Claudio Vargas - La macroeconomía al descubierto
La Historia no se repite, pero rima.
Mark
Twain
Es
una verdadera lástima que los seres humanos no vivamos 500 años. No
porque fuéramos a ser más inteligentes, sino porque estaríamos
curados de espantos. Las habríamos visto de todos los colores… Y
seríamos unos completos descreídos. Seria tiempo más que
suficiente para caerse y levantarse un montón de veces y para
desconfiar y mandar al carajo a todos los pillos que quieren
aprovecharse de nosotros en tiempos de crisis. Empezando por la casta
política que nos gobierna, claro está. En ese mundo ideal sabríamos
que cuando las cosas se ponen feas todos los gobernantes reaccionan
de un modo parecido y que la mayoría de las recesiones económicas
comparten ciertos patrones y desenlaces predecibles cuya
identificación puede ayudarnos a ponernos a buen recaudo. Aunque
tengo serias dudas de que la Gran
Recesión
pueda “monitorizarse”.
Últimamente
el ambiente geopolítico y económico está muy caldeado. No es que
avecine tormenta, es que se aproxima un huracán de magnitud 5. La
situación es muy compleja y novedosa. Como historiador que soy, miro
hacia atrás y me cuesta encontrar algún momento parecido a éste.
Siempre nos
quedará el consuelo de que a los polinesios de la isla de Pascua les
fue peor… Pero
francamente, nunca antes en la historia de la humanidad hemos
padecido tantas crisis en una sola. Nuestro
mayor problema radica en que los recursos naturales del planeta
empiezan a escasear; fenómeno que está encogiendo la economía y
obliga a casi todos los gobiernos a endeudarse hasta límites
insospechados.
Para colmo de males, el calentamiento de la Tierra se está
acelerando y Occidente padece una profunda crisis demográfica debido
al envejecimiento de la población que no tiene precedentes.
Tal
como yo lo veo, estamos experimentando el segundo o el tercer embate
de una monumental recesión cuyo final no se vislumbra al final del
túnel. Siento
ser tan pesimista, pero es que tengo la sensación de que estamos
inmersos en una espiral económica descendente que nos supera y de la
que nos va a costar mucho salir. Es
la típica crisis de final de superciclo; un tipo de crisis que sólo
se da muy de vez en cuando, cada varios siglos.
Por eso decía que si viviéramos 400 o 500 años al menos tendríamos
una referencia de lo que está pasando porque ya “lo habríamos
vivido”. Aunque no es el caso…
Desgraciadamente para nosotros,
nuestros dirigentes y banqueros centrales todavía creen que esto
será pasajero y proceden sin comprender que estamos al borde del
abismo. Si hablaran un poco más con los historiadores, sabrían que
crisis semejantes han provocado la caída de imperios y
civilizaciones legendarias. En la antigüedad tenemos varios ejemplos
de ello. A veces el colapso se debió a la incidencia de desastres
naturales imprevistos que provocaron la desintegración de la
sociedad (estoy pensando en la peste negra que machacó a Europa a
mediados del s. XIV. Aniquiló a la mitad de la población y se
desencadenó una brutal contracción económica que acabó con el
esplendor del Renacimiento
Medieval). En
cambio, en otras ocasiones el caos se extendió cuando los recursos
proporcionados por la agricultura no pudieron satisfacer las
necesidades de una población y un Estado sobredimensionados –las
dos cosas al unísono-.
Éstas
últimas son mis supercrisis de ciclo preferidas. Que
no os cuenten milongas, todo empieza y acaba en la agricultura. Si
las cosechas son generosas la sociedad prospera y viceversa.
A mediados del s. XVI el crecimiento demográfico europeo sufrió un
brusco parón a causa del estancamiento de la producción agrícola.
Y a partir de entonces todo lo que podía ira mal, empeoró. El mundo
agrario no consiguió salir del abismo y durante los primeros 50 años
del s. XVII la población menguó a causa de las guerras y de la
reaparición de la peste bubónica. El declive se sintió en todas
partes, sobre todo en Alemania. Las
naciones que supieron adaptarse a los cambios y reinventarse,
salieron adelante. Aunque ése no fue el caso del Imperio Español…
Tras la Guerra de los
Treinta Años –un
conflicto que podría compararse por su virulencia con la I
Guerra Mundial-,
tuvo que ceder a Francia el cetro del dominio continental.
1621
Se acabó la Pax Hispánica
En
marzo de ese año, el rey Felipe III agonizaba en la cama por las
fiebres que le provocaba la erisipela. En mi modesta opinión y a
pesar de algunos capítulos oscuros de su reinado como fue la
expulsión de los moriscos en 1609, fue un gran monarca. Mucho mejor
que el vanidoso y militarista de su padre, el lunático Felipe II.
Por eso no comparto la opinión de los historiadores modernos que
dicen de él que fue “el primer rey de los
Austrias menores”.
No fue un gobernante “menor”, sino todo lo contrario. Lo que pasa
es que este hombre heredó una situación macroeconómica desastrosa
imposible de resolver. Sabe
Dios que lo intentó, pero cuando la economía se desploma tras
alcanzar el pico del superciclo no hay nada que pueda enderezarla.
Superciclos
de la agricultura según Turkin y Nefedov
Para
entender de que va todo esto, tenemos que retraernos al reinado
anterior. Comparativamente hablando, el Renacimiento fue un periodo
mucho más próspero que el Barroco. De eso no hay ninguna duda. Sin
embargo el s. XVI no está exento de graves contradicciones cuyo
análisis puede ayudarnos a entender lo que vino después. Hacia el
año 1550 el crecimiento demográfico se detuvo porque la producción
agrícola no daba para más. En realidad la población estuvo
creciendo más allá de los recursos disponibles por un tiempo hasta
que la situación se tornó insostenible. Es un patrón que parece
repetirse una y otra vez a lo largo de la Historia. En
aquella época el único modo de incrementar la producción era
aumentando la superficie de los cultivos. Y eso es lo que se hizo. El
problema llegó cuando el sistema alcanzó su límite físico y sólo
quedaron los terrenos marginales que antaño se habían desestimado
por su baja productividad y elevado coste.
A partir de entonces la Tasa
de Retorno Energética
agrícola cayó y los precios del grano se dispararon. Asimismo, como
no hay mal que por “mal” no venga… este proceso coincidió con
un enfriamiento del clima que se prolongó hasta el final de la era
moderna (la mini Edad
del Hielo). En
general las temperaturas cayeron 1ºC de media; aunque en los picos
más bajos se han evidenciado descensos de hasta 4 y 5ºC. Huelga
decir que ese frío arruinaba las cosechas y provocaba hambrunas
terribles que afectaron muy negativamente al crecimiento demográfico.
El
estancamiento de la población durante el reinado de Felipe II
ralentizó la economía y perjudicó a los ingresos del Estado. A
pesar la subida de los precios. Algo de eso tiene que haber porque
España impagó su deuda por primera vez en 1557 y luego repitió en
1575. Este último default
es de “juzgado de guardia”. Gracias a ciertas mejoras
introducidas en la actividad minera a partir de 1570, la producción
se multiplicó por 10; lo cuál redundó en un aumento considerable
del dinero circulante que al gobierno le vino de perlas para
costearse las guerras que mantenía contra medio mundo. Una
especie de Quantitative
Easing (QE)
de la época. Y sin embargo, parece que no fue suficiente… La
monarquía gastaba a manos llenas. No sólo tuvo que renegociar el
pago de la deuda con la banca acreedora, sino que incrementó la
presión fiscal y empezó a especular con el valor de la moneda; pues
aumentó el nominal de las piezas.
Así
pues, no es de extrañar que todas estas circunstancias terminaran
con el paso del tiempo en una suba espectacular de los precios.
Para entender lo que pasó me gustaría recurrir a Hayek. Él decía
que la inflación es cómo verter miel encima de una mesa – una
“mielda” que dirían los chinos-. El chorro se acumula en el
centro y luego se expande hacia los bordes. De este modo cuando la
plata de América llegaba a Andalucía, causaba estragos porque allí
era donde se monetizaba. A partir de ahí, la onda inflacionaria
perdía fuerza a medida que se alejaba hacia Castilla, Francia y más
allá.
El
impacto de la subida de los precios en la economía castellana fue
catastrófico. Encareció los costes de producción autóctonos y
favoreció la importación de manufacturas extranjeras que eran mucho
más baratas y de una calidad similar –el descenso del número de
telares de los gremios a largo de las décadas da fe de este
fenómeno-. Como
consecuencia de todo esto, se produjo una monumental deslocalización
industrial del sur de Europa hacia países como Holanda e Inglaterra.
Luego, esas naciones aprovecharon sus superávits comerciales para
desarrollar su industria y sus respectivos sistemas monetarios. Y por
supuesto, para guerrear contra los Habsburgo.
Esta
dinámica perduró hasta el final de los días del Imperio. Sumió a
España en la estanflación y obligó a Felipe II a subir los
impuestos cada vez que caía la recaudación fiscal. Gran parte de la
burguesía consiguió evitar a Hacienda mediante la compra de títulos
nobiliarios que le eximían del pago al fisco. En cambio, para los
campesinos se abrieron “las puertas del infierno”; muchos
tuvieron que malvender sus tierras para pagar las deudas contraídas
o, siquiera, para poder alimentarse. Otros emigraron a las ciudades.
Lo cuál devaluó
todavía más los salarios…
Finalmente, Felipe II celebró su vejez con el impago soberano de
1596; el más duro de todos, ya que conllevó quitas y una brutal
subida de la “prima de riesgo”.
Así
que ya veis, está es la situación que se encontró Felipe III tras
su coronación. El país estaba en recesión, la corrupción y la
evasión fiscal campaban a sus anchas, los prestamistas le pedían
intereses del 70% y la industria nacional era una sombra de lo que
fue. Aunque tal
vez lo peor fuera la emigración del campo a la ciudad; pues eso
empeoraba la TRE agrícola y empeoraba las condiciones de vida del
común de los españoles.
Con estos antecedentes, el rey tenía muy poco margen de maniobra.
Firmó la paz con los ingleses y decretó una tregua de 12 años con
los holandeses. Se
sacó de la manga una nueva moneda con menor contenido de plata, el
vellón imperial, y cruzó los dedos… La
inflación escaló hasta el 90 o el 100% y ni así pudo evitar el
impago de 1607. ¿Pero que más podía hacer? Es fácil juzgarlo a
toro pasado.
En
cualquier caso cuando su hijo llegó al trono en 1621, los Grandes
de España creyeron
que había llegado el momento de pasar a la acción. Y vaya si lo
hicieron…
2014
¿Se acabó la Pax Americana?
Y
aquí estamos! Casi 400 años después. Lo que está pasando en 2014
huele a remake
de lo que la humanidad vivió en 1621. Y Obama bien podría ser una
versión coloreada de Felipe III. O de Felipe IV –espero que NO…-.
Bueno,
lo primero que quiero decir es que ya estamos en la fase descendente
de esta crisis supercíclica.
Seguramente empezamos a caer en 2008, pero ahora todo se está
acelerando. Si en
la historia moderna el artífice de ese desplome fue causado por el
peak
agrícola,
ahora el responsable es el zenit del petróleo.
Por otro lado, ambos períodos comparten dificultades climáticas y
la aparición de enfermedades incontrolables que diezman a la
población sin misericordia. Me refiero al ébola, por supuesto. Son
las cosas que pasan cuando la gente no tiene nada que comer… Pensar
en ello.
Asimismo, en un extraño giro del destino en China acaban de poner en
cuarentena a toda la ciudad de Yumen, de unos 100.000 habitantes,
porque un hombre de 38 años ha muerto debido a… ¡la peste
bubónica! Seguramente es una gilipollez, pero yo creo en las señales
del destino.
Llevo
tiempo pensando en la evolución de ambas crisis y he llegado a la
conclusión de que ésta va a ser peor. Gracias al petróleo la
humanidad ha experimentado un desarrollo acelerado inconcebible
incluso para Julio Verne. La gente no parece darse cuenta de lo
importante que es… Es
la argamasa que sostiene el tinglado de nuestra civilización.
Desde que nos levantamos por la mañana hasta que nos acostamos por
la noche, interviene en todo lo que hacemos. Es un regalo de energía
superconcentrada que la Tierra ha madurado durante millones de años
para que lo utilicemos con propiedad. Desde que empezamos a
explotarlo hace 150 años todo cambió para siempre; causó una
revolución en el sector del transporte, nos sumió en un estado de
revolución industrial permanente y, sobre todo, permitió un
desarrollo agrícola inaudito que ha permitido la multiplicación de
la población mundial por 6 (fenómeno que incluye la tasa de
urbanización más alta jamás registrada). Todo esto fue posible
porque la TRE del petróleo era de 100/1; es decir, con la energía
proporcionada por un solo barril de crudo podían extraerse 100 más.
No debería sorprendernos pues que la TRE del capitalismo en su
conjunto superara ampliamente la relación de 20/1 que obtuvieron las
civilizaciones más prósperas del pasado. Con semejante regalo de la
naturaleza la economía se expandió; generó riqueza, las finanzas
prosperaron y se aceleró el crecimiento demográfico.
El
petróleo fue el “ángel de la guarda” del capitalismo y, casi
con total seguridad, será también su “ángel exterminador”.
Desgraciadamente
el crudo se está acabando. Y lo hace muy rápido! Luego para que la
producción total no decaiga, las compañías petroleras y los
gobiernos de medio mundo están enzarzados en el mayor esfuerzo
financiero de los últimos 100 años. En caso contrario nos
sumiríamos en las “tinieblas”. Esto explica en buena parte la
puesta en marcha de los QE
–o sucedáneos de QE-,
en Estados Unidos, Reino Unido, Japón, China o la propia Unión
Europea. Necesitamos emitir deuda para rebajar los tipos de interés
y aliviar la carga financiera de las petroleras y de las entidades
financieras insolventes que arrastran sus cadáveres por los parqués.
La banca no ha
sido diseñada para enfrentarse a crisis de final de superciclo.
No puede prestar porque la economía se encoge y los créditos se
pierden en el “mar de la morosidad”. Por eso todos los gobiernos
han acudido a su rescate. Obama ha gastado tanto en su mandato, como
los 42 presidentes anteriores! Del mismo modo en que Felipe II
quintuplicó las deudas a lo largo de su reinado. Claro que él no
tenía banquero central… Aunque no sé si eso importa demasiado.
Deudas son deudas y algo habrá que hacer con ellas; a pesar de que
duerman en las entrañas de la FED, cuyo balance ha engordado un 600%
desde 1990.
Digan
lo que digan los políticos y las estadísticas manipuladas que
proliferan por doquier, la estanflación ha venido para quedarse.
Como los Austrias, intentamos arreglar este embrollo con la sobre
emisión y manipulación de la moneda; expandiendo el crédito como
un chicle porque tenemos la esperanza de que eso restablecerá la
confianza y creará un “efecto riqueza” que fomentará el consumo
y la recuperación económica. Es un bonito discurso… que yo no
compro. No estoy
muy seguro al respecto, pero parece ser que la expansión del crédito
necesita la rebaja salarial de los trabajadores para salvaguardar la
sostenibilidad de la deuda que está en poder de los bancos.
En cualquier caso, es un fenómeno que observamos a escala global que
nos retrotrae de nuevo a la pérdida de capacidad adquisitiva por
parte del campesinado europeo a finales del s. XVI y durante todo el
s. XVII. Por poner un ejemplo, según los datos que maneja la Oficina
del Censo de EE.UU.,
la renta de los hogares norteamericanos cayó de 55.627$ dólares a
50.017$ en 2012. Así pues, mientras el coste de extracción del
crudo se encarece debido a las leyes de la geología, disminuye el
poder de compra de los ciudadanos.
Proyección
extraída del blog de Gail Tverberg
¿Qué
os parece amigos? Vienen tiempos de carestía y estanflación… Por
eso los gobiernos incrementan la presión fiscal y los ricachones,
como antaño, se las ingenian para escapar de las garras del Estado.
Todas estas fusiones de compañías estadounidenses con
multinacionales europeas tienen como objetivo reducir la carga
impositiva (General
Electric con la
francesa Alstom;
la farmaceútica Walgreens
con la británica Alliance
Boots, etc.). Cuando
se consuma la fusión, la sede fiscal se traslada a Europa. De este
modo el impuesto sobre los beneficios empresariales se reduce del 35%
al 19%. Naturalmente, algunos gobiernos europeos se resisten a vender
“las joyas de la corona” a multinacionales extranjeras que han
engordado con el dinero de la FED. Ahí está el fracaso del asalto
de Pfizer
sobre la británica Astrazeneca…
En cualquier
caso, todo esto pone de manifiesto que la política de imprimir
dinero va más allá de la famosa “guerra de divisas”. La
recesión acecha y nadie quiere encontrarse con el pie cambiado en el
próximo desplome de la economía.
¿Y
ahora qué?
Las
cosas no van a mejorar. Eso seguro. En
la caída habrá dientes de sierra que apuntarán hacia arriba y
entonces nos sentiremos un poco mejor. Seguramente porque seguiremos
imprimiendo dinero… Cómo hizo Felipe III cuando se sacó de la
manga el vellón imperial.
La pura verdad es que el mundo se está partiendo en dos bloques
diferenciados que luchará a cara de perro por los escasos recursos
naturales que nos quedan; los BRICS por un lado y Estados Unidos y la
Unión Europea por el otro. Esta diferenciación entre deudores y
acreedores no augura nada bueno. Y “se dice, se oye y se comenta”
que los BRICS van a lanzar su propia moneda basada una cesta de
divisas común a finales de año tras la reunión del G-20 en
Australia (en la puesta en común para elaborar dicho certamen, por
primera vez el grupo ha prescindido de “los consejos” del FMI y
del Banco Mundial. Lagarde quería inmiscuirse pero el premier
australiano la mandó a paseo…).
Es
una mala noticia para el dólar. Mientras tanto, la administración
estadounidense hace todo lo que puede para sacar adelante un macro
acuerdo comercial con la Unión Europea y otro con los países del
Área Pacífico que no termina de concretarse. El tiempo apremia y el
peak del petróleo sigue agravándose –encuentro muy interesante
que Repsol
haya dado a entender que a lo mejor no invierte los 5000 millones de
euros que obtuvo como compensación por la confiscación de YPF por
parte del gobierno argentino… Todas las inversiones petroleras son
muy caras; sobre todo si amenaza tormenta!-. La Gran Depresión
volverá a las portadas de los periódicos. Y
francamente, no tengo ni idea de cómo se las ingeniarán los
políticos y los banqueros centrales para añadir más deuda a un
sistema financiero zombi que parece haber alcanzado su peak.
O
puede que sí… Los caminos del señor son inescrutables. Lo que sí
es escrutable es lo que los norteamericanos están haciendo en
Ucrania y en Oriente Medio. El apoyo militar y mediático que le han
proporcionado a Israel en las matanzas de Gaza son una obscenidad que
el mundo pagará muy caro. Las
imágenes de niños muertos y huérfanos te desgarra el alma…
La actuación de Tel Aviv en esto roza la histeria total. En fin, que
cada cuál saque sus conclusiones. Por otro lado, lo de Ucrania es
una estratagema para forzar la voluntad de la Unión Europea: ¿de
qué lado estás?; ¿con nosotros o con los BRICS? Firma de una puta
vez el dichoso tratado comercial…
Putin lo sabe. Apoya militarmente a la guerrilla pro rusa para
eternizar el conflicto y darle tiempo a los alemanes y franceses para
que entren en razón. Sin embargo parece que no va a ser así… El
gobierno de Kiev se hundirá en el caos porque si algo nos demuestra
la historia, es que es imposible derrotar a una milicia que cuenta
con el apoyo de una superpotencia extranjera.
Luego, esta retahíla de sanciones mutuas entre Rusia y Occidente son
un síntoma evidente de la economía global no va a ninguna parte. Ya
pasó en el siglo XVII. Las naciones europeas de entonces abrazaron
el proteccionismo para mejorar la balanza de pagos y, cuando esas
medidas fracasaron, dirimieron sus diferencias en el campo de
batalla.
Ahora
no hay tanto proteccionismo. Es peor! Nos sancionamos entre sí.
El tiempo dirá, pero tiene la pinta de que Obama ha tomado la senda
de Felipe IV. Soplan tiempos de guerra. En Europa y ya veremos si en
Asia también.
Un
abrazo amigos/as!
P.D:
Os prometo que el próximo artículo será terrible…
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