"Vería mucho mejor el jardín”, se dijo a sí misma Alicia, “si pudiera llegar a la cima de aquella colina; aquí hay un sendero que lleva recto hasta allí. Bueno, recto no es” – pensó después de haber andado unos cuantos metros y doblar varios recodos-, “pero supongo que al final llegará. ¡Qué curioso, lo retorcido que es!. ¡Parece un sacacorchos!. Bueno si tomo este desvío seguro que llega a la colina. No, tampoco. ¡Éste va derecho de vuelta a casa!”.
“No vale la pena insistir”, dijo Alicia, mirando a la casa y fingiendo que estaba discutiendo con ella. “No voy a regresar todavía, porque sé que si lo hiciera, tendría que volver a traspasar el espejo, entrar de nuevo en esa vieja habitación. ¡Y ése sería el fin de mis aventuras!”.
...
Alicia miró alrededor suyo con gran sorpresa. “¡Cómo creo que hemos estado bajo este árbol todo el tiempo! ¡Todo está igual que antes!”. “Claro que lo está! -dijo la Reina-. ¿Dónde querías que estuviera?”.
“Bueno, en nuestro país -dijo Alicia - cuando se corre tan rápido como lo hemos estado haciendo y durante algún tiempo, se suele llegar a alguna otra parte”.
“¡Un país bastante lento! -replicó la Reina-. Lo que es aquí, como ves, hace falta correr todo cuanto una pueda para permanecer en el mismo sitio. Si se quiere llegar a otra parte hay que correr al menos el doble de deprisa”.
Lewis Carol. A través del espejo
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