Miguel Ángel Escuín - Estresso
El decrecimiento se
define como una teoría y una corriente de pensamiento político, social y
económico anticapitalista que busca una bajada drástica en las tasas de
producción de las industrias presentes en el planeta Tierra así como un
cambio total en el modo de vida del ser humano, buscando un equilibrio
entre éste y la naturaleza. Este movimiento se gestó a finales de los 60
y principios de los 70 de la mano del Club de Roma y de Nicholas Georgescu-Roegen en su obra The Entropy law and the Economic Process (1971) y actualmente bajo las figuras de Serge Latouche y Carlos Taibo.
El proyecto del decrecimiento surge como
respuesta a una serie de hechos palpables en nuestro mundo actual que
según algunos autores nos están conduciendo a una coyuntura catastrófica
y alejada de la cohesión e igualdad social y económica que tanto buscan
o propugnan los gobiernos de los países del mundo desarrollado. Tal y
como indica su término, el decrecimiento busca dejar atrás el
crecimiento económico en el que se basa la economía capitalista del mundo actual por una serie de razones.
La primera de las razones es la falsa
creencia de asociar el crecimiento económico al bienestar social; es
decir, a mayor crecimiento económico mayor cohesión social, mejor nivel
de vida o mayor desarrollo. No podemos negar que en determinados tiempos
de la historia se ha cumplido este hecho; pero hoy en día la realidad
es bien distinta. En países como China o Brasil, economías emergentes
donde existe una tendencia alcista económica, siguen existiendo
distintos grupos sociales caracterizados por mejores y peores niveles de
vida, diferencias que en algunos casos incluso están aumentando, lo que
genera a su vez tensiones sociales entre grupos. Eventos tales como los
Juegos Olímpicos de Río de Janeiro celebrados en el
año 2016 pusieron de relieve que bajo una aparente imagen de mejora
económica existe una población marginada y discriminada que sigue bajo
niveles de vida muy por debajo de la media.
Problemas de tipo social se trasladan también al mundo desarrollado, un mundo que se ha sumido completamente en la sociedad del consumo
y cuyos integrantes también buscan en su día a día un crecimiento de su
economía personal; para ello trabajan más y con ello obtienen más
dinero, dinero que usarán para consumir productos que son generalmente
innecesarios para él o de usar y tirar. El hombre del primer mundo,
alejado de problemas relacionados con la pobreza o la falta de recursos,
problemas propios del Tercer Mundo, se encuentra cada vez más
esclavizado por su trabajo y alejado de su familia y sus amigos, un
hecho que se traduce en un porcentaje cada vez mayor de personas que
dice sentirse menos feliz en el día a día.
Así mismo, no debemos olvidar el progresivo deterioro ambiental existente y el agotamiento de los recursos naturales
presentes en el planeta Tierra fruto de la explotación descontrolada
que se hace de los mismos, todo con el fin de producir más. La huella
ecológica del ser humano en los países desarrollados ha dejado de ser
sostenible. La naturaleza nos proporciona 1,8 hectáreas bioproductivas
por persona; sin embargo, en la actualidad la media mundial de consumo
de espacio por habitante llega a 2,2 hectáreas; 9,6 consume un americano
y 5,7 consume un español. Modelos renovadores como el de desarrollo sostenible
se postulan como un pequeño parche que no puede contrarrestar el efecto
tan adverso que está propiciando nuestro estilo de vida actual.
Los mensajes enviados desde la prensa,
las instituciones y los organismos internacionales nos hacen creer que
la economía progresa y que por consiguiente el bienestar social también.
Para fundamentar sus argumentos usan indicadores tales como el PIB, que
tienen en cuenta únicamente la producción y el gasto de los países o
áreas sobre las que se aplica y dejan fuera factores clave para
interpretar de forma veraz el desarrollo humano de una población. La
realidad para los decrecentistas es clara: el ser humano puede verse
afectado en un espacio no muy alejado de tiempo por una realidad de naturaleza catastrófica si no cambia su modo de vida actual.
La teoría del decrecimiento aborda el
cambio de los modelos ecológicos, económicos y sociales de las
sociedades desarrolladas, apuesta por un cambio global; es decir, no un
cambio que se propugne solo en el ámbito económico. El decrecimiento
requiere de un cambio de mentalidad total, solo así se podrá parar la
inevitable catástrofe que vaticinan los autores de este movimiento.
Los decrecentistas proponen el descenso drástico de producción en industrias
tales como la del automóvil, la aeronáutica, la construcción o la
publicidad y promover el desarrollo de actividades económicas que
guarden relación con la atención de las necesidades sociales
insatisfechas y con el respeto del medio natural, creándose así
numerosos puestos de trabajo en sectores tales como el transporte
colectivo, las energías renovables o la agricultura ecológica; a los que
se sumarían nuevas ofertas en los sectores económicos convencionales
fruto de la redistribución del trabajo. Complementando estas acciones
con una renta mínima para todos los ciudadanos obtendríamos un horario
laboral reducido y se lograría una mayor vida social.
Suena raro el frenar la producción en
industrias que producen productos tan importantes en nuestro día a día;
pero no sería ninguna locura si se apostara a la vez por un cambio en el
estilo de vida del hombre del primer mundo. Este cambio gira en torno a
una reducción drástica del consumo y apostar por un
consumo razonable orientado en torno a únicamente los productos
extremadamente necesarios para la vida de un ser humano: agua, comida,
ropa, luz, etc.; pero todo en su justa medida y sin abusar
innecesariamente de los mismos.
Otras medidas pasan por reducir los
desplazamientos que implican fuentes consumos de energía y apostar en su
lugar por usar el transporte público u optar por desplazarse con la
bicicleta o andando. También se debe buscar el alejarse de los medios publicitarios
que promueven el modo de vida capitalista y consumista; porque influyen
en nuestra toma de decisiones y por consiguiente en nuestro día a día.
Así mismo, también se propugna el reutilizar y compartir los bienes que
ya tenemos, rehuir del sistema bancario para optar por sistemas de
financiación éticos y locales y luchar por jornadas laborales de menor
duración.
La cohesión social que busca el
decrecimiento no está solo orientada a los países del Norte, todo lo
contrario, busca a través de un decrecimiento de la producción y el
consumo en estos países del hemisferio septentrional el llegar a niveles
aceptables y a los que puedan aproximarse los países del Sur que en
estos momentos se encuentran subdesarrollados, dependientes y explotados
por las empresas y países del Norte desarrollado. De este modo, estos
países del Sur podrán crecer ateniéndose a las prevenciones que se han
formulado desde la experiencia en el otro hemisferio y llegar a los
mismos postulados que quieren buscar los decrecentistas.
Carlos Taibo reconoce tres grandes grupos críticos con el decrecimiento, el primero de ellos proviene de los que manejan y lideran los sistemas de producción
así como las administraciones estatales de los países desarrollados. En
sus posturas críticas, que buscan más ignorar el decrecimiento que
refutarlo, afirman que existen tres obstáculos para que
el decrecimiento sea una teoría fiable: primero, que la condición
catastrofista que advierte el decrecimiento se parece mucho a teorías
catastrofistas anteriores en el tiempo que no se vieron cumplidas; sin
embargo, sabemos que cada vez hay más estudios científicos que
corroboran los parámetros catastróficos que advierten los
decrecentistas.
En segundo lugar, creen que con la aparición de nuevas tecnologías
se solventarán los problemas presentes y futuros en materia de
agotamiento de recursos y deterioro ambiental; lo que no señalan es el
poco cuidado que están teniendo por preservar los recursos y la
naturaleza que queda hoy en día hasta conseguir encontrar una tecnología
que cumpla el objetivo designado, algo muy arriesgado; porque el que
aparezca esa tecnología salvadora es el futuro no es del todo seguro. En
tercer lugar enuncian que la aplicación de la teoría decrecentista en
este mundo capitalista se antoja imposible por la
radicalidad de sus postulados; por ello, lo mejor sería dejarla en el
olvido; o lo que es lo mismo, dejar pasar el tiempo sin actuar de forma
tajante sobre los problemas que se nos vienen por la dificultad que
plantearía hacerlo.
El segundo grupo de crítica nace de los adscritos a la teoría de Marx.
Los participantes de esta tendencia, que buscan el fin del capitalismo,
ignoran los graves pronósticos existentes en relación con el cambio
climático y la destrucción del medio ambiente. Al igual que los
decrecentistas, buscan el fin del capitalismo; pero al no actuar sobre
el problema medioambiental, para cuando logren su principal objetivo el
mundo habrá entrado en un estado de deterioro de su naturaleza
catastrófico.
El tercer grupo crítico, también de izquierdas, afirma que el decrecimiento es un proyecto reformista
que busca devolver al capitalismo a la buena situación que tuvo en
tiempos pasados. Es verdad que dentro de la teoría decrecentista hay
teóricos que no son anticapitalistas; pero la realidad es que la mayoría
busca la salida del capitalismo y la apertura de espacios de autonomía
dentro de ese capitalismo como primeros intentos de salir de este modelo
económico. Estos críticos, que también buscan la caída del capitalismo
antes de actuar, se pueden ver avocados a la nada si no se dan las
condiciones necesarias para que el modelo caiga, de momento no tiene
pinta de que se vaya a dar lo que buscan.
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