La
mañana se despereza.
La
mar embravecida abate las olas contra el acantilado, del aire gélido
emanan efluvios envueltos en sal, el viento alborota los cabellos de
la Anciana, que sostiene su espalda recta sobre una roca
haciéndose una con ella.
Cierra
los ojos, una leve sonrisa ilumina su rostro.
Va
amainando el temporal, remite la fuerza del viento, se debilita
el golpeo del oleaje contra los arrecifes, el ritmo de los embates se
acompasa a la respiración de la veterana Guerrera, los
latidos del corazón se ajustan con la danza del universo, que
ensordece el paisaje que acompaña a las nubes grisáceas.
Se
siente a gusto consigo misma, es consciente de su presencia, el
sosiego se apodera de ella.
Antaño
desafió a las tormentas, se rebeló contra las imposiciones y las
injusticas.
Hogaño
sigue combatiendo.
Rampante,
la energía por la columna progresa, el aire llena sus pulmones, la
paz se hace presente, Amante cuidadora, domina sus pasiones y
sus deseos, es conocedora de si misma, de su ser interior, posee una
visión clara de la vida, sabe que lo que recibe es lo que da.
Los
pulmones se vacían de nuevo, las emociones se acallan
Yama,
le enseña el camino, la sabia Curandera se sabe consciente de
su fragilidad que mediante un acto de alquimia transforma en amor
incondicional.
Un
velero bergantín se contempla en el horizonte, navega por un océano
ya enmudecido. El cielo despejado es iluminado por el sol.
Hambrienta
de luz, la mente abandonada contempla la ceremonia silenciada, la
sensibilidad perceptiva se agudiza, de repente...
La
sacerdotisa emite un sonido aprendidos en la Isla de la Sirenas.
Om
Mediante
la eufonía se invoca la presencia y el poder de la madre.
Con
certidumbre, un acto de fe y coraje, abre su ser a la Influencia
Divina, dispuesta para la percepción del Poder Divino.
(...)
La
Madre Diosa aporta su Fuerza y su Luz, que recibe con gratitud...
Consagrándose
a lo Divino