Jaime Nieto - Nueva Revolución
Aunque el Banco Central Europeo tiene
como principales objetivos garantizar el crecimiento económico y la
estabilidad de precios, suele anteponer la segunda a la primera. En este
contexto, parece más justificada que nunca la defensa de las políticas
de crecimiento de inspiración keynesiana por parte de la izquierda.
Estas políticas, responsables de la “Edad de oro” del capitalismo (1945-1973)
construyeron los cimientos del Estado del Bienestar que comenzaron a
erosionarse tras la oleada neoliberal de los años 80. En la actualidad,
los continuadores de este nefasto legado arrecian en la demolición del
Estado del Bienestar argumentando que no es sostenible. Sin embargo, si
no queremos perder esta batalla, debemos empezar a reconocer que son el
propio capitalismo y la sociedad industrial las que no son sostenibles.
El conocimiento acumulado durante el último medio siglo, en especial
tras la publicación de Los límites del crecimiento (1972)
revela que el crecimiento no era más que un atajo. Hoy sabemos que este
atajo no solo no es posible, sino que ni siquiera es necesario para
lograr una economía justa. Por ello, en este artículo propongo 5 razones
por las que los agentes políticos progresistas deberían renunciar al
crecimiento y abrazar otros planteamientos para armar la alternativa
ante el ocaso de la revolución neoliberal.
-
Más crecimiento no supone mayor bienestar.
En efecto, a partir de cierto umbral que
suele situarse en torno a los 10.000-15.000$ per cápita, el crecimiento
económico no es capaz de elevar el nivel de bienestar. El gráfico
superior relaciona PIB per cápita (eje horizontal) y bienestar subjetivo
(eje vertical), lo que podría tacharse de una evidencia “no objetiva”.
Sin embargo, existen gráficos similares para el Índice de Desarrollo Humano (IDH) u otros índices “objetivos” como el Índice de Progreso Social.
En definitiva, parece absurdo que los países ricos sigan empeñados en
aumentar su PIB si ya cruzaron el umbral a partir del que ya no es capaz
de repercutir en el bienestar social.
-
¡Es mejor redistribuir!
Precisamente lo que nos indica el punto
anterior es que hay ingentes cantidades de PIB sobrante en los países
ricos que sí podrían ayudar a mejorar el bienestar en los países pobres.
Es más, hay ingentes cantidades de PIB sobrante en los percentiles más
ricos de la población que sí podrían ayudar a mejorar el bienestar de la
mayoría social. No solo eso, sino que como se puede ver en el gráfico
inferior, no existe correlación (ni positiva ni negativa) entre la
desigualdad (medida a través del índice de Gini) y el PIB per cápita.
Por lo tanto, el crecimiento por sí solo no representa una mejora para
la mayoría social. Por último, el PIB no es más que la suma de las
rentas del trabajo y las rentas del capital*, por lo que es vital
conocer cómo se distribuye el crecimiento. Por ejemplo, el artificial
crecimiento de España en los últimos años ha ido a parar
mayoritariamente a las rentas del capital en detrimento de los salarios.
No perdamos de vista las prioridades.
-
El crecimiento económico contra el cambio climático.
Existe abundante evidencia de que el
crecimiento económico está positivamente correlacionado con el
incremento de la contaminación atmosférica. No obstante, suele decirse
que el crecimiento genera, a la larga, inversiones sostenibles que hacen
disminuir las emisiones a partir de cierto nivel de PIB. Lo que se
observa más bien, en una analogía ecológica de la teoría del intercambio
desigual, es un traslado de la producción sucia a los países pobres
para su consumo, libre ya de polvo y paja, en los países ricos. Por lo
tanto, no es que se emita menos a partir de cierto nivel de PIB (o que
se haga con menor intensidad), sino que estas emisiones se desplazan de
lugar, aumentando en el cómputo global. La lucha contra el cambio
climático requiere replantearnos este modelo de economía.
-
¡El empleo no es rehén del crecimiento!
A estas alturas más de uno/a se estará
preguntando: pero, ¡¿qué pasa con el empleo?! En los primeros compases
de la crisis, solía escucharse que el empleo se recuperaría a partir de
que el país creciera por encima del 2%. Si bien es cierto que el
crecimiento ha estado tradicionalmente ligado al incremento del empleo,
esto no implica de ninguna manera que esta sea la única forma de tener
empleo.
Jackson y Victor (2011) muestran en el
gráfico superior, que la ausencia de crecimiento no solo no implica
pérdida de desempleo, sino que puede contribuir a reducir las emisiones.
Los escenarios asumen una misma tasa de empleo, pero en los escenarios 2
y 3 la jornada laboral se ha reducido sustancialmente y se ha operado
un cambio de modelo productivo hacia servicios ecológicamente
sostenibles. Mientras el PIB (izquierda) permanece igual (incluso
decrece), la tasa de empleo se mantiene y las emisiones (derecha) en
Reino Unido caen intensamente. El trabajo y la lucha contra el cambio
climático no son incompatibles: el crecimiento económico, sí.
-
Se trata de cambiar de objetivos.
El PIB, como indicador, es un auténtico
desastre. Algunos estudios apuntan, por ejemplo, que el PIB español
podría estar valorado un 20% por encima de la realidad.
Por su parte, la economía feminista nos enseña que deja fuera los
trabajos domésticos y la esfera reproductiva y de cuidados. Y existen
serias dudas de que incluirlo fuera a mejorar el bienestar de la
ciudadanía, no digamos ya el de las mujeres. Mientras, la economía
ecológica señala que la reparación de desastres naturales (como un
vertido de petróleo a un acuífero) o gastos meramente defensivos como el
presupuesto militar, suman al PIB cuando en realidad no tienen nada que
ver con una mejora de las condiciones de vida. El objetivo nunca
debería ser incrementar un indicador que arroja muchas dudas sobre su
veracidad, su capacidad para mejorar el bienestar y que genera impactos
medioambientales muy serios.
Más bien, se debería poner el foco en la
redistribución del ingreso y del empleo con la vista puesta en la
conciliación. Del mismo modo, distribuir los trabajos reproductivos que
actualmente recaen sobre las mujeres, ampliando el peso de aquellos
referidos a los cuidados. También avanzar hacia la democracia económica
(que las libertades democráticas no terminen en las puertas de los
centros de trabajo) y en la transición energética hacia un modelo
sostenible, compatible con la vida y bienestar de las personas. Si de la
persecución de estos objetivos se deriva un descenso en el PIB será tan
solo eso, una consecuencia. Ni el crecimiento ni tampoco el
decrecimiento deberían ser objetivos en sí mismos y, de ser así, se
estaría cayendo en el mismo error. Es hora de tomar las riendas de la
economía.
*Más impuestos menos subvenciones sobre producción e importaciones.
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