John Michael Greer
Extraído de El Sentido Común - Diego Estin Geymonat
He comentado más de una vez en estos ensayos sobre la dimensión cooperativa de la escritura: la forma en que hasta el más solitario de los escritores participa inevitablemente en lo que Mortimer Adler solía llamar la gran conversación, el flujo de ideas y puntos de vista a través de los siglos que es responsable de la mayor parte de lo que llamamos cultura. A veces esa conversación se lleva a cabo de segunda o tercera mano, por ejemplo, cuando las ideas de dos libros antiguos chocan en la mente de un autor y dan lugar a un tercer libro, que eventualmente llevará a la fusión con otra persona aguas abajo en la corriente de tiempo, aunque a veces es mucho más directa.
El artículo de la semana pasada trajo a colación un ejemplo de este último tipo. Mi intento de atravesar las ambigüedades que rodean esa resbaladiza palabra “progreso” provocó un animado debate en la página de comentarios de mi blog acerca de qué exactamente cuenta como progreso, qué factores hacen a un cambio “progresista”, mientras que a otro se le niega esa etiqueta. En el medio de todo esto, uno de mis lectores (Jonathan) propuso una definición inesperada: lo que hace que un cambio califique como progreso (…) es que aumenta la externalización de los costos.
He estado pensando en esa definición desde que Jonathan la propuso, y me parece que señala una dimensión crucial y en su mayormente no reconocida de la crisis de nuestro tiempo. Para que ella tenga sentido, sin embargo, va a ser necesario profundizar brevemente en la jerga económica.
Los economistas utilizan el término “externalidades” para referirse a los costos de una actividad económica que no son pagados por ninguna de las partes en un intercambio, sino que le son cargados a cuenta de otros. Usted no va a escuchar muchas discusiones sobre externalidades estos días; en muchos círculos se considera de mala educación hablar de ellas, pero son omnipresentes en la vida contemporánea, y juegan un papel muy importante en algunos de los problemas más complejos de nuestra época. Algunos de esos problemas fueron discutidos por Garret Hardin en su famoso ensayo sobre la tragedia de los comunes, y más recientemente por Elinor Ostrom en sus estudios sobre cómo esa tragedia se puede evitar; aún así, no estoy seguro de cuán a menudo se reconoce que los fenómenos que estos autores han discutido se aplican no sólo a los sistemas de “comunes”, sino a las sociedades en su conjunto, sobre todo a las sociedades como la nuestra.
Un ejemplo puede ser útil aquí. Imaginemos una fábrica de blivets, que produce blivets [en forma industrial]. El proceso de fabricación de los blivets, como la manufactura de cualquier otro tipo, produce residuos tanto como blivets, y vamos a asumir por el bien de nuestro ejemplo que los residuos de blivets son moderadamente tóxicos y causan problemas de salud en las personas que los ingieren. La fábrica de blivets produce un barril de residuos de blivets por cada cargamento de blivets que envíe. La opción más barata para encargarse de los residuos, y por lo tanto la opción de que los economistas prefieren, es volcarlos en el río que corre cerca de la fábrica.
Tenga en cuenta lo que ocurre como resultado de esta elección. El fabricante de blivets ha maximizado su propio beneficio del proceso de fabricación, evitando el gasto de encontrar alguna otra manera de lidiar con todos esos barriles de residuos de blivets. Sus clientes también se benefician, porque los blivets cuestan menos de lo que serían si el costo de la eliminación de residuos se incorporara en el precio de venta. Por otro lado, los costos de encargarse de los residuos de blivets no se evaporan; se le imponen a las personas aguas abajo que obtienen su agua potable del río o de los acuíferos que reciben agua del río, y que sufren de problemas de salud porque hay residuos de blivets en su agua. El fabricante de blivets está externalizando el costo de la eliminación de residuos; sus mayores ganancias son a costa de un aumento en los costos de atención de salud de todas las personas aguas abajo.
Así es cómo funcionan las externalidades. En las épocas en que la gente realmente hablaba de las desventajas del crecimiento económico, hubo mucha discusión acerca de cómo manejar las externalidades, y no sólo hacia la izquierda del espectro político. Recuerdo un sesudo libro titulado TANSTAAFL -que es un acrónimo, para aquellos que no conocen su Heinlein, de “No hay cosa tal como un almuerzo gratis”- que argumentaba, basado en sólidas ideas conservadoras, que el medio ambiente podría ser mejor preservado asegurándose que todos pagaran el precio completo por las externalidades que generan. La actual cosecha de pseudoconservadores, por supuesto, dio la espalda a todo esto hace mucho tiempo, e insisten gritando a todo pulmón acerca de su supuesto derecho divino de externalizar tantos costos como les sea posible. Esto es aún más irónico por el hecho de que la mayoría de los pseudoconservadores dicen adorar a un Dios que dijo algunas cosas muy específicas acerca de “lo que hacéis al más pequeño…”, pero eso es tema para otro artículo.
Hoy por hoy, la vida económica en el mundo industrial se puede describir, sin demasiada imprecisión, como un estado de cosas configurado para permitir a una minoría privilegiada externalizar casi todos sus costos sobre el resto de la sociedad, mientras se embolsan la mayor cantidad posible de los beneficios. Esto ha sido objeto de cierto debate en los últimos años, pero no estoy seguro de cuántas de las personas que han participado en esas discusiones han pensado en el papel que desempeña el progreso tecnológico en facilitar la internalización de los beneficios y la externalización de los costos que impulsan a las cada vez más desiguales sociedades de hoy. Una vez más, un ejemplo será útil.
Antes de la invención de la maquinaria para fabricar blivets, digamos, los blivets eran hechos por los viejos y queridos artesanos de blivets, quienes los elaboraban en yunques de hierro para blivets en tiendas que se podían encontrar en cada pueblo y ciudad. Al igual que otras actividades artesanales, la fabricación de blivets era más un medio para ganarse la vida antes que un boleto para enriquecerse; los fabricantes de blivets invertían su tiempo y esfuerzo muscular en su oficio, y producían lo suficiente en forma de blivets para satisfacer la demanda. Observe también el efecto en la producción de residuos de blivets. Como los blivets se hacían de a uno a la vez y no en cargamentos industriales, la cantidad total de residuos era menor; las condiciones de la producción artesanal también significaban que los fabricantes de blivets y sus familias tenían más probabilidades de estar expuestos a los residuos de blivets que cualquier otra persona, y así tenían un incentivo para invertir esfuerzos y gastos extra para disponer de ellos correctamente. Como los fabricantes de blivets eran simples artesanos en vez de millonarios, por otra parte, era menos probable que fueran capaces de comprar su exención de las leyes sanitarias locales.
La invención de la prensa mecánica de blivets cambió el panorama por completo. Dado que una prensa de blivets podía hacer tanto trabajo como cincuenta fabricantes de blivets, los ingresos que habrían ido a parar a esos cincuenta fabricantes de blivets y sus familias fueron en cambio a uno de los propietarios de la fábrica y sus accionistas, con la menor proporción posible reservada para los trabajadores asalariados que operan la prensa de blivets. El propietario de la fábrica y los accionistas no tenían incentivos para pagar por el tratamiento adecuado de los residuos de blivets. Más bien todo lo contrario, ya que tener que cumplir con los costos de tratamiento se descuenta de sus ganancias, comprar a los gobiernos locales es mucho más barato, y si los efectos nocivos de los residuos de blivets llegaran a ser conocidos, puede usted apostar que el propietario y los accionistas vivirán aguas bien arriba de la fábrica.
Observe también que un fabricante de blivets que pagara un salario digno a sus trabajadores y cubriera los costos de una disposición adecuada de los residuos tendría que cobrar un precio más alto por los blivets que un fabricante que no hiciera nada de eso, y por lo tanto sería expulsado del mercado por un competidor más despiadado. Las externalidades no son simplemente posibles gracias a los avances tecnológicos, en otras palabras; son el resultado inevitable del progreso tecnológico en una economía de mercado, debido a que la externalización de los costos de producción es en la mayoría de los casos la forma más eficaz de competir y dejar fuera del mercado a las empresas rivales, y la empresa que tiene éxito en la externalización de la mayor parte de sus costos es la que tiene mayores probabilidades de prosperar y sobrevivir.
Cada paso adelante en el progreso de la fabricación de blivets, a su vez, apretó el mismo tornillo un poco más. Hoy en día, para redondear la metáfora, toda la oferta mundial de blivets se hace en una docena de fábricas en la distante Slobbovia, donde la mano de obra explotada en espantosas condiciones de trabajo y la ausencia absoluta de regulaciones ambientales hacen al negocio de la fabricación de blivets más rentable que en cualquier otro lugar. Los blivets son hechos tan toscos como sea posible; toda la cadena de suministro blivet, desde las minas a cielo abierto trabajadas por mano de obra esclava que proporcionan las materias primas hasta las grandes tiendas de venta a las masas de tecnología blivetronic con personal a medio tiempo y mal pagado, es un desastre humano y ambiental. Cada coste posible se ha externalizado, para que las dos empresas multinacionales que dominan la industria mundial de blivets puedan mantener sus márgenes de beneficio y pagar salarios absurdamente altos a sus CEOs.
Eso en sí ya es bastante malo, pero ampliemos el enfoque para incluir a todo el sistema en el que la fabricación de blivets tiene lugar: la economía en su conjunto, la sociedad en su conjunto, y la biosfera en su conjunto. El impacto de la tecnología en la fabricación de blivets en una economía de mercado tiene consecuencias predecibles y bien entendidas para cada uno de estos sistemas integrales [whole systems], que se pueden resumir con precisión en el lenguaje que ya hemos usado. Con el fin de maximizar su propia rentabilidad y el retorno de la inversión de los accionistas, la industria de blivets externaliza los costos en todas las direcciones disponibles. Puesto que nadie más quiere soportar esos costos, tampoco, la mayoría de ellos terminan siendo pasados a los sistemas integrales recién mencionados, porque la economía, la sociedad y la biosfera no tienen voz en las decisiones económicas de hoy en día.
Al igual que los costos de tratamiento de los residuos de blivets, sin embargo, los otros costos externalizados de la fabricación de blivets no desaparecen simplemente porque están externalizados. A medida que las externalidades aumentan, tienden a degradar los sistemas integrales sobre los que son arrojados -la economía, la sociedad y la biosfera. Aquí es donde la trampa se cierra apretadamente, porque la fabricación de blivets existe dentro de esos sistemas integrales, y no puede llevarse a cabo a menos que los tres sistemas estén lo suficientemente intactos como para funcionar en su forma habitual. A medida que esos sistemas se degradan, su capacidad de funcionamiento se degrada también, y, finalmente, uno o más de ellos se viene abajo -la economía se hunde en una depresión, la sociedad se desintegra en la anarquía o el totalitarismo, la biosfera cambia abruptamente a un nuevo modo que carece de suficientes lluvias para cultivos- y la fabricación de blivets se detiene porque todo el sistema que una vez la sostuvo ha dejado de hacerlo.
Observe cómo funciona esto desde la perspectiva de alguien que se beneficia de la externalización de los costos de la industria de los blivets -los ejecutivos y accionistas de una corporación de blivets, digamos. En lo que a ellos respecta, hasta muy avanzado el proceso, todo está bien: cada nueva ronda de mejoras tecnológicas en la fabricación de blivets aumenta sus ganancias, y si cada uno de esos pasos en la marcha hacia adelante del progreso también significa que puestos de trabajo de obreros se eliminen o sean deslocalizados, que las instituciones democráticas implosionen, que basura tóxica se acumule en la cadena alimenticia, o lo que sea, bueno, eso no es su problema, y después de todo, eso es sólo la destrucción creativa normal del capitalismo, ¿verdad?
Esa especie de despreocupación es fácil por al menos tres razones. En primer lugar, el impacto de las externalidades sobre los sistemas integrales puede aparecer muy lejos de las fábricas de blivets. En segundo lugar, en una economía de mercado, todos los demás están externalizando sus costos con tanto entusiasmo como la industria de los blivets, y así es fácil para los fabricantes blivets (y todos los demás) insistir en que todo lo que va mal no es culpa de ellos. En tercer lugar, y crucial, sistemas integrales tan estables y duraderos como las economías, las sociedades y las biosferas pueden absorber una gran cantidad de daño antes de desplomarse en la inestabilidad. El proceso de externalización de los costes puede pues funcionar durante un tiempo muy largo, y afianzarse como un hábito económico básico, mucho antes de que se haga evidente para cualquiera que continuar por el mismo camino es una receta para el desastre.
Incluso cuando los costos externalizados han comenzado a pasar una factura visible a la economía, la sociedad y la biosfera, además, cualquier intento de revertir la corriente se enfrenta a obstáculos casi insuperables. De los que se benefician del actual orden de cosas se puede descontar que lucharán con uñas y dientes por el derecho de continuar externalizando sus costos: después de todo, tienen que pagar el precio completo de cualquier reducción en su capacidad para externalizar los costos, mientras que los beneficios de no imponer esos costos a los sistemas integrales son compartidos entre todos los participantes de la economía, la sociedad y la biosfera, respectivamente. Tampoco son necesariamente fáciles de rastrear las causas de cualquier interrupción del sistema integral hasta las externalidades específicas que benefician a personas o industrias específicas. Es más bien como cargar pesos colgantes en una cadena; tarde o temprano, a medida que sube el peso que cuelga de la cadena, ésta se va a romper, pero el eslabón que se rompe puede estar lejos del último peso que llevó las cosas al límite, y cada otro peso en la cadena hizo su propia contribución al resultado final.
Una sociedad que se aproxima colapso porque demasiados costos externalizados se han cargado en el conjunto de los sistemas que la soportan, muestra por lo tanto ciertos síntomas bien distintivos. Las cosas van mal con la economía, la sociedad y la biosfera, pero nadie parece ser capaz de comprender por qué; las medidas que los economistas utilizan para determinar la prosperidad muestran resultados contradictorios, con aquellas que miden la rentabilidad de las empresas e industrias dando mucho mejores lecturas que las que miden el rendimiento de los sistemas integrales individuales; los ricos están convencidos de que todo está bien, mientras que fuera de los cada vez más estrechos círculos de la riqueza y el privilegio, la gente habla en voz baja acerca de la creciente espiral de problemas que la acosa por todos lados. Si esto no le suena familiar a usted, querido lector, es probable que tenga que salir más.
En este punto puede ser útil resumir el argumento que he desarrollado aquí:
a) Todo aumento de la complejidad tecnológica tiende también a aumentar las oportunidades de externalización de los costos de la actividad económica;
b) Las fuerzas del mercado hacen obligatoria la externalización de los costos, y no opcional, ya que los agentes económicos que no externalizan los costos tenderán a ser expulsados del mercado [outcompeted] por los que sí lo hacen;
c) En una economía de mercado, a medida que todos los agentes económicos tratan de externalizar tantos costos como sea posible, los costos externalizados tenderán a ser transmitidos preferentemente y de forma progresiva a los sistemas integrales, como la economía, la sociedad y la biosfera, que proporcionan el sostén necesario para la actividad económica, pero que no tienen voz en las decisiones económicas;
d) Suponiendo incrementos ilimitados en la complejidad tecnológica, no hay un límite necesario para la carga de los costes externalizados en los sistemas integrales antes de un colapso sistémico;
e) Incrementos ilimitados en la complejidad tecnológica en una economía de mercado, por lo tanto, conducen necesariamente a la degradación progresiva de todos los sistemas que sostienen la actividad económica;
f) El progreso tecnológico en una economía de mercado es, por tanto, auto-terminante [self-terminating], y termina en colapso.
Ahora, por supuesto, hay un montón de argumentos que podrían ser desplegados en contra de esta modesta propuesta. Por ejemplo, se podría argumentar que el progreso no tiene por qué generar una marea creciente de externalidades. La dificultad con este argumento es que la externalización de los costos no es un efecto secundario accidental de la tecnología, sino un aspecto esencial -no es una falla [bug], es una característica [feature]. Cada tecnología es un medio de exteriorizar algunos costos que de otro modo soportaría un cuerpo humano. Incluso algo tan simple como un martillo soporta el desgaste que de otra manera afectaría el talón de tu mano, digamos, y lo transfiere a otra cosa: directamente, al martillo; indirectamente, a la biosfera, a través de los árboles que hubo que talar para hacer el carbón para fundir el hierro, las plantas que fueron arrancadas para excavar y obtener el mineral, y así sucesivamente.
Por razones que son, en última instancia, termodinámicos por naturaleza, cuanto más compleja se vuelve una tecnología, más costos genera. Para dejar fuera del mercado [outcompete] una tecnología más simple, cada tecnología más compleja tiene que externalizar una parte significativa de sus costos adicionales, a fin de competir con la tecnología más sencilla. En el caso de tales tecnosistemas hipercomplejos contemporáneos como Internet, el proceso de externalización de costos ha ido tan lejos, a través de tantas enredadas interrelaciones, que es muy difícil de averiguar exactamente quién está pagando por los gigantescos inputs necesarios para mantener la cuestión andando. Esta falta de transparencia alimenta la ilusión de que los grandes sistemas son más baratos que los pequeños, al hacer que externalidades de escala luzcan como economías de escala.
Se podría argumentar, por otro lado, que un ambiente normativo lo suficientemente estricto, que obligara a los actores económicos a absorber todos los costos de sus actividades en lugar de externalizarlos a los demás, sería capaz de detener la degradación de los sistemas integrales y al mismo tiempo permitir que continuase el progreso tecnológico. La dificultad aquí es que una mayor externalización de costos es lo que hace el progreso rentable. Como se acaba de señalar, ceteris paribus, una tecnología compleja será en promedio más cara en términos reales que una tecnología más simple, por el simple hecho de que cada incremento adicional de complejidad tiene que ser pagado por una inversión de energía y otras formas de capital real.
Desnude a las tecnologías complejas de las subvenciones que transfieren algunos de sus costos al gobierno, los perversos reglamentos que transfieren algunos de sus costos al resto de la economía, los malos hábitos de abuso y negligencia ambiental que transfieren parte de sus gastos a la biosfera, y así sucesivamente, y muy pronto usted estará frente a duros límites económicos a la complejidad tecnológica, a medida que las personas obligadas a pagar el precio completo por tecnologías complejas maximizan sus beneficios eligiendo opciones más simples y más asequibles en su lugar. Un entorno normativo lo suficientemente estricto como para evitar que la tecnología acelere hacia el colapso pondría fin al progreso tecnológico al hacerlo no rentable.
Nótese, sin embargo, la otra cara del mismo argumento: una sociedad que optó por dejar de progresar tecnológicamente podría mantenerse indefinidamente, siempre y cuando sus tecnologías no sean dependientes de recursos no renovables o similares. Los costos impuestos por una tecnología estable en la economía, la sociedad y la biosfera serían más o menos estables, en lugar de aumentar con el tiempo, por lo que sería mucho más fácil de encontrar una manera de equilibrar los efectos negativos de esas externalidades y mantener todo el sistema en un estado estacionario. Las sociedades que tratan el progreso tecnológico como una opción y no una obligación, y reconocen las desventajas de complejidad creciente, también podrían optar por reducir la complejidad en un área con el fin de aumentar en otro, y así sucesivamente -o podrían sólo levantar un monumento a la era del progreso, e ir a hacer otra cosa en su lugar.
La lógica sugerida aquí requiere un replanteamiento integral de la mayoría de las nociones del mundo contemporáneo acerca de la tecnología, el progreso y el bien de la sociedad. Comenzaremos la discusión en los futuros posts –esto es, después de discutir una segunda dimensión del progreso que surgió de la discusión de la semana pasada.
0 comentarios:
Publicar un comentario