Ángeles Caso - Faro de Vigo
El artículo "Lo que quiero ahora", publicado el 22 de enero de 2012 en el Magazine que distribuye los domingos FARO DE VIGO, ha sido galardonado con el prestigioso premio Julio Camba de Periodismo. Tras conocer el fallo del jurado, hecho público esta misma semana en Pontevedra, la autora, Ángeles Caso, aseguró que el texto versa sobre "las cosas verdaderamente importantes de la vida". Éste es el artículo reconocido.
Será porque tres de mis más queridos amigos se han enfrentado inesperadamente estas Navidades a enfermedades gravísimas. O porque, por suerte para mí, mi compañero es un hombre que no posee nada material pero tiene el corazón y la cabeza más sanos que he conocido y cada día aprendo de él algo valioso. O tal vez porque, a estas alturas de mi existencia, he vivido ya las suficientes horas buenas y horas malas como para empezar a colocar las cosas en su sitio. Será, quizá, porque algún bendito ángel de la sabiduría ha pasado por aquí cerca y ha dejado llegar una bocanada de su aliento hasta mí. El caso es que tengo la sensación -al menos la sensación- de que empiezo a entender un poco de qué va esto llamado vida.
Casi
nada de lo que creemos que es importante me lo parece. Ni el éxito, ni
el poder, ni el dinero, más allá de lo imprescindible para vivir con
dignidad. Paso de las coronas de laureles y de los halagos sucios. Igual
que paso del fango de la envidia, de la maledicencia y el juicio ajeno.
Aparto a los quejumbrosos y malhumorados, a los egoístas y ambiciosos
que aspiran a reposar en tumbas llenas de honores y cuentas bancarias,
sobre las que nadie derramará una sola lágrima en la que quepa una
partícula minúscula de pena verdadera. Detesto los coches de lujo que
ensucian el mundo, los abrigos de pieles arrancadas de un cuerpo tibio y
palpitante, las joyas fabricadas sobre las penalidades de hombres
esclavos que padecen en las minas de esmeraldas y de oro a cambio de un
pedazo de pan.
Rechazo el cinismo de
una sociedad que solo piensa en su propio bienestar y se desentiende del
malestar de los otros, a base del cual construye su derroche. Y a los
malditos indiferentes que nunca se meten en líos. Señalo con el dedo a
los hipócritas que depositan una moneda en las huchas de las misiones
pero no comparten la mesa con un inmigrante. A los que te aplauden
cuando eres reina y te abandonan cuando te salen pústulas. A los que
creen que solo es importante tener y exhibir en lugar de sentir, pensar y
ser.
Y ahora, ahora, en este momento
de mi vida, no quiero casi nada. Tan solo la ternura de mi amor y la
gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras
de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un
par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al
que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más
hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y
dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila.
También
quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu crítico por los que
pago con gusto todo el precio que haya que pagar. Quiero toda la
serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de
lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente de
menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido
a mi lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez
que algo lo merezca, pero no quejarme de ninguna tontería. No
convertirme nunca, nunca, en una mujer amargada, pase lo que pase. Y que
el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que
valió la pena que yo anduviera un rato por aquí. Solo quiero eso. Casi
nada. O todo.
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