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La insoportable insostenibilidad de la “sostenibilidad”: en defensa del decrecimiento del sistema sanitario

Abel Novoa - nogracias.eu

Nos han llamado para dar nuestra opinión sobre el Proyecto de Ley de  Garantías y Sostenibilidad del Sistema Sanitario Público de Andalucía.

Cuando se habla de sostenibilidad es frecuente ignorar que el concepto no es neutro: asume la necesidad de crecimiento.
Pero ¿estamos condenados a crecer en gasto sanitario?
Pues no está claro. 

La compulsión por el crecimiento nace de un círculo vicioso que establece su inevitabilidad.


Como dice Serge Latouche:

“Colonizada por la lógica financiera, la economía es como un gigante desequilibrado que solo sigue en pie gracias a una carrera perpetua que lo arrasa todo a su paso”

Y continua:

” La dictadura del índice de crecimiento fuerza a las sociedades desarrolladas a vivir en régimen de sobrecrecimiento, es decir, a producir y a consumir fuera de toda necesidad razonable” (pag 38)
Asumir que el sistema sanitario es sostenible implica aceptar como inevitable su crecimiento y eso es empezar mal. ¿Por qué?
Porque el sistema sanitario crece desde hace décadas sin ofrecer “casi nada” a cambio. 

Hablar de sostenibilidad es un intento de “salvar” el crecimiento, es decir, asumir que en los próximos años seguiremos consumiendo atención sanitaria “fuera de toda necesidad razonable”.
Por eso, impugnamos el Proyecto de Ley de  Garantías y Sostenibilidad del Sistema Sanitario Público de Andalucía desde su base: en atención sanitaria, un crecimiento, incluso sostenible, es ya insostenible. 


Los británicos utilizan la expresión “the elephant in the room” para señalar esos problemas que por considerarse imposibles de solucionar no son abordados, prefiriéndose entonces buscar falsas soluciones simplemente porque son factibles. 

El gasto sanitario tiene varios elefantes que deberíamos identificar antes de concluir que la ley de sostenibilidad andaluza propone (de nuevo) falsas soluciones y obvia verdaderas alternativas a la insostenible sostenibilidad


Primer elefante: el gasto sanitario ha aumentado de manera imparable e implacable (por encima del crecimiento de la riqueza de las naciones) en las últimas décadas


En España, desde 1990, el gasto sanitario ha aumentado una media anual cercana al 3%, casi tres veces superior a la media de crecimiento del PIB (ver arriba)


El gasto sanitario crece por varios motivos: precios, cobertura poblacional, determinantes demográficos y la prestación real por persona.

Siguiendo los datos del trabajo arriba referenciado, más o menos, el 50% del crecimiento del gasto sanitario en los últimos 15 años se debe al incremento de la prestación real por persona, es decir, a que hacemos más cosas a los pacientes y lo hacemos con mejor calidad.


El problema es que “hacer más cosas y con mejor calidad” no consigue mejorar los resultados en salud en España (y en casi todos los países desarrollados) desde hace décadas: estamos en la curva de rendimientos decrecientes. 

Por más que invirtamos, debido a algunos de los elefantes que ahora señalaremos, no mejorarán los resultados


Y ese es el primer elefante al hablar de sostenibilidad: es dudoso que el gasto sanitario pueda ser algún día sostenible, pero si lo consiguiéramos, sería muy probablemente “para nada”. 

Que sea sostenible, que sea posible financiar el crecimiento del gasto, no significa que sea efectivo; y un crecimiento inútil es insostenible. 

Es como hablar del crecimiento sostenible de un cáncer. 
Un elefante se balanceaba en la parte plana de la curva y como veía que no se rompía fueron a buscar a otro elefante


Segundo elefante

Si el crecimiento del gasto sanitario no obtiene mejoras en los resultados en salud desde hace décadas eso significa que en la parte plana de la curva debemos estar desperdiciando mucho dinero.


Donald Berwick señaló que en EE.UU aproximadamente entre el 21 y el 47% de todo el presupuesto  se está desperdiciando. Un tercio, en lo que denomina sobre-tratamientos.




http://www.quotidianosanita.it/allegati/allegato3684537.pdf

Recientemente la OCDE ha publicado un interesante documento en el que se señalan categorías de ineficiencia, agentes y causas


Hemos traducido este útil gráfico donde podemos ver tipos de ineficiencia (clínica, operativa o de gestión y de gobierno o regulación), agentes implicados (pacientes, clínicos, gestores y reguladores) y causas o drivers, de menor a mayor voluntariedad (errores, sesgos y decisiones subóptimas, problemas organizativos y de coordinación, incentivos inadecuados y fraude y corrupción).
Entre paréntesis hemos asignado, cruzando diferentes datos (es una estimación propia), el porcentaje de ineficiencia que correspondería a cada categoría. 

En nuestra opinión, la mayoría de la ineficiencia del sistema es culpa de gestores y reguladores/políticos, no de los profesionales, como muchas veces se quiere transmitir. 


Por tanto, el segundo elefante es que en la parte plana de la curva hay un enorme margen para mejorar la eficiencia antes de hablar de seguir creciendo, aunque sea de manera sostenida.
Un crecimiento nunca será sostenible mientras sustente las altas tasas de ineficiencia que existen en el gasto sanitario. 


La ineficiencia de los presupuesto sanitarios públicos supone un porcentaje del PIB de las Comunidades Autónomas (CCAA) (entre el 10 y el 15%) mayor que el que supone la deuda pública.
Es decir, en gran medida, la deuda de las CCAA es debida a la ineficiencia de los presupuestos sanitarios.


En 2014, 4.076 millones de euros de déficit.

En los próximos años se ha calculado un déficit sanitario acumulado de 37.000 millones. 

Y el déficit se paga mediante créditos que hay que devolver con intereses, es decir, hay que producir más de lo que se ha recibido para devolver las deudas, con lo que es inevitable la necesidad de seguir creciendo para poder pagar lo que se debe.
Un sistema que requiere ser financiado mediante déficit es insostenible y está abocado a generar más déficit. 




http://elpais.com/elpais/2012/05/07/opinion/1336407125_340768.html
Como dice el economista de la salud Enrique Costas Lombardía

“Nuestro sistema de salud nunca ha sido viable: siempre se ha pagado con impuestos más deuda”

Dos elefantes se balanceaban en la parte plana de la curva, y como veían que no se rompía, fueron a buscar a otro elefante


Tercer elefante: ¿Por qué hacemos más cosas a la gente en sanidad?


Por que los ciudadanos están cada vez más mayores. 

La pirámide poblacional se está invirtiendo debido a que cada vez se vive más y nacen menos niños


La edad de vida media va a seguir incrementándose en las próximas décadas, inevitablemente


Y las personas mayores gastan más recursos sanitarios: una persona de 85 años, cuatro veces más que otra de 44


En un futuro no muy lejano tendremos cada vez más necesidades debido a que, sencillamente, habrá más personas mayores. Pero, eso sí, menos población activa para pagarlas: de 4 trabajadores por cada persona mayor de 65 años pasaremos a 1,5 trabajadores en 2060.


Todos los estudios que cruzan envejecimiento e innovación tecnológica nos sitúan ante un escenario absolutamente insostenible


Este es el tercer elefante: la mayoría de la ineficiencia en la parte plana de la curva se produce en la atención a nuestros enfermos más frágiles: ancianos, crónicos y moribundos.

Cualquier estrategia de sostenibilidad debe centrarse en disminuir la ineficiencia en la atención sanitaria de unas poblaciones especialmente necesitadas de atención, cuidados, y sumamente vulnerables. 

¡Pedazo elefante!
El sostenido envejecimiento poblacional y aumento de la cronicidad hace insostenible el sistema sanitario en su actual conformación.


A la pregunta de si es posible limitar la utilización de tecnologías en ancianos y enfermos crónicos sin que ello suponga una minusvaloración de la vejez o los más débiles, Callahan responde un “por supuesto”: no solo es posible, sino deseable
La medicina debe ser capaz de responder a las inquietudes ambivalentes que persistentemente muestran los ancianos y crónicos:


  • Tratamientos excesivos que prolonguen vidas humillantes (dependientes, dementes..) o generen agonías intervenidas por procedimientos dolorosos
  • Ser abandonados o desatendidos si llegan a estar críticamente enfermos y que a nadie le importe su destino
No es el envejecimiento ni la muerte en sí misma lo que resulta censurable sino el envejecimiento cruel y la muerte indecorosa, retos para los que son la política y los cuidados los que pueden dar respuestas y, en mucha menor medida, la medicina científica y la tecnología impulsados por el mercado y este falso altruismo que es la lucha por una vida más larga.

Esta perspectiva requiere una reflexión de base comunitaria:
La búsqueda colectiva del valor de la ancianidad y la cronicidad, el lugar respetado que deben ocupar los viejos en la sociedad, es la alternativa a esta pelea desesperada por sobrevivir a la que contribuye la biomedicina mientas agota los recursos necesarios para otras necesidades” (D. Callahan)


Cuarto elefante

Pero además del envejecimiento, la otra causa de “hacer cada vez más cosas a los enfermos” es la continua innovación tecnológica.


Los intereses económicos han introducido unos condicionantes estructurales que no se están considerando a la hora de valorar la sostenibilidad


El primero es que en la actualidad el mercado de la salud es el más rentable de todos. Cualquier estrategia de sostenibilidad debería preguntarse por qué la salud es el mercado más rentable.


La respuesta es que la salud es el mercado perfecto porque no se agota; no tiene punto de saturación

La definición de salud en sus tres acepciones (optimización, normalidad estadística o función) lleva implícita la imposibilidad de establecer límites. 

No hay límites lógicos o técnicos a la posibilidad de mejorar las capacidades, lo que se considera un funcionamiento adecuado o normal. 

En la actualidad, es la innovación tecnológica la que va ampliando los límites de lo considerado salud. Mientras esa “ampliación tecnológica de la salud” siga siendo igual de rentable y los sistemas de salud sigan financiándola, el ogro seguirá comiendo. 


El contexto de generación de conocimiento ha cambiado radicalmente en los últimos 40 años. Echevarría lo llama la “revolución tecnocientífica”. La ciencia ya no está dominada por alguna idea de verdad, progreso social o de bienestar. 


El nuevo contexto de generación de conocimientos viene definido por objetivos, modos de organización y criterios de valoración distintos a los clásicos



  • Preponderancia de la iniciativa privada sobre la académica o sin ánimo de lucro
  • Innovación en cerrado en lugar de la cooperación
  • Retornos basados en el monopolio que establecen las patentes en lugar de basados en el valor objetivo del producto. No hay libre mercado con los medicamentos sino oligopolios. No hay empresas compitiendo sino carteles. 


  • La importancia del marketing en toda la cadena del conocimiento en lugar de que sean las ventajas objetivas las que vendan los productos (por ejemplo, casi el 30% de los ensayos clínicos publicados en las mejores revistas pueden ser considerados comerciales, es decir, sesgados por el interés en encontrar resultados positivos para poder valorizar el producto en el mercado)
  • La necesidad de beneficios en el corto plazo por ser un sector dominado por el capital riesgo que exige altas rentabilidades
  • La existencia de tres tecnologías que establecen unas posibilidades infinitas:
    • big data (expande la salud mediante la búsqueda de correlaciones infinitas),
    • big gen (expande las posibilidades de salud mediante la personalización de las tecnologías)
    • big trial o el sistema industrial de producción de experimentos clínicos (fábricas de ensayos clínicos que expanden las posibilidades de conseguir evidencias de casi cualquier cosa)

La industria farmacéutica ha industrializado el ensayo clínico gracias a obreros muy especializados: los supertrialistas. Ver arriba como 11 autores hay participado en el 10,5% de todos los ensayos clínicos desarrollados y publicados en los últimos 20 años en diabetes (han realizado y publicado 20 ECAs por año)


El ensayo clínico se ha convertido en un instrumento comercial (una meta-técnica) y sus verdades son cada vez más irrelevantes.


Que la estrategia de expansión tecnológica del mercado de la salud sea tan exitosa es un mal incentivo para que la innovación busque mejorar su relevancia 

Cualquier estrategia de sostenibilidad que ignore el contexto moderno de generación de conocimiento y asuma implícitamente que la innovación tecnológica tiene la capacidad de establecer objetivos ecuánimes en la búsqueda de mejor salud, está poniendo las bases de su insostenibilidad. 

Algunas consecuencias de asumir este modelo de desarrollo infinito biotecnológico ya las estamos sufriendo 


1- Crisis de innovación: muchos productos en el mercado pero sin valor añadido sobre los más antiguos. Arriba un gráfico que muestra la mínima innovación relevante entre los medicamentos introducidos en el mercado desde 1981; la mayoría de la innovación, sin ventajas respecto a productos más antiguos. 


2- Sistema sanitario incapaz de utilizar los nuevos productos según su valor añadido. Como se ve arriba, el incremento del gasto en fármacos es debido fundamentalmente al aumento en la utilización de medicamentos sin valor añadido (me-too). Ni el sistema ni los profesionales están filtrando. El marketing decide que se consume: los médicos son fashion victims.  


3- Recursos dedicados a la ciencia biomédica desperdiciados mayoritariamente: el 85%


4- Conocimiento biomédico no fiable debido a la capacidad del mercado para influir en toda la cadena del conocimiento: generación (investigación), difusión (GPC y FMC) y aplicación (prescripción)


5- Captura del regulador: debilidad de las garantías de la administración en el control del mercado de la salud


Las causas: las reformas pro-business de los políticos pharma friendly que han debilitado las garantías científicas exigidas para los nuevos productos.


El enorme engranaje que supone la generación continua de expectativas mediante noticias en los medios de comunicación y la marketización de la ciencia biomédica desde su mismo origen, tienen como consecuencia la sobrevaloración de los productos biotecnológicos por parte de médicos, ciudadanos, gestores y políticos.


El resultado final es una confianza irracional en la capacidad de la innovación para mejorar la sociedad, que en biomedicina conduce a la sobre-utilización, la sobre-demanda y la sobre-financiación


El cuarto elefante es que el contexto contemporáneo de generación de conocimiento no está diseñado para mejorar la salud de los ciudadanos y poblaciones sino para alimentar un área de negocio que, al demostrarse tan rentable, no tiene ningún incentivo para cambiar su dinámica (sobre todo si además, contra toda evidencia y racionalidad, el contexto social, profesional y político sobrevalora la innovación biomédica y no exige cambios sustanciales del modelo)  


La verdad científica ya no sirve como criterio para establecer qué es o no relevante para la salud. Hace falta incorporar otros criterios sociales, culturales, políticos, etc.  


Y es que no debemos esperar grandes resultados de la evaluación técnica de las nuevas tecnologías. Sin duda es necesaria pero no suficiente.    
  

El quinto elefante tiene que ver con la demanda de la población: la gente quiere más sanidad y más tecnología. 


Ninguna estrategia de sostenibilidad será sostenible si no existe un programa de re-educación social destinado a modular las falsas creencias o “tiranías” de la salud

Como escribe Santiago Álvarez Cantalapiedra:

“Se hacen necesarias una cultura menso faústica (respecto de la tecnología) y menos dionisiaca (respecto a las necesidades), y una sociedad democrática bien informada que se pregunte sobre la licitud de desarrollar o no ciertos aspectos tecnocientíficos, debata sobre los motivos y analice las consecuencias” 

Cualquier intento de poner límites al gasto sanitario, sin un debate social previo, será respondido por los ciudadanos, el mercado, los intereses profesionales y los políticos demagogos como un ataque a los enfermos, los ancianos y los crónicos.


El quinto elefante: sin equilibrar las exageradas expectativas de la sociedad en relación con la capacidad de la tecnología y la medicina para conseguir mejor salud, no hay sostenibilidad posible.
Es imposible la sostenibilidad por decreto


Más arriba señalábamos que en la parte plana de la curva hacemos más cosas y con más calidad. 
El sexto elefante es la traición 
de la calidad total. 
La calidad puede mejorarse infinitamente.


Infinitas posibilidades de mejorar la calidad percibida


I
nfinitas posibilidades de mejorar la prestación de servicios o calidad técnica


El sexto elefante es que la apuesta por la mejora continua por la calidad es insostenible.

El debate acerca de la calidad ha girado excesivamente alrededor de los medios necesarios para implementarla y nada acerca de sus fines

Garantizar la supervivencia del sistema requiere de “ciertos” sacrificios en términos de calidad: prestar servicios por debajo de la óptima calidad (conformarnos con “lo adecuado”) o priorizar la eficiencia sobre el confort.

Un cuidado de la salud equitativo siempre va a requerir de sacrificios por parte de los usuarios individuales
En sanidad, es necesario priorizar las estrategias de calidad relacionadas con 

(1) seguridad de los pacientes
(2) la medicalización (definir lo que “no hay que hacer” y evitar el sobrediagnóstico) y
(3) determinar límites sensatos y definidos comunitariamente a la mejora de la calidad percibida.

Séptimo elefante:
 
¿Y si no hiciera falta más dinero para sanidad? 




http://elpais.com/elpais/2012/05/07/opinion/1336407125_340768.html
La tesis de Costas Lombardía es que aunque invertimos un porcentaje menor de nuestro PIB en la sanidad pública que otros países europeos, ello se debe a que somos menos ricos.


Arriba hemos cruzado porcentaje de PIB dedicado a sanidad con PIB per capita y parece existir una cierta correlación: menos riqueza, menos % de PIB dedicado a sanidad

Costas Lombardía concluye:

“En las comparaciones internacionales de gasto sanitario la media aritmética es un dato engañoso porque el gasto en sanidad pública de una nación depende en su mayor parte del grado de riqueza de ese país y es por tanto incorrecto comparar sólo uno de los dos términos de tan estrecha relación; han de compararse ambos y juntos, el gasto sanitario público y la renta per cápita, por medio de una recta de regresión, y cuando se hace así con las naciones de la UE o de la OCDE, España se sitúa generalmente en la recta o por encima de ella: gasta lo que en teoría le corresponde o más”


Séptimo elefante: cualquier estrategia de sostenibilidad ha de asumir que el sistema de salud está bien financiado. 

El gasto público en sanidad tiene en parte un comportamiento parecido a los productos de lujo: cuanto más rico más lujo, en forma de porcentaje de PIB dedicado a sanidad. 

No tiene sentido ser de clase media y querer gastar en sanidad como si fuéramos de clase alta 


Modelo de progreso infinito

Los siete elefantes que se balancean en la parte plana de la curva son causa y/o consecuencia de un irracional modelo de progreso infinito: una visión utópica, heredera de la ilustración, de la que debemos despertar 


No es posible una estrategia solvente de sostenibilidad para el sistema sanitario sin aceptar que la medicina se encuentra dominada por un delirio de progreso infinito.




http://www.economiacritica.net/?p=7703
Son espejismos tecnológicos.

Como dice Santiago Álvarez Cantalapiedra en la Introducción al número de “Papeles”:

“Vivimos en una época en la que hacemos más de lo que deberíamos. Vivimos en una cultura en la que muchas de las cosas que deberíamos hacer, pudiendo hacerlas, no las hacemos. Una época y una cultura en las que se hace difícil poner límites y orientar hacia los fines adecuados todo aquello de lo que somos capaces. Cada vez sabemos más qué podemos hacer, pero sabemos menos qué deberíamos hacer o dejar de hacer; en otras palabras, andamos relativamente bien servidos de tecnociencia pero, al parecer, algo escasos de la sabiduría necesaria para poner coto y orientar convenientemente nuestras capacidades”

Y concluye:

“El desarrollo incontrolado de la ciencia y la técnica también es consecuencia de su naturaleza causal y no finalista, su desarrollo está condicionado por lo que es capaz de hacer y no por los fines que ella misma pudiera proponerse con total lucidez”


Esa “falta de sabiduría para poner coto a nuestras capacidades” nos cuesta muy caro.

En Andalucía este año ¿más de 2500 millones desperdiciados en la parte plana de la curva?

Las no-soluciones 

Ante esta situación los políticos han intentado dos estrategias ciegas, porque ambas ignoran irresponsablemente los elefantes


La derecha: instrumentos de mercado que conducen a un modelo dual de sanidad (con más copagos) y recortes que atentan contra activos del sistema público como la universalidad.




https://www.nytimes.com/2017/05/22/health/health-care-global-united-states.html?_r=0
Esta no-solución de la derecha puede disminuir el gasto sanitario a corto plazo pero conduce a un modelo semejante al norteamericano en el medio y largo plazo: más costoso, ineficaz e inequitativo 

La izquierda (cuando no gobierna): seguir aumentando los presupuestos sanitarios para que avancemos por la parte plana de la curva


¿Estamos condenados al suicidio o al fracaso?


Todo es peor si atendemos el contexto económico que impone 
Europa que pretende un recorte del porcentaje del PIB dedicado a sanidad pública hasta el 5,6% en 2020.


Sin enfrentarnos a los 7 elefantes del apocalipsis, más gasto para la sanidad es derroche suicida; más recortes, copagos y reformas de mercado, fracaso absoluto; y reducir el PIB dedicado a sanidad pública, como impone Europa, un estrangulamiento que impondrá reformas vía doctrina del shock

Octavo elefante

Hemos de identificar un octavo elefante


La atención sanitaria tiene un escaso impacto sobre la salud de las poblaciones: no más de un 10%


Son los determinantes sociales los que influyen en mayor medida en la salud poblacional 


Sin embargo, la atención sanitaria se lleva el 90% de los recursos 

Para algunos autores, la atención sanitaria estaría confiscando la riqueza de las naciones al evitar que las sociedades puedan dedicar recursos a mejorar las condiciones sociales generadoras de mala salud


La capacidad de mejorar la salud y la equidad con intervenciones de salud pública destinadas a mejorar algunos determinantes sociales es enorme  


La biomedicina probablemente está en el límite de su capacidad para seguir mejorando la salud de las poblaciones

Buscando soluciones pragmáticas

¿Pueden asumirse algunas de las soluciones que proponemos en una estrategia de sostenibilidad?

No estamos preparados. Hay que asumir que el gasto sanitario y la ineficiencia seguirá incrementándose en los siguientes años.

Sin embargo, una Ley de  Garantías y Sostenibilidad del Sistema Sanitario Público debe ser capaz de poner las bases que alumbren las condiciones para el cambio.

Algunas recomendaciones para que figuren en la introducción de la Ley:

1- Asumir que el desarrollo tecnológico, hoy en día inevitablemente impulsado y orientado por los intereses del capital, tiene unas consecuencias ambiguas, y que la medicina como institución tiene una “ceguera sistémica” a la hora de valorar su impacto y, debido a ello, una incapacidad para discriminar aquellas con potencialidad para satisfacer las necesidades humanas
No se puede cambiar el contexto de generación del conocimiento y desarrollo tecnológico pero sí es necesario reconocer la necesidad de salvaguardas como:


  • Necesidad de avanzar en el desarrollo de criterios explícitos para limitar a la introducción de nuevas tecnologías en el sistema de salud: del uso racional al racionamiento racional
  • Necesidad de mejorar las garantías no solo técnicas (evaluación) sino, sobre todo, políticas, culturales y éticas en la toma de decisiones. Es decir: hay que profundizar en el control democrático y en los criterios sociales necesarios para evaluar las nuevas tecnologías y aprobar su uso en el sistema público. Por tanto: apostar por la priorización participativa de la inversión pública en sanidad  
  • Necesidad de una protección democrática para el conocimiento biomédico: más transparencia, rendición de cuentas y participación en todos los agentes de la cadena del conocimiento (reguladores, sociedades científicas, colegios profesionales, organizaciones sanitarias, asociaciones de pacientes, medios de comunicación generalistas, revistas científicas, universidades y OPIs, profesionales, etc..)   
2- Aceptar que sin un cambio cultural de la sociedad que consiga equilibrar su ponderación del valor de la tecnología y la atención sanitaria para mejorar la salud no conseguiremos más que la población viva cualquier limitación como un recorte. No es posible la sostenibilidad por decreto
3-  Reconocer desde el inicio la limitada contribución de la asistencia sanitaria a la mejora de la salud y la apuesta para progresivamente re-dirigir los esfuerzos públicos a mejorar sus determinantes sociales



4- Se trata de pasar de una medicina del bienestar (cuyas bases políticas y económicas fueron muy importantes en la mejora de la salud y el progreso social en la segunda mitad del siglo XX pero que en los últimos 25 años muestra graves señales de agotamiento y una hipertrofia insana, al haber cambiado las condiciones que la alumbraron ) a una medicina de la justicia (con bases éticas)


Gráficamente significa saltar a otra función de la producción de salud. A las bases conceptuales y epistemológicas que justifican este cambio de función lo hemos denominado post-medicina
Post-medicina: desinvertir en sanidad para invertir en salud



(1.1) Desinvertir en lo ineficaz, lo inseguro, lo innecesario, lo inútil, lo inclemente y lo insensato


(1.2) Priorizar estrategias de calidad:


  • seguridad: lo primero, no hacer daño
  • medicalización: énfasis en lo que “no hay que hacer” sobre “lo que hay que hacer” y en evitar el sobrediagnóstico 

(2) Asumir la inevitabilidad del racionamiento o limitación explícita a la introducción de nuevas tecnologías siguiendo unos criterios no solo técnicos sino también sociales (y éstos han de ser desarrollados)

El concepto de moratoria refleja una limitación temporal, un aplazamiento de la decisión mientras no existan razones de peso para introducir las tecnologías


(3) Reinversión del potencial ahorro en estrategias de salud pública dirigidas a los determinantes sociales


(4) Buen gobierno del conocimiento biomédico


(5) Nuevo movimiento social por la salud:

Aquel capaz de “empoderar a la ciudadanía para que sea capaz de tener una visión equilibrada de los beneficios y perjuicios de la atención sanitaria, utilizar adecuadamente los recursos públicos sanitarios a su disposición, exigir una adecuada priorización de los presupuestos dedicados a salud (incluyendo más inversión en áreas como la educación, las energías limpias, la agricultura sostenible o el transporte activo) y demandar a los políticos que cumplan con su obligación de proteger a la sociedad contra las prácticas comerciales que enferman”

Una sociedad madura en su relación con el sistema sanitario, conocedora de sus derechos y deberes en términos de salud, capaz ser exigente con los políticos en su responsabilidad de priorizar adecuadamente las inversiones públicas en salud y en el sistema sanitario, reduciendo su ineficiencia y el coste oportunidad, para potenciar otras políticas no sanitarias capaces de generar salud y equidad


Priorización en la era de la postmedicina 

Una medicina que reconozca sus sesgos:

(1) Curar en lugar de cuidar. 

(2) Lucha irracional por el aumento indefinido en la expectativa de vida. 

(3) Énfasis en la cantidad en lugar de calidad de la vida. 

(4) Beneficio individual sobre el poblacional. 

(5) Intervenciones tecnológicas para curar o mejorar la enfermedad en lugar de esfuerzos para promover la salud y prevenir la enfermedad. 

(6) Una medicina de sub–especialidades en lugar de una basada en cuidados y la medicina familiar y comunitaria como centro del sistema

(7) Un atención centrada en los profesionales médicos en vez de en otros profesionales que ya han interiorizado los valores del cuidado como la enfermería, terapeutas ocupacionales o los trabajadores sociales.


En 10 años nos gustaría que el titular recuadrado cambiara



La idea del decrecimiento nos permite avanzar que el sistema sanitario público del futuro habrá de inscribirse en un paradigma de la escasez que es el que va imponer las condiciones socio-económicas en los próximos años debido a limitaciones relacionadas con la supervivencia del planeta.


“Se trata de reconfigurar nuestras sociedades sobre la base de valores y principios diametralmente diferentes de los hoy imperantes. Estamos hablando… de la primacía de la vida social frente a la lógica de la producción, de la competitividad y del consumo; del ocio creativo…; del reparto del trabajo…; de la introducción de una renta básica de ciudadanía..; de la necesaria reducción del tamaño de muchas de las infraestructuras productivas, administrativas y de transporte; de la recuperación de muchos de los elementos de la vida local, y con ellos de la democracia directa y la auto-gestión, frente a la globalización desbocada… y, en suma, de la sobriedad y la sencillez voluntarias” 

(Decrecimientos: de lo que hay que cambiar en la vida cotidiana. Carlos Taibo (dir), 2011; p 13)


Abel Novoa

Presidente de NoGracias

1 comentario:

  1. Excelente artículo. Extenso pero claro. Tengo un hijo con una cardiopatía congénita compleja y siempre me hace ruido cual deberia ser el enfoque para ese problema desde el decrecimiento. Creía que era la comunidad medica quien debiese dirimir la continuación o no de un tratamiento. Obviamente no lo pueden hacer los padres, ya que siempre querrán a su hijo con vida, cueste lo que cueste. Es esclarecedor en algunos puntos y sigue siendo un dilema su puesta en práctica.

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