Ernesto Ruíz Ureta –
Nueva Tribuna
En estos tiempos obscuros
de crisis parece que podría haber un acuerdo general en aceptar el
crecimiento económico como portador de la solución a nuestras
desdichas. El crecimiento en el sistema capitalista se ha convertido
en un fetiche. Es
muy significativa, al respecto, la definición de este término dada
por la RAE: “Ídolo u objeto de culto al que se atribuye poderes
sobrenaturales, especialmente entre los pueblos primitivos.” No sé
si caminamos hacia nuestros orígenes, pero es palpable que cuando
hablamos de crecimiento económico creemos que puede ser la solución
de todos nuestros problemas. Sin embargo, el crecimiento por sí solo
no contribuye a disminuir la desigualdad, a evitar las exclusiones
sociales, a mejorar la democracia o la justicia, por poner algunos
ejemplos. Aquí quiero llamar la atención sobre los efectos
perversos que pueden repercutir sobre nuestro medio ambiente.
Los análisis sobre el
crecimiento económico y sus límites, no son un tema nuevo, en 1972
el Club de Roma ya emitió un informe sobre Los límites del
crecimiento en el que se concluyó por el director D.L. Meadows: “Si
se mantienen las tendencias actuales de crecimiento de la población
mundial, industrialización, contaminación ambiental, producción de
alimentos y agotamiento de los recursos, este planeta alcanzará los
límites de su crecimiento en el curso de los próximos cien años.
El resultado más probable sería un súbito e incontrolable descenso
tanto de la población como de la capacidad industrial” y
casi una década más tarde, en el año 2001, Clive Hamiton publicó
un libro de gran repercusión del que se ha extraído el título del
presente texto El fetiche del crecimiento.
Este autor nos decía y
sus palabras son cada día más ciertas: “Nada preocupa tanto al
sistema político moderno como el crecimiento económico, que es más
que nunca la referencia del éxito de sus programas. Los países
clasifican su progreso por comparación con los demás en función de
su renta per cápita, que sólo puede aumentar mediante un
crecimiento más rápido. Un elevado crecimiento es motivo de orgullo
nacional; un crecimiento bajo es objeto de acusaciones de
incompetencia en el caso de los países ricos, y de compasión en el
de los pobres. Un país que experimente un período de bajo
crecimiento atravesará una fase agónica de introspección nacional
en la que los expertos de izquierda y derecha lanzarán sus reproches
para saber donde nos equivocamos y si hay algún fallo en el carácter
nacional. [1]”
Habría que debatir
seriamente sobre las consecuencias que nos puede traer la obsesión
por el crecimiento económico. Crecimiento que, además, se mide
exclusivamente mediante el PIB. Y éste, a su vez, se basa en un
sistema productivo que no se “organiza para satisfacer las
necesidades humanas –priorizando las necesidades básicas—sino
que se ve decisivamente troquelado por la búsqueda de beneficios
individuales.[2]” No hay otro remedio que convenir que los recursos
existentes son limitados y sin embargo las necesidades humanas se ha
de mostrado que pueden ser ilimitadas. Así, nos encontramos que “La
sociedad se enfrenta a un profundo dilema. Resistirse al crecimiento
es arriesgarse al colapso económico y social. Apostar por el
crecimiento ilimitado implica poner en peligro los ecosistemas de los
que dependemos para nuestra supervivencia a largo plazo.[3]”
Un premio Nobel de química,
Frederick Soddy, defendió que “la economía es, en el fondo, un
sistema de utilización de energía[4]”. Y, sin embargo, el sistema
económico actual no quiere percibir la grave problemática que se
cierne sobre nuestras cabezas con el malgasto de la misma. El cambio
climático, la destrucción de la naturaleza y la pérdida de la
diversidad no son cuestiones que se deban tomar a broma. Por ello,
deberíamos tener muy en cuenta lo que nos decía el difunto
economista Kenneth Boulding, “para creer que la economía puede
crecer indefinidamente en un sistema finito hay que ser un loco o un
economista[5]”. Vivimos en un mundo finito que se enfrenta a
necesidades infinitas, espoleadas por el marketing capitalista,
cebadas por la obsolescencia programada. Un mundo en el que se mide
el desarrollo por el crecimiento del PIB y éste se considera la
ultima ratio, el objetivo culmen de la razón económica. Se busca el
crecimiento infinito y esto pone en peligro la habitabilidad futura
de nuestro planeta. Nos olvidamos de que “somos nosotros los que
tenemos necesidad del futuro, mucho más que el futuro de
nosotros[6]”.
Se ha perdido la conexión
necesaria con el medio en el que vivimos, pero “La naturaleza no
mantiene ninguna relación de fuerza con los humanos, la naturaleza
no negocia[7]”. Un proverbio atribuido con frecuencia a las
culturas indígenas nativas americanas afirma que “No hemos
heredado la Tierra de nuestros padres, sino que la hemos tomado
prestada de nuestros hijos[8]”. En este sentido se considera que
“El desarrollo sostenible satisface las necesidades del presente
sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para
satisfacer sus propias necesidades[9]”. Pero en el sistema
competitivo en el que nos hemos instalado, se debe correr más que
los demás, debemos reducir los costes más que los demás, debemos
ser eficientes más que los demás, debemos producir más que los
demás. Es un ciclo sin fin que nos roba nuestro propio tiempo de
vida. “¡Nos hemos dejado robar el tiempo[10]! ¡Si la bicicleta
del capitalismo deja de avanzar vuelca y llega la catástrofe![11]”
Por otra parte, el desarrollo sostenible es “un oxímoron, una
figura estilística que llama nuestra atención a la vez que
anestesia nuestro sentido crítico[12]”.
Por ello, no debemos
quedarnos a esperar un final desconocido y ocasionalmente
apocalíptico, debemos aprovechar las oportunidades existentes.
“El
rápido descenso de los costes de las energías renovables y la
necesidad de sustituir unas infraestructuras envejecidas de
combustibles fósiles nos brindan una oportunidad única para
acelerar la llegada de una nueva era de energía verdaderamente
sostenible[13]”. Europa era señera en un modo distinto de entender
los problemas ecológicos y sociales, pero “Como cualquier potencia
inmersa en el sistema capitalista, la UE tiene un objetivo claro por
encima del resto: lograr el crecimiento económico que pasa
inexorablemente por un consumo creciente de materiales y energía y
por la consiguiente producción de residuos[14]”. Estos nos lleva a
un mundo en el que “Las catástrofes naturales y las catástrofes
morales, serán cada vez más indiscernibles[15]”. Ya que “si hay
algo más que decir del crecimiento económico, es el hecho real de
que todo aumento del PIB conduce a una mayor destrucción
ambiental.[16]”
[1] Hamilton, Clive
(2006:23). Editorial Laetoli S.L.
[2] Riechmann, Jorge
(2012:24-25). El socialismo puede llegar sólo en bicicleta. Los
libros de la catarata.
[3] Jackson, Tim
(2011:225). Editorial Icaria S.A.
[4] La situación del mundo
2013. ¿Es aún posible lograr la sostenibilidad?
[5] George, Susan (2010: 9)
[6] Dupuy, Jean Pierre
(2012-29). Hacer como si lo peor fuera inevitable. VV.AA. ¿Hacia
dónde va el mundo? Icaria Editorial, S.A.
[7] VV.AA (2012:51). ¿Hacia
dónde va el mundo? Cochet, Yves, Ante la catástrofe. Ediciones
Octaedro, S.L.
[8] VV.AA ¿Es aún posible
la sostenibilidad? Engelman, Robert (2013:30). Más allá de la
sosteniblablá.
[9] Ibídem (2012:29).
[10] Martín, Hervé-René
y Cavazza, Claire (2009:25). Nous réconcilier avec la Terre.
Flammarion.
[11] Latouche, Serge y
Harpagès, Didier (2011:25). La hora del decrecimiento. Ediciones
octaedro, S.L.
[12] Ibídem (2011:31)
[13] VV.AA ¿Es aún
posible la sostenibilidad? Makhijani, Shakuntala y Ochs, Alexander
(2013:160). Impactos de las energías renovables sobre los recursos
naturales.
[14] Martín-Sosa, Samuel
(2014): ¿Una burbuja medioambiental? Revista Alternativas
Económicas, abril 2014.
[15] Dupuy, Jean Pierre
(2012-44). Hacer como si lo peor fuera inevitable. VV.AA. ¿Hacia
dónde va el mundo? Icaria Editorial, S.A.
[16] Max-Neef y B. Smith
(2011:114)
Campaña de Enric Duran BCE-sistema monetario "la campaña #OccupyBanking pretende situar en el centro del debate público la total falta de democracia con la que el Banco Central Europeo (BCE) y los grandes bancos privados controlan el sistema monetario y especialmente la creación de dinero. Un perverso sistema basado en la deuda con el queestas instituciones – que nunca han sido votadas democráticamente – secuestran la soberanía de los pueblos."
ResponderEliminarhttps://www.coopfunding.net/es/campaigns/occupybanking-retornoenlibertad/