Pablo Rodríguez - Universídad
La Universidad pública ha sido históricamente impulsora de reformas
sociales y, a veces, de grandes revoluciones. La Universidad puede (y
debe) cuestionar los modelos hegemónicos de pensamiento, organización y
funcionamiento social, y plantear cambios de paradigma. La Universidad
dispone de gran diversidad de herramientas para llevar a cabo su labor
transformadora, como son la docencia, la investigación, la creación de
organismos universitarios especializados, o la realización de distintos
tipos de actividades. El objetivo de esta entrada es intentar aportar
algo de luz al debate sobre si las universidades públicas españolas,
como instituciones, son agentes de innovación y cambio social en nuestro
país. Para ello, me centraré en los siguientes temas: sostenibilidad,
decrecimiento, derechos animales y feminismo.
Sostenibilidad y Decrecimiento
En la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro (1992) se aprobó el
Programa 21, un plan de Naciones Unidas para promover el desarrollo
sostenible. Algunas universidades reaccionaron de forma rápida para
incorporar el nuevo paradigma a sus instituciones. Un buen ejemplo es la
Oficina Ecocampus, creada por la Universidad Autónoma de Madrid.
En el mismo año (1992), la Universitat Autònoma de Barcelona
creó los estudios no oficiales en Ciencias Ambientales con el objetivo
de formar profesionales con una visión global y multidisciplinar de la
problemática ambiental, abriendo una grieta en el muro entre “ciencias y
letras” que aún divide el sistema educativo español. Tan sólo unos años
más tarde, estos estudios fueron reconocidos como oficiales y dieron
lugar a la Licenciatura en Ciencias Ambientales (actual Grado en
Ciencias Ambientales), que fue incorporándose a la oferta docente de
muchas otras universidades españolas. Aunque la creación de estos nuevos
estudios respondía a una necesidad social imperante, los ambientólogos
(licenciados y graduados en Ciencias Ambientales) aún encontramos
grandes barreras para llevar a cabo nuestra labor profesional; por
ejemplo, no se nos reconoce en numerosas convocatorias de empleo público
relacionadas con nuestra titulación. Esto evidencia que, tras más de 20
años, el resto de instituciones aún no han reaccionado de forma
adecuada al cambio social impulsado por la Universidad pública española.
De forma más reciente y ya tras la creación del Espacio Europeo de
Educación Superior, se han ido creando carreras afines a la de Ciencias
Ambientales, como el Grado en Ingeniería Ambiental que puede estudiarse
en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y en la Universidad del País Vasco. De forma más innovadora, la UAB ha apostado por diseñar dos nuevos Grados en Territorio, Globalización y Sostenibilidad y en Gestión de Ciudades Inteligentes y Sostenibles.
A nivel institucional, la mayoría de las universidades españolas ya
han incorporado a su discurso el concepto de desarrollo sostenible,
aunque en numerosas ocasiones este discurso no se corresponde al terreno
de las políticas universitarias. Además, la idea de desarrollo
sostenible, de carácter reformador en 1992, resulta desfasada 26 años
más tarde. Actualmente, algunos expertos señalan que, debido a los
límites biofísicos de nuestro planeta, el crecimiento de países ricos
como el nuestro no puede ser sostenible, y que la única apuesta real por
la sostenibilidad es el decrecimiento económico.
¿Están las universidades públicas españolas defendiendo y promoviendo
públicamente el decrecimiento? Desde 2014, la UAB (a través del
Instituto de Ciencias y Tecnología Ambientales ICTA-UAB) organiza la escuela de verano sobre decrecimiento
de forma anual, y ya en 2010 fue la anfitriona de un congreso
internacional sobre decrecimiento. Otro ejemplo es la Universidad de
Valladolid, que ha organizado varias actividades relacionadas con el
decrecimiento como el curso “Limites del crecimiento: recursos energéticos y materiales”
en 2011. A título más individual, algunos profesores e investigadores,
como Jorge Riechmann y Carlos Taibo de la UAM o Ernest García de la
Universitat de Valencia, estudian el decrecimiento y transmiten dicha
teoría en su actividad docente. Sin embargo, la mayoría de las
universidades españolas parecen aún reticentes a promover el
decrecimiento a nivel institucional y, por tanto, a ser promotoras del
cambio social en esta dirección, permaneciendo, de forma más cómoda, en
el discurso del desarrollo sostenible.
Derechos animales
Similar a lo que ocurre con el decrecimiento económico, las
universidades españolas no se han posicionado públicamente a favor de
los derechos de los animales no humanos. Sin embargo, algunos profesores
e investigadores universitarios sí están generando discursos
alternativos al discurso hegemónico antropocentrista que comunican
nuestras universidades, como son Marta Tafalla en la UAB u Oscar Horta
en la Universidad de Santiago de Compostela.
En España, el cambio hacia una sociedad más respetuosa con el resto
de animales ya está en marcha, gracias a una ciudadanía que muestra una
creciente preocupación por los animales no humanos. Hace tan sólo unos
meses, la Universidad de Salamanca suspendió el acto de presentación de
la Cátedra de Estudios Interdisciplinares en Tauromaquia
de Castilla y León debido a la presión de la sociedad civil. Parece ser
que las universidades españolas, como instituciones públicas, están
lejos de ser las líderes del cambio social necesario para el
reconocimiento de los derechos de los animales no humanos.
Feminismo
En lo referido a feminismo, todas las universidades públicas
españolas se manifiestan públicamente a favor de la igualdad de género.
Algunas de nuestras universidades han contado con institutos
especializados en feminismo desde hace décadas, llevando a cabo un papel
relevante en el cambio social hacia la igualdad de género. Por ejemplo,
la Universidad Complutense de Madrid creó el Instituto de Investigaciones Feministas en 1988, aunque sus orígenes se remontan a 1983, y la UAM fundó el Instituto Universitario de Estudios de la Mujer (IUEM) en 1993, que tiene su origen en el Seminario de Estudios de la Mujer creado en 1979 por la misma universidad.
Desde 2007, todas las universidades están obligadas a tener entre sus estructuras una Unidad de Igualdad “para el desarrollo de las funciones relacionadas con el principio de igualdad entre mujeres y hombres”
(Ley Orgánica de Modificación de la Ley Orgánica de Universidades).
Estas unidades de igualdad no tienen como objetivo principal impulsar un
cambio social, sino alcanzar la igualdad de género dentro de nuestras
universidades. Sin embargo, los protocolos generados por estas unidades
para frenar el acoso sexual son insuficientes y las estudiantes y
trabajadoras de nuestras universidades siguen siendo víctimas de
violencia de género dentro de estas instituciones (más información aquí, aquí y aquí). Además, al igual que en el resto de sectores laborales, existe el techo de cristal en la carrera académica y hay una baja preocupación por este problema dentro de la propia Universidad.
En cuanto a la actividad docente, en nuestro país existen varios
estudios de postgrado sobre género e igualdad. Sin embargo, a diferencia
de la oferta docente de otros países europeos y de fuera de la UE,
España carecía de estudios de grado especializados en igualdad de género
hasta hace tan sólo unos años. En 2010, la URJC fue pionera creando el
primer Grado en Igualdad y Género de España, pero actualmente se encuentra en extinción. Más recientemente, la UAB ha apostado por crear un nuevo Grado en Estudios de Género.
Nota final
A pesar de que este es un análisis breve y parcial, este parece
señalar que, si bien algunos profesores e investigadores universitarios
están analizando y proponiendo cambios profundos en nuestra sociedad,
nuestras universidades actuales, como instituciones, tienden a evitar la
defensa de modelos de pensamiento alternativos al imperante, como
pueden ser el decrecimiento económico o la defensa de los derechos de
los animales. Incluso en el caso del feminismo, muchas de las
universidades públicas españolas parecen haber comenzado a llevar a cabo
políticas por la igualdad de género tras haber sido obligadas por ley
y, aun así, estas son claramente insuficientes para alcanzar un estado
de igualdad de género dentro de las universidades. Además, la apuesta de
algunas universidades por la creación de nuevos estudios de Grado
parece dificultada por la insuficiente financiación y por las barreras
que los titulados se encuentran al terminar los nuevos estudios.
Deberíamos preguntarnos, ¿queremos que la Universidad pública española
sea una institución capaz de impulsar el cambio en nuestra sociedad?
Universidad y transformación social: apuntes sobre sostenibilidad, decrecimiento, derechos animales y feminismo
mayo 22, 2018
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