Íntimamente conectado a mi percepción actual de la situación de la humanidad, tengo seguramente la ingenuidad o la ilusión de pensar que solamente una conversión antropológica puede conjurar la subida de los peligros que amenazan nuestra especie.
Sueño pues, con el milagro, ya que pocas señales dejan predecir semejante conversión. En el registro onírico y vital, podría sugerir lo que significa esta conversión antropológica por la evocación de tres caminos. El camino de la teoría conectada con la historia de las ideas, el de la filosofía política y moral conectada con la historia de las prácticas y luchas sociales, y el del pensamiento sensual cuyo arte y poesía señalan el camino en collares y gamas de metáforas intemporales.
Pero convendría desalojar, en estas tres vías complementarias, sus figuraciones dependiendo de la tentación de la utopía para constatar la inutilidad en la búsqueda de la salida del laberinto. ¿Qué significa y cómo hacer para sólo llegar al umbral de esta conversión ? ¿Conversión que es sobre todo otra cosa que un simple “cambio de paradigma”, o incluso una “revolución”, si compartimos esta misma conciencia comprendida como un dato realmente antropológico y no conectada a una cultura o a una civilización peculiar ?
Si la idea de decrecimiento implica una ética y una política del compartir en todo ámbito, el primer pensamiento para compartir es del orden del reconocimiento. Reconocer individual y colectivamente que estamos completamente perdidos y pensar que para poder salir se tiene que recurrir a la metáfora simplista unidimensional y unidireccional del callejón sin salida no está a la altura de lo que está en juego.
El segundo pensamiento orienta una actitud que favorece las opiniones y los actos concretos que tienden, incluso al margen, a reducir las tendencias devastadoras del modelo dominante ; sostenerlos pues, pero tener presente al mismo tiempo que si son necesarios, no son suficientes. Si se mutualizara, “en valor suficiente”, en el espíritu más que en la letra, la hipótesis propuesta aquí sobre la matriz del concepto occidental de utopía.
La tercera tarea intelectual sería seguramente más sutil. Ya que y a pesar de todo lo que precede, se trataría efectivamente de poner en relación la idea de post desarrollo (alias el decrecimiento) con el concepto de utopía. Pero convendría entonces distinguir claramente lo que, en esto último, incluye el derecho y el deber de inventar, aquí y ahora, un mejor mundo y no “el mejor de los mundos”, de lo que pertenece a toda forma naciente de totalitarismo.
Ya, aquí y allí, aparecen concretamente experimentaciones sociales a escalas humanas adaptadas a sus objetivos asignados libremente. Es cierto que la problemática microsociedades territorializadas que se destinan a su autonomía alimentaria y energética, es una pista que debe seguirse sin embargo no es la única. Sería también la base concreta de una reinvención auto instituida de la política, antes de la hora (que pienso próxima) de los primeros síntomas del hundimiento del modelo dominante mundializado.
Una vez más, hago hincapié en el siguiente punto : el corazón de la conversión no consiste en cambiar de creencia sino de abandonar toda certeza. Esta revocación (conversión) exige de desalojar e incluir, para dejarlas caer, todas las consideraciones y las reacciones en las que las primicias están incluidas en las impresiones que pertenecen a la teleología en todas las formas fidéistas o secularizadas de la teología.
Texto de Jean-Claude Besson-Girard extraído de la traducción del artículo ‘Desde el laberinto hasta el Paraíso, o la tentación utopista’; leído en ‘Entropia, Revue d’étude théorique et politique de la décroissance’
La tentación de la utopía
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