Epicuro
ha vuelto
El
filósofo del Jardín, como fue conocido Epicuro de Samos, planteó
algunas ideas que se hallan insertas en el imaginario conceptual de
la palabra decrecimiento.
Hoy
como hace más de dos milenios en la Antigua Grecia estamos inmersos
en una sociedad empobrecida moralmente, anegada en la corrupción y
espiritualmente decadente; tal vez las enseñanzas de Epicuro nos
muestren un camino para la acción ante la dejadez concomitante a
nuestra cultura moderna, una cultura basada en el consumismo, que
tiene en la satisfacción rápida de los deseos materiales como única
fuente de satisfacción y felicidad, y que mueve la rueda del
imposible crecimiento infinito.
Las
ideas de Epicuro se incrustan en un camino que comenzó siendo
espiritual, y procedió a negar los supuestos materialistas que
igualaban al bienestar humano con la voluntad de los dioses que
concentraban el poder político, el dominio militar y la explotación
económica cada vez mayor: todo ello simbolizado en las murallas, los
torreones, los palacios y los templos de los grandes centros urbanos.
Hoy como antaño el decrecimiento es una voz que se burla del culto
al poder, declarándolo inicuo, fútil y antihumano, y proclamando un
nuevo conjunto de valores, antitéticos a aquellos que habían
servido de fundamento a la sociedad jerarquizada. La base de la
sociedad humana no es el fuerza, sino la rectitud; no es el robo, el
saqueo, y la guerra, sino compartir, cooperar y hasta amar; no el
orgullo, sino la humildad; no la riqueza sin límites, sino una
frugalidad feliz.
El
placer es en sí un límite
Nos
habla el maestro sobre lo innecesario de limitar los placeres porque
estos son en sí un límite, debiendo limitar eso sí, los deseos;
ese querer tener siempre más y más la asocia a una enfermedad
mental.
“No
es insaciable el vientre - nos dice Epicuro – sino la falsa opinión
acerca de la ilimitada avidez del vientre”
En
su narración sobre la necesidad de los límites al deseo diferencia
entre riqueza y pobreza, las cuales se desdibujan en su pensar, en
los tiempos actuales asociamos estos términos a cualidades
materiales que no muestran sino el vacío existencial que es
necesario llenar con los objetos.
“La
pobreza acomodada al fin de la naturaleza es gran riqueza. Por el
contrario, la riqueza no sujeta a límites es gran pobreza.”
No
hay ninguna necesidad de vivir en la necesidad
Reflexiona
también el sabio en su Carta a Meneceo sobre las necesidades, sobre
como satisfacer de forma moderada una necesidad de alimento, que se
convierte en deleite en tanto es satisfecha, difuminando los
conceptos de frugalidad y abundancia; en la actualidad ese ‘siempre
más’ funciona como un mecanismo que deglute los recursos de una
manera compulsiva llevando a las personas a la insatisfacción por
exceso:
“La
autosuficiencia la consideramos como un gran bien, no para que
siempre nos sirvamos de poco, sino para que cuando no tenemos mucho
nos contentemos con ese poco; ya que más gozosamente disfrutan de la
abundancia quienes menos necesidad tienen de ella, y porque todo lo
natural es fácil de conseguir y lo superfluo difícil de obtener.
Los alimentos sencillos procuran igual placer que una comida costosa
y refinada, una vez que se elimina el dolor de la necesidad.”
La
mente puede llenarse de palabras vanas y convertir a un individuo en
un glotón inmaduro
Celebrar
la vida
Cuando
el maestro Epicuro dice:
“Rebosa
mi cuerpo de dulzura viviendo a pan y agua, y escupo sobre esos
placeres del lujo, no por ellos mismos, sino por las complicaciones
que llevan consigo.”
El
profesor Emilio Lledó reflexiona en su obra ‘El epicurismo’:
“El
pan y el agua, realidades para la pervivencia individual, son
metáforas para la solidaridad colectiva. No es posible la vida
social, sin esa esencial distribución del placer, del placer de lo
necesario. Detrás de la modesta expresión que reduce toda la teoría
hedonista a ese ‘pan y agua’ del fragmento, late la fuerza y la
exigencia revolucionaria de la necesidad.
Nada es posible, ni la cultura, ni la ética, ni la educación, si no
se lucha antes por la política
de lo necesario,
por la política de la vida.”
Discurre
el filósofo sobre la alegría, sobre la algarabía respecto al
vínculo con los demás y para con la tierra. Esa ligazón primaria
con el mundo que habitamos. Ese movimiento compartido que nos llama
hacia el cuidado solidario, hacia el apoyo mutuo, hacia la
cooperación colectiva:
“La
amistad danza en torno a la tierra y, como un heraldo, nos convoca a
todos nosotros a que nos despertemos para colaborar en la mutua
felicidad.”
La
sabiduría del cuerpo
Epicuro
defiende que no es el cuerpo la fuente de nuestras miserias sino el
impulso incontrolable de la mente. El descontrol mental produce
deseos ilimitados que nos hacen infelices.
Restablecer
el orden de la naturaleza, el del cuerpo, devolver la salud a la
mente para que el cuerpo en su sabiduría nos indique el camino de la
buena vida.
Nos
invita el pensador a cultivar la vida interior, a conocernos a
nosotros mismos, y a compartir con nuestros amigos nuestros
pensamientos e inquietudes; el tiempo de pensamiento y conversación
es un bien inmaterial que a nadie daña y a todos beneficia, es un
tiempo de no consumo, de observar el silencio y de hacernos humanos,
de expresarnos lo que somos y donde estamos.
“Estas
cosas y otras semejantes medítalas contigo mismo día y noche y
también con alguien semejante a ti y jamás, ni en la vigilia ni en
el sueño te sentirás turbado."
Enseñanzas
para un decrecimiento sereno
¿Cuál
es entonces la actual perspectiva moral? La sociedad actual no parece
de ningún modo dispuesta a renunciar a un cierto hedonismo, es
decir, a una moral orientada al goce, al placer, al sabor de la vida,
y a sentir en ello la felicidad. Pero ese goce, placer y sabor
de la vida, por la fuerza del relativo desabastecimiento económico,
habrán de empezar a ponerse en los gustos de la vida sencilla, en un
arte del ocio, en una moral epicúrea y comunitaria.
Y es por la -paradójica- vía de un refinamiento no artificioso, sino al revés, ‘natural’ del placer, por el retorno a la ‘vida sencilla’, cómo podrá recuperarse, en un futuro próximo, un ‘espiritualismo’ que no reconociéndose bajo ese nombre, no admitiéndolo siquiera, no por ello dejará de ser tanto y más espiritualista que los sistemas de vida que así se autodenominaban.
Y es por la -paradójica- vía de un refinamiento no artificioso, sino al revés, ‘natural’ del placer, por el retorno a la ‘vida sencilla’, cómo podrá recuperarse, en un futuro próximo, un ‘espiritualismo’ que no reconociéndose bajo ese nombre, no admitiéndolo siquiera, no por ello dejará de ser tanto y más espiritualista que los sistemas de vida que así se autodenominaban.
Más
preguntémonos ¿Son estas nuevas vías tan imprevisibles, tan
desconcertantes como a primera vista parecen? El de ‘hacer de la
necesidad virtud’ es un antiguo saber. De esta antigua y nueva
necesidad, de la escasez y penuria pueden sacarse virtud, fruición y
felicidad.
Epílogo
Cada
vez que alguien se piensa a sí mismo como sujeto de transformación
y se junta con algunos de sus semejantes para perseguir conjuntamente
otro tipo de vida, una vida placentera basada en principios
humanistas y materialistas, contribuye a la eternidad de la amistad
entre los humanos, renueva el jardín (kepos)
donde Epicuro se rodeó de un grupo de hombres y mujeres en pie de
igualdad donde se cultivaban frutas y verduras y se disfrutaba
conversando alrededor de unas viandas.
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