que no tienen ninguna”.
Adam Smith
Después de la excelente acogida que tuvo la primera parte del artículo pretendo incorporar algunas de las ideas recibidas en los comentarios, tanto en Yorokobu como en Menéame.
Pero antes de nada me gustaría hacer una aclaración: el objetivo de
este decálogo no es darte ideas para que ahorres dinero en tus compras,
como algunos parecen haber concluido. De hecho, una de las cuestiones
que pretendía denunciar era precisamente la asunción por parte del
ciudadano de su rol de homo economicus y su patología correspondiente: comportarse como si el precio fuese el único criterio determinante a la hora de comprar.
Hacerte consciente de las consecuencias de tus actos (incluyendo el consumo) no sale barato. De hecho, en ocasiones resulta bastante más caro,
como bien saben quienes compran verduras ecológicas, productos de
comercio justo. Comprar en la tienda del barrio o intentar generar tu
propia energía –dos de las sugerencias vertidas en la primera parte- suele ser, de hecho, más costoso. Pero, insisto, el objetivo no es ahorrar sino intentar horadar el muro de privilegios levantado por la clase pudiente.
Sin duda comprar en Amazon es mucho más económico que hacerlo en
Electrodomésticos Paco, pero en el primer caso tu dinero va a engrosar
la ya repleta cuenta corriente de Jeff Bezos en lugar de dar trabajo al hijo de Paco, que, tarde o temprano, va a gastar parte de su sueldo en tu estudio de decoración.
Vamos con los cinco últimos puntos del Decálogo Robin Hood:
6. No compres: alquila, comparte, pide prestado
Un estudio llevado a cabo entre hogares de EE UU que poseían una taladradora comprobó que el uso medio durante la vida útil del aparato oscilaba entre 6 y 13 minutos. Un coche pasa el 95% de su vida aparcado.
Puedes encontrar muchos más ejemplos con echar un vistazo a tu casa.
¿De verdad era tan imprescindible ese alisador de pelo como pensaste en
su día?, ¿a qué esperas para regalar esa Thermomix que te compraste en
un obtuso arrebato de ‘teletienditis’?
En su clásico Vivir mejor con menos (1997), Daniel Wagman y Alicia Arrizabalaga
hacían una encendida defensa del “acceso frente a la propiedad”, al
tiempo que criticaban el patrimonialismo interesadamente promovido por
el capitalismo. Cuando fue publicada aquella biblia del downshifting, Internet aún no era la gigantesca malla de interrelación social que es hoy, de modo que servicios de compartición como Blablacar (vehículos), Airbnb (viviendas) o VivirSinEmpleo (bancos de tiempo) eran aún una entelequia.
Blablacar, SocialCar o BlueMove son
algunos de los servicios que permiten compartir coche que pueden
hallarse en el directorio de Consumo Colaborativo. El fundador de la
página, Albert Cañigueral, considera que el cambio de
la propiedad al usufructo ya se está dando y “los propios fabricantes
son conscientes de que la gente no necesita tener un coche, sino
desplazarse, así que están orientando su estrategia comercial hacia el carpooling [vehículo compartido]”. ¿Es posible hacer lo propio con otros aparatos? “Ojalá El Corte Inglés empezara a alquilar y no a vender muchos de sus productos”, suspira Cañigueral.
Un paso más allá se sitúan las llamadas “comunidades intencionales”,
grupos de personas y familias que de algún modo viven en común y
comparten sus bienes y sus responsabilidades. “No son necesariamente
ecoaldeas en medio del campo ni comunas –me explica la exploradora de
utopías Nati Quiró- y, de hecho, en Europa abundan las
comunidades de carácter urbano y semiurbano”. En estas comunidades
“compartes gastos, aprendes a vivir con más gente, tomas decisiones en
común, cuidas a los hijos de la comunidad como si fueran los tuyos…”
Portada de What’s mine is yours.
7. Únete a otros consumidores para lograr tus objetivos
Como reacción al reciente tarifazo de luz impulsado por el ministro Soria a instancias de Unesa, la OCU ha iniciado la campaña Quiero pagar menos luz,
a la que ya se han adherido 200.000 hogares. La idea es utilizar el
poder de compra colectivo de ese gran grupo (podemos estar hablando de
200 millones de euros al año) para negociar una tarifa más económica con
las eléctricas.
Una buena iniciativa pero incompleta. Como decía al principio, más allá de lograr suculentos descuentos el consumidor tiene el poder de transformar el statu quo,
en este caso el omnipotente oligopolio energético que dicta leyes en
España. Si de verdad pretendes desenchufarte de una red eléctrica
derrochadora, cara y contaminante sigue el punto 4 del decálogo: genera tu propia energía o pásate a una cooperativa de energías limpias.
Hace un par de décadas que venimos escuchando desde la publicidad el mantra “el cliente es el rey”.
¿Lo somos de verdad? De ser cierto, el consumidor debería poder asumir
el rol de los debilitados sindicatos y utilizar su poder colectivo para
lograr objetivos del tipo: 1. Mejorar las condiciones laborales de sus
trabajadores -por ejemplo “Compro en Mercadona porque trata mejor a sus
empleados que Carrefour” (y se lo hago saber a esta última)-; 2.
Castigar las agresiones al medio ambiente y, por qué no, 3. Conseguir
rebajas en los precios.
Imagen de Heating Oil (CC, Flickr).
8. No inviertas en Bolsa (ni dejes que otros lo hagan con tus ahorros)
La Bolsa es un gigantesco esquema Ponzi que
necesita de tus ahorros para seguir creciendo y lucrar aún más a los
que están en la cúspide. El llamado “capitalismo popular” fue un
gigantesco fraude del que aún se están resintiendo millones de
ahorradores de todo el mundo. Los 300.000 afectados
por la estafa de las preferentes en España (200.000 de ellos por
Bankia) son solo la punta del iceberg de los millones que vieron
volatilizarse sus ahorros y sus pensiones por el desplome de los
mercados de valores en el último lustro. Eso sí, quienes invirtieron en
fondos de pensiones o de inversión vinculados a la bolsa tenían
conocimiento del riesgo asumido, mientras los ingenuos jubilados que
guardaban sus ahorros en Cajamadrid fueron directa y vilmente engañados.
El problema no es solo la imprevisible volatilidad de la bolsa sino la asimetría en la información que
tienen los actores: el pequeño ahorrador se va a enterar
sistemáticamente tarde, mal y nunca de las informaciones que hacen
oscilar las cotizaciones y, como resultado, va a perder (o a ganar
menos, que es otra forma de perder), transfiriendo paulatinamente su
riqueza a los agentes financieros.
Como decía, la Bolsa solo crece si sigue fluyendo dinero fresco en sus voraces tuberías. Tal y como explica Antonio Baños en su libelo La economía no existe, a partir de los años 80, los brokers
financieros lograron convencer a los ahorradores de que “pusieran su
dinero a trabajar”, una alianza contra natura de individuos con lógica
aversión al riesgo (los pensionistas) y sus contrarios, corredores de
bolsa adictos a la testosterona y con perfil de psicópatas. En palabras
de Eliseo Oliveras, en El Periódico de Catalunya:
“La coña está en que los que están dispuestos a jugar al riesgo nunca son los propietarios del dinero. La apuesta personal de los agentes de riesgo nunca había sido tan leve como en aquel entonces. Eran jovencitos jugando con la pasta de ancianos. Los fondos de pensiones crecieron con especial rapidez, del 0,8% del mercado en 1950 al 30% en el fin de siglo”.
Letras oxidadas, por DesertMonsterbell (CC, Flickr).
9. Recompensa a los autores por su trabajo
Sé que este punto no va a ser popular, pero, qué demonios, alguien tiene que decirlo. Mientras estaba documentándome para este artículo revisité el beligerante documental, The Corporation. Si hace cinco años me lo pasaron en un CD tostado, esta vez lo vi en YouTube, como mandan los tiempos. Mi sorpresa fue que tras cada uno de los capítulos aparecía el director de la película, hablando en nombre de las 200 personas que habían trabajado en la misma, pidiendo humildemente una donación por su trabajo, “el documental canadiense más descargado de la historia”. Cansados de ver su obra disponible gratuitamente en internet, el director había decidido subirla en condiciones a YouTube y, al menos, pedir una dádiva.
No es este es lugar más apropiado para hablar sobre la codicia de discográficas y editoriales, los consabidos modelos de negocio obsoletos y la importancia de que la cultura sea libre y accesible para todos, pero lo que es innegable es el resultado de nuestra habilidad para esquivar la taquilla de los contenidos: “Internet está acabando con la clase media”, tal y como advierte el activista digital Jason Lanier en esta interesante entrevista.
La gran mayoría de los creadores no están sentados en el banquete de la vida como Lady Gaga, Paulo Coelho o James Cameron sino que son humildes jornaleros del pincel y de la pluma: escritores, actores, guionistas, intérpretes, cantantes, rapsodas que, como tú, tratan de ganarse el pan cada día. Si de veras quieres ser un Robin Hood recompénsales por su trabajo aunque sea con una cantidad simbólica. Sistemas como Flattr permiten hacer micropagos voluntarios al autor de una obra que has disfrutado gratuitamente, ya sea una canción, un YouTube o un artículo como el que estás leyendo.
10. Aprende a decrecer
Ya lo decía Albert Einstein: “El mayor problema de la Humanidad es que no entiende la función exponencial”. Si pides una hipoteca a 30 años por tu vivienda (lo sé porque estoy pagando una) acabarás pagando el triple de lo que pediste prestado… y eso si has conseguido un tipo de interés favorable. El acuerdo parece justo, en tanto yo necesito la casa hoy pero no dispondré del dinero hasta el futuro.
El problema es que este tipo de intercambio solo funciona en una economía en crecimiento, por ejemplo la que vivió este país casi ininterrumpidamente entre 1950 y 2007. Los que vivieron esa época –desde la autarquía al “España va bien”- comprobaron que hipotecarse era un buen negocio, y así echó raíces el característico patrimonialismo español. Pero los tiempos cambian y las actitudes se perpetúan, como explica genialmente Antonio Turiel en el artículo Crisis de nuestros padres, y los más jóvenes siguen empeñados en acceder a una vivienda en propiedad aunque para ello tengan que sacrificar sus –con suerte- magros sueldos. Este hilo de Burbuja.info explica con un elocuente ejemplo la disonancia cognitiva que sufren los hijos cuando intentan aplicar las recetas económicas que les funcionaron a sus padres.
Uno de los efectos pérfidos del actual modelo de generación de dinero y pago de deuda con interés compuesto es una constante y gigantesca transferencia de recursos desde el 90% más pobre al 10% más rico, tal y como explica Albert Cañigueral en este ilustrativo artículo.
Pero el juguete del crecimiento se ha roto y muchos creen que no tiene arreglo: la carestía energética y el reflujo demográfico obliga a un decrecimiento paulatino o tal vez nos veamos abocados a una voladura (des)controlada. “Podemos comparar la expansión de la Humanidad con la levadura de cerveza: mientras hay un sustrato de hidratos de carbono, la colonia de bacterias se dispara y cuando esta se acaba, se colapsa –explica Javier Zarzuela, impulsor de la iniciativa Zarzalejo en Transición-. Tenemos la oportunidad de revertir ese proceso, de forma creativa y coger las riendas, ¿seremos capaces?”
Con información de El Confidencial, ABC, Oil Crash, Burbuja.info, The Oil Crash, I-Ratio. Muchas más iniciativas de consumo P2P en Consumo Colaborativo.
Muy bueno todo el post.
ResponderEliminarPero mi omentario solo será sobre le punto 9 - Recompensa a los autores
Creo que hay una absoluta falta de sensibiliad en este tema. Si no cambiamos iremos mal. Buenos escritores, cantantes, artistas, etc. no tendrán su oportunidad de vivir de ello y tendrán que buscarse la vida en otros trabajos. Todos perderemos el disfrutar de sus obras. Para mi es muy triste que por un lado se diga que el mundo debe mejorarse y que, a la vez, se piense que el trabajo de alguien que ha creado una obra no valga nada.
MIL Gracias. Como activista 15Mayista hemos llegado a conclusiones muy parecidas. Ya escribí algo de ello en este enlace
ResponderEliminarhttps://dl.dropboxusercontent.com/u/72799234/EntregableDecalogoCiudadano.pdf
Cuidado con las recomendaciones. Triodos es un banco que pertenece y beneficia únicamente a una secta. Infórmense.
ResponderEliminarSon buenas recomendaciones para la ciudad, añadiría cultivar una huerta, sea propia o compartida. Consumir lo cosechado también es decrecer (Km0)
ResponderEliminarEl crowdfunding, que surgió en internet para financiar emprendimientos empresariales y artísticos, está evolucionando hacia el préstamo entre particulares, el llamado ‘préstamo P2P’. Por ejemplo, Comunitae (“no somos un banco, ni falta que nos hace”) ha prestado casi tres millones de euros entre particulares desde el inicio de sus operaciones hace tres años. El referente mundial es el británico Zopa, que lleva prestados más de 500 millones de euros desde 2005.
ResponderEliminarRead more at thi cong noi that chung cu