El
crecimiento es más que un dato económico: es un dogma. Sin que
pueda ser cuestionado, estructura la sociedad, la producción, el
consumo, el trabajo, el Estado de bienestar y nuestros imaginarios
colectivos. Sin embargo, es urgente salir de esta ‘sociedad del
crecimiento’ que hoy amenaza gravemente el bienestar y el planeta,
y apostar por una ‘sociedad del vivir bien’ regida por otros
valores y conceptos compatibles con la justicia y la ecología.
A
partir del fin de la Segunda Guerra Mundial en los países
occidentales, la sociedad del crecimiento se conforma en torno las
características siguientes (que detallamos en la tabla): crecimiento
del Producto Interno Bruto (PIB), aumento de la productividad,
progreso tecnológico, poder adquisitivo, empleo y expertocracia. El
objetivo es el crecimiento del PIB, es decir de la tarta económica y
material (sin importar la calidad, ni la disponibilidad de los
ingredientes, ni los límites del molde) para su consiguiente reparto
entre capital y trabajo, ya sea a través del mercado o del Estado.
Mientras crezca a buen ritmo la tarta en el “modo pleno empleo,
aumentos de productividad y progreso tecnológico”, el capital
tendrá garantizado una parte constante, o incluso creciente, del
pastel para sus beneficios, y las personas trabajadoras tendrán
garantizados (gracias a la redistribución de una parte de los
aumentos de productividad) un empleo y el refuerzo de su poder
adquisitivo. Sin embargo, este modelo de (relativa) paz social que en
varios aspectos sigue alimentando la visión dominante, incluso de
las corrientes progresistas, hoy ha caducado. En el momento en el que
se eche a perder o se agote la tarta (está envenenada, escasea un
ingrediente, el molde tiene límites, algunos comensales se comen
demasiados trozos, o todo a la vez como en la crisis actual), la
fiesta se acaba (aunque con el hundimiento siguen ganando unos pocos,
generalmente los que más tarta habían acumulado). De hecho, este
modelo se tambalea en lo más profundo porque choca con una triple
crisis ecológica, social y de cuidados [2].
Hacia
un modelo económico equitativo y en paz con la Naturaleza
Para
superar esta contradicción profunda entre crecimiento y naturaleza,
entre capital y vida, es importante por un lado dotarse de una
macroeconomía ecológica consistente que sustituya las bases de la
economía del crecimiento. En este sentido, se proponen las
siguientes características básicas para una economía del vivir
bien cuyas definiciones se encuentran detalladas en la tabla:
prosperidad sin crecimiento, aumentos de calidad y sostenibilidad,
poder de vivir bien, tecnologías abiertas y convivenciales, trabajos
productivos y reproductivos y deliberación ciudadana. Luego, sobre
la base de estos fundamentos, hace falta fijar los objetivos de una
sociedad del vivir bien:
Redefinir de forma colectiva y democrática lo que llamamos riqueza y necesidades, es decir responder a las preguntas fundamentales: ¿por qué, para qué, hasta dónde y cómo producimos, consumimos y trabajamos?
Reducir nuestra huella ecológica per cápita y en términos absolutos hasta que sea compatible con la capacidad del planeta.
Redefinir de forma colectiva y democrática lo que llamamos riqueza y necesidades, es decir responder a las preguntas fundamentales: ¿por qué, para qué, hasta dónde y cómo producimos, consumimos y trabajamos?
Reducir nuestra huella ecológica per cápita y en términos absolutos hasta que sea compatible con la capacidad del planeta.
(Re)Distribuir el trabajo (y reducir la jornada laboral), las riquezas económicas (reequilibrar el reparto entre rentas del capital y del trabajo a favor de las segundas, instaurar una renta básica y una renta máxima), los cuidados, la tierra y los recursos naturales en base a la justicia social y ambiental.
Reconvertir el modelo productivo hacia uno sostenible a través de empleos verdes y decentes [3] y de la relocalización de la economía en circuitos cortos de consumo y producción.
Desmercantilizar gran parte de nuestras actividades y descolonalizar nuestras mentes fuera de la lógica del crecimiento. Estos objetivos hacia otro mundo son posibles y deseables. ¿Vivir bien en un mundo solidario y sostenible? ¡Sí, gracias!
Resumen
comparativo entre las características de una sociedad del
crecimiento y una sociedad del vivir bien
Características
de la sociedad del crecimiento
|
Características
de la sociedad del vivir bien
|
Crecimiento
del PIB:
calcula el aumento de cantidades producidas e intercambiadas en el
mercado, y lo asimila al bienestar de un país. No tiene en cuenta
los límites biofísicos del Planeta, los impactos negativos de la
producción, ni su finalidad, los trabajos no mercantiles (de
cuidado o voluntarios) o el reparto de riqueza. |
Prosperidad
sin crecimiento:
Calcula la riqueza de una sociedad a través de una batería de
indicadores sociales, culturales, económicos, ambientales, etc.
elaborados por la ciudadanía y que integran los límites y
umbrales ecológicos críticos. |
Aumentos
de productividad:
Consiste en producir más cantidades de las mismas cosas con la
misma cantidad de trabajo. Es la base industrial del progreso, del
tiempo libre, de la protección social, etc. Sin embargo, buena
parte de los aumentos de productividad alcanzados por la sociedad
industrial son productivistas y nocivos para la
sostenibilidad [4]. |
Aumentos
de calidad y sostenibilidad:
Consiste en producir mejor y producir otra cosa con igual o más
–y mejor– trabajo. Por ejemplo, en vez de producir una
tonelada de trigo en la agricultura intensiva, se produce una
tonelada de trigo ecológico con más trabajo, en mejores
condiciones, con menos energía, menos impacto ambiental e igual o
mejor nivel de calidad. |
Progreso
tecnológico:
motor del crecimiento y de la productividad, plantea que la
tecnología permitirá combatir la crisis ecológica. Tiene poco o
nada en cuenta los riesgos tecnológicos que superan la capacidad
de control del ser humano (energía nuclear, transgénicos,
mega-infraestructuras, etc.), el efecto rebote [5]
y el declive irreversible de las tasas de retorno energético [6]. |
Tecnologías
abiertas y convivenciales:
Herramientas al servicio de la comunidad y bajo su control
democrático. Favorecen la comunicación, la cooperación y la
interacción. Asumen los principios de precaución y de
responsabilidad que nos permiten decidir colectivamente que
tecnologías son apropiadas según necesidades y capacidad de
carga del planeta. |
Poder
adquisitivo:
Es el poder de comprar con su renta a través del mercado cada vez
más cantidad de bienes y servicios para tener sus necesidades
básicas cubiertas y acceder a la sociedad del hiperconsumo.
Además, consumir –sea lo que sea, sin importar sus impactos
sociales o ecológicos– es un deber casi patriótico y
anticrisis porque, a su vez, crea empleo [7].
|
Poder
de vivir bien:
Es un concepto multidimensional que implica el acceso no solo a
riquezas económicas sino también a riquezas sociales y
ecológicas como la autonomía, la solidaridad, la ciudadanía, la
seguridad, la autoestima y el medioambiente. Permite tener
cubiertas parte de sus necesidades básicas y el desarrollo de
servicios esenciales fuera de la lógica mercantil. |
Empleo:
Se refiere principalmente al trabajo dominante actual: productivo,
mercantil, remunerado, asalariado y a tiempo completo. Vector
idealizado del bienestar, de la integración social y del consumo,
cualquier trabajo de estas características es considerado como
intrínsecamente bueno, sin importar su finalidad, ni su ética,
ni sus impactos sobre el medio ambiente, las generaciones futuras
o los países del Sur. |
Trabajo
productivo y reproductivo:
Se prioriza el trabajo con sentido para sí y para la colectividad
donde dominan la autonomía (el control sobre su tiempo y el
producto de su labor), la cooperación y las actividades que
generan riqueza social y ecológica. Se reequilibra la
distribución entre trabajos remunerados y no remunerados, entre
mujeres y hombres, y se revaloriza la esfera de la reproducción
de la vida (del cuidado de las personas y de la naturaleza). |
Expertocracia:
Las decisiones más importantes y estratégicas a nivel político,
tecnológico, económico, etc. se toman desde ámbitos alejados de
la ciudadanía y controlados por expertos y aparatos burocráticos
y tecnocráticos.
|
Deliberación
y evaluación ciudadana:
La ciudadanía fija de forma plural y participativa las
necesidades deseables y posibles en un mundo solidario y finito,
elige en consecuencia qué tipos de trabajo se requieren para
cubrirlas, debate y escoge las tecnologías adaptadas a este
proyecto de sociedad. |
Notas
[1]
Coautor del libro Adiós al crecimiento. Vivir bien en un mundo
solidario y sostenible. Ed. El Viejo Topo, 2013.
[2]
Para profundizar sobre la triple crisis ecológica, social y de
cuidados, sus razones y sus consecuencias, véase Herrero, Y. (2012):
Vivir bien con menos. Ajustarse a los límites físicos con criterios
de justicia. Fundación Manu Robles.
[3]
Sobre la reconversión ecológica de la economía, véase: Marcellesi
F. (2013): Transición ecológica de la economía, ¿por qué? ¿para
qué? ¿cómo?, Fundación Manu Robles.
[4]
En el sector agrícola, desde el siglo XVIII, la productividad del
trabajo se ha multiplicado por 80... a costa de la utilización de
enormes cantidades de petróleo para fertilizantes, pesticidas,
ultra-mecanización del campo, transporte globalizado, refrigeración.
A día de hoy el sistema agroindustrial es además responsable de
hasta el 57% de las emisiones mundiales de gases de efecto
invernadero.
[5]
Por mucho que disminuya el impacto ambiental por unidad producida,
las mejoras tecnológicas se encuentran sistemáticamente anuladas
por la multiplicación del número de unidades vendidas y consumidas
en términos absolutos
[6]
La Tasa de Retorno Energético es el cociente de la cantidad de
energía total que es capaz de producir una fuente de energía y la
cantidad de energía que es necesario emplear o aportar para explotar
ese recurso energético. Es decir: TRE = energía obtenida / energía
invertida.
[7]
En tiempo de crisis, se activa de forma aún más paradigmática este
marco conceptual y cultural: bien antes de la crisis actual, ya en
plena recesión como en Estados Unidos del 1950, donde se podían
leer lemas afirmando: “una compra hoy, un desempleado menos mañana,
¡quizás tú!”.
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