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Una reformulación feminista del Decrecimiento y el Buen Vivir

Laura Pérez Prieto y Mónica Domínguez-Serrano -
Una reformulación feminista del Decrecimiento y el Buen Vivir. Contribuciones para la sostenibilidad de la vida humana y no humana

"Esta comunicación plantea una revisión feminista de paradigmas emergentes como el Decrecimiento y el Buen Vivir y propone un diálogo entre estas filosofías y políticas alternativas para salir del ideario dominante y construir una economía para la vida, con propuestas concretas en las que se establecen relaciones igualitarias y armónicas entre mujeres, hombres y naturaleza. Para ello, se toma el enfoque de la sostenibilidad de la vida humana, formulado por la Economía Feminista, y estrechamente vinculado con a) la reproducción de las condiciones de vida en situación de justicia e igualdad para todos los seres humanos y b) la despatriarcalización, desmercantilización y universalización de esos cuidados. Finalmente, con el objetivo de superar escisiones y proponer una visión más completa de la sostenibilidad, se complejiza y enriquece esta perspectiva con las aportaciones primeras para hablar de la sostenibilidad de la vida humana y no humana, incorporando a las relaciones de interdependencia y cuidado humanos, las relaciones de ecodependencia y el cuidado a la naturaleza, como sujeto de derechos

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A pesar de haberse estudiado la convergencia crítica y las potencialidades de los vínculos políticos entre el Feminismo y el Decrecimiento (Tudela 2008, Herrero 2012, Monsangini 2012a y 2012b), se observa que los pensadores más destacados e internacionalmente reconocidos, no incluyen esta perspectiva.  

Como establece el grupo de Decrecimiento Feminista Vasco Deazkundea: “ resulta descorazonador constatar que una disciplina crítica como el Decrecimiento ignora habitualmente el prolijo desarrollo teórico feminista, e incluso en algunos casos se encuentran textos que se apropian de sus aportes sin reconocer su origen y desactivando su carga ideológica” (Grupo Deazkundea 2013:2).

Este colectivo cuestiona algunos conceptos clave justamente para que la práctica del Decrecimiento sea coherente con la óptica feminista, haciendo especial hincapié en el concepto de trabajo y específicamente en el trabajo de cuidados, que no aparece a menudo explicitado en los ensayos divulgativos de la teoría y la práctica Decrecentista. El grupo vasco, incluye el necesario trabajo de cuidados en el esquema de las 8 R de Latouche (2008), modificando 3 de ellas: la Reconceptualización, la Reestructuración y la Relocalización.

En la Reconceptualización, el Decrecimiento define qué es la riqueza y la pobreza y pone en tela de juicio que el objetivo de la vida humana sea la producción industrial y el consumo. Un análisis feminista, requeriría también, una Reconceptualización de la idea de trabajo para incluir en él la dimensión de cuidados, que sí que sería un eje central de la existencia humana. 

En segundo lugar, el Decrecimiento define la Reestructuración como la transformación del aparato de producción y las relaciones sociales en función del cambio de valores. En este sentido, el Feminismo llama la atención sobre la necesidad de meter en esa transformación a los hogares y familias, que pertenecen al “ámbito de lo privado”, pero que son instituciones sociales que reproducen esquemas de desigualdad y en las que no se asume el trabajo de cuidados por igual. Reestructurar, sería según este colectivo, realmente transformador, si pasara por sacar las necesidades de cuidado del mercado, reduciendo la dependencia de él y aumentando la capacidad de resiliencia del sistema humano. 

Relocalizar sería para este paradigma emergente, producir de manera local y sostenible, a través de canales cotos de producción y consumo. El enfoque feminista propone al respecto, que para satisfacer una necesidad básica como el cuidado, también habría que relocalizar estos trabajos y frenar un problema de carácter internacional como las cadenas de cuidados, que están provocando feminización de la pobreza y de las migraciones. 

A partir de estas reformulaciones y algunas otras hechas por ecofeministas y ecologistas feministas (Herrero 2012; Mosangini 2012a y 2012b), se incorporaría la perspectiva del cuidado de la vida desde una dimensión más amplia que la ecológica, asegurando no sólo la justicia ambiental, sino también la justicia de género. 

De esta manera, este movimiento, que se postula con muchas potencialidades en los países del Norte global, se convierte en incluyente para todos y todas y se postula, tal y como pretende, como un marco de encuentro con otras iniciativas sostenibles como la agroecología, los movimientos altermundistas, campesinos, o el Buen vivir, compuestos por hombres y mujeres que reivindican cuidados para la naturaleza, pero que también deben hacerse conscientes de su necesidad de ser cuidados/as."

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