Karl Polanyi
Los
pioneros del absolutismo económico soñaron con una sociedad sin
trabas para el comercio de modo que viviese al ritmo marcado por el
desarrollo de un mercado autorregulador. Pero este pilar central del
credo liberal —que proporciona refuerzo y sentido a otras piezas
fundamentales del sistema de mercado del siglo XIX tales como el
patrón-oro, el equilibrio entre las potencias y el propio Estado
liberal—, dejó a las sociedades a merced de los vaivenes
imprevisibles provocados por la especulación, el afán de lucro y la
libre competencia en los negocios. Por primera vez en la historia de
la humanidad la sociedad se convertía en una simple función del
sistema económico y flotaba sin rumbo en un mar agitado por las
pasiones y los intereses, como un corcho en medio del océano. La
tierra, los hombres y el dinero se vieron fagocitados por el mercado
y convertidos en simples mercancías para ser compradas y vendidas.
La naturaleza y los hombres, como cualquier otro objeto de
compraventa sometido a la ley de la oferta y de la demanda, quedaron
al arbitrio de un sistema caótico que ni tan siquiera conspicuos
industriales, hábiles políticos y sagaces financieros acertaban a
gobernar.
Las
viejas formas de sociabilidad fueron sacrificadas al nuevo ídolo del
mercado autorregulador. Las territorialidades locales fueron barridas
y las sociedades se vieron despojadas de su soporte humano y natural.
No es extraño que en ese mundo en tensión se produjesen zarpazos y
sacudidas como la Primera Gran Guerra y, más tarde, la gran crisis
del 29. Pero la descomposición de la sociedad de mercado y el largo
periodo de letargo de la razón que acompañó al absolutismo
económico alumbró aún monstruos más temibles que se presentaron
bajo el estandarte de la salvación de los pueblos. Los nuevos
líderes carismáticos se hicieron con el poder para preservar la ley
y el orden de la nación aún al precio de hacer marchar a la
humanidad al paso de la oca. Para comprender el cataclismo que supuso
el nacional-socialismo, para comprender ese imperio de muerte que fue
el fascismo, es preciso, nos dice Polanyi, tomar distancia: es
preciso remontarse a la Inglaterra de Ricardo.
La
gran transformación no es en esencia más que un inteligente y
logrado intento de comprender el fascismo, esa negra noche que
encadenó los sentimientos de humanidad.
(…)
Todos
los tipos de sociedades están sometidos a factores económicos. Pero
únicamente la civilización del siglo XIX fue económica en un
sentido diferente y específico, ya que optó por fundarse sobre un
móvil, el de la ganancia, cuya validez es muy raramente conocida en
la historia de las sociedades humanas: de hecho nunca con
anterioridad este rasgo había sido elevado al rango de justificación
de la acción y del comportamiento en la vida cotidiana. El sistema
de mercado autorregulador deriva exclusivamente de este principio.
(…)
Como
las máquinas complejas son caras, solamente resultan rentables si
producen grandes cantidades de mercancías. No se las puede hacer
funcionar sin pérdidas, más que si se asegura la venta de los
bienes producidos, para lo cual se requiere que la producción no se
interrumpa por falta de materias primas, necesarias para la
alimentación de las máquinas. Para el comerciante, esto significa
que todos los factores implicados en la producción tienen que estar
en venta, es decir, disponibles en cantidades suficientes para quien
esté dispuesto a pagarlos. Si esta condición no se cumple, la
producción realizada con máquinas especializadas se convierte en un
riesgo demasiado grande, tanto para el comerciante, que arriesga su
dinero, como para la comunidad en su conjunto, que depende ahora de
una producción ininterrumpida para sus rentas, sus empleos y su
aprovisionamiento.
(…)
En
relación a la economía anterior, la transformación que condujo a
este sistema es tan total que se parece más a la metamorfosis del
gusano de seda en mariposa que a una modificación que podría
expresarse en términos de crecimiento y de evolución continua.
Comparemos, por ejemplo, las actividades de venta del
comerciante-productor con sus actividades de compra. Sus ventas se
refieren únicamente a productos manufacturados: el tejido social no
se verá pues afectado directamente, tanto si encuentra como si no
encuentra compradores. Pero lo que “compra” son materias primas y
trabajo, es decir, parte de la naturaleza y del hombre. De hecho, la
producción mecánica en una sociedad comercial supone nada menos que
la transformación de la sustancia natural y humana de la sociedad en
mercancías. La conclusión, aunque resulte singular, es inevitable,
pues el fin buscado solamente se puede alcanzar a través de esta
vía. Es evidente que la dislocación provocada por un dispositivo
semejante amenaza con desgarrar las relaciones humanas y con
aniquilar el hábitat natural del hombre."
La gran Transformación
pues no es lo que yo buscaba y ademas yo soy maestra de historia y toda esa informacion es falsa no es verdadera y asme un fabor si bas apublicar algo aslo bien
ResponderEliminarSiendo profesora con esa ortografiá
EliminarExcelente análisis de como los los/el fenómenos económicos en estos siglos del XIX al XX se convirtieron en determinantes, imponiéndole su impronta a la sociedad sustrayéndola a convertir los aspectos económicos como los únicos determinantes, deviniendo el dios mercado (el dios consumo) como orientador de nuestras conductas.
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