Cuenta
una vieja leyenda
hindú
que en los albores de la humanidad todos los hombres que habitaban la
tierra eran dioses. Podemos imaginar como sería la vida para esos
dioses humanos que se divertían sin fin llegando incluso a abusar de
su estrenada divinidad. Tal fue el abuso que comenzaron a realizar el
mal, algo ante lo que Brahma
(dios
supremo) se vio obligado a reaccionar. Decidió que era necesario
hacer del inmortal y divino hombre un ser mortal con cualidades
limitadas. Así pues, el don que se le había dado sería escondido
en algún lugar donde jamás pudiera encontrarlo.
Brahma
se reunió con todos los dioses menores con el fin de buscar el mejor
de los escondites para la inmortalidad y divinidad del hombre. Pero
el gran problema se manifestó al darse cuenta de que era imposible
dar con ese recóndito e inaccesible lugar.
Cuándo
alguien dijo “Esconderemos la divinidad del hombre en lo más
profundo de la tierra” se dieron cuenta de que sería absurdo, el
hombre sabía cavar perfectamente así pues llegaría un momento en
el que daría con ella.
Propusieron
entonces sumergirla en lo más profundo de los océanos, pero Brahma
no lo vio nada claro “ tarde o temprano el hombre aprenderá a
sumergirse en el océano y también allí lo encontrará”.
La
última de las propuestas de los dioses hablaba de la montaña más
alta de la tierra. Pero al parecer Brahma tenía muy claro que el
hombre conseguiría subir a todas y cada una de las montañas, por
tanto también lo terminaría encontrando.
Los
dioses estaban agotados, no sabían que hacer. Empezaban a pensar que
no había lugar en la tierra en el que pudieran esconder la divinidad
del hombre. Pero justo en el momento en el que iban a tirar la toalla
Brahma lo vio claro “Escondedla dentro del hombre mismo; jamás
pensará en buscarla allí”.
Así
pues ocultaron en el interior de cada ser humano su parte más
divina, algo que jamás encontraría a pesar de cavar hasta lo más
profundo, recorrer el fondo marino o subir a la montaña más alta de
la tierra. Algo que siempre llevaría consigo mismo sin notarlo ni
verlo.
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