Los gobiernos de los países pobres ofrecen alquileres para fábricas a precios ridículos, exenciones impositivas, leyes tolerantes y servicios de fuerzas de seguridad dispuestos a suprimir el descontento laboral. Subastan a sus propios ciudadanos para competir sobre quien fija el salario mínimo más reducido.
En las afueras de las Zonas de Procesamiento de Exportaciones (ZPE) se construyen campos de golf, clubes para ejecutivos y escuelas privadas para paliar las incomodidades de la vida en el mundo subdesarrollado.
En los países ricos se desplaza la actividad desde el sector industrial al sector servicios, los trabajadores con empleos fijos y seguros empiezan a perder derechos laborales y sociales; se convierten con frecuencia en empleados temporales, empleados a tiempo parcial y autónomos. La transitoriedad se vuelve un factor clave también en el mundo laboral de los países desarrollados.
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