Gavroche
- Alasbarricadas
Dentro
del debate del entorno del decrecentismo o de los movimientos de
defensa del territorio vemos a menudo un llamamiento a la soberanía.
La soberanía entendida como la recuperación de «lo nuestro», de
lo común. Entendemos que el mundo en el que vivimos nos ha hecho
personas y comunidades profundamente desempoderadas. Vivimos de
espaldas las unas de las otras, atomizadas, enganchadas a las
tecnologías y al consumo y a merced de la propaganda de masas y de
creación de opinión.
Para
quienes somos conscientes desde hace tiempo el problema que tendrá
el mundo a partir del descenso de producción de los combustibles
fósiles, la cuestión del decrecimiento se nos hace lógica. Es
obvio que tenemos que decrecer como sociedad en el consumo masivo que
llevamos a cabo en nuestras vidas diarias. Le estamos legando un
planeta desastroso a las nuevas generaciones y nos estamos metiendo
de cabeza en un callejón sin salida en el que podrán convivir y
retroalimentarse durante decenios varias crisis paralelas: la
energética, la financiera, la climática, la destrucción de la
biosfera, la contaminación, la superpoblación, etc.
Ante
estas dos evidencias (el desempoderamiento en el que vivimos sumado
al conocimiento de las sucesivas crisis en las que vivimos y las que
están por explotar) a muchísima gente, cada vez más, se le pasa
por la cabeza la salida de las ciudades volviendo al campo. Es por
ello por lo que comienzan a abundar pequeños proyectos de vida
extendidos por todo el territorio, que con mayor o menor fortuna se
basan en la autogestión y en el cambio de modelo de vida.
De
esta forma se está reconstruyendo un imaginario comunal aún a
pequeña escala pero con una potencialidad de difundirse entre el
mundo rural si es que son capaces de conectar con la ideosincrasia
propia de estos territorios en donde se dan los proyectos. Esto se
puede dar mediante una conjunción de factores que van desde la
recuperación de la memoria comunal de la era pre-industrial a la
defensa del territorio de los macro-proyectos del capitalismo global.
Sin
embargo, al margen de estos factores puntuales lo cierto es que los
proyectos de autogestión comunal tienen poco impacto en la zona
donde arraigan. Esto ocurre también por una conjunción de factores
como podría ser el hecho de que el mundo rural y lo neo-comunal se
rigen por diferentes códigos; tienen diferentes expectativas y
tradiciones político-asociativas; diferencia de mentalidades campo
vs. ciudad; o la diferencia generacional y cultural. A menudo se
trata de mundos paralelos que han vivido de espaldas durante años
existiendo un peligro no siempre evidente de que la zona rura
evolucione políticamente hacia posturas que harán peligrar la
continuidad del proyecto comunal. Es aquí donde quiero incidir.
En
las últimas elecciones que han ido teniendo lugar por toda Europa
nos estamos encontrando con un proceso cuanto menos curioso, el auge
de las opciones populistas y de extrema derecha entre la población
con menos renta, con más edad y con procedencia de barrios obreros o
bien del mundo rural. Todo este proceso de neo-fascistización es un
resultado de la pérdida de soberanía y desempoderamiento de los
pueblos de Europa, que quedan a merced del gran mercado neoliberal
globalizador que ven totalmente antagónico con sus vidas. Como
además la extrema derecha ha sabido bombardear con los conceptos de
«identidad» y de «seguridad colectiva» están siendo vistos cada
vez más como fuerza de choque a lo que se puede ver en el mundo
moderno: las sucesivas crisis, la desregulación del mercado laboral,
la destrucción de la industria, la desaparición del último
campesinado europeo, la aparición de una inmigración masiva (en las
ciudades) y en definitiva un empeoramiento generalizado de las
condiciones de vida generales.
Entonces
en las áreas en donde no existen fuerzas de izquierda alternativa
que desafíen el capitalismo global y que se opongan a su modelo
construyendo otro imaginario, se alza la opción populista. Si en las
ciudades también podríamos tener este problema en algunos barrios
en realidad la población joven con un cierto grado de educación,
que ha sido criada en esta sociedad cosmopolita y abierta, ya tiene
otros valores que la alejarán de esas soluciones extremas, no ocurre
lo mismo en el mundo rural.
En
este caso el aislamiento (sea auto-infligido o no) supone una falta
de visión a largo plazo. Es obvio que no toda población podrá
evolucionar de la misma manera hacia nuestras posturas, pero sí que
se pueden ir generando dinámicas propias de educación popular y de
difusión de otro ideario al mayoritario. No basta con crear un
ateneo o politizar el bar del pueblo. Eso sería un paso. Lo básico
es ayudar
en la generación del poder popular también en lo rural.
Esto pasa por construir soberanías populares arraigadas en el
territorio. La
soberanía popular
(sea la autogestión, la defensa del territorio, la soberanía
alimentaria, la defensa de la lengual o la identidad nacional
centrífuga y localista) crea
un sujeto político
más proclive a ser inmune a la seducción del neofascismo europeo.
La
soberanía popular empodera a la vez que ayuda a construir un
territorio lo más autónomo posible del sistema de libre mercado
exterior. Es posible hacer una economía local o comarcal, de
kilómetro cero, eficiente energéticamente, que tenga en cuenta el
declive de los combustibles fósiles, que fomente la
cooperativización de las actividades económicas, la recuperación
de actividades y labores tradicionales, que defienda la cultura
popular local y las renueve y todo ello desde lo comunal. Los
instrumentos son igualmente variados según el contexto como por
ejemplo las cooperativas agrarias y de consumo, las redes de
distribución, las ferias, los sindicatos del campo, las campañas de
soberanía alimentaria o anti-transgénicos, la lucha por la defensa
del territorio, la creación de locales político-sociales en cada
pueblo, las fiestas populares, las asociaciones culturales, los
concejos o asambleas populares o las candidaturas municipales. Es así
como cambia políticamente un territorio a largo plazo.
El
contrapoder o poder popular se construye desde abajo, cada día y no
se deben relegar al capitalismo ni los espacios de socialización ni
los espacios de acción política. Si esto se hace teniendo en cuenta
la realidad global de problemas ecológicos y energéticos estos
esfuerzos deberán ir encaminados a la creación de sociedades de
transición que con el tiempo irán tomando la forma de sociedades
post-capitalistas o neo-comunales que podrán formar parte de un
movimiento popular hacia la soberanía local. Entiendo que la
misión de los actuales espacios de vida comunitaria y
autogestionaria de visión revolucionaria post-capitalista que
actualmente existen en el territorio es ligar la reivindicación
(defensa del territorio),
con la organización (cooperativas
y sindicatos),
con la gestión (concejos
y asambleas populares), las
identidades
(cultura popular) y
la socialización.
Todo
ello mediante la defensa de las soberanías y bajo un proyecto
político propio pero que esté en relación estrecha con el resto
del movimiento popular (el de las ciudades).
Los movimientos populares deben avanzar a la vez, sin dejar zonas
atrás sin politizar que en un momento dado podrían convertirse en
focos reaccionarios desde donde contraatacar nuestros posibles
avances.
En
un momento como el actual la llegada de algunos centenares de
activistas al entorno rural y su generación de nuevos proyectos
teniendo el cuenta el territorio (me refiero a "ser pueblo",
a identificarse con sus necesidades y ayudar a cambiar sus defectos)
puede ser determinante para tener en las futuras décadas unos
territorios rurales constituidos como bastiones de las ideas
transformadoras. De no hacerlo, y centrarse el proyecto en el
crecimiento personal o de pequeña comunidad al margen de la
población, la profundización de las contradicciones del capitalismo
moderno pueden ir convirtiendo las zonas rurales en regiones
reaccionarias que incluso mirarán los proyectos alternativos de
forma hostil. Por ello entiendo que construir
movimiento popular con arraigo en el territorio es también
estratégico a largo plazo para la supervivencia de los espacios
comunales y autogestionarios.
0 comentarios:
Publicar un comentario