Quiero que por un instante imagines: entras a un restaurante, pides
cuatro sopas, te traen tres; vas al supermercado, regresas a casa con
tres bolsas, pierdes una; compras un paquete de naranjas y pierdes casi
la mitad. Los días pasan en esta continua pérdida, un día son las
frutas, en otro las verduras, pero tú no haces nada, te parece normal
perder la sopa, las bolsas y los naranjas, pero el problema no es solo
pagarlas y perderlas, el problema es que las pagas y no van a dar a
ninguna mesa: llegan a tus manos y de tus manos se van a la caneca. ¿Te
lo imaginaste? ¿Sí? Escucha.
La pérdida de alimentos que pagamos todos no inició contigo, comenzó
talvez en el algún lugar entre el campo y una gran ciudad en donde un
“inexplicable derrame de leche se vertió en un río de Colombia, y dejó a
más de 400 mil habitantes sin agua[1],
o en alguna vía de México, Argentina o algún otro país en el cual el
mercado lácteo es controlado por no más de siete empresas, que imponen
el precio, pagan y exigen lo que quieran; un juego en el cual las
utilidades son para pocos y la pérdida para los pequeños productores, es
allí en una de esas carreteras que tú y yo hemos transitado, que un
conductor se devolvió de la planta de una industria a la finca con
malas noticias: hoy como ayer no recibieron la leche, y el negocio no
da más, y así terminó el gris pavimento teñido de blanco, ante la mirada
impávida de los transeúntes.
Mientras el barco regresa al muelle, André un trabajador de la lonja de pescado en Francia tendrá que tirar el contenido de varias cajas al mar, pero antes deberá aplicar un químico para que el pescado que allí se encuentra sea incomible, y de esa forma asegurarse de que no pare en un mercado paralelo que pueda bajar su precio, mientras hace esto piensa: sería bueno poder llevar un poco a su mensa, ya que el dinero que gana no le alcanza para tener una dieta tan variada y buena, pero se apresura ya que lo observan, y si llega a tomar alguno… es probable que lo despidan.
En una finca en Ecuador se apilan varias bananas en el suelo, algunas son muy flacas, otras son muy rectas, otras son de formas muy simpáticas, todas muy sabrosas y nutritivas, pero serán descartadas, es decir tiradas a la basura, debido a que no cumplen con los estándares estéticos. Con la entrada de bananas procedentes de China a un menor precio y al parecer transgénicas, los mercados se encuentran en sobreoferta y están más exigentes con la “estética de las bananas” y es difícil para los agricultores cumplir con esos requisitos. Al final del día la pila ya parece una montaña, mañana posiblemente se repetirá la misma historia.
A las afueras de un supermercado en Nueva York varias personas esperan a que saquen la basura del día de hoy, algunos inquietos pensaran: serán lechugas un poco achiladas, unos rábanos, papas, uno que otro enlatado a punto de cumplir su fecha de vencimiento, algunos panes que no podrán venderse tan frescos el día de mañana. Entre los que esperan repartirse el festín se encuentran desde rebeldes y opositores al sistema capitalista que han encontrado en la recuperación de comida un estilo de vida llamado Freegan o sencillamente son personas que lo necesitan. En otra parte del mundo en donde es prohibido escarbar las canecas de los supermercados un operador ha sido despedido por llevarse del bote de basura tres lechugas, y de paso tendrá que enfrentar una demanda por hurto. Mientras que los Freegans en Bogotá pactan a través de un grupo en Facebook cuando será el próximo encuentro en Abastos, la principal plaza de mercado de la ciudad.
Y es en este punto cuando entran personas comunes y corrientes en esta historia, alguien así como tú o como yo. Un fin de semana cualquiera llegas al supermercado y no te acuerdas si todavía tienes esa lata de salsa para pastas para la cena del día hoy, piensas que mejor será comprarla, más vale que sobre y no que falte, reza el refrán popular, tampoco recuerdas si tienes limones, lechuga y pepino, así que llevas de todo.
Como ya es casi el medio día y con los trancones de los de los fines de semana mejor será buscar algo que comer, tienes tanta hambre que quieres que te sirvan ¡Ya!, y los niños no aguantan más, es mejor almorzar, pides de todo, y a las pocas cucharadas recuerdas que estas a dieta, los niños como siempre solo comen la mitad. Lo más sensato sería llevar las sobras a casa, pero con el afán y la infinidad de cosas por hacer no dan mucho tiempo para pensar, así que sales apurado hacia tu casa; cuando llegas encuentras que tienes más de dos latas de salsa para pasta, tres pepinos uno a punto de dañarse y una lechuga que todavía conserva el plástico del supermercado.
Todas estas historias que te he contado pasan una y otra vez en casi todas las partes del mundo, es así como desde la producción, la poscosecha, la distribución, el comercio y el consumo se pierden y desperdician 1.300 millones de toneladas al año que equivalen a 1/3 de los alimentos producidos para el consumo humano, de éstas 9,76 millones de toneladas se desperdician en Colombia. Si quisiéramos exportar toda esa basura por lo menos las de mi país a un lugar bien exótico, algo así como a Marte, tendríamos que llenar para solo el desperdicio de alimentos 488.000 contenedores de 20 pies, que se podrían apilar en 3.330 grupos a la altura del Empire State[2], ¡toda una ciudad basura!
A la vez que se genera este desperdicio 795 millones de personas en el mundo no tienen suficientes alimentos para llevar una vida saludable y activa. Y en Colombia se estima que se podrían alimentar a 8 millones de personas con el desperdicio que se genera. En otras palabras con solo el desperdicio que generamos en mi país podríamos alimentar a la población de alguno de estos países: Nueva Guinea, Togo, Sierra Leona, Bulgaría, Serbia, Paraguay o a la suma de las poblaciones de: Lesoto, Letonia y Gabón, para no ir tan lejos podríamos alimentar a los 63.634 personas que murieron de hambre en Colombia en esta última década, teniendo presente el subregistro sería casi la capacidad de personas de dos estadios como el Capín, en Bogotá.
Pero el problema del desperdicio no solo es basura y personas hambrientas, es también un uso excesivo de la tierra, el gasto innecesario de transporte, de agua, emisiones de CO2, de Metano y de otros gases que aportan al efecto invernadero, y también es un desperdicio de vida, porque en últimas, la sopa, las naranjas y las sobras del almuerzo no las pagaste solo con dinero las pagaste con vida, con tu vida.
Fuentes de Información
Iniciativa Save the Food: Iniciativa mundial sobre la reducción de la pérdida y el desperdicio de alimentos
Pérdida y Desperdicio de Alimentos en el Mundo, FAO (2011)
Perdida y Desperdicio de Alimentos en Colombia, 2016 DNP
Mortalidad y desnutrición infantil, más allá de la cifras
El escándalo del despilfarro alimentario y de tirar comida a la basura por negocio
Pérdida y desperdicios de alimentos en América Latina y el Caribe
Freeganismo a la Carta
Noticia Derrame de Leche cierra Acueducto
Las bananas ecuatorianas se enfrentan a un mercado difícil
http://www.winnergo.cl/calculadora-cajas-caben-contenedor#jumpHere
https://www.facebook.com/groups/678764135480255/
Ministerio de Trabajo: ABCDÉ salario mínimo.
http://www.telesurtv.net/news/En-Colombia-mueren-a-diario-18-personas-por-desnutricion-20160414-0027.html
http://www.20minutos.es/noticia/416477/0/agricultores/leche/galicia/
http://www.bbc.com/news/10307795
http://www.bbc.com/news/10307795
[1] Noticia Derrame de Leche cierra Acueducto: http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-451757
[2] Para su cálculo se tiene en cuenta que una tonelada ocupa un metro cúbico en un vertedero.
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