Pedro Ramiro - Diagonal
Con
la expansión del capitalismo global y el aumento del poder de las
grandes corporaciones, se han multiplicado por todo el planeta las
luchas
sociales que
ponen en cuestión la centralidad de las empresas transnacionales en
el modelo de "desarrollo".
En
las últimas décadas, confrontando la visión hegemónica que sitúa
al crecimiento económico y al sector privado como pilares del
"progreso" para toda la sociedad, han surgido múltiples
procesos de resistencia
que se enfrentan a la creciente mercantilización y privatización de
cada vez más esferas de nuestra vida.
Junto
con todas estas experiencias, impulsadas en buena medida por
organizaciones de la sociedad civil y movimientos sociales
emancipadores, han cristalizado también distintos
paradigmas
y marcos de referencia alternativos
a la modernidad capitalista.Con el objetivo de construir propuestas
de transición que sirvan para avanzar hacia economías y sociedades
post-capitalistas, estos nuevos discursos e iniciativas
contrahegemónicas van caminando con una triple perspectiva.
Primero,
con una dinámica
de resistencia:
investigando y denunciando la expansión del capital transnacional
para tratar de frenar sus impactos económicos, políticos, sociales,
ambientales y culturales.
Segundo,
en base a una
lógica de regulación:
formulando mecanismos de control y propuestas de redistribución que,
en el marco del actual modelo socioeconómico, sirvan para poner los
derechos de las personas y los pueblos, como mínimo, al mismo nivel
que esa lex mercatoria que protege con fuerza los negocios de las
grandes empresas.
Y
tercero, con la idea de apostar por la construcción
de alternativas:
impulsando y poniendo en práctica propuestas concretas que, teniendo
como horizonte la necesidad de construir modelos de desarrollo y de
sociedad diferentes al dominante, vayan arañando, aquí y ahora,
parcelas de autonomía y soberanía económica a las empresas
transnacionales.
Estas
dinámicas de resistencia, regulación y alternativa están avanzando
a un mismo tiempo, en paralelo y de forma dialéctica; todo ello, en
el marco de una lógica de proceso y con una perspectiva de
transición.
Puede
decirse que, en este contexto, las tres perspectivas son
complementarias y todas ellas, a la vez, interpelan a gobiernos,
empresas y organizaciones sociales a establecer otros sistemas
socioeconómicos que no tengan como pilar fundamental lo que Polanyi
denominó –refiriéndose a los orígenes del capitalismo y
constatando cómo "en el espacio de una generación toda la
tierra habitada se vio sometida a su corrosiva influencia"–
"el móvil de la ganancia".
Impactos, luchas y resistencias
Las
dinámicas de resistencia y de contestación social para enfrentar el
dominio del capital sobre la vida en el planeta vienen produciéndose,
en realidad, desde que las grandes corporaciones –al principio,
estadounidenses y, más tarde, también europeas y asiáticas– se
dedicaron a expandir
sus operaciones a otros países
para profundizar con su lógica de crecimiento y acumulación.
Puede
decirse, entonces, que hay una especie de hilo
rojo
que conecta las luchas del movimiento obrero a finales del siglo XIX
y comienzos del XX, con sus reclamaciones de mejoras en las
condiciones laborales y en el reparto de los beneficios
empresariales, con las que hoy tienen como protagonistas, por
ejemplo, a las comunidades locales y pueblos indígenas que se oponen
a la presencia de mineras y petroleras en sus territorios, pasando
por las campañas de resistencia que a lo largo del siglo pasado se
realizaron contra empresas como United Fruit Company –hoy Chiquita
Brands–, Nestlé, Shell, Nike o McDonald’s, y que hoy tienen
lugar frente a transnacionales como Telefónica, Coca-Cola,
Chevron-Texaco y Repsol.
En
el caso concreto de América Latina, además, estos procesos de
resistencia popular frente al capital transnacional resultaron
decisivos a la hora de contribuir a la conformación de las mayorías
sociales que, conforme fue avanzando la primera década de este
siglo, desalojaron de los gobiernos a los gestores del Consenso de
Washington y certificaron el fin de "la larga noche neoliberal".
Eso
sí, estos gobiernos de cambio, amortiguada la etapa de resistencia,
se debaten ahora entre una dualidad que, al fin y al cabo, es similar
a la que aquí pueden tener ahora los nuevos partidos y agrupaciones
ciudadanas que han apostado por el "asalto institucional" y
han de ejercer responsabilidades de gobierno: ¿optar por una
asociación táctica con las corporaciones transnacionales, que
suponga un avance en términos de regulación, o por una apuesta
estratégica por un modelo de desarrollo –construyendo una
propuesta alternativa– basado en paradigmas como el decrecimiento,
el buen vivir o el ecofeminismo?
Mecanismos de control
Moviéndose
en esa tensión constante entre regulación y alternativa, entre la
posibilidad de instaurar mecanismos de control para limitar el poder
de "los mercados" y la urgencia de construir propuestas
para avanzar en una transición post-capitalista, es justamente donde
se están moviendo la mayoría de las iniciativas que le están
disputando la centralidad del modelo socioeconómico a las grandes
empresas.
Y
como apenas existen espacios que no hayan sido colonizados por la
lógica de la propiedad privada y el crecimiento económico –dicho
de otro modo, en el capitalismo global no hay "afueras"–,
buena parte de estas experiencias funcionan mediante una combinación
de esa doble perspectiva de regulación y alternativa.
Como
parte de una misma propuesta de transición, se trata de combinar
las exigencias
tanto de mejorar la legislación existente como de crear
nuevas normativas a
nivel nacional e internacional –en términos de transparencia y
rendición de cuentas, de evaluación y seguimiento de las prácticas
de las grandes compañías, de una fiscalidad justa que subordine los
beneficios empresariales al cumplimiento efectivo de los derechos
humanos, etc.–, que estén dirigidas a los gobiernos e
instituciones multilaterales, con la puesta en práctica de
proyectos alternativos
que, partiendo de renovados paradigmas que no tengan como principio
fundamental "el móvil de la ganancia", sean impulsados por
las organizaciones de la sociedad civil para ir caminando hacia
nuevos horizontes emancipatorios que pongan en el centro la
diversidad, la colectividad, la democracia y la sostenibilidad de la
vida.
Ambas
vías se relacionan de forma dialéctica, teniendo presente que, como
afirma Miren Etxezarreta, "no es lo mismo una propuesta, un
medio, un instrumento alternativo para resolver un problema
específico, que una sociedad alternativa que tiene por objetivo
subvertir la existente".
Y,
además, se construyen dentro de una lógica de proceso, sabiendo que
–en palabras de esta misma autora– "la alternativa es el
propio proceso de lucha y transformación, un proceso que se tiene
que ir construyendo en la vida cotidiana, en la lucha por una
sociedad diferente".
Consolidadas y futuras experiencias de cambio
Empresas
recuperadas, monedas sociales, finanzas solidarias, comercio justo,
cooperativas de consumo agroecológico, proyectos de vivienda
comunitaria en derecho de uso, circuitos cortos de comercialización…
Hay
muchos ejemplos, cada uno en distinto grado y con diversa
potencialidad, de cómo es viable organizar las actividades humanas
de otra manera, al margen de la lógica de la acumulación
capitalista.
Mientras
algunos de ellos ya están contribuyendo a disputarle parcelas de
poder a las multinacionales, otros están en una fase más incipiente
y se constituyen como "laboratorios de experiencias" que, a
menor escala, sirven para ensayar prácticas social y ambientalmente
responsables, basándose en los principios de la economía solidaria,
feminista y ecológica.
Como
escriben Ramón Fernández Durán y Luis González Reyes, autores de
En
la espiral de la energía,
"de tener éxito, estas pequeñas experiencias crearán los
nodos de agregación y copia para la siguiente fase”; serán “los
faros imprescindibles, los bancos de prueba".
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