PRÓLOGO
la palabra más
importante
del diccionario es
mesura.
si no fuera por la
desmesura y vanidad
el mundo sería una
balsa de felicidad,
sin
padecimiento de amargura,
sin insatisfacción alienante1.
para alcanzar la
sostenibilidad, la humanidad tiene que incrementar el consumo de los
pobres del mundo y al mismo tiempo reducir la huella ecológica
humana total. hacen falta avances tec nológicos, cambios personales
y horizontes de planificación más largos. hace falta más respeto,
atención y equidad por encima de las divisorias
políticas.
conseguir esto llevará decenios, inclu so en las mejores
circunstancias. ningún partido político moderno ha obtenido un
amplio apoyo para un programa de este tipo2.
SOBRE LA MESURA Y SU
IMPORTANCIA
Creo que resulta muy
conveniente insistir en las dos palabras, tal vez, más importantes
del diccionario. Son
mesura
y
usura,
que resultan ser vocablos antípodas, pues la segunda,
usura,
junto con
acumulación
suponen la renuncia total de la primera.
La
mesura
es una herramienta indispensable para lograr un equilibrio social
entre el Primer Mundo y los cinco mundos restantes, que llamaremos
Los Otros Mundos. Herra-mienta que consideraremos y tendremos siempre
presente a lo largo del siguiente texto.
Actualmente se ha
instalado en el planeta Tierra una gene ralizada actitud de
usura
e insolidaridad humana sin límites. Una insolidaridad —espacial—
del Primer Mundo con el resto. Y una insolidaridad —temporal—
debida al despilfarro consu mista de los solventes del Primer Mundo
con respecto a las generaciones futuras, que heredarán el desastre
ecológico mundial que hoy estamos provocando con nuestra actitud de
excesos y despilfarras. En este sentido, el sociólogo Zygmunt
Bauman3
ha declarado: "Nuestros nietos pagarán la factura de nuestra
orgía consumista. [...] Un
5% de la
población mundial tiene el 33% de la riqueza, por lo que ningún
país por muy rico que sea puede aportar una solución a este
problema únicamen te por sí mismo. [...] Se invierte en países
lejanos con niveles bajos de vida con el objeto de sacar provecho de
esos entornos. En
1994 se
produjo una crisis en México y en
1997 en
Asia, en particular en Malasia. En
1998 se
produjo una catástrofe en Rusia, al año siguiente fue la debacle en
Brasil y en
2002,
Argen tina entró en bancarrota. Todas estas situaciones fueron
pro ducto de otras burbujas previas"4.
Este autor nos viene a decir que durante las dos últimas décadas
del siglo XX se vinieron desintegrando los lazos sociales vertebrados
durante la segun da mitad del siglo pasado.
Y es que tanto el Norte
como el Sur están enfermos de
des mesura.
En el Norte, de obesidad económica, y en el Sur, del raquitismo
provocado por el expolio del Norte.
El desarrollo humano y
la felicidad están indispensable mente condicionados a la calidad de
vida, pues sin ella, aparece la carencia de satisfacción de
necesidades humanas y por tanto carencia de felicidad y de desarrollo
humano. En estas condi ciones, se comprende que la única forma de
vencer a estas dos enfermedades sociales —obesidad y raquitismo—
es mediante lo que podemos denominar la "herramienta de la
mesura", expresada en dos conceptos diametralmente opuestos:
creci miento
y
decrecimiento5.
El Norte tendrá que
decrecer
—solo sus solventes—, pero ten drá que hacerlo mesurada y
transitoriamente para no llegar al extremo del raquitismo. Hay que
abundar en que tal vez el mayor escollo para que el Norte consiga
decrecer será que logre superar la adicción al
crecimiento
y al
consumismo.
Considerado esto, vemos
que los países de Los Otros Mun dos y las capas sociales insolventes
del Primer Mundo tendrán que
crecer.
Pero tendrán que hacerlo de forma mesurada y tran sitoria para no
caer en la obesidad.
En consecuencia, si las
personas
consumistas
del Norte y las
subconsumidoras
del Sur quieren sanar de sus enfermeda des, el Norte tendrá que
decrecer y
el Sur
crecer—
me refiero en el sentido económico—, pero tendrán que hacerlo
mesuradamen te.
Ello porque si, por ejemplo, durante algún tiempo el Sur crece,
aunque sea de forma mesurada, y el Norte sigue
creciendo igual
que lo está haciendo en la actualidad, se resentirá la
huella ecológica
y la capacidad de carga de la tierra. Si el Norte decrece, pero el
Sur no crece, se seguirán sucediendo muertes masivas por hambruna y
seguirá manteniéndose el raquitismo del Sur.
Por eso, tanto el
decrecimiento
del Norte como el
crecimien to
del Sur tienen que ser necesariamente mesurados, graduales y
simultáneos.
Hay autores que
declaran que el
desarrollo humano
se puede hacer sin
crecimiento.
Esto puede ser algo discutible, pues difícil mente se podrán
desarrollar humanamente poblaciones en las que la mayoría de sus
habitantes padecen de raquitismo físico y, en muchos casos, como
consecuencia, también mental. Cualquier ser vivo, como vimos en el
ejemplo de la mariposa6,
primero necesita crecer —fase de larva— para luego parar su
crecimiento y desarrollarse en toda su diversidad física e
intelectual. No hay que vivir para comer, hay que comer para .vivir.
No hay que vivir para crecer mucho, hay que crecer un poquito —y de
forma limita da en el tiempo—, lo imprescindible para poder vivir y
para poder tener un verdadero
desarrollo humano.
LA TAN PREGONADA
FELICIDAD DEL CRECIMIENTO ILIMITADO DEL NORTE
Según Clive Hamilton:
"Existe en la actualidad un amplio conjun to de pruebas que
arrojan serias dudas sobre la doble suposición de que un aumento del
crecimiento económico
incrementa el bien estar social y de que unos ingresos mayores
mejoran el bienestar individual" . Pero en la realidad no es
así, más bien al contrario; en los países más ricos, y con mayor
crecimiento,
la gente no es más feliz-, la gente tampoco es más feliz a medida
que se enri quece. Y es que, ¿cómo se puede ser feliz en un mundo
en el que para poder sobrevivir tienes que competir hasta la
anulación de tu prójimo? Cuando lo que sucede es que una buena
relación y cooperación es lo único que te va a aportar un estado
de amor y de felicidad. En este mundo no puede crecer la
felicidad
ni el desarrollo
humano.
En un mundo en el que
para sobrevivir tienes que condenar tu alma durante al menos la mitad
de su vida para las horas de trabajo; un trabajo totalmente enajenado
y frustrante. Un mundo en donde tienes que entregarte a un
consumismo
que promueve la insatisfacción constante y por tanto la infelicidad.
En efecto, el
consumista,
que busca la felicidad con el
con sumismo,
funciona con el siguiente mecanismo: pone toda su esperanza
depositada en determinado nivel de riqueza mate rial, pero una vez
alcanzado este nivel el consumista experi menta una sensación de
cierta insatisfacción —en buena parte promovida por el
marketing—
la cual, con la decisiva ayuda de, precisamente, el
marketing,
el consumista aspira superar a base de nuevos niveles de
satisfacción. Y así, sigue aspirando a más elevados niveles de
riqueza
y de
consumismo.
Este ciclo ascen dente se repite indefinidamente, una y otra vez.
Esto conecta con la necesidad de
crecimiento indefinido.
Paralelamente, exis te el "mono" de la competitividad con
los demás. Competitividad que nunca acaba y que nunca termina de
satisfacer del todo, pero que actúa como un catalizador del
crecimiento
y del
consu mismo -productivismo.
El
marketing
promueve continuamente la insatisfacción del consumista —germen de
la infelicidad— para que no deje ni un solo momento de consumir
productos que no le son en abso luto necesarios, pero que sacian solo
parcial y momentáneamen te una nueva pseudonecesidad
o necesidad creada artificialmente, a su vez, por el propio
marketing.
Y es que el
mercado
y el
creci miento
necesitan indispensablemente crear consumistas insa ciables,
consumistas infelices y competitivos. En esto consiste la gran
"felicidad" tan pregonada por el Norte en pleno
creci miento.
Este fenómeno está muy bien expresado en una frase de Tim Flannery
de elogio a Clive Hamilton: "Los sistemas econó micos y
políticos mundiales nos han hecho unos ricos desgra ciados"8.
Y es que por la vía
del
crecimiento ilimitado
y del
desarrollismo
no se encontrará la salida al complejo problema de la felici dad y
del desarrollo humano. Y se podría decir que ese verdadero camino
hacia la felicidad y el desarrollo humano debe de pasar
necesariamente, al menos en una buena parte, por un tránsito desde
la
pseudo-felicidad urbana
al
buen vivir rural que
preconiza Daniel Suárez —ex dirigente
deipachakutik9—
y la mayor parte del movimiento indígena andino.
Tenemos que dejar de
seguir buscando esa "felicidad" en el amontonamiento de
colmenas humanas situadas en un espacio urbano pensado
fundamentalmente para los coches y el
consumismo.
La aparición de la necesidad de ir al super mercado con el coche a
un descampado de las afueras fue una gran fuente de infelicidad que
nos hacía depender imperiosa mente del coche.
Para llegar a la
felicidad es preciso saber disfrutar de lo pequeño, de lo próximo,
de lo local. Saber huir y no dejarse arrastrar por la fuerte
corriente de
inducción
a la
adición;
ya se sabe, dos de las cuatro peores palabras del diccionario. No
dejarse deslumbrar por lo grande, lo lejano, lo mediatizante. No
dejarse arrastrar por lo grande, porque ello implica exceso de
agresión a los recursos. No dejarse atraer por lo lejano, por que
ello supone la necesidad de un excesivo gasto de energía para el
desplazamiento; hay que evitar esto, ya que los materia les
energéticos se encuentran en cantidades limitadas dentro de nuestro
planeta y también porque originan contaminación atmosférica y
cambio climático, que en definitiva resulta inevi table que no sea
apocalíptico. Y por último, no dejarse imbuir por lo mediatizante,
porque dejarte mediatizar significa perder tu identidad y tu
libertad.
Ese omnipresente
ensalzamiento del "ciudadano" —que en realidad no es otra
cosa que el consumista de la urbe— tiene necesariamente que
desaparecer y se tiene que volver a revalorizar el natural y
necesario mundo rural, de forma similar a como lo revalorizaron los
románticos justo después de la revo lución industrial.
Y tener en cuenta que
todas estas precauciones no supone que debamos regresar al neolítico.
No podemos, ni debemos, ser tan necios, que después de millones y
millones de años de acumulación de conocimiento y de creación de
sabiduría no sepamos utilizar, precisamente, esa enorme sabiduría
acumu lada. Que, al final, solo sepamos tirar toda esa sabiduría por
la borda. O que al final, lo único que sepamos sea acumular
arte factos inútiles e innecesarios y acumular esa entelequia
absur da que es la crematística. Es muy lamentable que después de
haber demostrado tanta sabiduría a través de tanto invento, y del
ingenioso uso del ingenio, no sepamos hacer uso de todo nuestro
conocimiento acumulado. No podemos caer en la ne cedad de suicidarnos
atragantándonos con el
consumismo.
Es necesario superar todos estos errores y subir hasta un grado de
pensamiento que nos permita, al fin, saber utilizar esta acumu lación
de conocimiento para generar y conservar la vida, esta vida evolutiva
y dinámica. Que, al fin, sí que sepamos usar esta sabiduría para
acabar —como sí que es posible hacer— con el
trabajo enajenado-asalariado.
En definitiva, debemos empe zar a aprender a saber utilizar
el saber.
NOTAS
1. Reflexión del
autor.
2. Meadows, Meadows y
Randers (2006):
Los límites del crecimiento, 3o años des pués,
Círculo de Lectores, Galaxia Gutemberg, Barcelona.
3. Sociólogo polaco
que comparte, junto al francés Alain Touraine, el Premio de
Comunicación y Huma-nidades, autor de ensayos de éxito como
Vida líqui da
(Paidós) y
Miedo líquido
(Paidós).
4. Roberto Tuñón:
"Nuestros nietos pagarán la factura de nuestra orgía
consumis ta", entrevista a Zygmunt Bauman,
Público,
21 de octubre de 2010.
5. Casi siempre que
mencionemos crecimiento o decrecimiento, sin más indica ción, nos
referiremos al crecimiento o decrecimiento económico.
6. Julio García
Camarero
(3010):
El decrecimiento feliz y el desarrollo humano.
Los Libros de la Catarata, Madrid, pp. 1077108.
7. Klive Hamilton
(3006):
El fetiche del crecimiento.
Editorial Laetoli, p. 43.
8. Ibídem,
contraportada.
9. El Movimiento de
Unidad Plurinacional Pachakutik-Nuevo País es un partido indigenista
situado en un ala izquierda de Ecuador.
El crecimiento mesurado y transitorio en el sur
JULIO GARCÍA CAMARERO
2013
El crecimiento mesurado y transitorio en el Sur
PVP: 20 euros (IVA incluido)
392 páginas Formato: 13,5x21 cm ISBN: 978-84-8319-812-4 Ref: ID110 abril 2013
392 páginas Formato: 13,5x21 cm ISBN: 978-84-8319-812-4 Ref: ID110 abril 2013
La Tierra es un sistema complejo que el autor divide en seis mundos, en lugar de los tres clásicos en los que se suele dividir actualmente —Primero, Segundo y Tercer Mundo—. Es decir, en realidad, existen, además del Primer Mundo —prepotente, solvente y consumista—, otros cinco bastante depauperados, llenos de deudas y poco solventes. La cuestión es, ¿hay que exigir a estos otros mundos un decrecimiento feliz como ya debería haber hecho el Primer Mundo? O, por el contrario, ¿deben iniciar un crecimiento mesurado y transitorio? En definitiva, estas páginas pretenden esbozar algunas observaciones y unas “hojas de ruta” que indiquen, en líneas generales, qué tipo de actividades y comportamientos pueden ser apropiados en la sociedad para que esos “Otros Mundos” lleguen a alcanzar un crecimiento mesurado y transitorio y un desarrollo humano. Este es el último libro de una trilogía sobre el “decrecimientro”, tras El crecimiento mata y genera crisis terminal y El decrecimiento feliz y el desarrollo humano.
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