Esther Vivas
Cuando hablamos de agricultura y alimentación, pocas veces hacemos referencia al papel clave que las mujeres han tenido y tienen en la producción, la distribución y el consumo de los alimentos. Como todo trabajo de cuidados, la comida ha quedado relegado al baúl de los invisibles. Pero, la agricultura y la alimentación tienen nombre de mujer, y es imprescindible visibilizar y dar valor a lo que comemos y a cómo comemos, señalando que esto es cosa de todos.
El cultivo de los alimentos, especialmente las huertas a pequeña escala, ha sido tradicionalmente un trabajo femenino. En los países del sur, todavía hoy, entre un 60 y un 80% de la producción de la comida se encuentra en manos de las mujeres. A pesar de esto, son las mujeres y las niñas, según datos de la FAO, las que más pasan hambre: un 60% del hambre crónica las golpea de lleno. ¿Por qué? Las mujeres trabajan la tierra, la cultivan, recolectan los alimentos, pero no tienen acceso a su propiedad, al crédito agrícola… y, consecuentemente, no reciben el fruto de lo que producen.
Pero no hay que ir a los países del sur para ver que el modelo agrícola y alimentario actual tiene un impacto negativo en las mujeres: aquí, cuántas campesinas han trabajado toda la vida en el campo y, en cambio, no han constado nunca en ningún papel, no han cotizado a la seguridad social. Vivimos en un sistema patriarcal que invisibiliza y no valora el trabajo de las mujeres. La agricultura y la alimentación son un ejemplo claro.
El modelo agroalimentario actual es irracional, no sólo porque se basa en alimentos kilométricos, cuando podríamos consumirlos de proximidad; acaba con la agricultura local, en lugar de defender un mundo rural vivo; apuesta por unas pocas variedades agrícolas, cuando se pueden recuperar tantas semillas antiguas; es adicto a los pesticidas y los transgénicos, con lo que ello implica para nuestra salud y la del planeta, en vez de invertir en agricultura ecológica … sino que, además, condena al hambre y al anonimato a las que tienen un papel central en la producción de la comida: las mujeres.
Cuando hoy emergen alternativas a una agricultura industrial e intensiva que ha fracasado, en ellas las mujeres tienen un papel central. Nueva agricultura y en femenino es la que encontramos en muchos lugares del territorio, donde mujeres campesinas, a menudo jóvenes, se ponen delante de la finca y apuestan por otra agricultura y alimentación que sitúa en el centro a las personas y a la tierra. Grupos y cooperativas de consumo en el que las mujeres tienen un peso clave. Experiencias de aprovechamiento y reciclaje de la comida, “fogones móviles” y cocinas populares, con mujeres al frente. Huertos urbanos, que ocupan solares y terrenos abandonados, con una presencia femenina importante.
Alternativas que reivindican la soberanía alimentaria, la capacidad de decidir, nosotros (campesinado y consumidores), sobre lo que se cultiva y lo que se come. Una alternativa que debe ser necesariamente feminista y apostar por la igualdad de derechos, reivindicando el acceso a los medios de producción de los alimentos (tierra, agua y semillas) en igualdad de condiciones, tanto para hombres como para mujeres.
Al recuperar el interés por lo que comemos, de dónde viene, cómo ha sido producido… damos valor, de nuevo, a algo tan esencial como la agricultura y la alimentación. La compra de la comida y la cocina en casa sigue siendo, en buena medida, territorio de mujeres. Un trabajo, a menudo, ni reconocido ni valorado, pero imprescindible, que sostiene el trabajo productivo, que sí valora el capital. Señalar su importancia, hacer que cuente, y dejar claro que es responsabilidad de todas y todos es el primer paso para empezar a cambiar las cosas y hacer que nuestras vidas sean más justas, sanas y, en definitiva, vivibles.
*Artículo publicado inicialmente en catalán en Etselquemenges.cat, 12/11/2013.
Hola.
ResponderEliminarAnte todo me gustaría felicitaros por el blog, por dar a conocer cosas y criticar temas que casi nadie parece atreverse a cuestionar. Tan sólo le veo una pega, algo que en mi opinión le pesa mucho y por lo que no logro sintonizar completamente con el, y es la cantidad de referencias de corte feminista que hay. No me gusta cuando se mezcla el feminismo con estas causas revolucionarias y críticas con el sistema imperante, cuando precisamente el feminismo va asociado al progresismo y sus valores igualitaristas.
Por otro lado, soy hombre y me molesta sobre manera cuando leo textos que encumbran a "la mujer" y parecen olvidar lo que sufrimos nosotros con este sistema injusto, es una forma de sexismo encubierto, en el fondo. Agustín Lopez Tobajas en su "Manifiesto contra el progreso" supo darse cuenta de la relación de este con el feminismo y dedica un capítulo entero a exponer las mentiras de dicha ideología.
Si hablárais de personas, de seres humanos en general, en lugar de "la mujer", creo que el blog mejoraría bastante y sería más riguroso y serio. Pero bueno, sólo es una apreciación mía, que creo que mucha más gente, sobre todo hombres cansados de sexismo, compartirán.
En definitiva, creo sinceramente que una cosa es estar en contra del progreso y abogar por un decrecimiento y otra muy distinta el feminismo. Los problemas del progreso son mucho más profundos y hunden sus raíces en algo más complejo que las cuestiones "de género". Nos afecta a todos, independientemente de nuestro sexo.