Cualquier
cooperación humana a gran escala (ya sea un Estado moderno, una
iglesia medieval, una ciudad antigua o una tribu arcaica) está
establecida sobre mitos comunes que solo existen en la imaginación
colectiva de la gente.
Las
iglesias se basan en mitos religiosos comunes. Dos católicos que no
se conozcan de nada pueden, no obstante, participar juntos en una
cruzada o aportar fondos para construir un hospital, porque ambos
creen que Dios se hizo carne humana y accedió a ser crucificado para
redimir nuestros pecados. Los estados se fundamentan en mitos
nacionales comunes.
Dos
serbios que nunca se hayan visto antes pueden arriesgar su vida para
salvar el uno al otro porque ambos creen en la existencia de la
nación serbia, en la patria serbia y en la bandera serbia. Los
sistemas judiciales se sostienen sobre mitos legales comunes. Sin
embargo, dos abogados que no se conocen de nada pueden combinar sus
esfuerzos para defender a un completo extraño porque todos creen en
la existencia de leyes, justicia, derechos humanos… y en el dinero
que se desembolsa en sus honorarios.
Y,
no obstante, ninguna de estas cosas existe fuera de los relatos que
la gente se inventa y se cuentan unos a otros. No hay dioses en el
universo, no hay naciones, no hay dinero, ni derechos humanos, ni
leyes, ni justicia fuera de la imaginación común de los seres
humanos.
La
gente entiende fácilmente que los «primitivos» cimenten su orden
social mediante creencias en fantasmas y espíritus, y que se reúnan
cada luna llena para bailar juntos alrededor de una hoguera. Lo que
no conseguimos apreciar es que nuestras instituciones modernas
funcionan exactamente sobre la misma base."
Extraído de: "De animales a dioses". Yuval Noah Harari
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